domingo, 29 de mayo de 2005

Las 95 tesis de Martín Lutero (*)

Por amor a la verdad y en el afán de sacarla a luz, se discutirán en Wittenberg las siguientes proposiciones bajo la presidencia del R. P. Martín Lutero, Maestro en Artes y en Sagrada Escritura y Profesor Ordinario de esta última disciplina en esa localidad. Por tal razón, ruega que los que no puedan estar presentes y debatir oralmente con nosotros, lo hagan, aunque ausentes, por escrito. En el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén

1. Cuando nuestro Señor y Maestro Jesucristo dijo: "Haced penitencia...", ha querido que toda la vida de los creyentes fuera penitencia.

2. Este término no puede entenderse en el sentido de la penitencia sacramental (es decir, de aquella relacionada con la confesión y satisfacción) que se celebra por el ministerio de los sacerdotes.

3. Sin embargo, el vocablo no apunta solamente a una penitencia interior; antes bien, una penitencia interna es nula si no obra exteriormente diversas mortificaciones de la carne.

4. En consecuencia, subsiste la pena mientras perdura el odio al propio yo (es decir, la verdadera penitencia interior), lo que significa que ella continúa hasta la entrada en el reino de los cielos.

5. El Papa no quiere ni puede remitir culpa alguna, salvo aquella que él ha impuesto, sea por su arbitrio, sea por conformidad a los cánones.

6. El Papa no puede remitir culpa alguna, sino declarando y testimoniando que ha sido remitida por Dios, o remitiéndola con certeza en los casos que se ha reservado. Si éstos fuesen menospreciados, la culpa subsistirá íntegramente.

7. De ningún modo Dios remite la culpa a nadie, sin que al mismo tiempo lo humille y lo someta en todas las cosas al sacerdote, su vicario.

8. Los cánones penitenciales han sido impuestos únicamente a los vivientes y nada debe ser impuesto a los moribundos basándose en los cánones.

9. Por ello, el Espíritu Santo nos beneficia en la persona del Papa, quien en sus decretos siempre hace una excepción en caso de muerte y de necesidad.

10. Mal y torpemente proceden los sacerdotes que reservan a los moribundos penas canónicas en el purgatorio.

11. Esta cizaña, cual la de transformar la pena canónica en pena para el purgatorio, parece por cierto haber sido sembrada mientras los obispos dormían.

12. Antiguamente las penas canónicas no se imponían después sino antes de la absolución, como prueba de la verdadera contrición.

13. Los moribundos son absueltos de todas sus culpas a causa de la muerte y ya son muertos para las leyes canónicas, quedando de derecho exentos de ellas.

14. Una pureza o caridad imperfectas traen consigo para el moribundo, necesariamente, gran miedo; el cual es tanto mayor cuanto menor sean aquéllas.

15. Este temor y horror son suficientes por sí solos (por no hablar de otras cosas) para constituir la pena del purgatorio, puesto que están muy cerca del horror de la desesperación.

16. Al parecer, el infierno, el purgatorio y el cielo difieren entre sí como la desesperación, la cuasi desesperación y al seguridad de la salvación.

17. Parece necesario para las almas del purgatorio que a medida que disminuya el horror, aumente la caridad.

18. Y no parece probado, sea por la razón o por las Escrituras, que estas almas estén excluidas del estado de mérito o del crecimiento en la caridad.

19. Y tampoco parece probado que las almas en el purgatorio, al menos en su totalidad, tengan plena certeza de su bienaventuranza ni aún en el caso de que nosotros podamos estar completamente seguros de ello.

20. Por tanto, cuando el Papa habla de remisión plenaria de todas las penas, significa simplemente el perdón de todas ellas, sino solamente el de aquellas que él mismo impuso.

21. En consecuencia, yerran aquellos predicadores de indulgencias que afirman que el hombre es absuelto a la vez que salvo de toda pena, a causa de las indulgencias del Papa.

22. De modo que el Papa no remite pena alguna a las almas del purgatorio que, según los cánones, ellas debían haber pagado en esta vida.

23. Si a alguien se le puede conceder en todo sentido una remisión de todas las penas, es seguro que ello solamente puede otorgarse a los más perfectos, es decir, muy pocos.

24. Por esta razón, la mayor parte de la gente es necesariamente engañada
por esa indiscriminada y jactanciosa promesa de la liberación de las penas.

25. El poder que el Papa tiene universalmente sobre el purgatorio, cualquier obispo o cura lo posee en particular sobre su diócesis o parroquia.

26. Muy bien procede el Papa al dar la remisión a las almas del purgatorio, no en virtud del poder de las llaves (que no posee), sino por vía de la intercesión.

27. Mera doctrina humana predican aquellos que aseveran que tan pronto suena la moneda que se echa en la caja, el alma sale volando.

28. Cierto es que, cuando al tintinear, la moneda cae en la caja, el lucro y la avaricia pueden ir en aumento, más la intercesión de la Iglesia depende sólo de la voluntad de Dios.

29. ¿Quién sabe, acaso, si todas las almas del purgatorio desean ser redimidas? Hay que recordar lo que, según la leyenda, aconteció con San Severino y San Pascual.

30. Nadie está seguro de la sinceridad de su propia contrición y mucho menos de que haya obtenido la remisión plenaria.

31. Cuán raro es el hombre verdaderamente penitente, tan raro como el que en verdad adquiere indulgencias; es decir, que el tal es rarísimo.

32. Serán eternamente condenados junto con sus maestros, aquellos que crean estar seguros de su salvación mediante una carta de indulgencias.

33. Hemos de cuidarnos mucho de aquellos que afirman que las indulgencias del Papa son el inestimable don divino por el cual el hombre es reconciliado con Dios.

34. Pues aquellas gracias de perdón sólo se refieren a las penas de la satisfacción sacramental, las cuales han sido establecidas por los hombres.

35. Predican una doctrina anticristiana aquellos que enseñan que no es necesaria la contrición para los que rescatan almas o confessionalia.

36. Cualquier cristiano verdaderamente arrepentido tiene derecho a la remisión plenaria de pena y culpa, aun sin carta de indulgencias.

37. Cualquier cristiano verdadero, sea que esté vivo o muerto, tiene participación en todos lo bienes de Cristo y de la Iglesia; esta participación le ha sido concedida por Dios, aun sin cartas de indulgencias.

38. No obstante, la remisión y la participación otorgadas por el Papa no han de menospreciarse en manera alguna, porque, como ya he dicho, constituyen un anuncio de la remisión divina.

39. Es dificilísimo hasta para los teólogos más brillantes, ensalzar al mismo tiempo, ante el pueblo. La prodigalidad de las indulgencias y la verdad de la contrición.

