martes, 19 de diciembre de 2006

Pensando sobre economía y cristianismo...

Todos somos un poco psicólogos, un poco filósofos, un poco antropólogos, un poco sociólogos, un poco economistas. Lo he dicho siempre, quizá aburriendo un poco, pero esa pluralidad, esa mixtura, esa tendencia polifacética de nuestra realidad humana debe reflejarse en una opinión, en una manera de ver la vida en todos esos aspectos, en una acción que marca la bitácora. Cosmovisión le dicen unos. Cultura otros. Si se le añade el cristianismo a ese cóctel, el tema se hace más vital, porque el efecto de una relación con Dios en la vida de una persona la trastoca, la reacomoda, le cambia su nivel de referencia, su escala de medición y hace que su visión del mundo sea otra. Debería ser así.

Lástima, porque la expresión de esa visión diferente no se da en el nivel que merece o en la forma necesaria. Como diría una amiga blogger, preferimos nuestro microclima, calientito, cómodo, con demasiado anhidrido carbónico que hoy por hoy, nos asfixia sin que nos demos cuenta. Y si hablamos, pedimos que matemos a un presidente opositor a nuestro país (como sugirió Pat Robertson) o enviamos un proyecto de ley para eliminar las minifaldas en las instituciones públicas (como hizo a fines de los noventas un congresista peruano del que he olvidado el apellido).

Me encanta la economía y soy feliz por haberla estudiado. Recuerdo la primera clase que solía dar a mis alumnos en la universidad cuando enseñaba, esa donde introduces el tema, las cuestiones básicas y las ideas primigenias de la economía. Insistía, como lo recalcan los libros de texto, en los dos elementos fundamentales: Primero, las NECESIDADES; segundo, los SATISFACTORES, donde todas las necesidades de las personas son cubiertas por los satisfactores, que son bienes materiales e inmateriales. Mi necesidad es la alimentación. El satisfactor puede ser un peruano arroz con pollo con una papa a la huancaína, una pizza, una hamburguesa, un jugoso asado argentino o una arepa venezolana. Nada complicado hasta aquí, todo elemental. Como decía, todos somos un poco economistas.

Sin embargo, hay un pequeño problema: la escasez. ¿Qué implica eso? Que no tenemos los suficientes satisfactores para cubrir todas las necesidades. O sea, no hay hamburguesas o pizzas para todos. Quizá puedo plantearlo de la siguiente manera: ¿Te alcanza el dinero a fin de mes? ¿Tienes todo lo que quisieras? ¿No tienes esa computadora nueva, ese departamento con una habitación más? ¿No te alcanza para los libros que quieres tener? ¿Quieres un auto nuevo, y no tienes el dinero? Entonces experimentas la escasez. Hasta los más ricos la tienen, porque es posible que no tengan el tiempo necesario para hacer todas las cosas que desean. Más todavía, podemos decir –por facilidad matemática- que las necesidades son muy grandes, infinitas, y que los satisfactores no tanto así. El estudio de cómo hacemos para equilibrar, para "administrar" este desbalance, es la economía. Muy sencillo, ¿cierto?

Parece todo profano y nada sagrado. Sin embargo, como cristiano debo tener algunas cosas que decir (y sólo desde esta idea elemental) sobre este concepto base de esa ciencia que regala año a año premios nóbeles: el egoísmo humano, el materialismo y las infinitas necesidades. Al mismo tiempo, la definición, teniendo en cuenta el amor al prójimo y la mayordomía del hombre para con la creación de Dios, las necesidades y satisfactores fundamentales del hombre, considerando que ambos son elementos dinámicos debido a factores como el incremento de la productividad y la tecnología. ¿Alimento, vestido, vivienda, educación, agua, servicios básicos? ¿Debe ser un derecho de cada ser humano el tener acceso a un plato de comida con contenido protéico decente, a una vivienda digna? ¿Es el caviar una necesidad importante? Si estoy dentro del invernadero, esto no me importa, o asumo las distorsiones como intrínsecas dentro del mundo pecador. Si pretendo salir –o si ya estoy fuera- es relevante.

Esta interacción necesidades - satisfactores requiere un asunto que de todas formas sabemos. ¿Qué cosa es? La producción de estos satisfctores mediante la actividad económica. Hay que hacer los celulares, producir el arroz, las papas, el servicio de telefonía que permite el acceso a internet, el servicio de transporte, y el largo demás. La organización de la actividad económica se hace mediante los sistemas económicos, que organizan la forma de producción de los satisfactores, y la distribución de éstos hacia las necesidades. A través de la historia, hemos tenido el sistema primitivo de recolección, el comunismo primitivo, el esclavismo, el feudalismo, el sistema de libre mercado, el socialismo, y mezclas entre los anteriores. No podemos determinar la tendencia hacia el futuro de los sistemas, es algo difícil de predecir.

Otra vez, ¿Dónde entra la doctrina, la reflexión cristiana aquí? Obviamente no es en la creación de sistemas económicos (Dios a través de la Biblia no lo hace, asume el sistema esclavista, escribe su Ley y se encarnó en él. ¿Pedimos acaso que tengamos reyes otra vez, o esclavos, o siervos?), sino que, a mi entender, debe encaminarse a la exigencia de la justicia en los sistemas. Aquí hay mucho que decir, sobre la brecha cada vez más amplia entre ricos y pobres, sobre la pobreza en sí, sobre los temas salariales, los lobbys económicos, la privatización de bienes naturales, las patentes, la forma en que se producen los bienes y servicios (el trabajo infantil, el tema de los inmigrantes, los beneficios sociales, las externalidades), la distribución, el papel del gobierno, la creación de puestos de trabajo, etcétera.

Mucho que decir y hacer. ¿Alcanzará el tiempo? ¿La energía? ¿Nos ganará el egoísmo? ¿La velocidad de la vida?

lunes, 27 de noviembre de 2006

Esto es algo más personal…

Ya he escrito de esto antes. No sé si la repetición es falta de creatividad, símbolo de pocas ideas, quizá cansancio o necesidad de vacaciones; Peor aún, verán que la idea que planteo es algo axiomática, como si uno mas uno es igual a dos o que Cristo es el Hijo de Dios: el tiempo produce cambios tanto en la iglesia como en la gente y, ante ellos, debemos reaccionar y tomar decisiones.

De un tiempo a esta parte, mi relación con mi iglesia “local” ha mutado grandemente. Concentrada en la evangelización de la clase media alta de Lima y fiel seguidora del principio de las unidades homogéneas de McGaravan, acaba de inaugurar su nuevo templo para 800 personas. El esfuerzo es caro, pues la construcción es costosa y se les ha pedido a hermanos específicos que aporten sacrificialmente un importante faltante de dinero para la construcción y acondicionamiento del templo. Ya está listo, es bonito, es grande, conmueve un poco sobre todo si has estado en todas las etapas de la congregación, desde la inicial casa con capacidad para, máximo, 100 personas en 1991.

Pero no estoy feliz. Desde hace dos años, en los que dejé las actividades ministeriales en la iglesia (el grupo de adolescentes, la academia bíblica, los jóvenes) hasta el día de hoy, mi mente y mi corazón han migrado desde la ortodoxia de mi denominación (con un par de años del seminario incluido) a la misión integral, el debate teológico a niveles intuitivos, la abierta autocrítica y la reflexión sobre nuevos modelos de comunidades, un camino en el que muchos otros –manifestando su voz en la blogósfera, por ejemplo- están inmersos en América Latina. Y ante esto, se ha llegado a un punto muerto: mi iglesia local no cambiará, pienso demasiado diferente a ella y ella a su vez distinto a mí. Como decía líneas arriba, las cosas han cambiado, y ya no tengo espacio en sus paredes.

La respuesta es evidente, pero en la práctica no lo es tanto. ¿Por qué es tan traumático para los miembros de la iglesia la salida de un hermano en Cristo a otra denominación o comunidad independiente si no es por causas del pecado o las discusiones? ¿Por qué el hecho de dejar de ser miembro de una iglesia local es una herida enorme para ambos? ¿Por qué esa decisión no puede ser acompañada por un “oraremos por ti para que Dios te llene de gracia en los nuevos caminos que está disponiendo para tu persona” y, en cambio, está adosada al recelo, a la mala palabra, a la especulación lacerante, al chisme, a la expresión por detrás del implicado, al psicoanálisis barato?

Debería ser todo más simple. Si tu mente ha cambiado, tu partida debe ser un proceso natural e incentivado, promovido porque así el crecimiento para con la iglesia universal será mayor, pero no: si queremos escapar del microclima, somos casi herejes, peor que mundanos, unos desagradecidos por no apreciar todo lo que la comunidad local ha hecho por nosotros a través de los años. ¿Por qué, Dios, tienen que ser así las cosas? A mi madre le han “sugerido” evitar el contacto con una señora que ha dejado la congregación hace algunos meses porque ahora su forma de pensar es más pentecostal. ¿Será así conmigo si decido cambiarme? ¿Le prohibirán a mis amigos de años el contacto conmigo? ¿Les dirán que soy una mala influencia?

Es evidente que estoy pensando dejar mi iglesia local. El tiempo la ha cambiado, y a mi también. Oro para que Dios me ayude en este proceso, y si hay que salir… pues tiene que ser a alguna parte, y no estoy seguro de a dónde.

domingo, 19 de noviembre de 2006

Conversando sobre la masividad

El banco en donde trabajo me ha mandado a una capacitación a Bilbao y a Madrid, en España. Por ello he dejado un poco abandonado el blog, aunque mi amigo Alexander Rodriguez me permitió conversar con él en su blog Santa Suburbia sobre un tema que había escrito previamente meses atrás. El enlace es el siguiente:

La masividad como meta y misión

Espero que escuchen el dialogo y lo enriquezcan con sus valiosos comentarios.

Saludos a todos desde Bilbao.

lunes, 30 de octubre de 2006

Conversación sobre la misión de Dios

Hola a todos.

