viernes, 25 de diciembre de 2009

En pos de la integralidad

Buenos días.

Les adjunto el libro digital "En pos de la integralidad", del cual soy editor y uno de los autores. Espero que les pueda ser de utilidad.

Un saludo,










domingo, 20 de diciembre de 2009

Economía y Misión en la Biblia Clase 4

Hola a todos.

Les adjunto la presentación de la cuarta clase del curso que dicté en el Centro de Misología Andino-Amazónica de Lima-Perú. Sus comentarios serán bienvenidos.

Un saludo,


viernes, 18 de diciembre de 2009

Economía y Misión en la Biblia Clase 3

Hola a todos.

Les adjunto la presentación de parte de la tercera clase del curso que dicté en el Centro de Misología Andino-Amazónica de Lima-Perú (profesor invitado para este tema: Luis Cachay). Sus comentarios serán bienvenidos.

Un saludo,


jueves, 10 de diciembre de 2009

Economía y misión en la Biblia Clase 2

Hola a todos.

Les adjunto la presentación de la segunda clase del curso que estoy dictando en el Centro de Misología Andino-Amazónica de Lima-Perú. Sus comentarios serán bienvenidos.

Un saludo,


domingo, 29 de noviembre de 2009

Economía y misión en la Biblia Clase 1

Hola a todos.

Les adjunto la presentación de la primera clase del curso que estoy dictando en el Centro de Misología Andino-Amazónica de Lima-Perú. Sus comentarios serán bienvenidos.

Un saludo,


miércoles, 25 de noviembre de 2009

Economía y misión en la Biblia

Hola a todos.

Les adjunto el silabus del curso que dictaré en el Centro de Misología Andino-Amazónica de Lima-Perú. Sus comentarios serán bienvenidos.

Un saludo,


sábado, 31 de octubre de 2009

Aborto: del efecto a la causa (III)

El toro por las astas

Un cristiano, para mí, encuentra un campo de misión extremadamente valioso al enseñar a los jóvenes de una manera completa el tema sexual de una manera que abarque a todos y no se restrinja a unos pocos, ya que llega hasta lo más profundo de nuestra intimidad: el inicio de nuestro caminar en este mundo, la génesis del soplo de vida. ¿Qué implica este campo de misión?

(1) La necesidad de definir con claridad lo que es el sexo, qué implica, qué vincula, cuánto pesa dentro de nuestra naturaleza humana. Es urgente comunicar que una relación sexual no se centra en la carnalidad, tampoco en un sentimiento o una atracción hormonal que debe ser satisfecha, sino que subyace profundas relaciones indexadas a nuestra compleja humanidad. No debemos de agotarnos en entregar este mensaje, que prácticamente puede ser de vida o muerte, remando contracorriente en un mundo que se ha entregado al placer sin tapujos ni limitantes.

(2) Debemos hablar de la praxis que garantiza la seguridad total: lo mejor es no tener relaciones sexuales hasta que te cases, sin riesgo de embarazos no deseados que puedan truncar los planes de vida ni de muertes innecesarias. Es evidente que la ética sexual cristiana va más allá, pero para evitar abortos basta con ello.

(3) La necesidad de protegerse si se toma la decisión de tener relaciones sexuales. Somos absolutamente libres de irnos a la cama con quienes queramos –según las determinaciones de nuestro marco moral-, pero debemos asumir las posibles consecuencias. No hay método 100% seguro en el mercado que evite los embarazos, por lo que hay ciertos riesgos marginales que deben ser claramente explicados de la manera más diáfana posible, a manera de “para protegerte tienes estos métodos: a, b, c. Para evitar embarazos no deseados tienes d, e, f. Y SE USAN DE ESTA MANERA”. O sea, enseñar a usar un condón correctamente, a usar las pastillas, el método del ritmo, todos los demás. Por lo tanto, ¿puede ser parte de la misión de Dios enseñar a usar el preservativo a jóvenes que no comparten mi ética pero que seguramente se acostarán con su enamorada o una prostituta muy pronto? Pues, diría que sí. El pecado debe ser minimizado siempre.

(4) Tomar el toro por las astas también significa considerar con seriedad la casuística completa, esto es, hablar de aborto eugenésico, la píldora del día siguiente y los embarazos por violaciones. El primer caso es sumamente complejo, pero pienso que es posible admitir la posibilidad de un aborto para casos muy especiales, que los expertos en el tema (léase, los médicos) deben determinar de una manera sumamente cuidadosa, buscando el diagnóstico más preciso, considerando inclusive el riesgo de la vida de la madre. La llamada píldora del día siguiente requiere una clara definición. ¿Es abortiva o no? Si lo es, entonces no debe usarse. Si no lo es, entonces no hay problema. ¿Quién debe determinar eso? Los expertos, o sea, los médicos. Yo soy economista y estudio con relativa seriedad la teología, por lo que no soy competente en las disquisiciones de las ciencias biológicas, y la verdad es que se leen demasiados comentarios a favor y en contra. Respecto al embarazo por violaciones, creo que debe primar el derecho a la vida del bebé. Él no es culpable del acto en sí. El violador debe ser encerrado con la máxima pena posible, pero pienso que el bebé debe nacer. ¿Qué debe decidir la mujer? Si lo deja en adopción o no.

Soy conciente que hay mucho por debatir, pero como cristianos debemos tener posturas claras sobre este tema tan sensible. Entiendo que puedan convivir algunas divergencias, pero lo que es claro es que no pueden existir posturas indiferentes ante esta situación que se ha generalizado peligrosamente. Como ya he dicho antes, el silencio para el cristiano es siempre enemigo.

lunes, 26 de octubre de 2009

Aborto: del efecto a la causa (II)

La situación real

El problema fundamental es que discutir sobre el aborto es llegar tarde, es analizar el efecto cuando es irreversible, como analizar la estrategia para ganar el partido luego del pitazo final. Es cínico oponerme al aborto per sé sin referirme al problema que subyace la discusión, y este es el de la liberalidad sexual de nuestra época. Aquí es donde debemos centrar la discusión, y tristemente debe decirse que la realidad nos da un portazo en la cara. Actualmente la edad de iniciación a la vida sexual activa ha bajado a los 13 años de edad en Lima. Por curiosidad y por ignorancia los y las adolescentes se están exponiendo a prácticas cada vez más bizarras sin saber muchos de los riesgos que corren. No se puede intentar tapar el sol con un dedo: esta liberalidad está aquí y se va a quedar, nos guste o no.

Considerando esto como punto de partida, la actitud tradicional que está de acuerdo a la ética cristiana se basa en que el sexo está circunscrito a la esfera del matrimonio. Toda relación sexual premarital o extramarital es incorrecta porque trasgrede lo que la Biblia dice y, desde esa lógica, apuntamos una propuesta de manejo que puede reducirse a que el no tener sexo antes del matrimonio es el único método 100% seguro, junto con la fidelidad en el matrimonio. Sin embargo, lo anterior es mi ética como cristiano que la aplicaremos los cristianos comprometidos con la globalidad de las enseñanzas bíblicas, que no aplica a quien no quiere aceptarla. ¿Qué hago, entonces? ¿Adopto poses proféticas o busco que el efecto del pecado sea el menor posible?

Ambas cosas, en realidad. Quiero que se conozca que el 100% de protección es lo óptimo (y lo debo expresar de esa manera sin absurdos prejuicios de una parte de la opinión pública sesgada a la opinión convencional de las iglesias) pero las cosas no son como yo quiero que sean, sino que las cosas son como son. La realidad pesa demasiado, no puedo cubrirla ni meter mi cabeza en un agujero como lo hacen los avestruces. Por ello, 95%, 97% es mejor que 30% o 25% (hablo en términos de protección). Por lo tanto, aspiraré a ampliar mi probabilidad al máximo que me sea posible, porque quiero menos gente con sida, con sífilis, con gonorrea, con hepatitis; quiero menos niños sin padres, menos abortos, menos adolescentes con vidas truncas. Quiero minimizar el accionar del pecado. Allá nosotros si nos queremos engañar diciendo que “no tener sexo es lo mejor” pero sabiendo que los chicos tienen relaciones sexuales (haciéndonos de la vista gorda) y que un embarazo no deseado puede venir por el simple hecho que nadie le enseñó al joven sobre el sentido concreto del sexo dentro del mundo de las relaciones humanas ni tampoco del uso correcto del preservativo y de otros métodos anticonceptivos. ¿No es eso un poco inmoral?

domingo, 25 de octubre de 2009

Aborto: del efecto a la causa (I)

Por circunstancias que aún no quedan muy claras, el debate sobre el aborto se encuentra en el primer nivel de la política nacional. Algún lobby ha logrado que el tema se discuta en el Congreso, y muchas voces han puesto el grito en el cielo, en especial provenientes de la iglesia católica. Como siembre, el lado protestante denota un exceso de timidez –o desinterés aparente- por el tema.

Cuatro ideas involucradas

Si consideramos que el origen de la vida se encuentra en la concepción, no quedan muchas alternativas: el aborto es, sin eufemismos que ayudan a mirar a otro lado, un tipo de asesinato. Muchos cristianos tenemos esa postura, por lo que de manera principista nos opondremos siempre a esa práctica nociva tan dañina para la madre, la familia y en especial para el ser que nunca tendría la oportunidad de vivir. Particularmente nos contrapondremos porque nuestra visión siempre privilegiará la vida humana en todas sus formas.

En nuestros tiempos el sexo como tal se ha independizado del aspecto relacional de las personas. Tener relaciones hoy es como cocinar, ir a dar una vuelta por allí, ver televisión o dirigirse al cine, esto es, actividades amorales y emocionalmente neutrales. Los cristianos pensamos que el sexo es mucho más que eso, es algo integral de la naturaleza humana, profundamente vinculada a la forma de relacionarnos, de amar, de sentir, de vivir. Hoy se reduce el sexo a la genitalidad, al coito, a la batalla sexual que busca el máximo placer. El sexo es categóricamente más que eso: es conversación íntima, es entrega, es búsqueda profunda.