40. La verdadera contrición busca y ama las penas, pero la profusión de las indulgencias relaja y hace que las penas sean odiadas; por lo menos, da ocasión para ello.

41. Las indulgencias apostólicas deben predicarse con cautela para que el pueblo no crea equivocadamente que deban ser preferidas a las demás buenas obras de caridad.

42. Debe enseñarse a los cristianos que no es la intención del Papa, en manera alguna, que la compra de indulgencias se compare con las obras de misericordia.

43. Hay que instruir a los cristianos que aquel que socorre al pobre o ayuda al indigente, realiza una obra mayor que si comprase indulgencias.

44. Porque la caridad crece por la obra de caridad y el hombre llega a ser mejor; en cambio, no lo es por las indulgencias, sino a lo mas, liberado de la pena.

45. Debe enseñarse a los cristianos que el que ve a un indigente y, sin prestarle atención, da su dinero para comprar indulgencias, lo que obtiene en verdad no son las indulgencias papales, sino la indignación de Dios.

46. Debe enseñarse a los cristianos que, si no son colmados de bienes superfluos, están obligados a retener lo necesario para su casa y de ningún modo derrocharlo en indulgencias.

47. Debe enseñarse a los cristianos que la compra de indulgencias queda librada a la propia voluntad y no constituye obligación.

48. Se debe enseñar a los cristianos que, al otorgar indulgencias, el Papa tanto más necesita cuanto desea una oración ferviente por su persona, antes que dinero en efectivo.

49. Hay que enseñar a los cristianos que las indulgencias papales son útiles si en ellas no ponen su confianza, pero muy nocivas si, a causa de ellas, pierden el temor de Dios.

50. Debe enseñarse a los cristianos que si el Papa conociera las exacciones de los predicadores de indulgencias, preferiría que la basílica de San Pedro se redujese a cenizas antes que construirla con la piel, la carne y los huesos de sus ovejas.

51. Debe enseñarse a los cristianos que el Papa estaría dispuesto, como es su deber, a dar de su peculio a muchísimos de aquellos a los cuales los pregoneros de indulgencias sonsacaron el dinero aun cuando para ello tuviera que vender la basílica de San Pedro, si fuera menester.

52. Vana es la confianza en la salvación por medio de una carta de indulgencias, aunque el comisario y hasta el mismo Papa pusieran su misma alma como prenda.

53. Son enemigos de Cristo y del Papa los que, para predicar indulgencias, ordenan suspender por completo la predicación de la palabra de Dios en otras iglesias.

54. Oféndese a la palabra de Dios, cuando en un mismo sermón se dedica tanto o más tiempo a las indulgencias que a ella.

55. Ha de ser la intención del Papa que si las indulgencias (que muy poco significan) se celebran con una campana, una procesión y una ceremonia, el evangelio (que es lo más importante) deba predicarse con cien campanas, cien procesiones y cien ceremonias.

56. Los tesoros de la iglesia, de donde el Papa distribuye las indulgencias, no son ni suficientemente mencionados ni conocidos entre el pueblo de Dios.

57. Que en todo caso no son temporales resulta evidente por el hecho de que muchos de los pregoneros no los derrochan, sino más bien los atesoran.

58. Tampoco son los méritos de Cristo y de los santos, porque éstos siempre obran, sin la intervención del Papa, la gracia del hombre interior y la cruz, la muerte y el infierno del hombre exterior.

59. San Lorenzo dijo que los tesoros de la iglesia eran los pobres, mas hablaba usando el término en el sentido de su época.

60. No hablamos exageradamente si afirmamos que las llaves de la iglesia (donadas por el mérito de Cristo) constituyen ese tesoro.

61. Esta claro, pues, que para la remisión de las penas y de los casos reservados, basta con la sola potestad del Papa.

62. El verdadero tesoro de la iglesia es el sacrosanto evangelio de la gloria y de la gracia de Dios.

63. Empero este tesoro es, con razón, muy odiado, puesto que hace que los primeros sean postreros.

64. En cambio, el tesoro de las indulgencias, con razón, es sumamente grato, porque hace que los postreros sean primeros.

65. Por ello, los tesoros del evangelio son redes con las cuales en otros tiempos se pescaban a hombres poseedores de bienes.

66. Los tesoros de las indulgencias son redes con las cuales ahora se pescan las riquezas de los hombres.

67. Respecto a las indulgencias que los predicadores pregonan con gracias máximas, se entiende que efectivamente lo son en cuanto proporcionan ganancias.

68. No obstante, son las gracias más pequeñas en comparación con la gracia de Dios y la piedad de la cruz.

69. Los obispos y curas están obligados a admitir con toda reverencia a los comisarios de las indulgencias apostólicas.

70. Pero tienen el deber aún más de vigilar con todos sus ojos y escuchar con todos sus oídos, para que esos hombres no prediquen sus propios ensueños en lugar de lo que el Papa les ha encomendado.

71. Quién habla contra la verdad de las indulgencias apostólicas, sea anatema y maldito.

72. Mas quien se preocupa por los excesos y demasías verbales de los predicadores de indulgencias, sea bendito.

73. Así como el Papa justamente fulmina excomunión contra los que maquinan algo, con cualquier artimaña de venta en perjuicio de las indulgencias.

74. Tanto más trata de condenar a los que bajo el pretexto de las indulgencias, intrigan en perjuicio de la caridad y la verdad.

75. Es un disparate pensar que las indulgencias del Papa sean tan eficaces como para que puedan absolver, para hablar de algo imposible, a un hombre que haya violado a la madre de Dios.

76. Decimos por el contrario, que las indulgencias papales no pueden borrar el más leve de los pecados veniales, en concierne a la culpa.

77. Afirmar que si San Pedro fuese Papa hoy, no podría conceder mayores gracias, constituye una blasfemia contra San Pedro y el Papa.

78. Sostenemos, por el contrario, que el actual Papa, como cualquier otro, dispone de mayores gracias, saber: el evangelio, las virtudes espirituales, los dones de sanidad, etc., como se dice en 1ª de Corintios 12.

79. Es blasfemia aseverar que la cruz con las armas papales llamativamente erecta, equivale a la cruz de Cristo.

80. Tendrán que rendir cuenta los obispos, curas y teólogos, al permitir que charlas tales se propongan al pueblo.

81. Esta arbitraria predicación de indulgencias hace que ni siquiera, aun para personas cultas, resulte fácil salvar el respeto que se debe al Papa, frente a las calumnias o preguntas indudablemente sutiles de los laicos.

