Cuando tenía 16 años me encontré con esa frase deslumbrante de Camus que decía que el quid de la filosofía o el tema básico a plantearse era el suicidio, si esta vida en la que nos encontramos merece de verdad, valga la redundancia, ser vivida. Años después, me la volví a encontrar en uno de los últimos libros de Sábato cuando él, siendo existencialista, se encontró con la misma interrogante. Obviamente escogió la vida, y más aún, al puro estilo camusiano: comprometiéndose por completo por esta humanidad rota, partida en demasiados pedazos. Vida larga la suya que no se extingue pasada la base nueve.
Si nos enfocamos en lo miserable de la situación humana presa del temperamento destructivo que se ha venido demostrando a través de la historia, huelgan motivos para darles la razón a ambos. El sinsentido del vivir para padecer, para llorar y entrar en desesperación cunde inmisericorde haciendo dudar en algún momento hasta al de más fuerte fe –sino pensemos en Juan el Bautista, cuando desde su prisión en Macaero envió a sus discípulos a preguntarle a su pariente Jesús si era él el que había de venir (Mt. 11:2-19; Lc. 7:18-23)-. Es que todos sufriremos finalmente. Todos nos vamos a morir años antes o años después, todos nos vamos a enfermar de jóvenes o viejos, todos tenemos en distintos niveles conflictos interpersonales, a todos nos sale sangre y a todos nos duele el alma. Y si la vida se centra en eso, si no hay escapatoria y si nos convertiremos en gusanos una vez que nos llegue la hora, pues escojo el suicidio. Si las cosas son así, mi hermana tiene razón: la vida es basura.
Pero allí no se circunscribe la realidad de las cosas.
Todos los antecedentes se remontan al conflicto cósmico inicial que dio origen al pecado. Sin importar la hamartiología que tengamos, lo que la Biblia insinúa es que este conflicto se inició en las esferas espirituales y que, de alguna manera que para algunos es clarísima (los que asumen la realidad literal de los primeros capítulos del Génesis) y para otros no tanto (los que asumen la no literalidad de los primeros capítulos del primer libro de la Biblia), se derivó con la misma gravedad inicial a la realidad material y, por ello, dice Pablo que toda la creación “gime” a la espera de la restauración definitiva (Rom. 8:21,22). Desde el momento de esta irrupción aunque no lo parezca estamos involucrados en una guerra invisible gravísima que hiere a todos sin cuartel y sin excepción, la verdadera guerra mundial y la más devastadora, sin tregua ni capitulaciones. Nos hace morir, llorar, angustiarnos, temer de verdad. Lo peor del asunto es que no nos damos cuenta de nada.
Somos como judíos en la Alemania de inicios de los años cuarenta. No lo pedimos. Simplemente, como el comercial televisivo decía, las cosas son como son. Y en esa realidad, seamos cristianos, budistas, ateos, agnósticos, musulmanes o lo que sea, seremos víctimas de las esquirlas. Repito la lógica de líneas arriba: enfermarán los niños y jóvenes, moriremos en accidentes de tránsito, nos llenará el desamor y la ingratitud de la gente que nos ama, romperemos amistades y dañaremos a nuestras familias. Nacemos y vivimos en el mar del sufrimiento.
Si esa es la triste realidad, ¿Qué hace Dios al respecto?
Ya hizo lo necesario, pero por alguna razón que entenderemos cabalmente luego, cuando todo se consume, los efectos no son plenos ahora. Lo que sí sabemos con precisión es que la cruz de Cristo fue la solución al dilema cósmico planeada desde el inicio. Cristo se despojó de sí mismo, se hizo como nosotros, se hizo siervo, se hizo pobre, nadó en este mar y para resolver el conflicto, se sumergió en las aguas, usándola como camino necesario, yendo al igual que nosotros directo al destino de la muerte, como aquel siervo sufriente tan explícitamente descrito (Is. 53). Sabiendo que vivimos en la realidad innata del sufrimiento, Cristo la usa como elemento capital para nuestra redención mediante la cruz, con lo que el conflicto cósmico, causal del sufrimiento humano, quedaba resuelto. Así, además de redimirnos, culminó su proceso de identificación completa con la raza humana. Luego de la cruz, puede decirnos: “Consumado es” (Jn. 19:30), pero también “Yo también sufrí, al igual que tú, con tortura y laceraciones, hasta la muerte más despiadada”. Por esa razón en todo sufrimiento Él está allí porque realmente nos entiende. Esto no es demagogia ni eslogan de campaña electoral. Más todavía, porque en su caso lo hizo de manera completamente voluntaria. Caso contrario al nuestro, que buscamos la evasión en todo momento.