Algo sumamente importante es el principio de la libertad. Yo sí creo en que el sexo es para la esfera matrimonial, y que la fidelidad es lo mejor y lo que protege con total seguridad de las amenazas de las ETS y embarazos indeseados. Esto es así por mi ética adquirida, la cual se aplica –en lo posible- en las iglesias cristianas y la inculcaré en el seno de mi familia. Pero ¿debo imponer esta ética a otras personas (que además son mayoritarias) con las que no comparto el mismo esquema de valores? ¿Imponerla a gente que cree que el sexo es una expresión de entrega en la relación de pareja? ¿A gente que lo circunscribe a niveles puramente hedonísticos y placenteros? ¿Gente que no es cristiana practicante, que quizá es atea? Pienso que no. Las ideas cristianas deben ser siempre expuestas pero nunca impuestas; tenemos suficiente con los oscuros tiempos de la edad media.

Lo último es la minimización del efecto del pecado. El mundo ideal del cristiano apunta siempre hacia la escatología, cuando Cristo venga por segunda vez e implante su reino; sin embargo, al mismo tiempo existe la conciencia de la realidad actual, inmersa en una en una dualidad entre el deseo de hacer bien y la tendencia hacia lo malo que nos sitúa en un escenario de imperfección y concupiscencia. Por eso, nuestro objetivo debe ser siempre la minimización de la influencia del pecado en el mundo que nos rodea. Inclusive, puede ser que nos encontremos en una situación en la que debamos minimizar pecados de consecuencias más graves en detrimento de otros menos nocivos, y aquí entra a tallar el discernimiento de cada uno de nosotros.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Iglesia reformada, siempre reformándose

Una de las clases de microeconomía de todas las universidades del mundo introduce al estudiante al estudio de la ley de los rendimientos decrecientes. Supongamos que deseamos producir algún bien agrícola, como por ejemplo papas, en una hectárea de terreno. Puedo usar un trabajador y produciré 10 kilos de papas; usando dos trabajadores produciré 25 kilos de papas (una producción obtenida más que proporcional a la que logra un sólo trabajador). Puedo añadir uno más y quizá se produzcan 45 kilos de papas. Si se dan cuenta, el aporte del primer trabajador generó 10 kilos de papas, el aporte del segundo añadió 15 kilos más y el aporte del tercero puso 20 kilos adicionales. A esto se le llama productividad marginal del trabajo, que al inicio suele ser siempre creciente.

Lo que va a suceder es que uno puede continuar contratando trabajadores y aumentando la producción, pero llegará un punto en que ya no crecerá más, sino que puede incluso menguar. Imaginen 50,000 trabajadores en una hectárea de terreno: probablemente se estorben más que lo que puedan trabajar. ¿Hay una solución a este dilema, que genere un aumento de la producción? Sí, y pasa por incrementar la productividad de cada trabajador, o la productividad de la misma tierra o de las semillas, o cambiar radicalmente la totalidad del sistema de producción.

Es posible hacer una extrapolación de estos principios. Por ejemplo, dentro del mundo de los movimientos religiosos, existe “un fenómeno típico en los movimientos históricos, que consiste en que después de comenzar con la espontánea creatividad de una búsqueda dinámica, poco a poco se van institucionalizando hasta perder casi totalmente la flexibilidad de sus inicios y su original capacidad de sorprender. En muchos casos, este proceso termina en un estado senil de arterioesclerosis institucional” (1). Surge un momento de creación y explosión de las comunidades que suelen reaccionar ante la devaluación de sus grupos matrices. Estas comunidades determinan nuevas formas de hacer la fe, más libres y más ceñidas al texto bíblico, y poseen un gran dinamismo y vida espiritual, con gran celo evangelístico y, en ocasiones, con desarrollos teológicos interesantes (en términos del párrafo anterior, esto es el cambio de todo el sistema de producción). Lamentablemente con el tiempo se solidifican, se aburguesan, olvidándose de la motivación que les dio origen. En ocasiones la misma generación creadora que hizo los cambios en sus años mozos es la que la lleva al adormecimiento año tras año, mientras su liderazgo envejece sin deseos de ceder la posta. Muchas denominaciones evangélicas han sufrido de este proceso que es prácticamente natural. Y la propia Reforma del siglo XVI es esto a un nivel macro, donde la iglesia católica con sus muchas perversiones sufrió una escisión que buscaba la pureza y el respeto por los principios bíblicos. Vale la pena decir que el protestantismo ha visto muchas veces este proceso de nacimiento-crecimiento-aburguesamiento de nuevas formas de ver la fe.

Estudiar estos ciclos es en verdad un tema apasionante, porque encontrar el secreto que extienda al máximo los períodos de crecimiento de la espiritualidad de las iglesias suena a panacea, y saber qué hacer cuando nos encontramos en productividad negativa (en palabras de Stam, estado senil de arterioesclerosis institucional) es algo que las iglesias pagarían caro por saber. No hay respuesta definitiva, pero sí algunos principios que son un punto de partida.

Los propios reformadores parecen haber estado atentos a estos procesos históricos y hablaron de algo que se puede hacer para alargar, y quizá perennizar, los procesos de vida de las iglesias: “la iglesia reformada, siempre reformándose”. De esta manera, la iglesia de manera permanente podría estar en un proceso virtuoso que la lleve a una dinámica de inquebrantable vida espiritual y eclesial, de ejemplo y referencia para el mundo que la rodea. Lástima que esto les guste a pocos, en especial a los que controlan iglesias y denominaciones en todo el planeta. Pedir una reforma permanente implica revisión de dogmas, cambio constante de personas, cero hambre de poder y control, relaciones horizontales con el mundo en el que vivimos, activo sacerdocio de todos los creyentes, altas dosis de humildad, mucho amor por el reino de los cielos, desprofesionalización de la labor pastoral/sacerdotal, pasión sincera por las almas, escasa tendencia al fundamentalismo, oído permanente a la voz profética que es enviada por Dios, corazones abiertos a los cambios que vienen de lo alto. En realidad es bastante pedir. Casi un sueño muy preciado.

Pero sin sueños, ¿vale la pena seguir?



Referencias

(1) Juan Stam. “Sobre la teología de los reformadores: unas reflexiones” http://www.iglesiareformada.com/Stam_Teologia_Reformadores.doc (25/09/2009)

(2) Imagen: http://economiauniversitaria.files.wordpress.com/2009/04/042509-1235-tallerdeeco2.png

lunes, 21 de septiembre de 2009

Pensamientos en rojo

Por estos días es noticia permanente los ataques de los remanentes narco-terroristas de Sendero Luminoso a las fuerzas del ejército en el valle de los ríos Apurímac y Ene (VRAE): un helicóptero derribado en una operación de rescate, los casi cincuenta militares muertos, los juicios a los soldados que combaten el terrorismo, las dudas del gobierno como si no supiese exactamente qué hacer ni qué decir, el negocio enorme de las drogas que se gesta en esa zona del Perú que tan eficientemente toleró Vladimiro Montesinos en el fujimorato. Un problema elefantiásico que parece no tener solución.

Casi treinta años después del inicio de las operaciones violentistas de los terroristas (Chuschi, 1980), es triste decir que el problema de fondo sigue existiendo en nuestro país. La pobreza lacerante que somete a la mitad de la población peruana continúa igual que siempre. Siguen los pueblos serranos olvidados sin servicios básicos, con niños muriendo por causas perfectamente solucionables, sin educación decente, sin posibilidades de superación en sus propias comunidades, y viviendo con menos de un dólar al día. El perfecto caldo de cultivo para reacciones radicales está allí, cocinándose a fuego lento. Por ello Humala puede ser presidente, por ello Sendero Luminoso puede tener adeptos.

El combate contra los remanentes senderistas tiene tres frentes. Primero, el militar, el cual está en este momento en aplicación, combatiendo las columnas terroristas que vagan por los montes de la ceja de selva. Segundo, el económico-social, donde siento que no hay respuestas contundentes que satisfagan a las poblaciones hambrientas y deseosas de superación. Alan García se llena la boca de nuestro crecimiento económico, pero la inequidad es brutal. El neo-liberalismo a ultranza que sigue Alan García está mostrando con meridiana claridad en el mundo que no es solución al problema de la pobreza en el tercer mundo y las apuestas de solución son demasiado tímidas como para causar impactos relevantes. Tercero, el ideológico. Creo que aún no hemos avanzado mucho en esto, más aún cuando las respuestas son tibias ante el reciente libro escrito por el líder terrorista Abimael Guzmán Reinoso, donde insiste con su asesina ideología sin arrepentimiento alguno. Hablan algo por el Congreso, otras cosas extras por algún ministerio o periódico, pero nada más.

¿Por dónde iniciar en el combate ideológico? El punto de partida es que Sendero Luminoso es maoísta, esto es, cree estrictamente en la toma del poder por métodos violentos. Su historia demuestra la fidelidad de su praxis a su pensamiento, y dado esto, es iluso pensar en la posibilidad de que tomen el camino de la democracia como otros grupos terroristas de países como Colombia o Uruguay. Para ellos, democracia es un idioma distinto; es una ruta descartada por la propia esencia de su corriente política. Es como decirle a un testigo de Jehová que acepte una transfusión de sangre. No lo hará, y estará dispuesto a morir. Los senderistas viven en la selva en condiciones insalubres por seguir una idea, y que mañana dejen todo por algo en lo que no creen, suena imposible e iluso.

Un segundo punto –y el central para este post- es el de la metodología. Como cristiano hay algo que me queda muy claro, y creo que se aplica perfectamente a esta situación, y es que los métodos brutales, asesinos y abusivos no pueden traer, bajo ninguna circunstancia, la paz y justicia social a una sociedad o comunidad. Esta contradicción es absolutamente inaceptable, profundamente inmoral y decididamente delincuencial. Matando a mi padre no me traerás justicia; matando a mi madre por no pensar igual que el “justiciero” no traerás jamás justicia; haciendo explotar con dinamita el cadáver de una dirigente social nunca me traerás paz. La justicia verdadera que concuerda con las enseñanzas del Reino de los Cielos desea la eliminación definitiva de la pobreza y la igualdad de oportunidades, pero no puede comulgar con una cultura que privilegie la muerte y el dolor sobre un sueño irrealizable: el comunismo sin estado al que quieren llegar, gran paradoja, con estados más represivos y controladores. Esta debe ser una de nuestras banderas en la lucha ideológica contra Sendero Luminoso. Basada en ella, pienso que de plano sus ideas deben ser rechazadas y combatidas, por su propia concepción criminal en su metodología, como bien lo expresa César Hildebrandt al preguntarse: “¿Así que fueron políticas las 215 masacres que, según la Comisión de la Verdad, perpetró Sendero Luminoso? Sí, fueron políticas. Pero políticas ejecutadas en el marco de una concepción criminal, intrínsecamente homicida, de la lucha de clases, del derecho popular y de la concepción misma del Estado y la justicia. Sendero no fue una guerrilla popular. No fue la respuesta a una dictadura que hubiese cerrado las vías legales para el debate y la contienda. Guzmán no fue Túpac Amaru ni Bolívar ni mucho menos Cáceres. Fue una obsesión cuchillera que sólo pudo prosperar en medio del atraso y la desigualdad extrema del Perú. Sendero, al revés que el Movimiento 26 de Julio, mataba al pueblo que quería salvar. Y hablaba de dictadura burguesa cuando lo que quería imponer era el cementerio de Phnom Penh”.