Hace unas semanas conversamos con unos amigos sobre la misión para un programa de TV de uno de los canales evangélicos de Lima (en UHF). Parte de las conclusiones están en los dos videos adjuntos que, espero, contribuyan a la discusión sobre el tema.

Video 1



Video 2




De izquierda a derecha: Daniel Villón, Franccesca Bocchio, Abel García y Marcos Paredes.

Saludos a todos.

viernes, 20 de octubre de 2006

Hermano, nos vemos luego


Como dijo el Señor en la cruz casi al final de su agonía, "Todo está cumplido" (Jn. 19:30, Biblia de Jerusalén). Mi hermano Gabriel finalmente, luego de once meses de lucha contra la leucemía, pasó a la presencia del Señor.

Era el tiempo. Ya sufría demasiado.

Fue un tiempo difícil. Cuando le detectaron la enfermedad, en la mañana del 2 de Noviembre del 2005, y en las semanas posteriores, tuve la crisis de fe más grande de toda mi vida, al punto de estar cerca de dejar el cristianismo, de descartar a Dios, de preferir ese infierno futuro de fuego y oscuridad a la barata promesa de una nube y un arpa en el cielo, todo para poder estar lejos de la presencia divina que colocaba a mi familia una carga demasiado pesada. No lo podía soportar. Decía: "Dios, ¡Te equivocaste de persona! ¡Era yo, era yo a quien debías tocar! ¿Por qué todo esto?" Sin embargo, las cosas fueron cambiando poco a poco.

En Agosto viajé junto a mi esposa Dorcas y mis amigos Miguel Paredes y Francisco Meza a Cusco, Puno y Arequipa. En Puno, (3,800 metros sobre el nivel del mar) a las 11 de la noche y con un frío que debía estar cerca a los cero grados, estuve con Miguel en una mesa del comedor del hostal en donde nos hospedamos, conversando de muchas cosas -el proyecto misiológico en el que estamos embarcados hoy, su partida al MIT, la vueltita al lago que dimos en la tarde-. Entre ellas, el asunto de mi hermano, recién desahuciado por los médicos. ¿Podemos encontrarle un sentido a esta situación? ¿Una pizca de justicia? ¿Sucederá el milagro?

Intentaba pensar en ese momento, mientras tomaba el café casi helado. Recordé al Señor Jesucristo, muriendo joven. Y estaba a punto de llorar, tratando de hallar una salida, un bálsamo, algo que me calme en ese momento. Seguía pensando en Jesucristo y su obra, en su muerte, en su redentora muerte, como si tuviera la impresión, la sospecha que allí puedo encontrar algo de paz. Recuerdo decirle algo a Miguel sin aparentemente pensarlo demasiado:

"Hay personas que, aunque no lo entienda, tienen el sentido de su vida en su muerte"

En su muerte porque este evento, dolorosísimo, es el que debe ser el inicio, el movil, el detonante de una transformación de los que quedan en la tierra, de tal trascendencia que el efecto multiplicador que provoca la partida de la persona a quien amamos tiene años de duración. Cristo tuvo eso, aunque como era Dios, el valor de su muerte tiene consecuencias permanentes, infinitas. Nosotros, simples humanos, podemos tener el mismo sentido pero a una escala infinitesimal.

En este caso, mi hermano debía morir para que personas como yo, que aún caminamos en este planeta, despertemos a la realidad de la vida y hagamos lo que tenemos que realizar con pasión y sin miedos. Por ello, tras enterrar a mi hermano, siento que lo mejor que puedo hacer para recordarlo es tomar todo lo que Dios quiere mostrarme y corregir mi vida, enderezando la senda en pos de una existencia más santa y ceñida a la misión de Dios en la tierra. Borrar taras, pedir perdon y inspirarme en la valentía de mi hermano, su fortaleza al enfrentar la adversidad, el dolor y el destino final que sabía estaba por llegar. Porque mientras yo me hundía en el desaliento, él flotaba en la certeza del poder de Dios.

Al ver eso, salí del hoyo y volví a creer con más fuerza que antes.

Gabriel, clamo como David: "¡Jonatán! Por tu muerte estoy herido, hermano mío, Jonatán" (2 Sam. 1:25b Biblia de Jerusalén). ¿Sabes algo? Es un vacío muy grande el que tengo ahora. Quizá por esas estúpidas razones que el latinoamericanismo tiene, no fue demasiado afectivo ni te dije todo lo que hubiera sido necesario, pero quiero que sepas -se que no leerás esto, pero igual deseo escribirlo- que te quiero muchísimo y que tengo que darte gracias por todo, por tu vida, por nuestros juegos de infancia en la tierra de detrás de la casa, por ser mi testigo de boda, por mostrarme a través de esos increíbles amigos tuyos de tu universidad el valor de la solidaridad y el compañerismo sin condiciones (no olvidaré jamás el bus de San Marcos en la puerta de mi casa y el detalle hecho en tu honor de la bandera a media asta en el frontis de la facultad de Medicina Veterinaria), por ser mi hermano, por ser un importantísimo elemento de la obra de Dios en mi vida que ha hecho que sea un cristiano distinto el día de hoy.

Ya nos veremos después, allá arriba. No te olvides de guardarme un buen sitio. Hasta luego, castor.

lunes, 9 de octubre de 2006

Jesús haciendo misión: su dialogo con la samaritana (Jn. 4:1-42)

Una revisión detallada de las páginas del Evangelio de Juan es muy útil para aprender no sólo los fundamentos de la fe, sino también el método de Jesús en su aplicación de la misión, donde tras explorar la Palabra de Dios podemos llevarnos algunas sorpresas que nos alejarán de algunas corrientes tradicionales. Dentro de todo el evangelio, uno de los primeros lugares en importancia para explorar es la narración del encuentro con la mujer samaritana. Decisivamente fundamental.

Una visión personal y no masiva

Para entenderlo con mayor claridad, debemos recordar que los judíos detestaban a los samaritanos, no aceptaban que descendían de los patriarcas, y cuestionaban severamente la validez de su culto. Es evidente que estaban al margen de su sistema religioso y restringieron el trato con ellos, tratándolos en la práctica como gentiles. Por ello, llama la atención el hecho que a pesar de no tener la necesidad de pasar por ese territorio (el camino entre Galilea y Judea pasaba por el gran rodeo a través de Perea, y lo hacían todos los judíos o galileos) Jesús toma el atajo caminando por la región de los samaritanos.

Lo primero que Jesús nos enseña mediante la praxis es su trato de igualdad hacia las personas, superando el conflicto que existe entre judíos y samaritanos al ver a la mujer como un ser humano necesitado de una relación con Dios. Se distancia kilométricamente del juicio judío tradicional sobre los samaritanos con una prédica que anuncia las puertas abiertas para todos (Lc. 9:55s, 17:16, 10:30ss, 17:11) aunque en otras ocasiones aceptó la exclusión de ellos de la comunidad (Mt. 10:5-6; Lc. 17:18).

Jesús esta solo con la mujer (v. 6-8), y qué importante es que lo esté. ¿Por qué? Implícitamente nos están diciendo que para Jesús la misión no se trata de un comportamiento colectivo-masivo sino de un procedimiento íntimo y cercano. La persona vista como ser humano y social, creado en relación con Dios y como el centro de atención a la cual Él se aproxima con una ética adecuada que muestra la mirada hacia el interior, al corazón de la gente. El corazón es el punto de llegada en el encuentro de Jesús con la mujer samaritana.

“Dame de beber”

Dije antes que el centro de atención es la persona misma, en este caso particular, Cristo y la mujer, como personas individuales. Jesús, sabiendo perfectamente donde estaba y con quien estaba tratando, escoge la necesidad de la mujer para entrar al dialogo. Él va directamente al grano con su mensaje, pero en una manera figurativa ya que la metáfora del agua como una necesidad para la gente se entiende en todo contexto (v. 10). Algo demasiado importante es la petición por algo de beber manifiesta la igualdad porque implica la disposición de Jesús de recibir del “otro lado”, de una mujer samaritana, de alguien odiado, marginado, pecador (v. 7). ¿Qué tan dispuestos estamos nosotros a recibir de ese otro lado? Cuando predicamos, ¿recibimos de ese “otro lado”, de los sujetos de la predicación, o nuestra santidad no nos deja? ¿Acogemos de aquel católico que nos escucha en un retiro? ¿De aquel ateo que piensa que estamos locos? ¿De nuestro amigo agnóstico que nos bombardea a preguntas en una célula?

La Identidad de Jesús

La mujer identifica a Jesús como un profeta (v. 19), por supuesto, dentro de su perspectiva samaritana - la doctrina religiosa de los samaritanos consideraba su propio centro del culto, en el monte Guerizim, totalmente independiente del lugar cultual en Jerusalén y esperaba un profeta en vez de un Mesías salvador de la nación-. Aunque es claro el hecho que ella interprete su realidad desde su etnocentrismo y subjetivismo, lo trascendente es la reacción creativa y renovadora de Jesús ante la lectura de la mujer. Él comprende su perspectiva y a pesar que ella estaba en un error a la hora de identificar a Cristo no como Mesías sino como profeta (pues era una samaritana), Él no rechaza al instante sus palabras sino busca, por su visión escatológica (“llegará el momento en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraremos” -v. 22- ), el punto del encuentro entre ella (los samaritanos) y Él (los judíos) para una nueva unión en el futuro. Este punto común: la adoración, permite inclusión en vez de exclusión. Que diferencia a nosotros, que nos creemos dueños de la verdad y al anunciar la fe exclamamos los defectos del otro calificando, por ejemplo, su estilo de vida como pecaminoso, generando abismos y no aproximaciones constructivas.

En otras palabras, Jesús, creativa y novedosamente, va hacia un universalismo que respeta las identidades religioso-culturales enseñándonos una nueva identidad misionera en unidad (Ef. 4:4-6).