82. Por ejemplo: ¿Por qué el Papa no vacía el purgatorio a causa de la santísima caridad y la muy apremiante necesidad de las almas, lo cual sería la más justa de todas las razones si él redime un número infinito de almas a causa del muy miserable dinero para la construcción de la basílica, lo cual es un motivo completamente insignificante?

83. Del mismo modo: ¿Por qué subsisten las misas y aniversarios por los difuntos y por qué el Papa no devuelve o permite retirar las fundaciones instituidas en beneficio de ellos, puesto que ya no es justo orar por los redimidos?

84. Del mismo modo: ¿Qué es esta nueva piedad de Dios y del Papa, según la cual conceden al impío y enemigo de Dios, por medio del dinero, redimir un alma pía y amiga de Dios, y por que no la redimen más bien, a causa de la necesidad, por gratuita caridad hacia esa misma alma pía y amada?

85. Del mismo modo: ¿Por qué los cánones penitenciales que de hecho y por el desuso desde hace tiempo están abrogados y muertos como tales, se satisfacen no obstante hasta hoy por la concesión de indulgencias, como si estuviesen en plena vigencia?

86. Del mismo modo: ¿Por qué el Papa, cuya fortuna es hoy más abundante que la de los más opulentos ricos, no construye tan sólo una basílica de San Pedro de su propio dinero, en lugar de hacerlo con el de los pobres creyentes?

87. Del mismo modo: ¿Qué es lo que remite el Papa y qué participación concede a los que por una perfecta contrición tienen ya derecho a una remisión y participación plenarias?

88. Del mismo modo: ¿Que bien mayor podría hacerse a la iglesia si el Papa, como lo hace ahora una vez, concediese estas remisiones y participaciones cien veces por día a cualquiera de los creyentes?

89. Dado que el Papa, por medio de sus indulgencias, busca más la salvación de las almas que el dinero, ¿por qué suspende las cartas e indulgencias ya anteriormente concedidas, si son igualmente eficaces?

90. Reprimir estos sagaces argumentos de los laicos sólo por la fuerza, sin desvirtuarlos con razones, significa exponer a la Iglesia y al Papa a la burla de sus enemigos y contribuir a la desdicha de los cristianos.

91. Por tanto, si las indulgencias se predicasen según el espíritu y la intención del Papa, todas esas objeciones se resolverían con facilidad o más bien no existirían.

92. Que se vayan, pues todos aquellos profetas que dicen al pueblo de Cristo: "Paz, paz"; y no hay paz.

93. Que prosperen todos aquellos profetas que dicen al pueblo: "Cruz, cruz" y no hay cruz.

94. Es menester exhortar a los cristianos que se esfuercen por seguir a Cristo, su cabeza, a través de penas, muertes e infierno.

95. Y a confiar en que entrarán al cielo a través de muchas tribulaciones, antes que por la ilusoria seguridad de paz.

(Wittenberg, 31 de octubre de 1517)


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miércoles, 25 de mayo de 2005

CHAU, SUTILES TRADICIONES

Se dice que vivimos en un mundo post-cristiano (Francis Schaeffer lo decía hace más de treinta años en los tiempos de guerra fría y hippismo en la primera línea de uno de sus libros más conocidos), fenómeno nuevo para nosotros. Está aflorando un tiempo en el que la civilización occidental participa en un proceso en el que los valores cristianos son considerados caducos. Tiempo de fundamentalismos pero a la vez de libertad de conciencia y pluralismo religioso que nos traen una proliferación de grupos atosigante; tiempo de globalización económica y cultural en donde se pisotean los valores nacionales y más aún regionales; tiempos de abundante literatura esotérica, de la autoayuda y del hedonismo en el que cada uno escoge en donde sea lo que piensa le sirve, y deja lo que considera le molesta, al estilo de un autoservicio; tiempo de frialdad en las relaciones humanas, de messenger y mensajes de texto. Todo lo anterior y más implica un desafío nuevo: el hecho de pensar en una civilización en la que la fe en Cristo no tenga una posición relevante en la composición de su esencia considerándola como valor del siglo o milenio pasado, y en la que debemos necesariamente ministrar.

Para afrontar este reto hay, sin embargo, un problema. La vida religiosa y eclesial por su propia naturaleza tiende a dogmatizar los usos y costumbres, estilos de trabajo, la teología enseñada en los púlpitos y salones de clase de las iglesias, y casi todo lo vinculado a la parafernalia religiosa. Existe, por ejemplo, la idea de que el ministerio a Dios sólo puede hacerse dentro de las cuatro paredes de una iglesia, y si consideramos otro tipo de posibilidades, como dedicarle más tiempo a alcanzar a inconversos por el simple método de la actividad amical, pues se nos tildará de poco espirituales y de mundanos. Las congregaciones han sido educadas en ese punto de vista, y queramos o no, todos somos hijos de nuestra formación. ¿Cómo exigirle que piense distinto a un hermano en Cristo al que por años sus pastores –que creen sinceramente que esto es correcto- le han dicho que el servicio a Dios se hace sólo en la iglesia, invirtiendo su tiempo sólo allí y dando sus ofrendas sólo allá?

Tendemos al dogma, es algo que no debemos olvidar. Dogmatizamos la homilética, la teología, la forma de hacer ministerio, la forma de hacer liturgia, la posición del pastor en la iglesia, el cómo debe ser un líder. Sin embargo, esto genera a la larga problemas bastante serios, y en este sentido vale la pena recordar la historia de Galileo Galilei.

Nicolás Copérnico diseñó un modelo del Universo en el que el Sol (y no la Tierra) estaba en el centro. La convención se estableció en el siglo II, cuando Tolomeo planteó un modelo geocéntrico utilizado por astrónomos y pensadores religiosos por muchos siglos. Copérnico diseñó el modelo heliocéntrico en su obra De revolutionibus orbium caelestium publicada antes de su muerte en 1543. Galileo adoptó la teoría heliocéntrica a comienzos del siglo XVII y publicó pruebas para apoyarla. Fue perseguido por la Iglesia católica por defender un modelo herético, pero en 1992 una comisión papal instalada por Juan Pablo II reconoció que la Iglesia se había equivocado.

En su momento, los profesores de filosofía se burlaron de los descubrimientos de Galileo, inclusive un profesor de Pisa le comentó a los Medici (que gobernaban Florencia y mantenían a Galileo) que la creencia de que la Tierra se movía constituía una herejía. En 1614, un sacerdote florentino denunció desde el púlpito a Galileo y a sus seguidores, escribiendo éste por ese motivo una extensa carta abierta sobre la irrelevancia de los pasajes bíblicos en los razonamientos científicos, sosteniendo que la interpretación de la Biblia debería ir adaptándose a los nuevos conocimientos y que ninguna posición científica debería convertirse en artículo de fe de la Iglesia católica. Leemos esto y es notorio que las cosas han cambiado sustancialmente.