Imagen:

jueves, 3 de septiembre de 2009

La revolución sin quórum

Las revoluciones exitosas en la historia siempre poseyeron un causal que ha motivado a los involucrados a empujar sus causas a la victoria final. Sin esclavitud en Egipto el Éxodo pierde su razón de ser. Sin degeneración religiosa no habría existido reforma protestante. Sin las terribles iniquidades de las revoluciones industriales no habría sucedido jamás la revolución bolchevique que clamaba por comida y libertad. Sin gente que sienta que hay injusticia por la que valga la pena levantarse, todo seguirá sin cambios. Quizá aún seríamos cazadores y recolectores.

La dicotomía opresor-oprimido tiene sentido para analizar las revoluciones. En ese contexto, un mecanismo para la perpetuación de la situación es manipular al oprimido de tal manera que considere que todo está bien, que no hay nada que cambiar o que la fuerza que lo exprime es demasiado grande para poder ser combatida. Con pan y circo los romanos olvidaban el día a día. Marx decía que la religión era el calmante principal que atontaba a los pueblos. Muchos pueblos antiguos optaban por el desarraigo, como los babilonios o los incas. Los nazis acallaban a todos a fuerza de tanques, SS y stukas.

En entornos más pequeños, con mucha frecuencia el oprimido no es conciente de su situación. A veces parece como si un masivo síndrome de Estocolmo poseyera a todos los que viven bajo el yugo, escuchando inverosímiles defensas de la situación degenerada. Esto se percibe en especial en los ambientes religiosos en donde se desarrollan comportamientos sectarios; literalmente la frase “lavado de cerebro” cobra aquí gran relevancia. ¿Cómo explicar que padres en su sano juicio permitan que su hija de 13 años se acueste con el líder de la secta y que consideren esto como un gran honor? ¿Cómo entender los miles de soles que los seguidores de “Pare de sufrir” entregan semana a semana a cambio de utensilios carentes de valor, como agua del río Jordán venida directamente del caño del lavadero de la cocina del local de la secta? ¿Cómo comprender a gente pensante que esté dispuesta al suicidio comunitario porque alguien recibió un mandato de quien sabe dónde? Y no pensemos que esto es exclusivo del ambiente religioso. Pensemos en Hitler y su obra en el país cuna de la Reforma, Kant, Hegel, Nietzsche y los avances teológicos más importantes.

Con frecuencia, es más difícil categorizar a la gente en la dicotomía opresor-oprimido. En especial, cuando encontramos matices opresores, junto con desenvolvimientos “estándares-normales” de las relaciones personales. ¿Encontramos aquí las manipulaciones amorosas? ¿La educación mecánica que no fomenta el pensamiento crítico ni la construcción de nuevos paradigmas, que promueve el que otros piensen por nosotros? ¿Los deseos autoritarios de los líderes políticos, sociales y religiosos? Lo peor en esta situación es que el “oprimido” no quiere ver la situación; se siente cómodo como está. Piensa que todo le hace bien, que eso es la panacea, la solución a todos sus conflictos emocionales y hasta espirituales.

Pensemos en la moda de los esquemas dictatoriales en América Latina (Chávez, Morales, Ortega, Correa, y Uribe también). Todos son altamente populares. Pensemos en el enamorado que acepta vez tras vez los desplantes de la amada. Ella hace lo que quiere con él, pero a él no le interesa, hasta se puede decir que es feliz. Pensemos en los muchos pastores con reminiscencias autoritarias (abundantísimos por aquí), con una congregación radiante con él, absolutamente dependiente de sus mandatos y directivas. En este escenario, no hay revolución posible. Los chavistas nos agarrarán a balazos, el enamorado seguirá su camino ofendido con nosotros, los feligreses nos acusarán de fríos, liberales, poco espirituales, herejes, ateos, peligrosos o mundanos. Como dije antes, sin gente que sienta que hay injusticia por la que valga la pena levantarse, todo seguirá igual.

La cuestión es qué hacer si no hay revolución posible por falta de quórum. Una alternativa es la estrategia de la gota en la roca: una tras otra, con los años hará un agujero, esto es, con décadas de sutilezas la gente se dará cuenta de los problemas. Otra alternativa es la del kamikaze: se lanza contra el palacio presidencial o el púlpito para llamar la atención del público de una manera directa y contundente. Otra es la nihilista: vivir los placeres de la vida y que los demás se autodestruyan si quieren, total, cada uno es libre y el que le gusta estar oprimido sin que se de cuenta pues es su problema. Otra es la del camarón dormido: dejarse llevar por la corriente y no hacer nada de nada. También está la del puritano británico: cruzar el mar para construir todo desde cero, sin que nos quieran matar en el intento. También está la alternativa Matrix: ir liberando uno por uno, a quien escuche el mensaje o al que sospecha que algo está raro: le acabamos haciendo escoger entre la pastilla roja o azul.

En realidad, las revoluciones entran en el horizonte del depende. La Biblia habla de vocación profética que denuncia la injusticia y la infidelidad pagana contra Dios, y vemos al mismo tiempo a un Cristo que cara a cara se enfrenta a la religiosidad manipuladora de su época, lo que lo llevó a la muerte en la cruz. Pero Esdras reconstruye el judaísmo casi desde cero, y Pablo arma las bases teológicas de la nueva fe basada en el sacrificio de Jesucristo partiendo del Antiguo Testamento, pero generando algo completamente novedoso. Josías transforma el culto desde dentro; Elías combate a los sacerdotes de Baal desde fuera. Parece ser algo ecléctica la respuesta, totalmente dependiente del llamado personal de cada uno. Unos somos Juanes Bautistas, otros Pablos, otros seremos Pedros y quizá algunos sean llamados a liderar a los macabeos. A lo que no nos llaman es a no hacer nada. Eso si no cabe en las opciones.




lunes, 24 de agosto de 2009

El paso del tiempo

Con la amistad es imposible ser utilitario. No sé si digo eso porque, por lo general, en mis relaciones amicales siempre he sentido que he dado poco, casi rayando con la miseria mientras lo que el otro entregaba era algo tan valioso que me salvaba la vida; ergo, hablar de la imposibilidad de lo utilitario sería casi como una justificación a todo lo que recibí, dándole un sentido que no dejaría mi imagen al nivel de un vil aprovechador, sino resaltando que no importa lo que uno brinde, lo trascendente es el hecho del dar desinteresado, enorme como el universo e incondicional como el amor de Dios por nosotros.

Ese desbalance lo sentí con el amigo de los primeros años de la primaria, que me enseñaba un mundo ficticio el cual era conocido a plenitud por él, y aunque todo era quimérico sus relatos daban cabida a mis sueños pueriles; también con aquellos de secundaria, quienes escuchaban vez tras vez mis laberintos de mi profunda confusión, o con los de la universidad, de los que aprendía de su talento innato y rebosante. Yo siempre quedaba al debe.

Algo así me sucedía con mis amigos y, al mismo tiempo, hermanos en la fe. El más cercano de todos era en apariencia opuesto a mí pero con el tiempo encontramos coincidencias profundas; sin embargo, a pesar de sus palabras generosas me quedaba siempre corto, como si abusara de su confianza y su gran corazón, oculto en la seriedad aparente de su vida. No podía observar qué suministraba yo: era evidentísimo que él lo daba todo.

Uno puede dar mucho o poco, pero esas cosas que fueron entregadas casi sacrificialmente son inexorablemente castigadas por el paso del tiempo y el furor de los múltiples eventos en los cuales nos vemos envueltos. La vida es un goteo permanente donde los años pasan, nos casamos, nacen nuestros hijos, se nos muere gente querida, nos hieren con odio visceral, herimos por pura sed revanchista, el trabajo nos traga, los tiempos se reducen, Dios nos enseña cosas nuevas que nos alumbran como una supernova y nos lleva por caminos diferentes tan contundentes como una autopista de diez carriles, aprendemos y desaprendemos acumulando alegrías y soportando las tristezas. Con este alud de acaecimientos, a veces las amistades simplemente no logran soportar. Se quiebran, se despedazan como un vidrio que es impactado por una piedra. A veces, uno mismo es el que lanza la piedra, a veces son otros, a veces no es nadie quien hace que el vidrio se haga añicos: simplemente sucede por el simple efecto del distanciamiento. En ocasiones, ni te das cuenta. Tristísimo es cuando la ruptura se da porque los senderos destinados a los amigos se separan porque Dios así lo pide, ¡y en este caso jamás debió haber discordia! Lamentablemente, las pasiones humanas suelen ser más fuertes, y se comen a la fe en el Señor común.

Cuando el horizonte de la relación se encuentra en el pasado, solo la remembranza es lo que le da valor inapreciable a esa amistad ya devaluada hasta el extremo, y esto no es algo malo. Porque si uno se encuentra en donde está hoy, si uno avanzó y es mejor persona, si uno simplemente sigue creyendo en la redención del mundo a pesar de las viles cosas que uno lee todos los días, si uno vive en esta tierra, con frecuencia es porque alguien estuvo en el pasado apoyándonos, dándonos la mano, regalándonos esperanza, motivándonos para seguir. Y eso es incalculable. Lo que no puede tasarse es lo que en verdad queda, lo que prevalece, a pesar de todo. A pesar de nosotros mismos.

viernes, 31 de julio de 2009

Esas cosas que uno a veces no entiende (XI)

Juan Rebelde escucha, en los anuncios que siempre dicen luego de la prédica, que hay una reunión al final del culto con todos los líderes de la iglesia. Insisten que el tema es sumamente importante. La cara de Jorge Iscariote, encargado de las finanzas de la iglesia, es de seriedad. “¿Será por el tema del diezmo, otra vez?” se preguntó Juan. “Si es por eso, pucha, me caerá entonces mi café por ser un líder que no diezma”. Juan piensa que lo toleran solo porque aún es necesario por la escasez de líderes.

