martes, 19 de febrero de 2019

Las teorías de la conspiración

Fuente: Memes de Teología y Filosofía para ex Fundamentalistas
En los dosmiles llegaron las redes sociales. Las primeras que aparecieron, como Hi5, nos permitían hacer pocas cosas pero ya contenían esa cosa fundamental que tocaba esa fibra poderosa que no se puede separar de la curiosidad y la vanidad. Tiempo después estuvo MySpace, y se consolidaron Facebook, Twitter, Snapchat e Instagram. Linkedin hizo su camino paralelo, y Google+ fracasó en su intento de luchar contra Facebook. Son hoy ineludibles para la vida de la mayoría.

Estas redes nos han transformado la vida. Solo hago notar una cosa que es enorme e importante, entre tantas cosas que han provocado: les ha dado una voz a todos que puede retransmitirse, viralizarse, llegar a todas partes. Hoy día cualquier persona puede decir algo, hacer un video, escribir un post en un blog o una actualización del perfil de Facebook, y el contenido potencialmente puede ser visto por miles de personas. Esta capacidad no existía antes. Recuerdo que hace diez años esto se vendía como algo muy positivo, como una cuestión revolucionaria. En el papel, por supuesto, eso parece ser así. Suena como un ideal bonito el que todos tengamos voz. ¿Quién se opondría a esto?

No pasó mucho tiempo para que pronto tengamos que anunciar problemas a Houston. La voz para todos no dio los resultados pensados, todo lo contrario. Prontamente surgieron personas que parecían ser especialistas en cada tema existente, todólogos completos que iban en contra de la tendencia mundial a la especialización de los conocimientos. De pronto se impuso la ira detrás de la desinhibición que las redes fomentan. Con perfiles anónimos, trolls insultaron sin misericordia y muchas veces de manera innecesaria. Se nos impuso el reinado de la bilis, de la malaleche. Tal vez siempre estuvo allí, restringido a las esquinas de las calles o a las bancas de los parques, pero ahora se manifiesta al mundo porque tiene el poder para hacerlo. Lo inteligente y lo estúpido puede difundirse a todas partes al mismo nivel, pero una es más poderosa que la otra. El que lee, entienda.

Pronto se hizo evidente la vieja desconfianza por la ciencia y el muy vigente anti-intectualismo. Bueno, desde el colegio ya esto se ve: la mayoría tiene dificultades con los cursos de ciencias; que per se desconfíen o minimicen su impacto o la desprecien al menos a mí no me sorprende. Luego se infló eso de "mi verdad, tu verdad", acentuándose esa tendencia tan postmoderna. También el rechazo a la lógica. O el dominio de las fake news, como una licuadora donde la verdadero y lo falso se mezclan sin tener la capacidad de distinguirlos. Todo junto hizo que las redes se convirtieron en el caldo de cultivo perfecto para el surgimiento de varios movimientos que al inicio eran casi pintorescos, una broma, un meme gracioso, pero que se expandieron como una especie de virus y ahora tienen seguidores por todo el mundo: los antivacunas, los terraplanistas, los luchadores por la familia y anti ideología de género, los negacionistas del cambio climático.

Si rechazas visceralmente a las ciencias, si la minimizas, desprecias o usas de ella solo lo que te conviene, te preguntarás el porqué la ciencia convencional trata de imponer su discurso a todos. ¿A quién beneficia eso? Dirán de inmediato que hay intereses ocultos. Un paso más allá llegan en masa las teorías de la conspiración: el gobierno de Estados Unidos, la NASA, la CIA, el FMI, la ONU, la OEA, George Soros, los masones, los Illuminati, los satanistas, el lobby gay, los LGTBI, la izquierda, los marxistas, los comunistas, los judíos, el Estado, siempre el terrible Estado. Súmale a este cóctel la religión que tienes (bonus si eres católico o evangélico), tu tendencia política (otro bonus si eres de derecha o simpatizante de los republicanos), el conservadurismo reflejado en la explosión y difusión del miedo, y listo, tenemos nuestro mundo de 2019.

¿Dónde están los científicos? Perdiendo la batalla mediática-rediática porque están cómodos dedicados a hacer experimentos complejos y escribir libros o papers para revistas indexadas, mientras miran por debajo del hombro a todas las demás personas. Bien metidos en su Olimpo, sin interés en combatir estas narrativas. No creo que les sería tan difícil volver a hacer el experimiento de Eratóstenes para medir la circunferencia de la tierra, pero no aparecen. Algunos de estos grupos llegan a negar la condición de ciencia de, por ejemplo, las ciencias sociales, pero ni eso hace bajar de las nubes a nuestros hombres de ciencia. Sí, científicos, es más que importante lo que hacen, pero hay una batalla en el llano que deben enfrentar.

Por supuesto, hay algunos que están aprovechando este nuevo escenario. Por ejemplo, llama la atención del impacto internacional de la oposición a la perspectiva de género. Hay sincronización entre el movimiento en los distintos países, no parece ser algo tan espontáneo tal como sus promotores lo quieren vender. Además, es curiosa las similitudes de pensamiento de los líderes del movimiento, que la transmiten a sus seguidores: marxismo cultural, anticomunismo, antiizquierdismo, liberalismo económico. O sea, de contrabando pasan principios, a lo caballo de Troya, que van más allá del aparente mensaje conservador o cristiano. Y aunque los argumentos iniciales hayan nacido en El Vaticano, ya este avance exponencial parece tener otros promotores. Pero no tengo tanta información o sensibilidad para detectar el origen.

La lluvia sobre mojado: nos influencia Cambridge Analytica y quien puede pagar nos empuja a donde quiere. Que embrollo; no sé bien cómo podemos salir de esto.