En 1624 Galileo empezó a escribir un libro que quiso titular “Diálogo sobre las Mareas”, en el que abordaba las hipótesis de Tolomeo y Copérnico respecto a este fenómeno. En 1630 el libro obtuvo la licencia de los censores de la Iglesia Católica de Roma, pero le cambiaron el título por “Diálogo sobre los sistemas máximos”, publicado en Florencia en 1632. A pesar de haber obtenido dos licencias oficiales, Galileo fue llamado a Roma por la Inquisición a fin de procesarle bajo la acusación de “sospecha grave de herejía”. Galileo fue obligado a abjurar en 1633 y se le condenó a prisión perpetua (condena aminorada por la de arresto domiciliario), sentencia leída públicamente en todas las universidades. El Decreto de la Congregación del Santo Oficio declaraba que la afirmación de que el sol es el centro del universo, que no se mueve de oriente a occidente, que la tierra se mueve y no es el centro del mundo, es contraria a la Escritura e insensata y absurda en filosofía. Para nosotros esa declaración es hoy una ridiculez absoluta, pero nos muestra los niveles a los que llegamos, fundamentalistas en esencia, y no sólo en la Iglesia Católica.

Tendemos al dogma, pero Dios es sabio y ha diseñado las cosas de tal forma que ha permitido que reinterpretemos la teología y la forma en la que el ser humano lo ve según cambien los tiempos. Un autor de uno de los libros de texto más utilizados por los estudiantes de los seminarios, José Martínez, dice que “la hermenéutica no trata sólo de la interpretación de los textos sagrados. Su finalidad última debe ser guiarnos a una comprensión adecuada del Dios que se ha revelado en Cristo, la Palabra encarnada. Por eso su objetivo no debe limitarse a la intelección de unos escritos”. Esta comprensión de Dios va cambiando ya que la hermenéutica, que aglomera los métodos por los que debemos interpretar la Escritura, es un puente entre el escritor original, con su idioma, su cultura, su época, y el intérprete actual, con su idioma, su cultura, su trasfondo, su cosmovisión, que incluyen una concepción del mundo, del universo y de la ciencia. Cada exegeta tiene una visión de estas cosas y por evidentes razones esta perspectiva va cambiando con el tiempo. ¡Dios nos ha creado con la posibilidad de reinterpretarlo permanentemente! Su infinitud y nuestra finitud permite eso, afortunadamente.

Un sacerdote llamado Jorge Costadoat cree que el futuro del cristianismo está en función a la interpretación que los cristianos hagamos de Cristo. Piensa él: “¿[Los cristianos] serán capaces de abrirse a la nueva era, de encarnarse en ella, de correr con ella el riesgo del fracaso que la amenaza? ¿Podrán verter a Cristo en un arte nuevo, en una nueva moral, en una esperanza alternativa de mundo? No es aventurado pensar que si el cristianismo agota su creatividad, si opta por la falsa seguridad de la copia tradicionalista, por la condena a priori de cualquier novedad, si renuncia al Espíritu, no servirá más que como texto de estudio de arqueólogos o, en el mejor de los casos, ofrecerá sus templos de museo. La creatividad, como el Espíritu, es inherente al cristianismo. Sin el Espíritu, Jesús no habría inventado el camino de regreso a su Padre entre la Encarnación y la Pascua, pero tampoco habría sido posible la libertad que proviene de él para que el cristiano, alter Christus, haga su propia historia. La pertinencia de la fe cristiana depende de la teoría, pero en última instancia proviene del Espíritu que inspira en el cristiano, con originalidad, la praxis de Jesús. La fe en la Encarnación, en los tiempos nuevos, pide a los cristianos protagonismo”. Qué cierto que es esto.

El reto del siglo XXI implica abandonar vetustos tradicionalismos (porque los evangélicos también los tenemos, aunque mucho más sutiles y más difíciles de distinguir) que pueden indirectamente estar estorbando la obra de Dios –sino que lo digan los fariseos y saduceos- para posteriormente repensar la función de la iglesia en la sociedad, considerando que a fin de cuentas la iglesia es la sal del mundo. En la lucha del dogma contra la creatividad de la reinterpretación que Dios nos permite hacer de Él, debe prevalecer siempre lo segundo a lo primero a pesar de la oposición enérgica que siempre existirá y sabiendo que éste es un conflicto que está dentro de los planes de Dios.

Referencias
Jorge Costadoat S.J: “Un futuro para el Cristianismo”, Biblioteca de Consulta Microsoft Encarta 2003 (Microsoft Corporation) y “La Enciclopedia”, de Salvat Editores.

domingo, 22 de mayo de 2005

Sobre el blog

Este es un espacio de búsqueda y de espera. Es un espacio donde comparto con los lectores de estos textos mis peleas con el ángel, a lo Jacob, y reflexiones diversas sobre asuntos teológicos y de temas relacionados a la iglesia evangélica, el lugar donde conocí a Dios. Por años este espacio buscaba recordar que Cristo trastocó y revolvió su sociedad con el fin de colocarla en su real posición y, con eso en mente, enfatizar que hoy quiere volver a hacer lo mismo entre los que dicen seguirlo para que nos enfoquemos en lo que hemos estado olvidando por décadas: ver al mundo no sólo espiritualmente, pero ahora las cosas han cambiado. Mis dudas se expresan, mis temores aparecen sin dudar en hacerlos evidentes. ¿Buscaré lo que encuentro? No lo sé, pero al menos vale la pena intentarlo, ¿no? Así la vida pase en la espera. El Dios que me miró cuando era un infante concediendo mi petición imposible, lo vale.