Pepe Caifás (pastor asistente): Hermanos, los hemos reunido aquí por un tema muy importante. Quizá algunos saben que hace unos días, el Reverendo Anás (pastor titular de la iglesia), recibió una invitación para predicar en una iglesia de la denominación por su aniversario, y mientras se encontraba allí le robaron su carro. Hemos orado para que Dios castigue a los malhechores que han hecho esa monstruosidad contra un siervo amadísimo por Dios. Sin saberlo, esos individuos han acumulado sobre sus hombros un castigo feroz por parte del Dios de los cielos y de la tierra. Lamentablemente el mal está hecho y, por eso, el tesorero Jorge Iscariote tiene una propuesta que hacerles.

Sube el tesorero. La gente, muda, nerviosa, no dice ni una palabra.

Jorge Iscariote: Hermanos, como ya escucharon, el reverendo Anás no tiene carro por el robo sufrido mientras predicaba la palabra de Dios. Por ello, surge la necesidad imperiosa de que un siervo de Dios como él tenga la reposición del vehículo. No es digno de él que se tenga que movilizar en taxis o en el transporte público. Creemos también que a pesar de los pocos ingresos de la iglesia por el poco compromiso que hay (los magros diezmos) debemos responder a esta oposición del demonio con la mayor dedicación, expresando la fe de la mejor manera.

Juan Rebelde (susurrando a su amigo de al lado): Esto no me gusta nada…

Jorge Iscariote: Por lo tanto, creemos que la expresión de la fe es reemplazar el carro del pastor robado, un auto coreano del año 1995, por una SUV del año, preferentemente de fabricación europea. Así le responderemos al diablo, dejándolo en ridículo y proclamando la victoria del Señor mediante la manifestación tangible de la dignidad de sus hijos.

Juan Rebelde (susurrando otra vez a su amigo de al lado): Se viene la estocada, acuérdate de mí…

Jorge Iscariote: Para que esta expresión de victoria se concrete, necesitamos de la ayuda de todos ustedes. Se requiere una cuota extraordinaria, independiente del diezmo, de doscientos dólares por familia con hijos, cien dólares por persona sola con salario independiente, veinte dólares por persona que recibe una pensión de jubilación y lo mismo por jóvenes mayores de 18 años. ¡Hermanos! ¡Este ataque espiritual contra el reverendo Anás debe ser respondido! ¡Ataquemos con las armas de la fe! ¡Entre todos, compremos algo digno de la investidura del reverendo y Satanás no se atreverá a tocarlo nunca mas! Hermanos, llamaré al pastor Caifás para orar y luego recibiremos preguntas y sugerencias.

Tras la oración, la mano levantada de Juan Rebelde era la única que se distinguía entre todas las cabezas silenciosas

Juan Rebelde: Hermanos, antes de comentar, una pregunta previa: ¿el auto tenía seguro?

Reverendo Anás: Juan, tomar un seguro es una falta de confianza, es no creer en el cuidado de Dios. Jamás seremos acusados de falta de fe en el cuerpo pastoral de esta iglesia.

Juan Rebelde: Entiendo. Eso quiere decir que no hay ni un sol para recuperar del robo; y los pasivos al cuadrado de ese descuido los debemos tomar nosotros.

Reverendo Anás: No entiendo…

Juan Rebelde: Si hubieran tomado el seguro, se hubiera repuesto como la mitad del costo del carro. Allí se tendría algo. Pero bueno, aceptemos que no se tome el seguro. Lo que me parece absolutamente incomprensible es que en las condiciones de los diezmos de la iglesia pretendan hacer que los líderes paguen una 4x4 de 25,000 dólares, y más con el manipulador argumento ese de “derrotar al diablo” y “la dignidad del siervo de Dios”.

Jorge Iscariote: ¿Te opones a la compra? ¿Para ti nuestro reverendo debe andar por allí como un cualquiera? ¿No vez todas las bendiciones que Dios hace a través de él?

Juan Rebelde: Me opongo por principio a los privilegios. Si me roban el carro que seguro compraré en el futuro con mucho esfuerzo, y si cometo la irresponsabilidad de no tener seguro, pues debo asumir los costos totales. Y si quiero reponerlo con uno mucho más caro, pues debo tener los ahorros suficientes para ello o una línea bancaria aprobada. ¿Por qué no hace eso el pastor Anás? Que frescura. Me encantaría perder algo caro y que la iglesia lo pague. Así cualquiera. Los pastores en esta iglesia definitivamente tienen muy, muy, muy buenos privilegios.

Jorge Iscariote: Tu mezquindad es colosal. ¿Qué problema tienes? ¿No dice la Biblia que cuidemos a nuestros pastores?

Juan Rebelde: Claro, pero si pretenden comprar un auto –cosa que se puede discutir-, pues que sea usado. Todas las semanas nos repiten y nos repiten y nos tienen hartos con el asunto ese del diezmo: que no dan, que hay poco, que hay deudas, que no han pagado sueldos, que la luz, que el agua, que los teléfonos. Si es así, hay que ser prudentes y considerados, siendo conservadores. ¿Doscientos dólares por familia? Es un abuso, la verdad es que es un verdadero abuso. A propósito, ¿A nombre de quién está el carro?

Jorge Iscariote: En este caso, de quien lo usa. O sea, a nombre del Reverendo Anás.

Juan Rebelde: ¿Y no debería estar a nombre de la iglesia? ¿Porqué a nombre del pastor Anás si con los diezmos de la iglesia se compró el carro anterior?

Pastor Caifás: Estamos entre hermanos, y hay confianza total. Lo de la propiedad es algo irrelevante.

Juan Rebelde: No es irrelevante. Tampoco la pretensión de comprar un carro tan caro. Si es así, mañana querrán construir un templo para mil personas sin tener el dinero necesario para eso. Pasado querrán una radio, luego un canal de TV, esquilmando a los miembros, manipulando algunos textos bíblicos para justificar, hablando siempre que "la fe", "la fe" y "la fe". ¿Se podrán tolerar esas irresponsabilidades? Mejor cortar eso por lo sano desde ahora, y nos libraremos de cosas muy ingratas en el futuro. La sanidad financiera ante todo, hermanos.

miércoles, 29 de julio de 2009

El universo gris

Ver el mundo como una calamidad es una circunstancia que no requiere mucho esfuerzo en demostrar. Ver el mundo como un escenario de esperanza también es una circunstancia que puede ser contrastada sin movernos del computador desde donde ahora leemos este texto.

La calamidad se ve cuando un borracho atropella a una familia que espera en un paradero al bus que la llevará cerca de su casa y se da a la fuga; cuando leemos en los libros de historia la industria de la muerte a medidas industriales en los campos de concentración nazis y que hoy algunos se esfuerzan por negar; cuando los niños mueren de frío en las punas del sur peruano por incompetencia gubernamental provocadas por diferencias políticas. Calamidad se ve cuando los sistemas económicos no funcionan para todos; cuando la riqueza se acumula en pocas manos y cuando la impunidad campea: está preso en una prisión-tugurio el que robó una gallina por hambre pero el que traficó con armas y drogas ―o el que hizo del lobbismo un estilo de vida― vive la comodidad de una celda dorada. Donde posemos los ojos veremos la dureza del destrozo inmisericorde, el poco aprecio por la humanidad del prójimo, la desfachatez del poder del mal que se expone orgulloso por el mundo.

La esperanza también es posible contemplarse. Se ve cuando encontramos la historia de la madre que caminó cuatro días hasta la posta médica más cercana para salvar a su hijo enfermo, o la generosidad de los numerosos que dan de lo que no tienen al que necesita, o los muchos que han muerto por salvar a otros o han entregado sus vidas completas por causas altruistas. Aún pueden percibirse las actitudes totalmente desinteresadas, o el aprecio por la honestidad, o la incondicionalidad de la amistad. El amor que “todo lo puede y todo lo soporta” es una fuente inagotable de esperanza que trae un aire nuevo, lleno de consuelo para las almas que pueden sufrir tribulación. Es un tipo de redención.

La dualidad calamidad/esperanza se contempla en lo profundo de la realidad humana, en cada uno de los corazones de los cerca de siete mil millones de personas que inundan el planeta. Oscilamos entre el deseo del bien y la tentación del mal. Podemos ser los más santos del mundo mientras gozamos de la más plena experiencia religiosa, pero al mismo tiempo vivir el infierno en la tierra tras la botella un millón que entra en nuestra alcohólica garganta, o por el insulto inmisericorde dirigido a nuestro hijo o el comentario envidioso hecho con el fin de dañar a otra persona. Bien dice Sabato que “no podemos hablar del hombre como si fuera un ángel, y no debemos hacerlo. Pero tampoco como si fuera una bestia, porque el hombre es capaz de las peores atrocidades, pero también capaz de los más grandes y puros heroísmos”. La vida del no cristiano no es ni blanca ni negra sino que es gris, y la vida del cristiano también es gris –aunque a algunos les cause escozor admitilo-. No por nada Pablo decía que él quiere hacer el bien siempre, pero algo interno se lo impedía y terminaba haciendo el mal que quería evitar. Un mal que frecuentemente no es conciente y que no suele medir consecuencias. Más humanidad, imposible.

El universo gris gobernará todos nuestros pasos. Por ello, no debemos perder la realidad de la imperfección en nuestros esfuerzos por agradar a un Dios que nos pide santidad. Dios sabe que en esta vida nunca dejaremos de ser grises, y que ningún esfuerzo hará que eso cambie. Eso puede ser muy frustrante. Nos deja en carestía absoluta, en impotencia declarada, en pobreza extrema. ¿Pueden imaginarlo? Nuestros esfuerzos no alcanzarán jamás, pero aquí entra la maravilla de la gracia divina, de lo que pretendo hablar en un post futuro.