“La hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adorareis al Padre”

La mujer observa la diferencia de la adoración entre su tradición y la judía. Ante esto sucede algo sorprendente: Jesús silenciosamente le expresa su autocrítica hacia el culto judío, hacia el templo de Jerusalén y sus implicaciones, en cierta forma, hacia Él mismo (no en su persona como hombre perfecto y Dios, sino en su parte cultural judía que nunca dejó de lado –ver Mt. 15:21-28; 17:24-27– como hombre que seguía los preceptos religiosos; en otras palabras, la autocrítica es a esa humanidad que adquirió por ser un ser social) porque eran las cosas que le pertenecían. No corrige el culto de la mujer sino se une a su crítica enfatizando lo común: Ambos adoran a Dios y piensan que esta en un solo lugar presente. De esta manera se abren las puertas –buscando el encuentro, corrigiendo lo diferente– que superan las barreras existentes.

Jesús no se limitó a esta sola ocasión, porque las críticas a la parafernalia judía provocaron serias fricciones con los sacerdotes y escribas que lo llevaron finalmente a la muerte. De la misma manera el día de hoy muchos cristianos no queremos escuchar que nuestra praxis cultual, que nuestro modo de hacer iglesia, que nuestros modelos o costumbres no son la verdad absoluta, sino que juzgamos severamente a quien pretende “cuestionar” las formas establecidas. Decir que la iglesia se está equivocando en el camino o que está errando en el énfasis u olvidando parte su misión es un “pecado” muy serio, porque, indirectamente se piensa: ¿Estas acaso criticando a aquel llamado por Dios? ¿Quién eres tú para hacerlo? Sin embargo, precisamente esta capacidad de autocrítica, basada en un conocimiento amplio de si mismo y del otro, permite un dialogo misionero, tal como lo hiciera Cristo con la samaritana.

Es hora de concluir

En Jesucristo se facilitan los encuentros en igualdad y libertad. Cruzando este puente se facilita también mantener la propia identidad, es más, profundizarla y crear una comunicación transparente con diálogos abiertos, que significa estar en medio de los distintos mapas intelectuales sin poner un absoluto entre ellos. Jesús nos muestra una posición abierta dispuesta a buscar lo común, comunicándose personalmente con el otro. Nos llama para un aprendizaje mutuo sin imponer ni perder, sino siempre ganar. ¿Cuánto de esto aplicamos a nuestro ministerio?

Esto es valioso en nuestros tiempos posmodernos. Nada y nadie es constante y, permanentemente, nos vemos obligado a cruzar fronteras de la misma forma que Cristo con la Samaritana. Ante esta realidad Jesús nos da un ejemplo para evitar los extremos de la pérdida de nuestra posición o el cerrarse en ella obcecadamente. No se trata de uniformar sino de unirse manteniendo identidad en unidad entendiendo que el Espíritu Santo está en medio de todo.

Pienso y pienso y, como siempre, debo admitir que Cristo rompe nuestros esquemas una vez más. Priorizando lo personal a lo masivo, aceptando la igualdad y recibiendo del otro, tener visión autocrítica. ¡Algo diferente a lo que se ve hoy! ¿Qué hacer, entonces, ante esto? ¿Quedarnos quietos, porque “así es la realidad y nunca va a cambiar”? ¿O acercarnos al modelo de Cristo? Sin chistar, escojo esto último.


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"El crecimiento neoplásico o la perspectiva de la masividad" y el presente post son el resumen de una monografía que hice junto a Ulrike Sallandt para un curso de la maestría en misiología del Centro de Misiología Andino Amazónica de Lima-Perú.

miércoles, 4 de octubre de 2006

¡Con la plata no te juegues…!

Sigo debiendo el tema del diezmo tratado con algo más de rigurosidad, pero va un adelanto pequeño, que ni siquiera puede ser llamado avance o borrador, sino sólo la pobre “publicación” de un par de casos que creo nos debe llevar a la reflexión y reacción.

Sobre este espinoso asunto a veces mi denominación se pasa de vueltas. No es la regla, pero igual se ven unas cosas que dan mucho que pensar.

Caso 1:

Aviso en el panel principal de la iglesia: “Recuerden que quien no está al día en sus diezmos no puede hacer la Santa Cena”. Claro, si eso de no diezmar es robar a Dios, ¿cómo entonces un ladrón puede participar del recordatorio del sacrificio de Cristo?

Caso 2:

Reunión de líderes: “Y desde ahora vamos a monitorear estrictamente sus números de diezmo para ver cómo van sus aportes. No puede ser que un líder comprometido en cosas espirituales no diezme fielmente a Dios. Por ello, desde ahora, líder que no diezme no podrá servir en la iglesia hasta que regularice su situación”. Lo mismo: ¿Cómo un ladrón puede ministrar a las ovejas del Señor?

Como dicen por allí, “en todas partes se cuecen habas”, pero esta cocción ya hiede un poco.

lunes, 25 de septiembre de 2006

No nos importa

Es ya casi un axioma -algo no necesita demostración-, a nosotros los evangélicos la pena de muerte no nos importa. En el Perú se ha generado un gran debate debido a la promesa electoral del ahora presidente Alan García de condenar a muerte a los violadores niños de menos de siete años y que provoquen su deceso. El conflicto ha sido serio entre algunos sectores del Congreso del Perú (sobre todo del partido de derecha Unidad Nacional) y la Iglesia Católica, que se ha pronunciado enfáticamente en contra del proyecto y, con todo, nosotros no hemos dicho nada.

Silencio.
Ausencia de palabras.
Vacío.

Bueno, en verdad muchas otras cosas no nos importan. O por lo menos, damos la imagen de que no nos interesan. ¿O es que no sabemos qué decir?

El pecado ha causado grandes deformaciones en la humanidad completa e inclusive en la creación material (Rom.8:22). La muerte de Cristo es, gracias a la misericordia de Dios, el puente, la medicina, mediante las cuales esas malformaciones son corregidas, parcialmente ahora, completamente cuando el Señor venga otra vez. La maldad del hombre es terrible, y a pesar de ella, Dios decidió hacer algo. A pesar de que el ser humano viola, asesina, miente, roba, abusa, manipula o tiraniza, igual, nos amó tanto que envió a su Hijo primogénito (Jn. 3:16).

Por ello, al pensar en temas como la pena de muerte, debemos recordar esta obra de Dios realizada para la salvación de la humanidad, a pesar de cómo somos. Dice el profeta Jeremías que "por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana. Grande es tu fidelidad” (Lm. 3:22-23). Merecemos como humanidad la destrucción, el castigo de la aniquilación por nuestro constante pecado y desobediencia a Dios. Pero Él, de puro amor, por bondad, no lo hizo, y no lo hace. Más bien, nos dio la solución, y nos da un marco a seguir.

Entonces, así como Dios nos redime, debemos intentar la redención del delincuente porque, ¿por qué pretender ser más estrictos que el Creador del universo? Si el Estado no quiere restaurar al delincuente, ¿para qué sirve el Estado entonces? ¿Para qué está? La discusión sobre el sistema penal es otra y podemos hablar sobre penas o regímenes penitenciarios pero en el fondo la lógica debe ser la recuperación del ser humano, su restauración y nueva integración a la sociedad.

Por lo tanto, le digo no a la pena de muerte.

lunes, 11 de septiembre de 2006

¿Qué tipo de iglesia me gustaría levantar?

Me gustaría levantar una iglesia horizontal, donde no exista la figura del pastor dominante que lo controla todo, que tiene la voz autorizada y que aparenta estar más cerca de Dios, sino la de los laicos comprometidos, quizá como la de un elder de iglesia norteamericana. Donde todos participemos de una manera más activa de la liturgia, desde el ejercer la Santa Cena hasta los matrimonios religiosos. Donde el líder sirva de verdad y no más bien sean los miembros que sirven al líder. Donde no exista el pastor gerente al que tengas que sacar cita, sino el líder que busca a la oveja perdida y cansada. Donde la iglesia se involucre en su mundo activamente y no se aísle de él, aplicando ese pasaje en el que dice que debemos servir: la iglesia debe servir al mundo. Una iglesia que participe en las actividades de su comunidad, de su ciudad y país, que viva realmente en él y que no brinde sólo oraciones y prédicas vacías, una iglesia que trate el problema de la injusticia y el sufrimiento humano sin ambages.

Quisiera una iglesia que sea menos rígida en el culto de los domingos. Una iglesia sin púlpito, para que no haya la sensación de superioridad por parte de quien habla allí, sino que quien enseñe la palabra esté en el mismo nivel de los oyentes, con discursos menos atados a los criterios homiléticos. Que la alabanza viva al correr de la cultura, y que no se condicione a la moda de la música cristiana, sino que sea espontánea, viva y artística, inclusiva en toda clase de ritmos. En lo posible, que las composiciones sean realizadas por miembros de la iglesia, para que lo que se diga sea parte de la propia realidad. Que los diezmos no existan sino que sean solamente ofrendas, para ser más bíblicos y no se presione a la congregación con ello.

Quisiera una iglesia más tolerante con el otro, menos juez y más amiga. Que sea firme en el conocimiento y que lo que cree lo sustente con propiedad, pero que entienda que otros hermanos en la fe usan otros criterios hermenéuticos y que creen distinto a nosotros, y que ese hecho no nos da permiso a decir que ellos están equivocados. Que respete a la persona de otra religión porque a pesar de lo que sabemos, entendemos que la fe que esa persona profesa tiene como génesis la inquietud espiritual puesta por Dios en todas las gentes. En resumen, quisiera una iglesia que simplemente ame de verdad, capaz de sacrificarse de ser necesario como Cristo lo hizo por nosotros.

martes, 29 de agosto de 2006

A Dios lo que es de Dios, y a nosotros lo que es nuestro

La interrogante del propósito de la vida es tan vieja como la humanidad misma, y para nosotros los cristianos la respuesta, aunque es más matizada y precisa, sigue siendo una cuestión crucial. ¿Qué quiere Dios para nosotros? ¿Podemos saberla con certeza? ¿Esa “voz” que escucho y que sugiere hacer algo es de Dios o viene desde mis miedos y deseos? ¿Y si nunca podré saber lo que Él quiere? ¡Qué difícil! Peor todavía cuando existe una especie de obsesión por encontrar la voluntad de Dios a como dé lugar. Y si no la hallamos somos una especie de cristianos de segunda categoría, mediocres, necios, marginales.