viernes, 20 de mayo de 2005

Sobre el autor

Soy Abel García (Lima, Perú, 1977). Estudié a nivel de pregrado Ingeniería Económica (UNI, 2002), y a nivel de postgrado Misiología (Centro Evangélico de Misiología Andino-Amazónica, 2008) y Finanzas (ESAN, 2013). Trabajo en un banco desde el 2003, y enseño en dos universidades. Esencialmente soy distraído aunque he ido mejorando con el paso del tiempo. Soy algo haragán y necesito -con cierta frecuencia- que me empujen para iniciar el día. Suelo dejar las cosas para el último momento, como buen latinoamericano, y también postergo las cosas. Soy independiente, pero al tener que tomar una decisión difícil, no dudo en pedir un consejo de otras personas. El sentido común me suele funcionar. Tengo cierta habilidad numérica, por lo que las fórmulas no me causan dolor de cabeza ni me dan miedo. Si es necesario quedarme a trabajar hasta la madrugada no tengo ningún problema: se puede dormir después. Siempre hago un esfuerzo por entender a la gente, de ponerme en sus zapatos. Me gusta caminar, dormir, leer todo lo que sea posible, un buen plato generoso de comida, revisar los periódicos nacionales y extranjeros vía internet, conversar con mis amigos, escribir, jugar juegos de estrategia en la computadora, contemplar lo cotidiano que es una ventana de lo eterno, jugar con mi blog haciendo experimentos con sus códigos, las piscinas, la matemática, la teología, la historia, la economía, ver sonreír a mi hijo y observar cómo descubre el mundo. Soy fan de Google y sus hijos: Gmail, Google Map, Android, y un largo etcétera. Le temo a las agujas casi a niveles del pánico, lo mismo que a los ratones y sus derivados. Me encanta el Excel. Leo los periódicos de atrás para adelante. Me atraen los bichos: no resisto ante una fila de hormigas trabajadoras, o ante las polillas que pugnan por entrar en la casa. No me gusta el espíritu de competencia que existe hoy en todas partes. Soy bastante inútil para las tareas manuales y muy descoordinado para todo tipo de deportes y bailes. Es esa la razón que no bailo: soy muy malo haciéndolo. No me agrada el bullicio de las fiestas con música a todo volumen. Uso sólo dos dedos para tipear. Con cierta frecuencia se me ocurren ideas y soluciones algo creativas. Algunos dicen que inspiro confianza y otros que soy impulsivo pero al mismo tiempo conciente, lo que parece una contradicción. Creo que no puedo exigir lo que no puedo dar, y que no tengo derecho a quejarme por las cosas que pasan si es que no he hecho nada por cambiar la situación. Suelo decir directamente lo que pienso y no ser tan diplomático con mis palabras. Soy territorial en el sentido del amor: amo la casa de mis padres en la que viví 26 años, amo mi barrio y sus calles, amo mi colegio, amo mi universidad en una relación conflictiva y tortuosa pero cercana y propia al final, amo Lima, mi ciudad y amo el Perú. Mi vocación natural es la enseñanza, por lo que estoy seguro que un día sólo me dedicaré a eso. Uno de los pilares de mi carácter es la melancolía; otro la reflexión constante en las cosas que me pasan y en el mundo que me rodea. Cuando la melancolía me entra (cosa más frecuente desde la muerte de mi hermano), suelo escribir cosas que almaceno en mi computadora y que no muestro a la gente por lo general, o si estoy con algún amigo tiendo a hablar y hablar y hablar (ya no hago eso tan seguido...), o tal vez prendo la computadora a escuchar canciones que me entristecen (por los recuerdos que me traen) una y otra y otra y otra vez, y me quedo allí. A veces, quiero llorar pero siempre me contengo. Hay cosas que me frustran de mi mismo, como el que no he sido el hermano mayor que me gustaría haber sido, ni el hijo que hubiera deseado, ni el amigo que hubiera querido, haciendo mucho mal a varias personas que no lo merecían, por lo que les pido un sincero perdón tanto a mis padres como a mis hermanos como a esos amigos a los que les fallé. Me frustra mucho también no hacer el bien que quiero y hacer el mal que no quiero, con lo que daño a gente que realmente aprecio por culpa de alguna actitud o reacción tonta y absurda. Constantemente me veo en situaciones contradictorias (otro pilar de mi carácter) en las que mi tendencia al error se manifiesta con una frecuencia vergonzante. Creo en Dios, creo en Jesucristo y trato de hacer las cosas de la mejor manera, aunque falle a cada rato y dude seriamente de mi papel y el de los cristianos aquí en la tierra. En este sentido me defino como un cristiano altamente pecador y absolutamente débil tanto en palabras como en acciones. Soy un evangélico no convencional que no tiene denominación; creo en que el Reino de los Cielos se ha acercado, que es inconcebible que estemos orando a Dios en nuestros templos y que seamos indiferentes al dolor del mundo, sino más bien que parte de nuestra misión es trabajar en este planeta dolido y mostrarle cómo es que Dios quiere que sean las cosas de manera tangible y no sólo espiritual. Creo en la vida cristiana comunitaria, en el desarrollo de los dones y especialmente la manifestación del sacerdocio de todos los creyentes. Creo... que ya dije bastante.

La hermenéutica de los amigos de Job

Nosotros vemos el mundo a través de nuestros paradigmas [i]
Joel Arthur Barker

Dice Jorge Luis Borges que el objetivo del escritor de Job fue “demostrar que el propósito del Libro de Job es que no podemos aplicar ningún epíteto humano a Dios; no podemos medirlo según nuestras medidas”, que es precisamente lo que Elifaz, Bildad y Sofar hicieron al argumentar y meditar sobre los males de Job y su “segura” causa. Racionalizar a Dios es algo que, de la misma forma que el problema del sufrimiento, trasciende toda época ya que mucha gente ha reflexionado en esto desde los tiempos babilónicos hasta la actualidad y la actitud tan humana de creer que Dios piensa como nosotros o que debería seguir un cierto patrón de conducta predefinido por los seres humanos es vista con diáfana claridad desde el patriarcado hasta, lamentablemente, nuestros tiempos modernos. Cuántos pastores claman desde el púlpito o desde las oficinas de consejería: “Dios dice que…” cuando en verdad no es el Señor sino un modelo teológico, una creencia particular, una postura, una premonición, o quizá un trauma infantil quien habla a través del pastor. Creamos un paradigma humanista con fragancia teocéntrica y lo elevamos a la categoría de divino sin más razón que la experiencia, la tradición o la sabiduría, como hicieron los amigos de Job. Este es un error viejísimo del cual Dios nos advierte y nos exhorta no caer a través de una lectura seria del libro de Job.

1.- Criterio Exegético

¿Qué pautas se pretende utilizar en el presente estudio para analizar el tema planteado? Martínez, con respecto al análisis exegético de Job, nos dice que es necesario “… [estudiar] las declaraciones de cada uno de los personajes que intervienen en el dialogo a la luz de su propia teología, y determínense hasta qué punto expresan una verdad totalmente válida, son una verdad a medias o constituyen un error. Tanto Job como sus amigos hicieron afirmaciones maravillosas; pero de los labios de todos ellos salieron grandes dislates. El intérprete ha de dar a cada frase el valor que le corresponde”
[ii]. Este principio fundamental será la referencia para auscultar las ideas subyacentes a los dichos de los amigos de Job.