La palabra “pobres” es en el original griego ptocoi, que significa mendigar, o también mendigo. O sea, en traducción literal la popular bienaventuranza sería algo así como “felices los mendigos espirituales ya que a ellos pertenece el reino de Dios”. ¿Por qué mendigo espiritual? Creo que es porque ante Dios, el Absoluto, el Todopoderoso, estamos en una situación de carestía absoluta, nada podemos hacer para evitar ser grises teniendo en cuenta que Él nos pide ser blancos. En última instancia, espiritualmente no tenemos nada, fuera de Dios todo es razonamiento vano o sentimentalismo frágil, pero la verdadera espiritualidad está sólo en Dios. Y Dios, sabiendo eso, nos tiende la mano. Sabiendo nuestra condición, nos recomienda apuntar hacia la fuente de espiritualidad verdadera, su hijo Jesucristo, que se entregó por nosotros permitiendo que seamos aptos a pesar de nuestra grisitud.

Es interesante ver que la primera característica que Cristo enseña en las bienaventuranzas sobre lo que un seguidor suyo debe ser se enfoca en la espiritualidad, en darnos cuenta que nosotros no podemos generarla adecuadamente, que la fuente es y será siempre Dios, y que la actitud de mendicidad espiritual no la reemplaza jamás el activismo eclesial, el involucrarse en la mayor cantidad de ministerios posibles, llevar a cabo profundos estudios teológicos o ir hacha en mano derrumbando iglesias apolilladas. La mendicidad espiritual es una actitud que toca la más profunda fibra del orgullo humano, el cual debe desaparecer por completo: sólo debemos depender de Él, y nada más. Porque lo gris es nuestra realidad, fuera y dentro de la cristiandad, y nada se puede hacer por cambiarla.


Imagen
http://www.piscinasbonmar.com/ES/imagesAll/98/Imagenes/Contenidos/Productos/lamina_de_piscina_mosaico_recto_gris.jpg

miércoles, 15 de julio de 2009

Cansado

Estoy muy cansado.

- Cansado del sí pero no ("tu mensaje es válido pero no tienes derecho a hablar", "tu crítica tiene sentido pero no sirve porque no planteas soluciones", “tu espíritu es bueno pero tu carne te gana y no se ve la orientación del Espíritu”). ¿Siempre tenemos que dorar la píldora? ¿Acaso nada está bien?

- Cansado del sometimiento al receptor de los mensajes porque "atacamos a lo que ama, pobrecito. Debemos amar al hermano débil". ¿15 años en la iglesia, y lo siguen considerando débil?

- Cansado de mi nula inteligencia a la hora de transmitir lo que quiero decir. Se me olvida que a los peruanos no nos gusta el mensaje directo. Se me olvida el amor que deben transmitir mis palabras.

- Cansado de lobbys y políticas eclesiales, a todo nivel. De sínodos denominacionales, o de miembros que intercambian información entre ellos. Cansado de ser parte de esto.

- Cansado de no aprender a medir mis reacciones y ser algo más diplomático.

- Harto de ver cosas que el resto no ve. ¿Son cosas reales? ¿Son cosas gaseosas e irrelevantes? ¿El pastor en realidad no es autoritario? ¿La gente en realidad no es adicta a él? ¿No somos fundamentalistas? ¿Todo eso no es más que mi subjetividad?

- Harto de hacer algo por cambiar las cosas (algo, al menos levantar la voz de crítica) sin hacerme el loco, o el disimulado o el que trata de cambiar las cosas desde dentro de a pocos.

¿No era todo más fácil antes? ¿En los tiempos de ovejas sometidas? ¿No era mejor ser bien peruano y hacerme de la vista gorda? ¿No viviría más tranquilo de esa manera?

miércoles, 17 de junio de 2009

Citas mayestáticas

Hoy también, una auténtica evangelización impusará
poderosamente la defensa de los plenos derechos humanos de todos, porque todos
somos imagen y semejanza del mismo creador.
Es elocuente el caso de Friedrich von Bodelschwingh bajo el
régimen nazi en Alemania. Este pastor luterano era director del hogar "Bethel"
para niños epilépticos. Cuentas que cuando Adolfo Hitler decretó la eliminación
por "eutanasia" de las "vidas-no-dignas-de-seguir-viviendo" (lebensunwertes
leben), y la Gestapo iba a Bethel para llevarse a los niños "socialmente
inútiles", Bodelschwingh salió a su encuentro con un argumento contundente. Con
implacable convicción anunció a los policías nazis:
"Ustedes no pueden
llevarse a ninguno de estos niños, porque cada uno de ellos es imagen y
semejanza de Dios".
Según el relato los militares se retiraron
avergonzados, sin llevarse un solo niño.

Juan Stam: "Las buenas nuevas de la creación". Pág. 83.

domingo, 31 de mayo de 2009

El sudor de la frente (IV)

En su capacidad de creador, el ser humano es el único ser en el planeta tierra con la capacidad de modificar los ecosistemas en los que se encuentra ―“tener dominio” (Gn. 1:26,28) tiene una cabida perfecta al pensar en esta capacidad―. Desde que comenzó sus devaneos históricos lo ha hecho, pero con poco efecto global por miles de años debido a su tecnología poco contaminante basada en la fuerza humana y animal. Todo el debate ambiental de la actualidad se da porque existe la sospecha que la actividad humana está empezando a afectar el clima del planeta entero, acusación seria capaz de transformar el mundo tal cual lo conocemos.

Esta capacidad transformadora de los ecosistemas en los que vive hace que el hombre no sólo dependa de la naturaleza sino de su propia capacidad de intervención sobre el medio ambiente. En otras palabras, un caballo salvaje sólo depende del medio ambiente para vivir, pero el hombre depende de la naturaleza y al mismo tiempo de sí mismo, que ha modificado su hábitat con el fin de satisfacer sus propias necesidades. El hombre, para poder vivir sobre la tierra, tiene que cooperar consigo mismo para vivir. Dicho de otra manera, Dios hizo las cosas de tal forma que para cumplir sus propósitos con nosotros decidió que nosotros colaboraramos con él. Y no solamente en es aspecto material, sino que también lo ha hecho así en el tema espiritual. Dios quiere la salvación para toda criatura, pero ha encomendado a su iglesia (su pueblo, un subconjunto de la humanidad entera) que evangelice y haga su parte de la misión de Dios en la tierra. Ineludiblemente nos necesita.

Replanteando la pregunta, digo: ¿Cómo Dios, en la práctica, satisface las necesidades materiales de la gente? De inmediato viene a la mente Mateo 6:25-34, con esa enorme conclusión que nos garantiza que “todas estas cosas (las necesidades materiales) nos serán añadidas” si primero buscamos el reino de Dios y su justicia. ¿Cómo lo hace en la práctica? No he visto nunca caer maná del cielo ni que lleguen codornices al techo de mi departamento, así que definitivamente utiliza otros métodos. Lo interesante del asunto ―y obvio, por supuesto― es que, como ya dije líneas arriba, Dios trabaja con el hombre para la satisfacción de las necesidades. Por lo tanto, la frase del sermón del monte podría decirse así: “todas estas cosas nos serán añadidas con la ayuda de otros hombres que les darán lo que requieren. Las cosas serán añadidas con el trabajo de todos ustedes”. La condición intrínseca al ser humano de ente trabajador por ser imagen de Dios no es por nada, no está de adorno: Dios la ha configurado de tal manera que sirva para el bien de todos nosotros. Más aún, esta condición de ente trabajador es el símil de la naturaleza. ¿Cómo así? La naturaleza tiene los mecanismos para la satisfacción de las necesidades de todos los seres vivos. Como ya dije, el ser humano requiere más que eso, pero precisamente esta condición de ente trabajador permite asegurar la satisfacción de las necesidades de todos.

¿Qué significa esto? Significa que todos, como seres trabajadores, somos socios de Dios en la labor de satifacer las necesidades de la humanidad. El mundo, hoy por hoy, es sumamente complejo y existe una infinidad de profesiones y oficios en los que la gente se desenvuelve. Puedo ser economista, adminstrador de empresas, profesor, chofer, carpintero, médico. Haciendo esa función, sea la que sea, soy socio de Dios. Con mi trabajo satisfago la necesidad de un sinfín de personas, y con mi trabajo Dios está “añadiendo lo que debe añadirse”, en una sociedad con su creación máxima.

Muy bien refleja esta última idea la siguiente historia (6):

El otro día vi a una niña posiblemente huérfana que lloraba de hambre en una calle con su bolsa de caramelos de diez céntimos mientras la gente pasaba por su lado muy ocupada y ensimismada ignorando su sufrimiento. Y le pregunté a Dios: "¿Por qué existe tanta injusticia? ¿Podrías hacer algo por ella? ¿Algo más tangible, más efectivo? Me parece injusto que sufra tanto siendo tan inocente y joven" En ese momento me di cuenta que esa respuesta clásica de que es responsabilidad del hombre todo lo malo del mundo ya no me satisface, no me convence del todo.

Dios no me contesto al instante, pero al llegar la noche, cuando estuve en mi cuarto mirando la penumbra, sí respondió:

"Ya hice algo"- y luego de una pausa Dios exclamó: "Te hice a ti"

sábado, 30 de mayo de 2009

El sudor de la frente (III)

Dios por su propia mano ―o, mejor dicho, por medio de la Segunda Persona de la Trinidad, el Verbo de Juan 1:1― forjó dos creaciones: la directa material o natural, que se explica en los dos primeros capítulos del Génesis; y la directa inmaterial, que es el mundo espiritual compuesto por los seres de tipo angélico (1). La creación directa material tiene varias características. Una de las principales es que es probable que posea la cualidad de adaptarse a las circunstancias cambiantes, generando nuevas “creaciones” consecuentes –algunos le dicen adaptación, otros evolución-. Otra de las características importantes es que todo ser poseedor de vida es absolutamente dependiente del propio entorno en donde se encuentra. Necesita alimentos, necesita oxígeno, necesita agua, necesita la tierra. Lo extraordinario es que los diseños de los ecosistemas garantizan que la mayoría de seres vivos no tengan inconvenientes para satistacer las necesidades que le permiten mantener la vida. Es esta una propiedad adicional: el autosostenimiento.