Pensamos que Dios quiere cosas específicas en nuestra vida, que ya ha destinado, por ejemplo, la carrera que voy a estudiar, la universidad a la que iré, la persona con la que me casaré, el número de hijos que tendré, las enfermedades que me asolarán, siendo todo algo ineluctable. Destino, algunos le llaman. ¿Es así de determinístico el asunto? ¿Ya definido, claro, cerrado? ¿Hay espacio, entonces, para la libertad humana?

Es cierto que a veces Dios elige gente para funciones concretas, como el nazareato (Sansón, quizá Juan el Bautista), algunos roles proféticos o ministeriales (saltan a la vista algunos casos del libro de los Jueces), algunos reinados, y por supuesto la labor de Cristo mismo. Pero, si Dios escogió a David o a Isaías -desde el vientre de su madre-, ¿basta su ejemplo para generalizarlo a todos los casos? ¿A mi caso, a tu caso?

Voluntad de Dios y libre albedrío, equilibrio complejo. ¿Dios quiso que esté sentado en este escritorio el día de hoy, o es que esta circunstancia es parte de mi esencia voluntaria? Porque el hecho que Dios conozca previamente el resultado de mi elección no implica que haya interferido en ella necesariamente.

Yo en lo personal creo –porque la Biblia es contundente en este punto- que Dios tiene cosas que definitivamente quiere que hagamos, o sea, existe un propósito general para nuestras vidas; y deja otras cosas no poco importantes que Él ha decidido, en su Voluntad omnisciente, ponerlas en nuestra cancha, dejarlas a nuestra absoluta discreción sin que se meta en el tema, lo que no implica que no nos ayude si se lo pedimos en oración o si seguimos algunas pautas o criterios. Recordemos a Salomón pidiendo sabiduría para gobernar.

Lo que quiere que hagamos en forma general, o sea, nuestra misión en la tierra, tiene tres aristas fundamentales que ya describí antes: relaciones con la creación directa material (el medio ambiente), la creación directa inmaterial (las relaciones sociales de todo tipo), y la creación inmaterial (el mundo espiritual). Las dos primeras implica que nosotros como evangélicos abandonemos nuestro aislamiento tradicional y nos involucremos más activamente en el mundo, comprometiéndonos con su problemática. La tercera ha sido desarrollada bastante bien en la literatura devocional. Por ejemplo, en “Una vida con propósito” se dice: Estamos aquí para agradar a Dios, para pertenecer a la familia de Dios, para ser como Cristo, para servir a Dios, para una misión de predicación.

Salvo excepciones como llamados específicos de Dios o peticiones puntuales (que pueden incrustarse en lo que viene después), para el resto de cosas la libertad humana tiene potestad completa y puede elegir cosas si no están hermanadas a violaciones fragrantes a los principios divinos. Cosas como la carrera a estudiar, el trabajo a realizar, los lugares de residencia, y podría aventurarme a decir que inclusive hasta persona con la que uno se puede casar, son parte de las decisiones personales delegadas por Dios.

Por lo tanto, los cristianos debemos dejar la niñez o adolescencia, o abandonar el comportamiento obsesivo, y ser capaces de tomar nuestras propias decisiones en lo que nos toca, teniendo en cuenta que al mismo tiempo debemos cumplir nuestra misión en la tierra. Mucho hablamos del caudillismo latinoamericano, que necesitamos gobiernos fuertes que nos diga qué hacer; esta idea cultural se ha infiltrado en nosotros y hace que recreemos un Dios fuerte que nos diga qué es lo que hay que realizar, qué pensar, qué soñar. Mucho hablamos de que no nos gusta asumir nuestra responsabilidad por nuestros actos. Por ello, queremos decir que alguien nos dijo qué hacer y echarle la culpa por la instrucción o la falta de ella. Este es un comportamiento erróneo.

Decidamos. Asumamos la responsabilidad de nuestros actos. Y cumplamos nuestra misión.

jueves, 17 de agosto de 2006

La liturgia de una despedida (temporal)

Sin que uno pueda evitarlo el tiempo ha transcurrido y hoy 17 de Agosto mi amigo Miguel Paredes se va al Massachussetts Institute of Tecnology (MIT), una de las mejores universidades del mundo, por tres años a estudiar dos maestrías. La fe en Cristo, una amistad de años y un poderoso amor por el Perú -no de la forma demagógica del candidato perdedor de la segunda vuelta en las últimas elecciones- nos une, por lo que hoy la tristeza es inevitable. Sin embargo, el pensar en lo que Dios nos ha enseñado en forma conjunta en los últimos dos años, cambiando por completo nuestra manera de ser evangélicos, me lleva a concluir que esta ausencia temporal será para bien y que Dios en sus propósitos insondables hará grandes cosas cuando Miguel vuelva aquí.

Entonces amigo, hasta pronto.

jueves, 3 de agosto de 2006

El crecimiento neoplásico o la perspectiva de la masividad

Aunque lo nieguen tratando de espiritualizar el asunto, en la práctica y a la hora de comparar el trabajo realizado, la principal medida de éxito de un pastor es el crecimiento numérico de la iglesia o grupo que dirige. La mayoría de ellos sueña con hacer un evento o seguir un programa en el que puedan triplicar la membresía, pareciéndose todo al rating televisivo: los animadores de programas dicen que no les importa de la boca para afuera, pero en verdad mueren por él. Esto es así porque existe una tendencia natural de la iglesia al incremento poblacional sostenido, vigoroso y constante teniendo su máxima exposición en ese extraño híbrido teológico-mercadotécnico llamado iglecrecimiento

Muchas veces esto se hace de forma irresponsable. Se busca llenar las iglesias de nuevos convertidos sin un soporte eficiente de líderes que permita a los neófitos crecer en la fe y conocer más de las verdades que la Biblia contiene. Nos interesa más las manos levantadas en un culto o la gente que asistió a un evento que el trabajo que implica atenderlos a todos. ¿Y cuántos se quedaron realmente? Claro está que a la hora de anunciar que somos el 15% de la población peruana –lo acaba de decir el Embajador de los Estados Unidos en el Te Deum evangélico que se hizo en la Alianza Cristiana y Misionera de Pueblo Libre y que quizá se aproxime a la verdad-, esbozaremos nuestra mejor sonrisa e inflaremos el pecho. ¿Cuánto costó hacer todo eso? ¿Qué pasa con todos aquellos cristianos que llegaron antes y se ven abandonados porque estamos priorizando la conversión de nuevos creyentes? ¿Es este acaso el costo de la expansión, el dejar a los que tienen algunos años a la deriva de su propio impulso? ¿Que lleguen a pensar que su iglesia no lo es más por la desmotivación?

Lo digo por el tema orgánico porque todo crecimiento no es bueno. Puede ser una neoplasia o también obesidad. Puede ser inclusive sólo flatulencia, o gula. Y digo, sin ambages, que con frecuencia hemos pensado, a lo Macchiavello, que el fin justifica los medios. Qué importa si no tengo la capacidad de recibir a doscientos convertidos, eso no importa, Dios proveerá todo. ¿Tienen que crecer en la fe, tengo que atenderlos pastoralmente y no tengo recursos? No interesa, lo importante es engordar, el Espíritu Santo se encarga del resto. ¿Qué motiva ese crecimiento? ¿Podría ser el orgullo del pastor? ¿Captar fondos para alguna cosa en especial, no necesariamente enriquecimiento del clero, sino más bien con matiz sacrosanto, como construir un templo, iniciar una misión en otro país, o fundar nuevas iglesias?

Flatulencia, gula, orgullo, resultados. “La Biblia puede sostener eso”, dicen. Quizá el versículo principal es Mateo 28:19, la Gran Comisión. Se asume que este último pasaje es una prescripción para ser obedecida, por ello la misión se define como el cumplimiento de un mandato que Cristo dio a sus discípulos que tiene que ver ante todo con la predicación del evangelio a todas las naciones de la tierra. Por lo tanto, si me ordenan hacer discípulos, entonces el crecimiento es la señal directa del buen desempeño. Tan simple como la tabla del uno.

Por todos estos años se ha visto a la evangelización de forma intensiva considerando al receptor del mensaje como parte de una multitud enorme y necesitada, lo que podríamos llamar como una “perspectiva de la masividad”. Probablemente tenga que ver con el término “a todas las naciones” y con la cosmovisión cristiana de perspectiva dual que hace una distinción entre los que se salvan por su decisión personal e individual, y la gran masa de perdidos que forman una unidad esencial: sea donde estén y hagan lo que hagan desde el punto de vista religioso irán al infierno. Por ello la estrategia de los colosales eventos en estadios, grandiosas campañas, conciertos que llenen el más grande coliseo de la ciudad, congresos enormes. Tú no eres Juan Pérez –un individuo con un nombre y una historia-, eres uno de los 500 pecadores convertidos en la campaña del evangelista de moda en el Estadio Nacional. Nada más que eso.

Esta misión de tipo masivo es vinculada directamente con la Gran Comisión, pero, ¿era la intención del autor del evangelio en realidad? ¿Qué quiso decir en verdad Mateo cuando citó esa frase?

