lunes, 31 de marzo de 2008

Jesucristo de los desesperados

Una de las principales denominaciones que trabajan en el Perú ha realizado una gran conferencia denominada "Crece y multiplícate", animando a su liderazgo nacional a implicarse con la expansión numérica de la iglesia en los próximos años. Es su compromiso doble con dos grandes principios teológicos, uno a nivel misiológico (el cumplimiento de la Gran Comisión a toda costa) y el otro de tipo escatológico (la premisa pre-milenial y pre-tribulacionista que deriva en una visión fatalista y degenerativa del mundo), que le dan sentido a las motivaciones de la evangelización: hacerlo porque es un mandato ineludible del Señor Jesucristo y hacerlo porque el Apocalipsis está cerca, el mundo se destruye, se hunde y hay que rescatar a la mayoría de las personas de este gran naufragio, a lo Moody.
Este primer principio teológico basado en la Gran Comisión se concentra en la palabra "Id" (Mt. 28:19). Las iglesias suelen hacer el esfuerzo de ir al griego, de donde dice que el verbo se encuentra en forma de un participio pasivo deponente de aoristo, lo que significa que la traducción verdadera debe ser "yendo". Es decir, "cuando estén yendo, hagan discípulos", y se enfatiza fuertemente en ese proceso doble: yendo por nuestros caminos-haciendo discípulos en ese caminar (1).
Yo me quiero concentrar en un punto vinculado a la Gran Comisión. Sabemos que Cristo se la encarga a los apóstoles en un contexto en que los once habían pasado tres años con Él. Pueblo tras pueblo, con multitudes, a solas, por los desiertos, por el mar de Galilea, por el Jordán, en el Templo jerosolimitano, en sinagogas citadinas, en las norteñas tierras extranjeras, en cenas pudientes, en meriendas multitudinarias. Ellos se sabían discípulos del maestro, tanto que algunos lloraron amargamente su negación (Mt. 26:69-75; Mr. 14:66-72; Lc. 22:55-63; Jn. 18:15-18,25-27) o se colgaron de una cuerda por su traición (Mt. 27:3-10; cf. Hch. 1:16-20). Tres años, día tras día, aprendieron del verdadero Rabí, del mismo Dios hecho hombre, de sus enseñanzas, de sus milagros, de su compasión, de su rabia al ver profanado el templo sagrado. Su discipulado era complejo, completo e integral. Era paciente, esforzado, vivencial, nada haragán, de día a día. Si a ellos les decían la palabra "discípulo", todo lo anterior y mucho más venía de inmediato a sus cabezas.
Teniendo en cuenta esto pregunto: ¿Qué pensaban los originales receptores del mensaje (los apóstoles) al recibir el mensaje de "ir yendo haciendo discípulos", considerando el entrenamiento que habían recibido? Creo yo que reflexionaban en el ejemplo recibido de Jesús aplicado directamente a ellos mismos, que de ninguna manera tenía a la inmediatez como característica. Para ellos la labor de Jesús fue como una maratón, no una carrera de cien metros planos. Entendían que hacer discípulos es un trabajo largo, no una cosa de una campaña de una noche, una mano levantada, las palabras de un consejero, el llenado de una ficha o la invitación a una reunión. Lo comprendían por sus propias vidas transformadas.