Como cualquier ser vivo, el ser humano depende de su entorno para su supervivencia y requiere lo mismo que otros mamíferos y animales. En estricto, las similitudes con el resto de la vida son abrumadoras. “…en 1953 Crick y Watson descifraron la estructura de una molécula de ácido desoxirribonucleico (ADN) que contiene el manual de instrucciones de la creación humana. La molécula de ADN consiste en múltiples copias de una única unidad básica, el nucleótido, que se presenta bajo cuatro formas: adenina, timina, guanina y citosina. Este alfabeto de cuatro letras se desdobla en otro alfabeto de veinte letras que son las proteínas, formando el código genético que se presenta en una estructura de doble hélice o de dos cadenas moleculares. El código genético es igual en todos los seres vivos. Watson y Crick concluyeron: «La vida no es más que una vasta gama de reacciones químicas coordinadas; el "secreto" de esta coordinación es un complejo y arrebatador conjunto de instrucciones inscritas químicamente en nuestro ADN” (2). La corporalidad de la raza humana es axiomática y más aún por su origen, el polvo de la tierra (Gn. 2:7), hecho que resalta su pertenencia al mundo material. Sobresale que el propio cuerpo físico sea el único vehículo por el que podemos expresar virtudes espirituales y no algún ente intermedio que nos ayude a acercarnos a Dios (3). Dios hizo la naturaleza junto con el hombre material dependiente y en relación especial con ella por su condición de ser orgánico, poniéndolo a cargo de todo, según el relato, en un gran jardín con todo lo que necesitaba ―estaba él mismo, Eva, Dios, los alimentos y otros satisfactores materiales (Gen. 1:16) ―. Entonces, un vínculo fraterno se formó con otros seres humanos ―a través de la mujer (Gn. 2:23)―, con Dios ―referido en su dialogo con Él (Gn. 3:10-19)―, consigo mismo ―por su conciencia de soledad al ver a los animales (Gn. 2:20)―, y con la propia naturaleza ―al tomar de ella lo que necesitaba (Gn. 1:29,30)― (4).

La peculiar situación de imagen y semejanza de Dios que el hombre posee lo hace distinto, porque el creador diseñó el sistema de tal forma que germine una tercera creación: la indirecta material, que es la que concibe el hombre por su propia actividad en la Tierra pero que estaba dentro del plan divino desde el inicio, denominada también creación derivada o de segundo orden. Todas las relaciones económicas, psicológicas, filosóficas, sociológicas o antropológicas entran en esa categoría (5), lo mismo que toda su inventiva y su desarrollo tecnológico.

domingo, 17 de mayo de 2009

El sudor de la frente (II)

Una cosa interesantísima en el texto bíblico es la manera en que éste comienza. Y es porque uno, ser humano con virtudes y defectos, podría pensar que la mejor manera en iniciar un libro que pretenda ser la revelación de Dios en la tierra con la explicación de sus propósitos, es especificando primero al escritor. Es decir, hacerlo al estilo de Pablo, quien se presentaba en sus cartas: “Pablo, siervo de Cristo Jesús llamado a ser apóstol” (Rom. 1:1). Es decir, presentándose, definiéndose. ¿Es el caso del primer versículo del Génesis?

En el principio creó (bará) Dios…”. Bará tiene un profundo significado teológico, que abarca desde referencias a la soberanía de Dios -que por su pura y propia voluntad decidió hacer todo lo que nos rodea, incluyendo a nosotros mismos- hasta la idea de hacer todo de la nada, que subyace el concepto de Dios como único originador de los elementos básicos que permiten la vida en la tierra. Para mí, Bará se nos presenta como la primera definición de Dios, que no se concentra en aspectos estrictamente ontológicos como por ejemplo Juan 1:1, sino que hace un viraje que puede parecer banal, definiendo a Dios por su profusa actividad. Bará como primera definición de Dios expresa a la divinidad como trabajadora, que hace, forma y establece, ubicándola en la historia humana a pesar de trascender el tiempo. Tan importante es el trabajo, tal es el realce que Dios le quiere dar, que lo coloca primero en el texto bíblico. No habla de su naturaleza de espíritu, ni de sus atributos ni de sus perfecciones; habla de su característica trabajadora y creativa. Por lo tanto, es un eje de interpretación.

El hombre es puesto sobre la tierra con una fiel “imagen y semejanza” de Dios. Son evidentes la similitud de las características volitivas o cognitivas con el creador aunque vale la pena decir que no es algo explícito en el relato. Sin embargo, lo que frecuentemente pasa desapercibido –a pesar de que está allí, clarísimo en los textos- son las similitudes del ser humano con la primera definición de Dios. O sea, Dios como trabajador, y el hombre como trabajador también. Dios crea, y el hombre también crea (por supuesto, en escalas muy diferentes). Por si nos quedaran dudas, se recalca el tema del trabajo en Génesis 1:28 (el mandato cultural) y en Génesis 2:15 (el encargo del trabajo en el huerto, antes de la caída). Su importancia es profundamente enfatizada.

Mi concepto sobre la creación me da un añadido a lo que estoy diciendo. Mi postura no acepta la literalidad del texto genesiano, sino que lo sitúa dentro de su transfondo temporal, ubicándolo en una categoría de tipo mitológico, como otros relatos de su época. Por eso, entiendo que debo recoger el espíritu de escrito: Dios ha creado, sí, aunque el cómo no queda claro. Dado el estado de la ciencia (no hay certeza, por lo que tengo que tomar una postura con lo que hay al día de hoy), parecería que la creación ha sido un proceso largo, que para algunos aún no ha terminado. Sea como sea, es un trabajo de largo aliento, una labor minuciosa, detallada, esforzada, que nos debe servir de paradigma hoy en día. ¿Cuántos de nosotros podríamos decir “Y nuestro trabajo es bueno” como dice Génesis? En Latinoamérica en ocasiones no es común encontrar esa respuesta, porque no somos tan prolijos con nuestra labor.

Y más todavía, si aún nos quedaran dudas, Jesucristo al venir a la tierra se hizo un ente trabajador. No en aspectos intelectuales o religiosos –quizá se pudo haber instalado en el muy cómodo templo de Jerusalén-, sino que se hizo humilde y revalorizó el trabajo sencillo de fuerte contenido manual, y trabajó día a día, siguiendo el ejemplo del Génesis o, en estricto, siendo consecuente consigo mismo (Col. 1:16).

viernes, 15 de mayo de 2009

Viejas frustraciones

Hay una frase que escuche hace años a alguien en la universidad: “No existe el brasilero moderado, ni el argentino humilde, ni el peruano sincero”. Con eso de “o mais grande do mundo”, o el conocido orgullo argentino que ha trascendido fronteras, la hipocresía peruana resalta como una cualidad abyecta, más negativa, aunque siempre sospeché que más que sólo nuestra, es un defecto latinoamericano, heredado de nuestros vicios históricos que comenzaron con el grito de “¡Tierra!” la madrugada que Colón llegó a las Bahamas.

Al casarme con una mujer de diferente cultura, me di cuenta que Dios me había traído un espejo que permitía verme con claridad, sin la sutileza de las excusas de mi “medio ambiente”. Lo que varios escritores decían, al igual que amigos que venían de vivir en el extranjero, era totalmente cierto: somos la tierra de las dobles caras, de la doble moral, de la envidia y las palabras indirectas. Nunca decimos las cosas de frente, nunca encaramos, nos cuesta confrontar, y utilizamos otros mecanismos para expresar lo que pensamos. Procedimientos que están muy, muy lejos de “la verdad os hará libres”.

Es triste ―aunque natural, porque no somos seres aculturados― cuando esto se mete en la iglesia. Triste cuando un pastor aprovecha su sermón para dar el “café” de la semana, en lugar de hablar con la persona supuestamente en falta. Triste cuando utiliza la prédica o la clase de escuela dominical para dar el mensaje de corrección. Triste cuando uno percibe que el caso que él cuenta en la prédica es en verdad algo que le ha sucedido a alguien de la congregación.

Es triste cuando el pastor/apóstol/predicador/líder es tan cobarde que no tiene las agallas de decir lo que realmente piensa sobre la gente, sino que mediante pequeños mensajes desde el púlpito, utilizando la palabra de Dios como arma, o en devocionales totalmente manipulados ―donde se critica a sí mismo, asumiendo la falta que ve en el otro―, expresa su pensamiento real, que no es el del domingo de después del culto, con la sonrisa falsa al darte la mano y diciéndote un estereotipado “Dios te bendiga”. Que asqueroso uso de la Palabra, cuando se proclama como el llamado por Dios, como el santo o la voz autorizada, pero utiliza la Biblia para argumentar a favor de su carne y sus oscuros deseos. Y cuando alguien lo confronta… pues evade, se hace el loco, con él no es, dice que estamos pecando porque no nos sometemos al ungido; como decía, la cobardía sale a flote.

Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, por si acaso.

jueves, 30 de abril de 2009

El sudor de la frente (I)

El domingo pasado, 3 de mayo, me invitaron a predicar a una pequeña iglesia en San Juan de Lurigancho, aquí en Lima, en un lugar llamado Huáscar, hasta ese día desconocido para mí. Es una iglesia de una zona carenciada, rodeada de las estribaciones andinas y llenísima de necesidades, tan igual como la comunidad que la rodea. Me pidieron hablar sobre el trabajo, a propósito del reciente feriado que disfrutamos la mayoría en el Perú, y estas líneas son un pequeño bosquejo a manera de cuaderno de apuntes.

El ser humano está inmerso en una serie inmensa de actividades que ocupan un porcentaje importante de su vida, y a muchas de estas se le denomina como trabajo. Tan importante son estas labores que se convierten en una característica fundamental de la identificación de las personas: soy Juanita Pérez, arquitecta, ingeniera, economista, abogada, ama de casa. Soy Perico de los Palotes, comerciante, albañil, carpintero, herrero, pintor, mozo, cobrador de microbús, chofer, taxista, profesor, y seguimos contando casi ad infinitum. Por ello, esta relevancia que posee el trabajo hace que necesitemos algunas nociones de lo que la Biblia nos puede decir sobre este tema. Y cosas importantes definitivamente encontraremos.