Bosch (1) nos hace notar recién que a partir de 1940 se empezó a considerar a Mateo 28:19 desde el punto de vista misionero. En la actualidad la erudición está de acuerdo en que el contenido de todo el Evangelio apunta hacia estos versículos finales, antes no, aunque nos parezca extraño. Por ello, existe la necesidad de cuestionar la forma del uso de la Gran Comisión como base bíblica para la misión, sobre todo aquella de tipo masivo. Por ello, para la comprensión del pasaje bíblico necesitamos indagar en la idea que el autor de este evangelio tenía de sí mismo y de su comunidad y, a partir de allí, aventurar algunas deducciones respecto a su modelo misionero.

De acuerdo a los investigadores actuales, se presume que Mateo perteneció a una comunidad judio-cristiana que huyó de Judea antes de la guerra del 70 d.C para establecerse en una región mayormente gentil. Estos cristianos todavía participaban en la vida religiosa hebrea ya que aún no se entendían como un cuerpo separado de los judíos. Sin embargo, con la destrucción del templo de Jerusalén todo cambió ya que este evento provocó el divorcio entre el cristianismo y la sinagoga.

Aparentemente este momento final de ruptura absoluta con la sinagoga aún no había llegado cuando Mateo escribió su Evangelio. La comunidad aún defendía su derecho de ser vista como el verdadero Israel pero afrontaba una crisis sin precedentes en cuanto a la definición de su identidad” (2). Esta es la clave del evangelio completo ya que es el contexto en el que el autor escribe, lleno de preguntas y de definiciones. “A esta comunidad escribe Mateo: una comunidad aislada de sus raíces, con su identidad judía sacudida brutalmente, dividida en su interior sobre la cuestión de sus prioridades, carente de orientación frente a problemas totalmente desconocidos” (3). A pesar de las distintas tendencias dentro de la comunidad, que iban desde el legalismo extremo basado en la Ley al espíritu como agente de milagros, Mateo no maquilla las diferencias sino que va más allá, preparando de esta forma el camino para la reconciliación, el perdón y el amor mutuo dentro de su comunidad.

Mateo, al parecer, plantea como única manera de salir de la confusión y conflicto que los divide la idea de unir esfuerzos para emprender una misión entre los gentiles con los que conviven. Esto último es revelador ya que, aunque es cierto que el Evangelio confluye hacia la Gran Comisión, no es de la forma en que lo pensamos ahora. La convergencia es más sutil pero reveladora: Mateo quiere mostrarle a su comunidad en crisis una visión nueva que consiste en dejar de estar encerrados en sí mismos y en el judaísmo, para ver el amplio horizonte de la gentilidad como campo de misión y de identidad.

Mateo no quiere hablar de masa, simplemente desea que sus lectores cambien su mirada, desde dentro hacia fuera. “Ir a todas las naciones” no es un llamado de multitudes: es el reto a para un grupo de gente acostumbrada a implosionar constantemente. Por lo tanto, la Gran Comisión no nos da pautas sobre el cómo hacer misión, sino simplemente sobre el dónde: más allá de nosotros mismos. No puedo usar como base de mi metodología multitudinaria a la gran comisión porque el sustento de la forma no está allí.

Hemos creído que la Gran Comisión nos dice cómo hacer (perspectiva de la masividad) pero en verdad sólo nos dice a dónde mirar con la misión. ¿Cómo hacerlo entonces? Evidentemente hay que buscar en otra parte. Por ahora sólo queda decir que es otro evangelista el que nos da una propuesta interesante cuando nos describe la acción de Jesús con la mujer samaritana (Jn. 4) pero eso será motivo de una próxima reflexión.

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(1) Bosch, David. “Misión en Transformación: Cambio de paradigma en la teología de la misión”. Libros Desafío: Grand Rapids, Michigan. 2000. Pag. 82-83. Las ideas posteriores provienen de este autor.
(2) Ibid. Pag. 86
(3) Ibidem.

lunes, 31 de julio de 2006

Qana, no te olvidemos

No estoy seguro si la Qana de hoy es la Caná bíblica, aquella en donde Jesús hizo su primer milagro: el convertir el agua en vino (un artículo en Trome, un diario de cincuenta céntimos que leí en el taxi mientras venía al banco, lo afirmaba). Dos mil años después ya no hay motivos de fiesta sino de luto, porque un daño colateral mató a más de 50 personas, 40 de ellas niños, que se ocultaban de las bombas en un sótano. Sé que mi voz es ínfima, microscópica, al nivel de partícula subatómica, pero con todo expreso mi rechazo absoluto a esa masacre infame y cruel que merece la condena mundial pero no, claro está, la de la ONU -por presión- y la del gobierno de los Estados Unidos. ¿Qué debemos hacer para que esos muertos libaneses sean válidos, respetables? ¿Qué hacer para que algunos de verdad sientan el dolor de quien perdió a sus infantes eludiendo su culpa?

Hablo del hecho aislado. No digo que Hizbolá es un cuerpo angélico e inocente porque ellos son en parte responsable de la situación al lanzar misiles katiushka desde el mismo poblado, escudándose en la población civil. Tampoco lo es Hamás al mandar a un kamikaze a inmolarse en un bus de Tel Aviv -no ha pasado ahora, pero puede suceder-, pero Israel merece toda la condena por este hecho. Ojalá se la den porque ya están acostumbrados a actuar con demasiada impunidad.

viernes, 21 de julio de 2006

¿Lo que es, es? ¿O lo que es, está cambiando?

Todos estamos convencidos del hecho de que Dios se comunica. Lo sabemos desde el punto de vista trinitario, por la comunión perfecta entre las tres personas de la divinidad que son una al mismo tiempo (ej. Jn. 17:20-21). Lo sabemos desde el punto de vista creativo, ya que mediante la complejidad de la naturaleza material podemos percibir el diseño inteligente y por ende la participación de un ser poderoso en la formación de todo lo observable, que hace conciente a la humanidad-receptora de la relevancia de Dios-emisor (Rom. 1:20, Sal. 19:1-6). Lo sabemos desde el punto de vista cristológico, ya que si creemos en la veracidad de las palabras de Jesús tendremos que aceptar el hecho de que es Dios (Jn. 8:58-59). Lo sabemos desde el punto de vista práctico, ya que si somos creyentes entonces seremos concientes de la forma en que Dios se comunica con nosotros, siendo esto algo que podemos aseverar sin importar qué tan devotos seamos.

Al mismo tiempo sabemos que Dios no cambia (Mal. 3:6). También que la Biblia se escribió en 1,500 años en tres continentes, en tres idiomas, por 40 personas aproximadamente. Esa es una circunstancia invariable (Mt. 5:18, 24:35; Mr. 13:31; Lc. 21:33). La cultura y cosmovisión del Rey David no va a mutar, tampoco la del apóstol Pedro o la del profeta Malaquías. Puede suceder que aparezcan nuevos descubrimientos que ajusten nuestros conocimientos sobre el mundo de la época de los escritores, pero fuera de eso, es un hecho afianzado, ya dado.

¿Por qué digo esto? Porque la esencia de la hermenéutica es ser concientes de nuestra realidad actual, ir al texto que fue escrito en un contexto particular en el pasado, y traerlo al presente. Dios no cambia y el ambiente del tiempo de escritura de la Palabra tampoco pero el hoy del intérprete sí, y por ello la teología se hace tan rica porque necesita reescribirse constantemente según evolucione el entorno de los tiempos. Cuando este proceso no se hace, la iglesia se desfasa y pierde relevancia. Esta es una explicación de lo que ha sucedido en Europa, donde el cristianismo ha cedido mucho espacio e influencia.

Como el hoy es cambiante, el intérprete -o sea nosotros- está sujeto a su forma de entender el mundo y a lo que pasa en él (cosa que interviene profundamente en el modo de ser de la gente). Acontecimientos políticos, guerras, tendencias, la tecnología, la cultura y los trasfondos familiares han influido y en ocasiones determinado enseñanzas teológicas, que posteriormente se establecieron como LA verdad, olvidando la parte profana de su origen y siendo sacralizadas. Claro que ha habido posturas que se hundieron en el foso del olvido.

Esto es normal, es parte del mecanismo que instauró Dios en el proceso hermenéutico: Dios fijo, autores fijos, intérprete variable. No hay que temer a este asunto, hay que asumirlo como parte del modus vivendi del teólogo y del cristiano. Por ello brota naturalmente la respuesta al título del artículo, que es a propósito una vieja discusión entre dos filósofos presocráticos: Parménides (“todo es uno y lo mismo) y Heráclito (“todo fluye”).

Una vez asimilado esto, hay que reconocer las áreas más volátiles, las que muestran más sensibilidad a elementos perturbadores por los cambios en el mundo. A mi entender deben ser añadidas en esta lista la relación entre la fe y la ciencia, la eclesiología y la escatología. Por ejemplo, dentro de esta última debemos saber que la migración entre amilenialismo, postmilenialismo y premilenialismo se dio por el traslado de la visión mundial desde el optimismo generalizado por el avance tecnológico (primera y segunda revolución industrial) al desánimo por la capacidad de destrucción humana (guerra de secesión, primera y segunda guerra mundial, guerra fría) estableciéndose el premilenialismo como lo “bíblico” olvidándose del contexto de su origen. Dentro de la eclesiología la idea de iglesia se desarrolla hablando de términos como “iglesia emergente” que no depende de templos físicos sino de comunidades reunidas en un sinfín de lugares con un liderazgo mucho más horizontal, o de la concepción de las “comunidades del sentimiento” donde se da preferencia a la experiencia con Dios más que al argumento sobre las creencias y la fe.

¿Qué ha pasado? Simplemente ha cambiado el intérprete, pero como decía arriba, Dios y la Biblia siguen siendo los mismos. Recalco e insisto una vez más que esto es normal. Por ello la necesidad de plantearnos la labor enorme de editar teología latinoamericana, peruana y postmoderna conociendo que hacemos la voluntad de Dios de esta forma sin miedo a reconocer que el resultado es hijo de su tiempo, como muchas otras enseñanzas que fueron relevantes pero que quizá ya cumplieron su función.