Si el "hacer discípulos" era algo largo y trabajoso según la forma que Cristo estableció en su labor terrestre, para un claro entendimiento de la Gran Comisión se necesita encontrar el hilo conductor del andar del Jesús en misión. Yo pienso que es necesario comenzar por Lucas 4:16-30, una especie de génesis o bosquejo programático del ministerio del Señor. Sé que antes estuvo el bautismo, la tentación, la charla nocturna con Nicodemo, la primera limpieza del templo, las bodas de Caná, algunos milagros, pero ninguno de estos eventos son un compendio, una base inicial, un marco de referencia de todo Su ministerio. El discurso en Nazaret sí lo es.
Nazaret (2) es la ciudad "donde se había criado" (v. 16). Por lo tanto, Jesús es una figura familiar para su auditorio ya que es un miembro de la comunidad a la que frecuentado todos los sábados por muchos años. Con mucha probabilidad había hecho antes el mismo acto de leer y reflexionar que caracterizaba a la extensa liturgia compuesta de oraciones y lecturas (en ella se leían algunos pasajes de la Ley y de los profetas. Luego, alguien ofrecía un comentario a la asamblea. Jesús hace esto último según el texto lucano), y en esta ocasión Jesús cita a Tritoisaías, profeta enigmático que habla de temas diversos en sus diez capítulos aunque se puede centrar su enseñanza en dos ejes. El primero es la justicia (Is. 56:1), el segundo es precisamente el pasaje citado por Jesucristo (Is. 61:1-3). Ambos textos hablan de un consuelo por venir que traerá bendición y salvación de Dios a todo el pueblo, aunque condicionado a la práctica de la justicia. "Dios quiere escuchar a su pueblo, salvarlo de la situación en que se encuentra. Pero el hombre debe colaborar, cambiando de actitud y de conducta" (3). Con ese contexto en mente, el sexteto misiológico citado por Jesús cobra más relevancia:
- Dar buenas nuevas a los pobres/abatidos
- Sanar/vendar a los quebrantados de corazón
- Pregonar/publicar libertad a los cautivos
- Vista a los ciegos
- Poner en libertad a los oprimidos/presos
- Predicar el año agradable del Señor/año de gracia, día de venganza
El anuncio, la sanidad y la liberación son expresiones de la misión de Jesús dentro de un contexto temporal aplicado a un nuevo jubileo sin opresores-oprimidos-abatidos-invidentes-desesperados. Es una trama nueva donde se anuncia una esperanza que nos sugiere colaborar con esta acción de Dios manifiesta desde que "el reino de los cielos se ha(n) acercado" (Mt. 4:17). Lo fantástico es que "todo se había cumplido en ese momento" (Lc. 4:21), para sorpresa general de los nazarenos, que reaccionan de una manera ambigua, aunque finalmente pretenden despeñarlo porque Sus palabras no estuvieron de acuerdo con su particular esperanza.
El esqueleto de la secuencia global puede ser como sigue:

- Jesús define su misión (Lc. 4:16-30)
- Jesús aplica su misión (la gran mayoría de los evangelios)
- Jesús delega la misión (Mt. 28:19)

Marcando distancia con la muerte en la cruz, misión exclusiva del Señor por su condición única de redentor del mundo, creo que el pasaje lucano estaba marcado en la idea apostólica de "hacer discípulos", siendo imposible divorciar ambos eventos. Hacerlo de una manera distinta es un error que nos ha costado caro a través de la historia de la iglesia cristiana y más en los siglos recientes, donde hermenéuticas fundamentalistas olvidaron la profunda relación de ambos textos.
Si este es el marco de referencia de los apóstoles a la hora de hacer discípulos, es necesario analizar las aplicaciones prácticas en nuestra misiología. Sé que "hoy, aquí, en el Perú y en todo el mundo, el jubileo es una esperanza ya cumplida, pero, como el mismo reino de Dios, es una realidad que "ya pero todavía no", donde será más presente cuando los cristianos sean más concientes y sensibles de su papel en la misión de Dios y su proceso reconciliatorio. Por ello este mensaje de Jesús atento al pobre como opción preferente (pero no única), demanda de nosotros compasión, un compartir permanente, solidaridad, renuncia, sacrificio, lucha por la justicia en todas sus instancias pero, en especial, por la justicia económica" (4), entendiendo la especial prioridad en el texto hacia los desposeídos. Debo añadir, sin embargo, que no es lo único que se infiere del pasaje bíblico. ¿Por qué digo esto? Porque se nos habla de los quebrantados de corazón, de los de corazón roto y pulverizado. Un problema en la teología latinoamericana es que la opción por los pobres ha sido sacralizada casi a niveles absolutos (aclaro que creo en ella) cuando en realidad no es una opción exclusiva. Existe un nivel de la misión de Jesús dedicada de una forma práctica al trato de la desesperanza, de la angustia, del sufrimiento humano, de la crisis psicológica, de las lágrimas permanentes. Por su trato con el sufrimiento resucitó a dos personas, sanó multitudes, dejó que lavaran sus pies con un aceite caro. Es, como dice Gabriela Ibarra en su excelente blog: un Cristo que se compromete en acción por los desesperados sin importar si son ricos o pobres. Y este es un ejemplo patente, un gran compromiso y ejemplo del Señor para nosotros.
Dicen que este será el siglo de los psicólogos porque la violencia, el terrorismo, la solidaridad distorsionada, la migración, el feminismo, la postmodernidad, la "nueva" moral, el escenario internacional, y tantas otras cosas machacarán nuestras almas hasta el punto de hacerlas perder el sentido de la vida, andando errantes sin saber qué hacer en este mundo que ofrece tecnología pero quita espíritu, entrega riqueza pero también sinsentido. Esto ya sucede desde hace varias décadas pero nos dicen que se agravará. ¿No es una contradicción que las estrellas del cine y la música sean, al mismo tiempo, personas que lo tienen todo pero que a la vez buscan la autodestrucción en las drogas o en el comportamiento suicida?
Cristo también vino para ayudar a la psiquis del hombre postmoderno. Por supuesto, no de la manera que la iglesia ha estado haciéndolo hoy. Muchas comunidades aún creen que la psicología es del mundo, venida directamente de la naturaleza pecaminosa y del diablo. Para muchas una depresión se cura expulsando a los espíritus territoriales o denunciando a las canciones demoníacas que escuchamos en la radio. Para otros una esquizofrenia no es más que un demonio en posesión de una persona (y no digo que no sea así, pero ¿siempre?) al cual hay que expulsar sin conmiseración. Eso no nos sirve para nada. La abyecta desesperanza tiene raíces más profundas, no es tan fácil como un demonio dentro de alguien. Por ello debemos cambiar, siendo apoyo real a la humanidad abatida, preparados para socorrer y rescatar de las fauces de la nausea inmisericorde, entendiendo el dolor del otro, comprendiendo que también los cristianos pueden tener vacíos existenciales, asumiendo los pasivos de la presión mediática, siendo realmente servidores y no jueces de pena capital. Leyendo a Lucas entendemos, con claridad, que verdaderamente nuestro maestro era el Jesucristo de los pobres, pero también el de los desesperados.

Referencias
(1) Un brevísimo pero adecuado resumen está en http://anyulled.blogspot.com/2007/02/la-gran-comisin.html
(3) Sicre, José Luis. Profetismo en Israel. Estella: Editorial Verbo Divino, 2005. Pag. 248.

jueves, 20 de marzo de 2008

De verticales a horizontales


No cesa mi sorpresa hasta el día de hoy. Para un mar de cristianos, la jerarquía en la iglesia es más importante que la misión de ella; el definir quién manda más importante de precisar una adecuada cristología; afirmar la cobertura de un iluminado sobre los líderes es mucho más relevante que el poseer claridad en la realidad soteriológica. Cosa de locos.

Quizá sea un tema personal, pero el hecho de estar centrado en lo bíblico es algo que siempre ha marcado mi manera de ver la vida cristiana. Tal vez esa sea la causa de mi obsesión por leer y estudiar el texto sagrado (muy reducida últimamente por la creciente absorción de mi trabajo bancario). Por eso compraba teología, por eso fui al seminario, por eso me metí a una maestría de asuntos teológicos postergando la otra, la de economía o finanzas o de lo que fuera. Claro está que al inicio mi visión de las cosas fue de una manera evangélica-conservadora-fundamentalista, pero después mutó a formas mas liberales (usando un término que algunos utilizaron para calificar mi pensamiento actual).