2.- Teología de los amigos

El principio básico por el discurría el pensamiento de los amigos de Job era bastante antiguo y sobrevivió, inclusive, hasta los tiempos de Jesús
[iii]. Mackenzie nos ilustra al respecto y dice que “siempre se había tenido por axioma que Yahvé era justo y fuente de justicia. Pero esta justicia podía ser entendida en dos formas completamente distintas. Desde el punto de vista de los desamparados y oprimidos, la justicia significaba liberación, salvación; los jueces de Israel son los héroes y campeones, que salvaban al pueblo de Yahvé de la opresión… [por lo tanto] los participantes de su alianza debían tener, naturalmente, seguridad y bienestar. Pero si estos partícipes de la alianza se volvían desleales y actuaban como enemigos, entonces no tenían más remedio que conocer la otra cara de la justicia, que significaba destrucción. Esto fue, según los profetas, lo que le sucedió a Judá en el exilio… al mismo tiempo los maestros de la sabiduría subrayaban la eficacia de una vida justa. En sus esfuerzos por comprender la existencia humana, trataban de reducir los elementos arbitrarios e imprevisibles de la vida. Afirmaban la existencia de unas leyes morales que gobiernan la vida, cuyo custodio y garante es Dios” [iv]. Este principio o ley es llamado el de la justicia retributiva, a la que los tres amigos “en forma diversa pero muy similar… responden: a la culpa corresponde la pena, a la justicia, el premio” [v]. Esta diversidad de forma se sistematiza de la siguiente manera:

a) Elifaz: Teología de la Experiencia.

b) Bildad: Teología de la Tradición.

c) Zofar: Teología del Legalismo

Entonces tenemos una idea general con tres vertientes diferentes. Lo general es presentado por Elifaz en la forma de la teoría de la retribución “afirmando la universalidad de la pecaminosidad humana: todos somos pecadores (Job. 4:17-21), todos causan infelicidad (5:5-7), todos deben agradecer a Dios la prueba-purificación (5:17-26). “se cosecha lo que se siembra” (4:8). Quien ama el mal, recibirá lo que ama. Quien siembra el bien, cosechará bienes”
[vi]. Mackenzie menciona lo mismo pero en otra circunstancia del libro de Job también para el caso de Elifaz: “[Este] toma casi al azar la lista de crímenes sociales que podía cometer impunemente un individuo rico y poderoso en el mundo antiguo… [y llega a la siguiente conclusión]: como Job está sufriendo lazos, terror, tinieblas, diluvio, en consecuencia, ha tenido que cometer los pecados que se mencionan en 22:6-9”[vii]. Estos postulados son válidos para las expresiones de los otros dos amigos [viii].

La primera de las tres vertientes menciona a Elifaz como el adalid de la experiencia ya que “… él mismo ha contemplado cómo la justicia divina actuaba infaliblemente en el mundo”
[ix]. Su punto de vista discurre a través de la pequeña frase “he visto” de Job 4:8 y 5:3 pero además se menciona una revelación en la que no están de acuerdo los expertos. Si tratamos de condensar diríamos que “la experiencia y la revelación confirman [la] enseñanza (de la teoría de la retribución)”[x]. Por eso Elifaz pretende “convencer a Job de que éste ha de aceptar la sentencia de Dios que le declara pecador, tanto si entiende su pecado como si no”[xi].

La segunda de las vertientes se basa en que Bildad funda su argumentación en la experiencia. Job lo muestra en 8:8-10. “Pregunta a la generación pasada y medita en la experiencia de tus padres. Nosotros somos de ayer y no sabemos nada, pues en la tierra pasamos como una sombra. Pero ellos te enseñarán y te hablarán, expresarán para ti su pensamiento”. El reafirma la teoría de la retribución, por ejemplo en 8:4 (“si tus hijos pecaron contra él entonces él se encargó ya de ponerlos en manos de su maldad”) pero también en otros pasajes.

La última de las vertientes es la de Zofar que, en cambio, basa su autoridad en “la sabiduría misma, un conocimiento que se justifica por sí mismo, que él posee y que se identifica (al menos en su aplicación al vivir humano) con la sabiduría de Dios. Esta doctrina no es sólo clara y cierta en sí misma, sino también en el caso de Job… Sofar glorifica la sabiduría de Dios
[xii] (11:5: “¡Ojalá hablara Dios, te viniera a contestar (como lo hizo al final) y te revelara los misterios de la sabiduría, -que son maravillosos a nuestro entendimiento[xiii]-!)”


3.- El nivel de verdad de la Teología de los amigos

Usando las palabras de Martínez nos preguntamos ¿Cuál es el valor que corresponde a las palabras y argumentos de los amigos de Job? Detrás de los dichos de los amigos de Job hay actitudes que manchan su teología y que nos pueden dar pautas del nivel de certidumbre de sus dichos
[xiv]. Van Baalen en su conocido libro “El caos de las sectas” al hablar de Charles Russell, el fundador de los Testigos de Jehová, dice que “una mala teología procede de un mal corazón”. Podríamos parafrasear esta frase para nuestros intereses: “Una corazón con las motivaciones incorrectas provocará una incorrecta teología” y esto último es lo que sucedió con los amigos de Job. Mackenzie nos orienta al respecto:

a) Los amigos de Job “insisten en que son ellos los que declaran un juicio en nombre de Dios, que la sabiduría que ellos profesan tiene una garantía divina”
[xv]. Elifaz a ratos aparenta tener la seguridad de ser el oráculo de Dios y portador de sus palabras. Inclusive ve la justicia retributiva como una ley natural, inflexible y que definitivamente viene de Dios, sin errores ni manchas. En otras palabras, han reemplazado la palabra de Dios por un sucedáneo escuálido, sin vida, al que han elevado a niveles cuasi-divinos, convenciéndose de la verdad de él a punta de razonamientos incorrectos. Esto es precisamente lo que Dios quiere rebatir en el libro.

b) Elifaz “no ha querido examinar la posición de Job. Dicho brevemente: tiene una mente cerrada y se encuentra completamente satisfecho con su doctrina tan fácil de comprender, que aplica complacida y fríamente a Job”
[xvi]. El paradigma lo tiene incrustado de tal forma que no puede concebir una posibilidad diferente hasta el punto que tuve que intervenir Dios para trastocar su mente (leemos esto en el final del libro). Mackenzie dice que “desde el prólogo [nos damos cuenta] que el análisis que Elifaz hace sobre el caso de Job no es correcto, he hecho, al insistir tanto en el motivo utilitario, su postura se confunde con la del adversario”[xvii] (Jiménez Hernández lo dice de una forma más cruda: Los amigos, aliados de Satán). Por lo tanto, la ceguera de ellos les provocó un bloqueo intelectual y espiritual –que es muchísimo más terrible-, teniendo una posición parecida a la de los fariseos: creían que estaba cerca de Dios, que tenían la esencia de su verdad, pero realmente se habían convertido en enemigos de Dios al punto de ser llamados por Juan el Bautista “generación de víboras”. Dios no llega a este extremo ahora, pero conmina a los amigos a hacer un sacrificio al final.