Sino, posiblemente pase lo que leí en un artículo hace años: que seremos piezas de bibliotecas y museos, solamente parte de los cursos de historia, y nada más.

viernes, 14 de julio de 2006

La eterna pregunta (*)

El otro día vi a una niña posiblemente huérfana que lloraba de hambre en una calle con su bolsa de caramelos de diez céntimos mientras la gente pasaba por su lado muy ocupada y ensimismada ignorando su sufrimiento. Y le pregunté a Dios: "¿Por qué existe tanta injusticia? ¿Podrías hacer algo por ella? ¿Algo más tangible, más efectivo? Me parece injusto que sufra tanto siendo tan inocente y joven" En ese momento me di cuenta que esa respuesta clásica de que es responsabilidad del hombre todo lo malo del mundo ya no me satisface, no me convence del todo.


Dios no me contesto al instante, pero al llegar la noche, cuando estuve en mi cuarto mirando la penumbra, sí respondió:


"Ya hice algo"- y luego de una pausa Dios exclamó: "Te hice a ti"


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(*) Le hice algunos cambios a esta historia que me enviaron por correo electrónico.

lunes, 10 de julio de 2006

La misión, más grande de lo que creemos

Hace unos cuatro meses escribí sobre la dimensión triple del Génesis en el sentido de la mayordomía, que consiste en que Dios por su propia mano -o mejor dicho, por medio de la Segunda Persona de la Trinidad, o sea, el Verbo de Juan 1:1- forjó dos creaciones: la directa material o natural, que se explica en los dos primeros capítulos del Génesis; y la directa inmaterial, que es el mundo espiritual compuesto por los seres de tipo angélico. Al mismo tiempo Dios diseñó el sistema de tal forma que germine una tercera creación: la indirecta material, que es la que concibe el hombre por su propia actividad en la Tierra pero que estaba dentro del plan divino desde el inicio, denominada también creación derivada o de segundo orden. Todas las relaciones económicas, psicológicas, filosóficas, sociológicas o antropológicas entran en esa categoría.

Cuando hablamos de mayordomía, tenemos que hablar de misión ya que son dos caras de una misma moneda. Por diferentes motivos –he enfatizado el tema escatológico como de importancia superior- pensamos que lo que Dios quiere que hagamos en la tierra se vincula exclusiva y perentoriamente con la predicación, enseñanza de la Biblia, campañas masivas, retiros, reuniones en la iglesia, comités, cultos, reuniones de oración, campamentos, células, aires libres y todo lo demás que no se me ha ocurrido que de seguro hace que la lista deba ser muy larga. Peor aún, hemos restringido la palabra misión a tan solo ir a países distintos al nuestro o a zonas apartadas y disímiles con nuestra región originaria para establecer iglesias, devaluando el término, y perdiendo definitivamente una gran parte de su riquísimo significado. No minimizo el trabajo intercultural, mi esposa es nieta de un misionero que sin el apoyo de nadie vino al Perú dejándolo todo porque sintió un fuerte llamado de Dios, pero no es lo único.

La misión es en verdad muy amplia, abarcante y comprende la labor simultanea en las tres creaciones. Muchas veces –me ha sucedido a mí en el pasado- nos asfixiamos en la iglesia por la poca cantidad de gente comprometida, porque escasas personas hacen todo, y concluimos que con dificultad podemos avanzar en la expansión del reino de Dios. Sin embargo, si tomáramos en cuenta que la realidad de nuestro trabajo es global, literalmente nos ahogaríamos por el peso de la ingente responsabilidad que nace ante nuestros ojos. Si antes un kilo era nuestro día a día y a duras penas llevábamos la carga, ¿qué tenemos hoy, con una tonelada? He aquí el reto real y poderoso: asumir lo que nos toca del mandato de Dios donde Su prioridad nos ponga. ¿Cómo puede ser, por ejemplo, que seamos concientes como cristianos que la humanidad tiene el llamado de salvaguardar la creación pero que sin embargo no hagamos gran cosa en el cumplimiento de esa función? ¿Por qué se le ha delegado esto a otras personas –no digo que esa gente no lo haga, por supuesto que debe continuar, sino que como persona conciente de la actividad de Dios y de su voluntad un cristiano no haga nada al respecto-?

Este desafío manifiesta una gran cantidad de aristas. Temas que van desde las discusiones de género, pasan por la lucha por la solución de los conflictos y la búsqueda de la paz, los derechos humanos, la política, el trato hacia los grupos socialmente marginados (pobres, homosexuales, migrantes, enfermos de sida, niños en estado de abandono, mendigos y otros), la ecología y la bioética, la justicia económica, y muchos más, son lugares en los que Dios quiere que participemos de una forma activa y militante, no como hasta ahora, donde el proverbial aislamiento de la iglesia evangélica ha dado un testimonio negativo hacia el conjunto de la sociedad, que nos consideran desde sectarios hasta indiferentes.

Percibo que algunas personas están ampliado su concepto de misión, unos quizá sin saberlo, otros poseyendo claridad. También que la amplitud de posibilidades ha creado una nebulosa que vuelve impreciso el futuro ya que tal vez no se sabe qué escoger, pero al mismo tiempo no se entiende todavía el tema de la simultaneidad de la misión, donde debe hacerse todo con equilibrio (comunidad cristiana, planeta, sociedad) pero con prioridades distintas según cada uno. Pero también veo un sincero deseo por comprender estos conceptos que son parte de la gran maravilla que es la obra de Dios en nosotros, porque finalmente –y a modo de trabalenguas-, ¿qué es mejor que hacer lo que Dios quiere que hagamos?

jueves, 6 de julio de 2006

El amor en los tiempos del internet


Todo un tema complejo este de los cupidos por internet teniendo en cuenta las noticias que aparecen en los diarios sobre los abusos que sugren algunas mujeres al tener una cita a ciegas por el chat u otra forma similar . Ahora, como dice la imagen, ya hay la posibilidad de entrar en el "mercado" de creyentes, donde uno puede encontrar a una persona de su misma fe. ¿Se animaría un(a) peruano(a) o latinoamericano(a) fiel asistente a una iglesia a probar suerte por estos medios? ¿Podría ser ese medio utilizado por Dios para conseguir una pareja? ¿Por qué no?

lunes, 26 de junio de 2006

De todas las sangres (y pensamientos)

“En el poco poblado estado de Washington [U.S.A.], en un pueblo de 2,400 habitantes, pude contar hasta veintiocho iglesias diferentes. La gente lo llama socarronamente la ciudad santa”[1]

El debate sobre el denominacionalismo en la iglesia evangélica es muy complejo. Un estudio de hace una década registró 2,800 denominaciones sólo en los Estados Unidos sin incluir las iglesias “libres” que están compuestas por solo una comunidad y se cuentan por miles en todo el mundo, ni los grupos formados fuera de las fronteras del país. ¿Cómo afirmar de que somos un cuerpo en Cristo si estamos tan atomizados? ¿Qué argumento nos quedaría ante 1 Corintios 1:10-13 que exhorta a la unidad completa (Les ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que hablen todos una misma cosa, y que no haya entre ustedes divisiones, sino que estén perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer. Porque he sido informado sobre ustedes, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre ustedes contiendas. Quiero decir, que cada uno de ustedes dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo. ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por ustedes? ¿O fueron bautizados en el nombre de Pablo? -RV60 adaptada-)? O peor aún, ¿Qué argumento nos quedaría ante Juan 17:20-21 (Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste –RV60-)? ¿Y ante Efesios 4:1-6?

Sin embargo, si nos damos el trabajo de visitar cada una de las miles de denominaciones, encontraremos que Dios trabaja dinámicamente en la mayoría de las iglesias. La obra se expande, mucha gente es conciente de su realidad espiritual y responde positivamente ante el llamado de Dios, muchas personas restauran sus relaciones dañadas, muchas sanidades milagrosas son hechas, y muchas bendiciones se transmiten a través de las miles de comunidades cristianas obedientes de los mandatos bíblicos. Todas parecen ser bendecidas por Dios con generosidad sobreabundante: los de derecha e izquierda, los de arriba y de abajo, los de más allá y los de más acá. Todos mueren, todos se enferman, todos sufren, todos tienen encuentros con Dios, todos se llenan de alegría, todos tienen profundas experiencias religiosas, todos son protegidos, todos reciben la gracia multiforme. ¿Qué, entonces, de la unidad? ¿De qué hablamos si Dios bendice finalmente a todos? ¿De una unidad orgánica? ¿O más bien de una unidad interna?

Hay que decir las cosas con claridad: hay pasajes en la Biblia que pueden alcanzar más de un significado y todo esto dentro de estrictos principios de interpretación. Por ello, hay gente que cree que la salvación se pierde, y otros en cambio, piensan que una vez que la obtienes nadie te la quita porque es un sello que conservarás por toda la eternidad. Hay algunos que creen en el poder incólume del accionar del Espíritu Santo, mientras que otros reconocen su presencia, pero en una función pasiva. Algunos creen que estamos en los últimos días, otros que ni siquiera piensan que el tema sea digno de ser tomado en cuenta. Dios dispuso eso de esa manera. La Biblia no cambia ni cambiará (Mt. 5:18) pero los seres humanos sí lo hacemos. Nuestras sociedades evolucionan permanentemente a la vez que nuestra visión de la palabra de Dios. Por eso a través del tiempo hay nuevas lecturas y puntos de vista de lo que la Biblia dice acorde con nosotros mismos, generando nuevas formas de hacer iglesia, de hacer misión, de entender a Dios. Lo mismo pasa en forma horizontal en distintas culturas. Una iglesia africana de Nigeria es diferente a una iglesia boer sudafricana, ésta muy distinta a una megaiglesia coreana o a una tradicional iglesia anglicana inglesa y todas no son como mi iglesia, la Alianza Cristiana y Misionera.

¿Y dónde queda la diferencia teológica? ¿Es realmente importante o no ya que la bendición "chorrea para todos"? ¿Realmente algo quieren decir las diferencias? ¿Qué, exactamente?