Cuando uno le pregunta a la gente, encuentra varias actitudes posibles hacia el trabajo. Muchos no tienen ninguna opinión, ni siquiera han pensado en el tema o lo toman como algo natural, parte de nuestra condición de seres humanos, pieza intrínseca del circuito de la vida: nacer-crecer-estudiar-trabajar-reproducirse-jubilarse-morir. Otros tienen una actitud muy negativa, viéndolo como algo terrible, como un drama hindú, como una carga inmisericorde. Algunos son apologistas de la vagancia y la vida fácil, pero otros llegan inclusive a tener sustento bíblico y se remontan a la caída, cuando Dios le dice a la pareja primigenia –en realidad, específicamente a Adán- que “comerán el pan con el sudor de su frente hasta que vuelvan a la tierra, porque de ella fuiste tomado” (Gn. 3:19). Sustentan que el trabajo ha sido maldecido, que es nuestro estigma.

En realidad, si le damos un vistazo a lo cotidiano algo de razón tienen nuestros amigos de la negatividad. Encontramos trabajos insanos, donde uno está trece, catorce, quince horas al día con una paga que apenas alcanza para comer. Niños se ven obligados a laborar vendiendo en las calles, sometiéndose al sol del desierto limeño haciendo ladrillos, o lavando autos en alguna esquina del centro. Mujeres lavan ropa ajena, cargan el agua subiendo doscientos escalones camino a su casa de cuatro paredes de esteras en las faldas de un cerro. Trabajamos mucho, y la retribución es demasiado poca. Las estadísticas confirman este dato: una buena parte de la población mundial vive con menos de un dólar al día. ¿No es eso la maldición genesiana que nos condena al sufrimiento venido por el hecho de trabajar? Yo diría que sí y que no. Sí porque el trabajo, como muchas otras cosas, fue contaminado por la introducción del pecado en el mundo. No porque el sustento del trabajo no se encuentra allí sino un poco más atrás, en la mismísima obra de Dios en la creación.


Imagen
http://blogs.ozu.es/blogfiles/doctorcasas/2802trabajo.jpg

viernes, 17 de abril de 2009

Integralidad




Les presento la sexta edición de la revista digital Integralidad, que trabajamos desde el Centro de Misiología Andino-Amazónica (CEMAA) en Lima (Perú). Sus comentarios serán bienvenidos. Para acceder a ella sólo tienen que hacerle click a la imagen de arriba.

lunes, 13 de abril de 2009

Remodelando la casa

Estoy en tiempos de remodelación de esta casa virtual llamada blog, la cual espero terminar pronto.

Un saludo a todos ustedes.

jueves, 12 de marzo de 2009

Añorando otros tiempos

Una realidad ineludible es que los problemas en la historia van cambiando. Lo que ayer nos preocupaba hoy es baladí; lo que en la época de nuestros bisabuelos era la comidilla en las tertulias de los bares y fondas, hoy no merece ni siquiera el recuerdo en nuestras conversaciones vía chat. Bien dicen, aplicado a la ética, que "cada siglo elabora su ética y no puede conformarse con la repetición de un modelo de ética anterior, precisamente porque las éticas –y las éticas de la responsabilidad- se ocupan de los problemas que se van planteando en las diferentes realidades de nuestra Historia. Lo que es peor, nos sorprenden las crisis mundiales y personales, los puntos cumbres de los problemas, siempre semidesnudos de una ética que nos haga responsables, que nos componga aptos para responder ante sus demandas.

Parece una obviedad, pero no estoy segura de que entre cristianos se sepan de un modo acabado: Los problemas del siglo 1, del siglo 2, del siglo 3, del siglo 4, 5, 6, 7… son distintos a los problemas que surgieron –o que generamos- en otros siglos. No se puede ser responsable ante un problema planteado en el siglo 21 confrontándolo con la ética de la responsabilidad del siglo 19.


Son distintos los problemas y, en consecuencia, las éticas deben ser distintas.

Si esto no es así, nos creeremos muy responsables aplicando las éticas del siglo 16 a nuestro tiempo, pero en realidad seremos –y somos- unos completos irresponsables, porque con nuestro sistema de regurgitación de santidades no estamos siendo consecuentes con la interpelación que se nos presenta
"

Tan igual es con la teología. Les cuesta muchísimo a los cristianos admitir que el pensamiento teológico es hijo de su tiempo, que surge en respuesta a retos específicos que aparecieron en un momento determinado, que quizá los esquemas que marcan su vida pueden ser obsoletos. No comprenden que cada época configura modelos de demostración de la existencia de Dios, distantas escatologías, enfoques distintos de la cristología, eclesiologías novedosas. Piensan que el brillante modelo hecho por un teólogo de los tiempos renacentistas es casi palabra divina, casi como si fuera la propia Biblia. Y así y todo les parece repulsiva la Tradición de los católicos.
Les planteas algo distinto, y se les sale el complejo del inquisidor. No toman en cuenta que el caminar del pensamiento y la forma de vivir la vida cristiana es un flujo permanente, que responde al alma de la gente. Lo que hoy llena nuestro ser, mañana puede ser subalterno. Y las explicaciones que tratan de responder a las preguntas básicas se tienen que actualizar.
Estos hijos de Torquemada añoran profundamente el pasado. Los daguerrotipos. El excremento de los caballos en cada esquina. Los tiempos seguros en que la verdad era sólo una y nada más que una -la de ellos, por supuesto-. Los arcabuces. Los bergantines. El machismo extremo. La peste negra. Las cacerías de brujas. Los dragones y duendes. La hogueras. Los piratas.

Que pena que el siglo XXI se los está comiendo con zapatos y todo. En vez de asumir el reto de las nuevas problemáticas, prefieren el calorcito de un genio que supo responder a su tiempo. Quizá el reto les resulta demasiado grande. Quizá se mueran de miedo. Quizá sospechan que perderían la fe en el intento.
Imagen: Ateneo Teológico

sábado, 7 de marzo de 2009

El gran varón



Dícese que la misión inversa es cuando aquel que es nuestro objeto de misión o parte del pueblo a alcanzar, nos enseña verdades profundas de la naturaleza de nuestro Dios o la vida cristiana.

En especial nos referimos cuando no cristianos nos sacan del cuadro y nos dejan en ridículo enseñándonos realidades que no pudimos encontrar en los templos.

Willie Colón es un maestro de la salsa, un sonero de altísima calidad. "El gran varón" es una de sus mejores canciones, un ícono de esta música tan popular en muchos lugares de Latinoamérica, un fruto del Caribe que identifica a tantísimos. Si no la han escuchado, se las recomiendo altamente. En ella, hay un mensaje que siempre retumba a mis oídos:

"Hay que tener compasión
basta ya de moralejas.
El que esté libre de pecado
que tire la primera piedra"


Porque a veces, somos demasiado duros. Muchas veces, tomamos atribuciones que sólo son de Dios. Categorizamos a todos: nosotros, blancos y puros; el resto que no es como yo, negros y mugrosos, merecedores de ser exterminados al filo de la espada de la fe.

Hemos olvidado que nosotros como seres humanos, como bien dice mi esposa, sólo nos toca la compasión, y nada más que eso.

sábado, 28 de febrero de 2009

Cincuenta épocas, cincuenta dioses (6)

Una aplicación

Podemos seguir con la casuística bíblica de los J(T,N), ahondando más en la misma idea. Cada época, una aproximación, cada época, un Dios. Bien dice José María Castillo cuando piensa que “…Dios no está a nuestro alcance. Nadie lo ha visto. Y nadie sabe, ni puede saber, cómo es exactamente. Porque Dios, por definición, es el “Trascendente”, es decir, que nos “trasciende”. Y eso significa que está más allá de todo lo que nosotros podemos comprender con nuestra limitada capacidad de saber y de entender. Pero, además de eso, a los cristianos se nos complica más todo este asunto. Porque cualquier ser humano, cuando pronuncia la palabra “Dios”, en realidad está pronunciando una palabra que tiene muchos significados. Los entendidos le llaman a eso una palabra “polisémica”, que quiere decir lo que acabo de indicar: una palabra que tiene significados, a veces, enteramente distintos” (5). Estos significados provocan las cincuenta épocas con sus cincuenta “dioses” ―por decirlo de alguna manera―. Enfatizo: no distintos dioses, sí distintos acercamientos. Son las mil caras de Dios, que se adapta a nuestras circunstancias, a nuestra vida, a nuestro andar paso a paso. Camina con la historia y según ésta vaya evolucionando se manifiesta, cambiando de rostro, enfatizando ciertas cosas de su ser Absoluto; en otro momento gira, muestra otro ángulo desconocido. Es, desde nuestros ojos, un Dios variable (porque siempre observamos algo diferente de Él), pero desde su punto de vista, un Dios demasiado grande para nuestra comprensión que va resaltando aspectos diversos de Él según el ser humano, conciente o inconcientemente, lo requiera.

J(T,N) es una aproximación condicionada por muchas cosas. ¿Qué hace que las aproximaciones se alejen las unas de las otras, condicionando los resultados? La cultura, las circunstancias y caracteres de los escritores y editores, el nivel de los relatos épicos y mitológicos, la influencia de naciones extranjeras vía el comercio o la invasión militar, etcétera. Por ello, con mis ojos, mi vida y mi cosmovisión, traduzco a Dios, creando mi J(T,N) particular.

Hagamos un ejercicio ahora. De todos los J(T,N) de la historia, tomemos un subconjunto de ellos, circunscritos a la era bíblica y más aún, delimitados por su aparición en la Biblia. Nos preguntamos: ¿Existen niveles de aproximación? Dicho de otra manera, ¿Dentro de mi subconjunto hay algunos J(T,N) más cercanos a J que otros? La respuesta es sí. En términos gruesos, puedo decir que la aproximación de Abraham es menor a la de Moisés; ésta menor a la exílica y ésta menor a la apostólica. Esta última seria la imagen definitiva del subconjunto que decidí tomar al comienzo (acotado en la Biblia), ya que compartieron la maravillosa experiencia de la vida en la tierra con Jesucristo, la imagen del Dios invisible. En palabras de José María Castillo, “En el evangelio de Juan hay unas palabras que nos tienen que hacer pensar: “A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo único del Padre es quien nos lo ha dado a conocer” (Jn 1, 18). Con esto, el Evangelio nos quiere decir que Dios no está a nuestro alcance, o sea que supera nuestra capacidad de comprensión. Y por eso nadie lo puede conocer. ¿Cómo podemos, entonces, saber cómo es Dios? No cualquier Dios, sino precisamente Dios tal como se nos ha revelado en Jesús, el Hijo único del Padre. Pues bien, para saber eso, el único camino que tenemos es conocer a Jesús. Por eso, el mismo Jesús le dijo a uno de sus apóstoles: “Felipe, el que me ve a mí está viendo al Padre” (Jn 14, 9). Es decir, ver a Jesús es ver a Dios. O sea, en Jesús aprendemos la manera de pensar de Dios, lo que le gusta y lo que no le gusta a Dios, las costumbres de Dios y sus preferencias. Todo lo que nos puede interesar sobre Dios, lo tenemos y lo encontramos en Jesús” (6)

¿Qué elementos podemos extraer de esta imagen definitiva? La certeza de que Dios es amor, es verdad, es vida, que abandonó su divinidad para encarnarse y morir en sacrificio definitivo por nosotros, que no cambia porque es perfecto y no muta. Esta imagen apostólica es superior a todas las del subconjunto que tomé, por lo tanto, es la que prevalece.