Digo esto porque de allí parte mi acercamiento al tema de la iglesia. Aunque hablo con frecuencia de la homogeneidad de los cristianos en su vida comunitaria, no olvido los textos paulinos que hablan de jerarquía. Los tengo presente permanentemente. He pensado, y seriamente, en ellos. Mi lado teológico ha sido retado con ellos. He ido más atrás, a la estructura discipular de Jesús, y más atrás, al modelo de Esdras tras la deportación, y más atrás, a los tiempos de la labor profética, y más atrás, hasta Moisés y la ley, y más atrás a los patriarcas con el fin de tratar de determinar patrones. Me queda claro que cuando Pablo escribió sobre los diáconos y los obispos, indirectamente tenía en mente todo el Antiguo Testamento; no en vano era judío benjamita, fariseo y educado en Jerusalén por uno de los más reputados maestros de toda la historia religiosa judía. También he pensado en lo que vino tras la muerte del apóstol Juan. He leído, por ejemplo, lo que Lutero pensaba de la iglesia (defendiendo la comunidad); he leído sobre los anababtistas como precursores de la iglesia emergente (que en realidad no es tan nueva como lo quieren hacer creer alguno el día de hoy). He leído más pero no lo recuerdo en este momento preciso.

Entonces, si he visto todo eso, ¿por qué insisto en la homogeneidad? ¿Por qué insto a mi comunidad a pensar así?

Yo tengo una tesis, pero para expresarla debo hacer una pregunta previa: ¿Cuál es para ustedes el principal enemigo del mensaje evangélico? ¿Creen que es el mundo? ¿Las otras religiones? ¿El diablo, que nos persigue trinche en mano para hacernos pecar? Piensen, por favor, en términos de la historia. Mi tesis (en realidad no es mía, la he tomado de alguien que he leído por ahí) es que el enemigo es el clericalismo y los modelos que fomentan los abusos de poder que la iglesia tradicional perpetúa. Más en la iglesia católica o en la ortodoxa, menos en la evangélica (porque todos somos cristianos, ¿no?). El enemigo viene de dentro. Es una especie de concupiscencia global.

Para evitar malentendidos, en este punto debo decir que si algo Dios me ha estado enseñando en los últimos tiempos es que el reino de Dios está allá y aquí, en el lado "tradicional" y en este lado que no sé cómo adjetivar. Todos somos iglesia, somos cristianos, avanzamos hacia el mismo lado, y es el amor lo que debe predominar sobre todas las cosas. Estoy reaprendiendo eso. Veo también a la iglesia tradicional como una herramienta de Dios, como parte de su iglesia y de su Iglesia.

Pero esto no me hace ciego. El sistema y los modelos que fomentan los abusos de poder se han arrastrado de generación en generación por 1600 años (desde Constantino) y se les cuida como a las joyas de la abuela. ¿Qué hago? Digo: "podría hacer algo, pero no cambiará". "Así ha sido siempre", “no podemos renunciar a la historia”. No jodan, eso no se puede pensar. Un creyente no puede tener esa actitud porque muere el evangelismo y colapsa la misión. Eso me frustra un poco de muchos cristianos valiosísimos que no tienen una parálisis del pensamiento, porque hablan y se les siente un tufillo de statu quo, de fatalismo ante la historia de la iglesia y ante el tamaño de la organización (que se refleja en la iglesia local). Si se toma esa posición, ¿dónde está la fe? ¿la esperanza? Si es así, mejor no somos cristianos, no sirve esa fe para nosotros.

Me estoy desviando del tema. Si mi tesis es cierta, entonces debo hacer algo con ella. El sistema estructural tradicional lo tenemos todos porque nos convertimos allí dentro. Yo conozco los textos paulinos, sé que debe haber cierto tipo de jerarquía, me he dado cuenta que la planura estricta no existe, no es sostenible. Tiene que haber un esquema sencillo de liderazgo tal como lo plantea el Nuevo Testamento. Ese esquema simple se basa en:

- El sacerdocio de todos los creyentes donde ontológicamente TODOS SOMOS IGUALES. Esto es algo que los cristianos comunes y corrientes no saben. Se asume que hay diferencia entre el líder y el laico, y no es así. ¡¡Hay que aprender!! ¡¡Reaprender!!

- Anciano y diacono están en el texto. Estos individuos emanan de la comunidad y es la propia comunidad la que debe designarlos (ej. Hch. 14:23. Revisando el griego encontramos que la palabrita cheirotoneo no es imponer las manos –como me dijeron algunas veces en la iglesia-, sino levantarlas como en una votación), por lo que ellos son miembros de la iglesia (no designados desde afuera, como se estila tanto ahora). Deben existir. Quizá no con esos nombres, quizá no de manera explícita, pero deben estar.