Se dice que de nuestros errores más groseros Dios puede sacar eventos de bendición para otros, aunque sería mejor que no fuera así. De lo más miserable Dios puede escoge lo que necesita para cumplir sus planes. Del sufrimiento abyecto de Cristo vino al final nuestra salvación completa. ¿Qué puede hacer entonces a posteriori con el sufrimiento que nos toca vivir?
domingo, 11 de junio de 2006
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9 comentarios:
Interesante, pero el sufrimiento de otros - incluso del tal Cristo - no es consuelo para los sufrimientos propios.
Por otro lado, no me queda clara tu posición frente al suicidio : ¿Ese dios en el que crees nos dio libertad? , ¿incluso para decirle : no quiero esta vida que me diste?
Lo que quería decir es: Si no hay Dios y la vida es total y únicamente material, entonces es válida la disyuntiva camusiana, e inclusive quizá escojería el suicidio en un caso extremo. Pero yo creo que hay Dios, por lo tanto, hay un limitante al tema del quitarse la vida dado el mandamiento mosaico de "no matarás" que Jesús, mil cuatrocientos años después, puso en condiciones más estrictas.
Tu escrito me recuerda una frase que se la atribuyen a César Vallejo "Hoy me gusta la vida mucho menos, pero igual me gusta vivir".
Todos sufrimos, es cierto, algunos se dan cuenta de ello y buscan maneras de sobrellevarlo o de superarlo, en muchos casos haciéndose miembros de religiones o que se yo de diferentes maneras. Otros, sin embargo, entienden el sufrimiento como un castigo del que no pueden librarse, como una maldición.
Yo creo que en la vida, realmente hay muchos motivos para estar triste o para ser felíz. Con el tema del suicidio no estoy de acuerdo, si existe una eternidad, la vida es solo una pequeña porción de lo que gozas y como a ciencia cierta no se sabe que hay más allá de la muerte, hay que vivir la vida. (Cortesía de Susy Díaz).
Con todo y todo, la vida no deja de ser un misterio indescifrable pero bello.
Pregunta: ¿nos libraríamos del sufrimiento a través del NIRVANA?
Los budistas ponen el sufrimiento como tema capital. Detalle inteligente, porque pocas cosas son tan democráticas y abarcantes. Así como una de las características de la humanidad es que, por ejemplo, necesitamos de la alimentación, otra es que sufrimos.
Los cristianos entendemos al sufrimiento como cosa derivada de la maldad del hombre. Como somos pecadores en esencia, nos atacaremos inevitablemente, por lo que la libertad llegará por la extinción de la maldad. Y aquí entra Cristo.
Estoy muy de acuerdo con tu idea de la vida (¿O es que es la de Susy Diaz?). Al reflexionar en tu concepción, percibo que la vida es más importante de lo que a veces muchos evangélicos pensamos. A veces pasamos largos ratos de todos los días con ojos de carnero degollado mirando al cielo orando por la pronta venida del Señor y deseando estar en el cielo en estos instantes cuando, quizá, es más útil cumplir la misión que Dios quiere que haga aquí. Todo a su tiempo. Mientras vivimos ahora, hagamos lo que sea necesario y trascendente para esta etapa, teniendo en cuenta que hay un después, que las cosas no acaban con la muerte. Significa involucrarse con la existencia, ser felices en ella amándola como un bien preciado, comprometerse con el llorar y el reir ajeno, con la construcción de un mundo mejor, con la minimización -no la anulación, porque es imposible- del sufrimiento. Estar en el mundo, orando hacia el cielo pero con los pies -y las manos- bien puestas sobre la tierra. Sino, ¿para qué estamos aquí?
Es inevitable decirlo al estilo de Susy Díaz "vive la vida, no dejes que la vida de viva".