Soy economista, y para tratar de explicar esto pondré el ejemplo de las bandas. ¿Qué es esto? En simple, significa definir un valor máximo y un valor mínimo para que entre estos podamos fluctuar sin nunca pasar los límites que previamente configuramos. Dadas la praxis observada de lo que Dios hace con sus hijos en la tierra, pensaría que Él, de alguna forma implícita ya que hay muchos temas en los que las cosas parecen no estar tan claras en la Biblia, permite flexibilidad en la interpretación y en la forma práctica de hacer iglesia, pero manteniendo límites. ¿Cuáles? Mi propuesta en este sentido es que son los que nos aproximan al comportamiento sectario. Por lo tanto, dentro de las bandas todo sería en cierta manera válido. Arminiano y calvinista. Premilenial y postmilenial. Pentecostal y no pentecostal. Esto explica la bendición para todos y la manifestación del poder de Dios a pesar de las diferencias.

Por ello la respuesta a la pregunta que me hice antes es que la unidad no es orgánica sino interna. Por lo tanto la discusión no es la unificación de denominaciones ni de estatutos de fe sino es, primero, la comprensión real de la posibilidad del diferendo; segundo, el reconocimiento de la otriedad; y finalmente el respeto mutuo. Sin embargo, esto es difícil sobre todo cuando los evangélicos latinoamericanos estamos acostumbrados a las formas caudillistas y populistas del pastorado, que deriva en el hecho que la voz del líder sea vox dei[2] y en donde si se osa hacer algún tipo de crítica se acusa de inmediato de poca espiritualidad o de ataque al cuerpo de Cristo, y a mostrar poco interés en el destino del otro, sobre todo si es desconocido –pensemos en el tráfico limeño para enfatizar esta última afirmación-. Muchas veces somos exclusivistas, se nos enseña que nuestra manera de ver las cosas es la mejor, miramos por encima del hombro a nuestro hermano que piensa distinto, somos burlescos y sarcásticos ante las experiencias de fe de otros, las calificamos de erróneas y originarias de un espíritu de contienda, de orgullo o de vil pecado. ¡Qué restringida es nuestra manera de entender a Dios! ¡Que soberbia nos invade cuando el Espíritu Santo nos enseña una verdad, al pensar que si alguien no ha recibido esa instrucción de la misma manera, no está cerca de Dios!

Aquí está el desafío real. Más que pensar en el meollo de las diferencias, las cuales parecen ser toleradas por Dios a pesar que muchas de ellas han aparecido no por la sincera postura sino por la agria discusión, nuestro trabajo se encuentra en cómo actuamos con ellas, en “soportarnos con paciencia los unos a los otros en amor” (Ef. 4:2b) y recordar que ese carismático es más que nuestro prójimo porque cree en el mismo Dios, lo respeta, lo ama, se somete a su voluntad y lo busca de la misma manera que lo hacemos nosotros. Lo mismo con el pentecostal, el bautista, el presbiteriano o el miembro de nuestra comunidad que piensa en otra forma. En última instancia, es un reto del agape[3] pleno, porque el aceptar al otro es en cierta forma amarlo. Y más si Cristo está en medio de todos.



[1] Jan Karel Van Baalen. “El caos de las sectas”, página 351. Aunque nos pueda sorprender, esta cita fue escrita en 1938.
[2] Voz de Dios
[3] Uno de los tres significados de la palabra amor en griego.

miércoles, 21 de junio de 2006

La manipulación en el eros

La Biblia no habla de todo. Puede parecer una obviedad ridícula pero a veces vale la pena mencionarla ya que en nuestras iglesias existen hermanos en la fe que honestamente tratan de hacer bíblicos todos los comportamientos, actitudes e interpretaciones sobre la vida. En muchos temas, Dios nos da la libertad de escoger las formas más adecuadas para realizar nuestra praxis siendo esto es sabio ya que dentro de la creación indirecta –la que hace el hombre- que Dios ya había previsto desde el inicio de los tiempos, el tema de la diversidad cultural y temporal había sido pensado por el Señor.

Uno de estos temas es el del emparejamiento, el del cortejo. No hay un patrón en la Biblia, y lo que vemos en casi todos los casos son las descripciones de los hábitos de los judíos. Por esta razón muchos pastores han sufrido en distintas congregaciones al limitar y reglamentar la forma en la que debe iniciarse una relación, cuál es la manera ideal de la “conquista”, e inclusive el medio ideal de terminar. Los pastores controladores, por ejemplo, exigen que se les pida permiso para iniciar una relación. Si el no acepta –se supone que luego de un período de oración y reflexión- la pareja no puede iniciar nada. Si dice que sí, sonarán las campanas.

Podemos discutir mucho en las formas. Sin embargo, cuando pasamos de ese nivel a la manipulación descarada de Dios, es necesario detenernos para plantear una casuística que no es tan común como para catalogarla como "regla general" pero que tampoco es tan excepcional como cara clasificarlo como "otros" o "varios". Lo que voy a describir lo he visto directamente tres veces en los últimos seis años y sé de otros casos por referencias que no he tenido el tiempo de comprobar ya que eran de iglesias de zonas alejadas de Lima o de otras ciudades del Perú. Mis tres ejemplos son de líderes de sus iglesias y en los tres casos ellos fueron rechazados por chicas que entendieron que de la manera que detallaré Dios no puede actuar.

Dios debe estar presente en la formación de una relación. De alguna manera, Él nos guía y puede llegar a actuar como una suerte de cupido con las parejas, sobre todo cuando hablamos de matrimonio. En ocasiones, él puede responder oraciones afirmativamente y confirmar el inicio de las relaciones. Obviamente, todos nos damos cuenta de lo subjetivo de todo esto, porque si uno está enamorado y escuchamos una voz que dice: “ella es”, ¿quién habló? ¿Dios o nosotros mismos?. Aquí llega el gran problema. Algunos líderes se enamoran de una chica, oran y llegan a la convicción que Dios les ha confirmado que ella ES la chica para ellos. Por supuesto, la fémina no se da por enterada, ella sigue su vida normal y quizá le guste otro chico. Pero, al tener la seguridad y “saber” que Dios está de su lado, nuestros tutores, líderes o simples cristianos convertidos, con el corazón latiendo a cien por hora, no dudan en acercarse a la inocente chica y hablarles primero de cosas espirituales, luego de su relación de amistad “siempre bendecida por el Señor” y finalmente dan la estocada: “He estado orando mucho, y Dios me ha dado la seguridad y la certeza que tú eres la chica que ha dispuesto para mi y por ello, debemos comenzar una relación”

¡Plop! Como diría Condorito, ¡Exijo una explicación! ¿Y la chica? ¿No debía Dios decirle algo al respecto también? ¿O es que el mensaje sólo se da a los hombres? En los tres casos que he visto ellas no tenían la más remota idea del asunto, ni tenían el mínimo gusto por el incauto conquistador. Ellas rechazaron la propuesta diciendo la respuesta obvia: “bueno, esperaré que Dios me confirme al respecto”, cosa que no pasó y que difícilmente pasará.

Ellos creyeron que Dios les hablaba. Pusieron su pensamiento y sentimientos como si fueran los de Dios. Lo usaron, lo manipularon, aunque quizá sin una mala intención. ¿Quién les dice que eso estuvo mal? ¿Lo volverán a hacer?

viernes, 16 de junio de 2006

Ante el sufrimiento del otro, ¡comprométete!

El sufrimiento nos humaniza, porque muchas veces genera ese especial sentimiento llamado solidaridad, vinculándonos y permitiendo la hermandad. Sin embargo, en ocasiones no nos queda claro el objeto de lo solidario, si debemos ser inclusivos y abarcar a todo el mundo, o exclusivos y limitarnos a nuestra comunidad, nuestra familia o nuestra iglesia. Jesús medita y enseña sobre esto al responder la pregunta capital, la más importante de esta vida: “¿Haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?” (Mt. 19:16, Mr. 10:17; Lc. 10:25, 18:18).

Jesús la responde con Levítico 19:18 (“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, Y a tu prójimo como a ti mismo”). No parece haber mayores objeciones con la parte correspondiente a Dios, pero el escriba que hizo la pregunta, judío y elitista, quiso ir más allá y pidió una especificación, una aclaración sobre el prójimo. Quizá esperaba que el Maestro le dijera que eran el judío, el compañero en la fe o el pueblo de Dios, algo así de específico, pero la respuesta rebasó todas las expectativas.

Cristo contó la parábola del Buen Samaritano (Lc. 11:25-37), conocida por todos. En ella, se nos enseña que ese prójimo no es sólo mi hermano de sangre o mi amigo íntimo, sino el odiado vecino, el desconocido que reniega de Dios, el familiar mundano, la persona que dañó mi vida, el político espiritualmente indiferente o el indígena de una tribu de las selvas de Borneo. Todos, no sólo mis hermanos en la fe, son mi prójimo. De esta manera, nos marcan una visión absolutamente universalista.

El ejemplo de Jesús no es casual. El hecho que ponga una situación directamente vinculada al sufrimiento del otro, del prójimo, nos quiere decir algo. Además de anticipar su obra redentora a la humanidad completa y no sólo a los hebreos, nos dice que debemos amar a todos sin exclusión exhortándonos con firmeza: “Ante el sufrimiento del otro, cuando las circunstancias de la vida lo dejen herido y medio muerto (Lc. 11:30) aunque ese otro puede no tener ningún vínculo contigo, aunque sea yo un samaritano y el otro un judío, ante su sufrimiento, comprométete”.

Comprometerse con el dolor ajeno como lo hizo el Señor al venir a la tierra para morir por nosotros. Qué tal reto, imposible de realizar sin la ayuda del Espíritu Santo, como el resto de las exigencias del cristiano. Yo quedo perplejo ante la enseñanza lucana y percibo al instante que he fallado en el pasado por mi indiferencia ante la desgracia de los que me rodean, ante las lágrimas de mi país que se desangra y se corrompe. Más fácil era taparme los ojos, pero Cristo no vino a enseñarnos a seguir la ruta sencilla. Y ante esto, sólo me queda pedir perdón a los amigos que no apoyé cuando sufrían. Pero más que eso, a ese mundo que ignoré porque pensaba que su degeneración era irreversible.