c) Bildad “da por supuesto que las funciones de Dios son automáticas: los hombres son libres para elegir esto o aquello, pero en los juicios de Dios no queda lugar para el amor o la libertad”
[xviii]. Es más de lo mismo: Dios respeta la ley natural y no la viola bajo ninguna circunstancia.

d) Los tres amigos defendían un “concepto de una especie de justicia conmutativa entre Dios y el hombre, [y este concepto] destruye la trascendencia divina y tiende, en ese sentido, a rebajar a Dios a la altura del hombre”
[xix] Los amigos suponen una causalidad moral estricta en los actos humanos, idea que se deriva de la justicia retributiva.

e) Los amigos no están dispuestos a admitir que los actos de Dios resultan extremadamente misteriosos para el hombre. “Forzados por la situación, tratan de defender a Dios e términos humanos, y hasta llegan a mentir en el intento”
[xx]. Como muchos religiosos en todos los tiempos, trataron de racionalizar a Dios, pero fracasaron en su intento, ya que lo infinito no cabe en lo finito, como concluyeron tantos pensadores.

f) En todo el libro lo que hace Job es amenazar sus estructuras religiosas (claro de ver en 19:28-29: “Ustedes, que tratan de condenarme y buscan pretextos contra mi, teman que la espada los hiera a ustedes mismos cuando la cólera de Dios castigue sus culpas, y ustedes sabrán entonces que hay al fin justicia”), “y esto les hace sentirse crueles”
[xxi]


4.- El planteamiento triple

¿Podemos afirmar la validez o la inutilidad de la tradición, la sabiduría o la experiencia desde las afirmaciones del autor de Job? Si observamos bien, Job no critica jamás la triada de planteamientos. No rechaza a la tradición ni a la experiencia ni a la sabiduría per se, como elementos que Dios abomina para mostrar parte de su revelación, de su pensamiento. Lo que en verdad se critica es el paradigma de la justicia retributiva que llevó a los amigos a los extremos descritos: se critica su actitud de hablar por Dios, la autosuficiencia que da el pensar que tienen el punto de vista de Dios, se critica su ostracismo, su mente cerrada y el enorme pecado de limitar a Dios a un modelo mental humano.

No están mal las tradiciones. Si no fueran por ellas, mucho del conocimiento previo se perdería, y mucho de la mística y del camino recorrido por los que estuvieron antes de nosotros, no serviría de nada. Pablo mandó guardar ciertas tradiciones y el mismo Cristo se sujetó a las que estaban vigentes. La misma ley de Moisés en parte es un conjunto de normas que trascendiesen el tiempo y que tienen la forma de tradición y dentro de la soberanía de Dios estaba el uso de la ley en esa forma. Pero existe el peligro de colocar estas tradiciones al nivel de la Biblia, como es el caso de la Iglesia Católica-Romana o de los fariseos en los templos bíblicos. Basta afirmar lo que le dijo Cristo a ellos cuando les preguntaba: “¿Porqué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición?” (Mt. 15:3) para tener una respuesta clara: hay un límite para la tradición, y es cuando empieza a ir en contra del mandato bíblico.

No están mal las experiencias. Si no fuera así no tendría sentido el argumento cosmológico que plantea la existencia de Dios y que Pablo explica en Romanos, en donde se nos dice que el universo es de por sí el testimonio del creador (nuestra experiencia al enfrentarnos al universo nos lleva a la idea de un Dios). Exhortaciones como la del autor de los Hebreos para que avancemos hacia la madurez no tendrían sentido si la experiencia fuera algo que debiéramos desdeñar, ya que la madurez es una función directamente proporcional a la experiencia. El problema es que comenzamos a centrar nuestro cristianismo sólo en las señales (un ejemplo de experiencia), y destinamos el fin de nuestra religiosidad a su búsqueda, pudiendo llegar muchas veces a tendencias místicas, por ejemplo. Mucha de la teología pentecostal del Espíritu Santo enfatiza demasiado las vivencias carismáticas diciendo que si uno no tiene tal o cual señal entonces tenemos un indicador de nuestra cercanía a Dios.

No está mal el ceñirnos a la Biblia. La Palabra de Dios debe ser el marco en el que se circunscriben todas nuestras acciones, y nuestra cosmovisión debe ser absolutamente bíblica. El problema es que nos podemos volver jueces y perder la humildad que debemos tener como seres humanos ya que existe sólo un Juez supremo. Nos volvemos literalistas y podemos llegar a perder el amor que el hijo de Dios mostró en la tierra que nos pide reflejar al mundo pecador.

El problema en Job está en que los amigos usan precisamente el planteamiento triple para sustentar su errada perspectiva. Ellos ponen la teoría de la retribución como pensamiento de Dios y para argumentar a favor de ella usan herramientas que son colocadas al mismo nivel de su teoría. En otras palabras, en una forma sutil reemplazan a Dios por la tradición, por la experiencia o por la sabiduría con el fin de demostrar que su pensamiento es correcto. Elifaz, en este sentido
[xxii] tenía “la fuerza de su razonamiento en la experiencia, sujetando la verdad a ella”. En cambio, las palabras de Bildad “descansan en la autoridad de la tradición, en este caso, la Torah”, mientras que Sofar “usa la palabra pero incorrectamente, determinando una teología del legalismo… él era un biblista”. Entonces, elementos que son usados por Dios, como la reflexión basada en la experiencia diaria, son elevados por los amigos a la categoría de condicionantes de la verdad de Dios, hecho que invalida completamente su teología. Y eso es lo que tenemos que evitar.

Como lectores postmodernos de Job, en los tiempos en que se habla en Europa y Estados Unidos de una sociedad postcristiana, miremos a Job y en especial a sus amigos para no cometer el error herménéutico de tratar de justificar algún tipo de pensamiento eclesial o secular con ideas convencionales cristianas para reemplazar a la enseñanza de la Palabra de Dios. La Biblia es lo más valioso que tenemos, y aunque ella misma dice que “el cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán”, esto no quita el hecho que estemos vigilantes ante distorsiones que puedan ocurrir en nuestro entorno. Distorsiones al estilo Job.