"...por lo que la libertad llegará por la extinción de la maldad". ¿Siempre es una batalla entre el bien y el mal?, "...orando por la pronta venida del Señor y deseando estar en el cielo en estos instantes...". Nunca he entendido qué es la venida del Señor, podrías darnos una breve apreciación y explicación.
Con lo último no tengo objeción "Significa involucrarse con la existencia... Sino, ¿para qué estamos aquí?"
Todos los cristianos creemos que Cristo vendrá otra vez, ya que lo dice la Biblia en forma explícita. El problema es CUANDO. Para los católicos ese no es un problema muy importante, pero muchos evangélicos creen que estamos en los últimos tiempos y que la llegada de Jesucristo es inminente. Por ello, al estar el fin de los tiempos tan cerca, se olvidan de lo que acontece en el mundo y sólo se concentran en lo que es lo más importante: esperar la venida en la forma más santa y óptima posible. Esto implica olvidarse de todo lo demás -y en la práctica es así, pero al pensar un poco nos damos cuenta que esta actitud tiene sentido. ¿qué haríamos si el fin del mundo es mañana? ¿No haríamos más que lo más importante?-, olvidarse de la vida que tenemos aquí, no "involucrarse en la existencia... como si no estuvieramos aquí"
Y sí pues, en resumen el tema del sufrimiento puede ser entendido como una lucha entre bien y mal, entre Dios y el Diablo, ya que es una consecuencia de ese conflicto. El tema es que para los cristianos ya el bien ganó, pero los efectos completos no son inmediatos sino futuros, lo que es difícil de entender y asimilar. ¿Cómo vendes esa idea de que el mal está vencido, si vemos cómo están las cosas en el mundo?
Trato de no meter a Dios en los sucesos negativos de mi vida. En el colegio me dijeron alguna vez que Dios nos puso en la tierra para ser felices. Y alguna vez escuché que Dios nos pone aquí y la opción de ser felices se encuentra en cada uno de nosotros. Es cierto que muchas veces me he cuestionado sobre el propósito de prolongar mi existencia, y cuando evalué la posibilidad del suicidio resolví en que no era una salida, pues demuestra una gran cobardía. Entonces, para católicos o no católicos el suicidio no sería una opción. Para los católicos sería un pecado y para los no católicos el suicidio es una salida fácil. No creo adecuado meter a Dios en aspectos terrenales. Pienso que Dios estuvo cuando nos creó y está cada vez que he rezado y he sentido alivio. Las cosas malas que pasan son por acción del hombre, y no debemos culpar a Dios y menos buscar justificarlas con el demonio (es una salida fácil tmbién echarle la culpa a otro). El suicidio no es una opción y la felicidad depende de cada uno. Para algunos será más pesado llegar a ella, pero debemos hacer el intento siquiera no?
Yo si creo que el suicidio es una opción, al margen de que existan suicidios innecesarios. Tan válido como quienes viven todos los días como si fuera el último de sus vidas creo que también debemos aceptar a aquellos que opinan que todo esto no vale la pena.
La religión es fabulosa y por lo mismo no soy creyente, por ofrecer esas creencias que de alguna manera simplifican el complicado problema de la vida. Sin ánimo de ofender, pero "no matarse" porque lo dijo un dios no me ofrecería ninguna tranquilidad como si se las ofrece a quienes creen.¿Sufrimos porque un par de desconocidos se portó mal en un paraiso terrenal? ... ok, todo eso es un cuento que no debe tomarse en sentido literal pero entonces que fué lo que realmente pasó hace miles de años que hasta ahora no nos han perdonado y devuelto a ese paraiso. Dudo que el bien haya ganado, viendo como andan las cosas ...
No sufrimos porque a un par de individuos les fue mal. Como decía en el post original y lo recalcaste tú, hay distintas posturas al respecto y por ello, al no saber el origen ni la certeza de los actos de aquellos individuos, debemos concentrarnos en lo que vemos en nuestra realidad y lo principal es el sufrimiento.
¿Suicidio, la opción? Alguna vez escuché que uno será juzgado por su decisión en la vida con respecto a Dios, no por la forma de morir. Pienso que -como lo insinué- es una opción que puede ser hasta razonable si no crees en Dios, pero innecesaria y desechable si crees en Él. Siempre hay esperanza y siempre hay consuelo.
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