Considerando las aproximaciones condicionadas y la visión apostólica como imagen definitiva dentro del subconjunto de J(T,N), pregunto lo siguiente: ¿Debemos asumir la literalidad de todo lo que se escribió en un momento histórico determinado, siendo consientes de la aproximación condicionada a la que los textos se vieron expuestas? Mi respuesta es un rotundo no. Entonces, ¿Cómo filtro los textos para depurar las corrupciones de la literalidad? Creo que lo adecuado es examinar las menores aproximaciones en término de la mayor; esto es, examino los textos más antiguos en función de la imagen definitiva.

Por ejemplo tomemos los siguientes textos:

Mas Jehová dijo a Josué: Mira, yo he entregado en tu mano a Jericó y a su rey, con sus varones de guerra” (Jos. 6:2, RV60)

Y destruyeron a filo de espada todo lo que en la ciudad había; hombres y mujeres, jóvenes y viejos, hasta los bueyes, las ovejas y los asnos” (Jos. 6:21, RV60)

Evidentemente ambos no coinciden con la imagen definitiva. En Josué el mensaje es de muerte y destrucción; en los evangelios la fuerza está en la vida, la redención y la salvación. Citando a José María Castillo, “…es evidente que el Dios nacionalista, el “Señor de los ejércitos” y, a veces, el Dios violento, que se lee en algunos textos del Antiguo Testamento, no coincide con el Padre del que habla Jesús, ni se parece casi en nada a lo que hacía y decía el mismo Jesús” (7). Teniendo en cuenta el criterio de examinar los textos precederos en función de la imagen definitiva, ¿cómo queda el pasaje de la toma de Jericó? Pues la muerte reinante no es más que contaminación humana. La puso el hombre, hijo de su época, atribuyendo su accionar sangriento a Dios para validar su proceder. Asumir que Dios mandaba una matanza era normal en su época y, por supuesto, las tribus que formaron Israel no fueron la excepción. ¿Por qué habrían de serlo? Entonces, ¿Dios mandó el exterminio? La respuesta bajo la perspectiva de Jesús, la imagen definitiva, es rotundamente negativa. Esto me lleva a una conclusión provocadora, de aceptación difícil y profundamente debatible en los ambientes evangélicos latinoamericanos: no todo lo que está escrito en la Biblia explícitamente mencionado como “Jehová dijo” es algo que, realmente, Dios exclamó. O, expresado como trabalenguas redundante: no dijo todo lo que dijeron que dijo.

Esta perspectiva, entre otras cosas, nos ayuda a explicar la aparente contradicción entre el Dios justo y violento del Antiguo Testamento con el Dios amoroso dispuesto a morir por su criatura del Nuevo Testamento sin crear modelos teológicos tan forzados como el dispensacionalismo. Dios no cambia jamás, el hombre sí. Jesús mostró al Padre ante nosotros no como una fotografía nueva o un cambio de imagen por una estrategia de mercadotecnia, sino que dio a conocer lo que siempre fue y será. Por ello, algunos textos del Antiguo Testamento entran en aparente contradicción con la revelación de Cristo porque están contaminados. ¿A pesar de esto, Dios utiliza la Biblia? Sí, a pesar de eso, Dios la usa enormemente como vehículo de su palabra y mecanismo de su revelación, como repositorio de su Ley y narrativa de la experiencia de creyentes de muchas épocas distintas, como el lugar de la enseñanza más importante que el ser humano debe recibir ¿Qué hago, entonces? ¿Desechar el Antiguo Testamento? Nunca, porque la Palabra de Dios también está allí. Cabe hacer lo que ya se dijo: escudriñar la Palabra siempre desde una perspectiva teológica. Esta es nuestra herramienta fundamental que evitará que nos perdamos en los vericuetos literalistas que abundan enormemente en todas partes.


Referencias

(5) José María Castillo. Humanizar a Dios. Málaga: Ediciones Manantial, 2005. Citado en http://www.monjaguerrillera.com.ar/?p=876

(6) José María Castillo. Humanizar a Dios. Málaga: Ediciones Manantial, 2005. Citado en http://www.monjaguerrillera.com.ar/?p=876

(7) José María Castillo. Humanizar a Dios. Málaga: Ediciones Manantial, 2005. Citado en http://www.monjaguerrillera.com.ar/?p=876


(8) La imagen se extrae de http://mlozano.blogia.com/upload/20070310174600-jesucristo-con-sol.jpg

domingo, 22 de febrero de 2009

Cincuenta épocas, cincuenta dioses (5)

Dios para Moisés

De nuevo, no debemos olvidar el sentido histórico de lo que leemos, buscando de verdad el mensaje teológico implícito en los textos bíblicos. En este sentido, Brigth nos dice que “la existencia de Israel como pueblo quedó archivada en la memoria de una experiencia común, cuyos protagonistas, que forman el núcleo de Israel, le confieren su expresión definitiva. Aunque no podemos dar cuenta de todos los detalles de la narración bíblica, es incuestionable que está basada en la historia. En todo caso, no hay razón para dudar que esclavos hebreos escaparon de Egipto de forma prodigiosa (¡Y bajo el liderazgo de Moisés!) y de que ellos interpretaron su liberación como una intervención graciosa de Yahvé, el “nuevo” Dios en cuyo nombre se presentó Moisés. Tampoco hay razón objetiva para dudar que este mismo pueblo se dirigió entonces hacia el Sinaí, donde pactaron con Yahvé la alianza de ser su pueblo. Así, de lo que no lo era, nacía una nueva sociedad, y no precisamente de la sangre, sino de la experiencia historica y de la decisión moral. Cuando la memoria de estos acontecimientos fue llevada a Palestina de la mano de quienes lo habían vivido y se unen con la fundación de la liga tribal en torno a la fe yahvista ―por supuesto, mediante alianza―, el éxodo y el Sinaí se convirtieron en la tradición normativa de todo Israel: todos nuestros antepasados pasaron por el mar guiados por Yahvé y se constituyeron en su pueblo por la alianza solemne del Sinaí; nosotros confirmamos esta alianza en la tierra prometida y la seguiremos confirmando hasta el fin” (4). Entonces, ¿es en realidad importante, capital, escudar el hecho de que el pueblo cruzó el Mar Rojo entre dos paredes de agua mientras el ejército egipcio era detenido por una columna de fuego? ¿Afirmar la provisión con maná cada día hasta cruzar el río Jordán? ¿Centrar una apologética porque se dice que Moisés sacó agua de la roca? ¿Defender a ultranza la literalidad de las plagas o del evento de la zarza ardiente? No, no es importante. En realidad, son detalles poco relevantes en los que los cristianos hemos estado entretenidos por demasiado tiempo. Lo que realmente interesa es el proceso creador, la gesta constructora con el actuar de Dios que, mediante exégesis, nos hablará tres mil quinientos años después a nuestra realidad de Internet, postmodernismo y crisis ambientales utilizando los añejos textos que se hacen actuales por el propio deseo de Dios que se auto-revela permanentemente.

Este proceso formativo, en donde Israel toma conciencia de quién es como colectividad y como pueblo, también contiene una conceptualización más trascendente: la idea de cómo es Dios. Un simple contraste basta para notar que el accionar divino en el Éxodo delimita con claridad una imagen que ha mutado desde el Dios personal, íntimo, de clan –que, por ejemplo, se deja ganar por un hombre- del tiempo patriarcal, al Dios poderoso que reta al poder imperial con las plagas, introduciéndose con fuerza el concepto de elección del pueblo, en donde Israel es propiedad personal de Dios (Nm. 23:9; Dt. 33:28 ss.) bajo la continua protección de su poder (Jue. 5:11; Sal. 68:19 ss.) porque ha entrado en alianza con Dios bajo una relación de señor-vasallo (donde el vasallo tiene estrictamente sólo un señor). La diferencia es realmente abismal, inclusive en el accionar divino, que mediante una lectura correcta nos llevará a pensar sobre este “nuevo” Dios que controla la naturaleza, guía al pueblo día y noche marcándole un destino desconocido en los tiempos de esclavitud, da la leyes morales y relacionales, y cohesiona la nación mediante la certidumbre de la alianza. Esto último es tan importante que la visión apostólica enfoca la obra de Jesucristo bajo la perspectiva de una alianza nueva.

Resulta evidente que J(-2000,N)=Abraham y J(-1400,N)=Moisés son bastante diferentes, con aproximaciones condicionadas a sus propias realidades y visiones de Dios no análogas pero al mismo tiempo cercanas porque observan a J hermanadas por una continuidad ―que se prolonga hasta nuestros días― que une a ambos personajes, brindando al ser humano un encuentro con Él, motivado por Él, y que lleva a la intimidad con Él, trayendo como resultado a largo plazo la plenitud de la obra de Jesucristo cuya muerte en la cruz permite la salvación global del ser humano, una nueva forma de relación con Dios y la posibilidad de tener muchos J (T,N) con mayor convergencia hacia J que cualquiera de las imágenes veterotestamentarias. En palabras simples, nuestra imagen de Dios es superior a la imagen de Abraham y a la de Moisés. ¿Extraño? Ya lo adelantaba Cristo al reflexionar sobre la obra de Juan el Bautista (Mt. 11:11; Lc. 7:28).


Referencias

(4) John Bright. La historia de Israel. Edición revisada y aumentada con introducción y apéndice de William P. Brown. Bilbao: Editorial Desclee de Brouwer, 2003. Pág. 208-209.