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[i] Y podría añadir a modo de complemento que los amigos de Job lo estaban viendo a través del suyo, pero Dios ha sido y sigue siendo experto en romper paradigmas, sobre todo cuando estos se forman en el fondo del alma humana y reemplazan de una u otra forma a su Palabra y sus Decretos.
[ii] Martinez, Jose M. HERMENÉUTICA BÍBLICA. Terrasa, Barcelona-España: Editorial Clie, 1984. Pg. 348.
[iii] vv. Jn. 9:1-3, donde algunos discípulos de Cristo se interrogan sobre la causa de la ceguera de un individuo debido a que su enfermedad era de nacimiento. Este pasaje es mencionado también por Mackenzie.
[iv] R.A.F Mackenzie en “Comentario Bíblico San Jerónimo”, Tomo 2, dirigido por Brown, Fitzmyer y Murphy. Madrid: Ediciones Cristiandad. Pag. 449.
[v] Jiménez Fernández, Emiliano. JOB CRISOL DE LA FE. Madrid: Ediciones para la nueva evangelización, 1999. Pag. 86.
[vi] Ibid. Pag. 86.
[vii] Op. Cit. Pag. 483.
[viii] ¿Cómo una teoría de esa magnitud pudo haber sido creída sin problemas por los hombres de la antigüedad, sin ningún tipo de ambages? ¿Cómo un pueblo culto como el judío pudo tener una cosmovisión que incluya la teoría retributiva? Jorge Luis Borges, el gran escritor argentino, en una conferencia del año 1967 en el Instituto Cultural Argentino-Israelí sobre Job dijo: “Para nosotros esos amigos son personajes casi diabólicos. Pero Froude hace notar que por aquellos años se creía en un gobierno moral del mundo. Desde luego, a pesar de algún pasaje deliberadamente mal traducido, no se creía en la inmortalidad del alma, de suerte que, si admitimos un Dios justo y todopoderoso, entonces los males que afligen a los hombres son castigos por sus pecados, públicos o desconocidos, del mismo modo que su prosperidad es una recompensa”.
[ix] Mackenzie. Op. Cit. Pag. 461.
[x] Ibid. Pag. 462.
[xi] Ibid. Pag. 461.
[xii] Ibid. Pag. 469.
[xiii] Este último añadido lo menciona Mackenzie en op. Cit. Pag. 469.
[xiv] Por ejemplo, en el caso de Elifaz tenemos que en su primer discurso él suena tolerante y cuidadoso, pero no así en el segundo (en donde habla del destino de los malvados) y mucho menos en el tercero (en donde él se convence de lo mal del corazón de Job).
[xv] Ibid. Pag. 458.
[xvi] Ibid. Pag. 461.
[xvii] Ibid. Pag. 462.
[xviii] Ibid. Pag. 466
[xix] Ibid. Pag. 468
[xx] Ibid. Pag. 470
[xxi] Ibid. Pag. 477
[xxii] Las siguientes tres citas provienen de los apuntes de clase del curso de Literatura Sapiencial del Seminario Bíblico Alianza del Perú.

LOS LAICOS EN LA LITURGIA


Somos hijos del pasado, de eso no hay duda.

¿Por qué la poca participación de los laicos en la liturgia? Me sorprendió intensamente las dos veces que he estado en la pequeña iglesia del barrio de Simón Bolivar, en Jose Luis Bustamante y Rivero, Arequipa. La idea es sencilla: un pastor-moderador y cualquiera de los hermanos tiene la capacidad y potestad de subir al púlpito y dar un comentario basados en el tema propuesto. Muy simple, y más democrático que las reuniones sindicales -que con sus griteríos se jactan de tener la voz de las bases y, por ende, del hombre común-. Dos veces he estado en esa iglesia y las dos veces prediqué y el resto de los hermanos sin problemas subieron y añadieron reflexiones propias a lo que había añadido. Yo digo, pensando en esa experiencia: ¿El Espíritu Santo puede limitarse a hablar a través de una sola persona -en este caso, el pastor predicador-? ¿No lo estamos limitando? Es que, diría Don Convencional... así se hace desde siempre, es la manera correcta, el pastor predica, Dios sólo lo usa a él en el culto de adoración, otra cosa es casi casi herejía.

¿Por qué este asunto? Dios nos hizo diferentes y con la capacidad de hacer un cristianismo a la medida de cada uno por lo que hacer sólo una forma de liturgia es limitarnos a la autocracia de algunos ya muertos hace decenas o cientos de años, quizá muy santos, pero que no son Jehová de los Ejércitos, el Señor de Señores. Pienso que el hacer un cristianismo a la medida está dentro de la voluntad de Dios, ya que la variedad en la creación es tal que esquematizar la práctica cristiana en un dogma único es en verdad limitarnos a niveles pobres, decrépitos. Mi vivencia no es la misma a la tuya, y eso hace que nosotros, en sí, nos enriquezcamos compartiendo a cabalidad el conjunto de reflexiones que traerían una cosmovisión cristiana aplicada a la interpretación de nuestras vivencias diarias. El E.S hablando a través de mi transfondo y mis vivencias, más las de Dorcas y Miguel y Franccesca y Daniel y Javier y las de todos los demás forman la verdadera iglesia, la que no se centra en dogmas sino la que se nutre en realidad con la interacción del E.S en nuestras vidas personales que retroalimenta a la misma interacción del E.S en otras vidas. Don Convencional diría: eso debe hacerse en las células y los cultos son diferentes, lo que está bien, y yo le diría: ¿Quien definió las formas en la que debe hacerse los cultos? ¿Marcos Witt? ¿Lutero? ¿Alfredo Smith? ¿A.B. Simpson? ¿Y porqué debe hacerse sólo así? ¿Porque así lo definieron los estatutos de la denominación?

¿Cómo puedo yo saber lo que dice el Espíritu Santo? ¿Cómo saber lo que Dios le quiere decir a mi hermano en Cristo? Creo que lo ideal es romper la tradición de la liturgia y crear una más interactiva,mas democrática -dicen que la idea no está en la Biblia pero creo que el Soberano es sólo Dios y no los seres humanos. Vinculado a esto tengamos en cuenta que los pastores en la Alianza tienen una cierta animadversión a la democracia en la iglesia -y la permiten sólo en la asamblea en la iglesia-, en donde todos podamos participar, no sólo "iniciados" que tengan la potestad de ejercer los sacramentos. En descargo a esa autocracia podemos decir que no es un mal sólo de la Alianza.

Díganme, ¿Por qué no pueden bautizar ustedes? ¿Por qué no pueden dirigir la Santa Cena? ¿Por qué no pueden predicar en el púlpito? Porque no has recibido cursos de homilética en un seminario... Quizá de esa manera no habría la necesidad de pastores profesionales, y volveríamos como al principio: Pablo era un hacedor de tiendas, un oficio no malo, y además un predicador de la palabra. La clerecía acumuló funciones e hizo necesaria la especialización en esa función. ¿Será así? El laico no pensante financia al clérigo pensante que hace todo en la iglesia por lo que a éste se le necesita a tiempo completo...