Todo parte del sacerdocio de todos los creyentes y, basado en ese sacerdocio, de los textos paulinos que hablan de una incipiente jerarquía. Entonces, ¿por qué insisto en la homogeneidad?

Creo que me darán la razón en el hecho de que si comparan a la iglesia tradicional con el modelo eclesiológico del Nuevo Testamento pues este último es radicalmente horizontal, ¿no creen? Si yo quiero tratar de restaurar un principio bíblico eclesiológico entonces debo pensar en cómo lo hago. Y les digo algo: NO NECESITO ENSEÑAR JERARQUÍA. ¡Eso ya se sabe muy bien! Todos están bien instruidos en ello. Lo que necesito enseñar para restaurar el espíritu del texto sagrado es homogeneidad, debo insistir con ella. Es como desaprender. Los procesos de cambio radical son duros y a veces requieren dar enseñanzas extremas para que, en los momentos intermedios, entreguemos lo correcto. ¿Entienden mi punto?

Todavía algunos en mi comunidad tienen el paradigma metido de la autoridad, piensan en pastores encorbatados, están convencidos que nunca seremos iglesia sino simplemente un grupo de amigos que se reúne para hablar de la Biblia. Por ello hay que insistir en la homogeneidad. Hay que insistir con lo ontológico (el pastor no es mas que la comunidad) pero también con lo práctico. Yo no creo en que todo deba ser plano. No es bíblico y concuerdo con ello. Pero hay un sistema que derribar en las mentes y en ese proceso hay que ir hacia el lado homogéneo. Es capital, es inevitable. Hay que martillar duro.

Y eso que no estoy hablando del servicio, de lavar los pies de los otros, de ser el menor de todos.

En ese proceso vendrán las calumnias, las muy serias acusaciones de "orgullo espiritual", de "sectarismo", de "liberalismo". Pero a pesar de eso soy conciente que debo estar abierto a la posibilidad de que Dios esté rompiendo un marco profundo en las iglesias de la Iglesia o, inclusive, está creando marcos completamente nuevos. Y creo que nos usa ahora. Y en el futuro usará a otros, quizá, para romper este marco que hacemos hoy. ¡¡Y que así sea!! ¡¡Es la vitalidad de la Iglesia de Cristo!! ¡¡De Su Iglesia!!

¿Horizontal o vertical? Horizontal, por supuesto.

sábado, 8 de marzo de 2008

Paz incompleta, pero paz al fin

El hecho que nuestros países se desangren internamente es una tragedia. Por eso, merecen la mayor de las condenas organizaciones terroristas como las FARC o Sendero Luminoso, que deben tener nuestro repudio sin ambages.
El hecho que nuestros países se desangren entre ellos es una tragedia al cuadrado. Ya ha sido suficiente con las guerras entre nosotros de los últimos doscientos años, con sus muertos y sus traumas. Por ello, y sin importar nuestras opciones políticas, el abrazo en Santo Domingo entre Correa y Uribe es algo digno de alegría, y es una cosa que desde esta pequeña tribuna saludamos, claro está, sin olvidarnos de las responsabilidades por la doble violación de la soberanía ecuatoriana: por el lado del ejército regular de Colombia y por el lado de las FARC.
Paz incompleta (lo será cuando Colombia sea libre de su flagelo) pero paz al fin. Oremos pues, para que la justicia, condicionante fundamental de la paz y uno de los pilares de la enseñanza de Jahveh, se propague en nuestra Latinoamérica y en nuestro mundo lleno de conflictos: Darfur, Gaza, Irak, Afganistán, Kosovo, y tantos otros sitios.

martes, 4 de marzo de 2008

Integralidad

Hola a todos.

Les presento la segunda edición de la revista digital Integralidad, que trabajamos desde el Centro de Misiología Andino-Amazónica (CEMAA) en Lima (Perú). Sus comentarios serán bienvenidos. Para acceder a ella sólo tienen que hacerle click a la imagen de arriba.

Saludos,