Pero hay esperanza. “Haz tú lo mismo” (Lc. 11:37). Mi esperanza es la metanoia, el cambio de actitud. Y aunque he perdido muchos años, jamás será tarde para Dios.

jueves, 15 de junio de 2006

Declaración interdenominacional norteamericana de preocupación sobre “libre comercio” y tráfico de personas

No retendrás el salario de las y los jornaleros pobres y necesitados, ya sean israelitas o extranjeros que habitan en tu tierra y en tus ciudades. Cada día les darás su jornal antes de la puesta del sol, porque son pobres y necesitan de él para vivir; de lo contrario ellas y ellos podrían clamar contra ti al SEÑOR, y se hallaría culpabilidad en ti. - Deuteronomio 24, 14-15

Creemos que los sistemas internacionales de comercio e inversión deberían respetar y promover la dignidad de la persona humana y asegurar el desarrollo y el bienestar de las personas en todas las naciones. Algunos acuerdos comerciales no tienen provisiones laborales y aquellos que contemplan medidas para velar por el cumplimiento de los derechos laborales, no afectan a las compañías que abusan de sus empleadas y empleados. Pedimos acuerdos comerciales que garanticen la dignidad de las y los trabajadores a través de normativas que obliguen no sólo a las naciones que incumplen con las leyes laborales sino también a las compañías que cometen abusos.

Desde la aprobación del tratado comercial entre Estados Unidos y Jordania en el 2000, las exportaciones de ropa desde Jordania hacia Estados Unidos han aumentado más del dos mil por ciento, de 52 millones de dólares a 1.1 billones de dólares en 2005. Desafortunadamente, las y los trabajadores de la industria del vestido en Jordania han sufrido abusos tremendos mientras trabajan para compañías que proveen ropa barata a empresas minoristas estadounidenses como Wal-Mart, Target, Kohl’s, y L.L. Bean, entre otras.

A pesar de que el tratado comercial entre Estados Unidos y Jordania fue presentado como un ejemplo de protección de los derechos de las y los trabajadores, un informe publicado recientemente por The National Labor Committee muestra que incluso con esas provisiones laborales, los tratados comerciales son incapaces de proteger a las obreras y obreros. El informe de 162 páginas detalla numerosos abusos infligidos a trabajadoras y trabajadores en Jordania, especialmente a quienes provienen de otros países. Realidades comunes que enfrentan estas y estos trabajadores incluyen jornadas de trabajo de 20 horas diarias y 109 horas semanales, atrasos en la recepción de sus salarios hasta de seis meses, golpes por reducir sus ritmos en la producción e incluso abuso sexual. Se documentó el caso de una mujer que se ahorcó luego de haber sido violada por un administrador. Algunas compañías están involucradas en el tráfico de personas – trabajadoras y trabajadores visitantes de Bangladesh y otros países pagaron sumas que fueron desde los mil hasta los tres mil dólares para trabajar en Jordania pero luego sus pasaportes fueran confiscados por los empleadores. Ellas y ellos se vieron de esta manera atados a sus trabajos y con frecuencia recibieron un pago menor al que les habían ofrecido, menor incluso al salario mínimo de Jordania, que es de 154 dólares al mes.

Los tratados comerciales con Perú y Omán, que llegarán al Congreso en las próximas semanas, no igualan siquiera los estándares laborales del tratado con Jordania. Las provisiones laborales en el acuerdo con Perú son idénticas, palabra por palabra, a las provisiones del CAFTA, mientras que el texto del tratado con Omán tiene cuatro modificaciones redaccionales que no alteran el significado de las provisiones. Los acuerdos exigen que los países cumplan sus propias leyes, pero apenas señalan sanciones mínimas en caso de que no lo hagan. Las únicas medidas coercitivas disponibles en estos acuerdos son multas de hasta 15 millones de dólares al año. Este dinero no debe pagarlo la compañía ofensora a las víctimas sino que es pagada por el gobierno que no logró velar adecuadamente por el cumplimiento de las leyes laborales. Peor todavía, el dinero es puesto en un fondo que luego será usado por ese mismo gobierno para proyectos relacionados con derechos laborales. Como contraste, violaciones de provisiones comerciales como los derechos de propiedad intelectual (DPI) implican sanciones más drásticas. Los bienes producidos en condiciones de incumplimiento de los estándares de los DPI deben ser decomisados y destruidos y podrían llevar a la cárcel a las y los ofensores; por otra parte, los países que no son capaces de hacer cumplir la ley podrían ser sujetos de ilimitadas sanciones comerciales.

Hacemos un llamado a las y los miembros del Congreso para que voten en contra de los tratados comerciales con Omán y Perú y pedimos que cualquier tratado incluya normativas laborales más severas que sean observadas tanto por las compañías ofensoras como por los países que no cumplen los estándares laborales reconocidos internacionalmente. Mientras tanto tenemos otras serias preocupaciones relacionadas con estos tratados, entre ellas: la falta de protecciones ambientales, la falta de transparencia, restricciones en la capacidad que tienen los gobiernos para elaborar políticas de desarrollo, políticas de DPI que limitan la creación de medicamentos genéricos y procesos de resolución de controversias entre inversionistas y Estados; creemos que una protección de los derechos laborales que tenga consecuencias reales para quienes los violan debe ser un parámetro mínimo en cualquier tratado comercial.


Organizaciones firmantes

Center of Concern
Columban Social Justice, Peace and Integrity of Creation Office
Holy Cross International Justice Office
Maryknoll Office for Global Concerns
Maryknoll Sisters Eastern U.S.A. Region
NETWORK – A National Catholic Social Justice Lobby
Presbyterian Church, (USA), Washington Office
Sisters of Notre Dame de Namur International Justice and Peace office
Sisters of the Holy Cross - Congregation Justice Committee
T. Michael McNulty, SJ, Justice and Peace Director, Conference of Major Superiors of Men
Unitarian Universalist Association of Congregations
Unitarian Universalist Service Committee
United Church of Christ Justice and Witness Ministries
United Methodist Church, General Board of Church and Society

Mayo 2006

domingo, 11 de junio de 2006

Sufre, humano, sufre

Cuando tenía 16 años me encontré con esa frase deslumbrante de Camus que decía que el quid de la filosofía o el tema básico a plantearse era el suicidio, si esta vida en la que nos encontramos merece de verdad, valga la redundancia, ser vivida. Años después, me la volví a encontrar en uno de los últimos libros de Sábato cuando él, siendo existencialista, se encontró con la misma interrogante. Obviamente escogió la vida, y más aún, al puro estilo camusiano: comprometiéndose por completo por esta humanidad rota, partida en demasiados pedazos. Vida larga la suya que no se extingue pasada la base nueve.

Si nos enfocamos en lo miserable de la situación humana presa del temperamento destructivo que se ha venido demostrando a través de la historia, huelgan motivos para darles la razón a ambos. El sinsentido del vivir para padecer, para llorar y entrar en desesperación cunde inmisericorde haciendo dudar en algún momento hasta al de más fuerte fe –sino pensemos en Juan el Bautista, cuando desde su prisión en Macaero envió a sus discípulos a preguntarle a su pariente Jesús si era él el que había de venir (Mt. 11:2-19; Lc. 7:18-23)-. Es que todos sufriremos finalmente. Todos nos vamos a morir años antes o años después, todos nos vamos a enfermar de jóvenes o viejos, todos tenemos en distintos niveles conflictos interpersonales, a todos nos sale sangre y a todos nos duele el alma. Y si la vida se centra en eso, si no hay escapatoria y si nos convertiremos en gusanos una vez que nos llegue la hora, pues escojo el suicidio. Si las cosas son así, mi hermana tiene razón: la vida es basura.

Pero allí no se circunscribe la realidad de las cosas.

Todos los antecedentes se remontan al conflicto cósmico inicial que dio origen al pecado. Sin importar la hamartiología que tengamos, lo que la Biblia insinúa es que este conflicto se inició en las esferas espirituales y que, de alguna manera que para algunos es clarísima (los que asumen la realidad literal de los primeros capítulos del Génesis) y para otros no tanto (los que asumen la no literalidad de los primeros capítulos del primer libro de la Biblia), se derivó con la misma gravedad inicial a la realidad material y, por ello, dice Pablo que toda la creación “gime” a la espera de la restauración definitiva (Rom. 8:21,22). Desde el momento de esta irrupción aunque no lo parezca estamos involucrados en una guerra invisible gravísima que hiere a todos sin cuartel y sin excepción, la verdadera guerra mundial y la más devastadora, sin tregua ni capitulaciones. Nos hace morir, llorar, angustiarnos, temer de verdad. Lo peor del asunto es que no nos damos cuenta de nada.

Somos como judíos en la Alemania de inicios de los años cuarenta. No lo pedimos. Simplemente, como el comercial televisivo decía, las cosas son como son. Y en esa realidad, seamos cristianos, budistas, ateos, agnósticos, musulmanes o lo que sea, seremos víctimas de las esquirlas. Repito la lógica de líneas arriba: enfermarán los niños y jóvenes, moriremos en accidentes de tránsito, nos llenará el desamor y la ingratitud de la gente que nos ama, romperemos amistades y dañaremos a nuestras familias. Nacemos y vivimos en el mar del sufrimiento.

Si esa es la triste realidad, ¿Qué hace Dios al respecto?

Ya hizo lo necesario, pero por alguna razón que entenderemos cabalmente luego, cuando todo se consume, los efectos no son plenos ahora. Lo que sí sabemos con precisión es que la cruz de Cristo fue la solución al dilema cósmico planeada desde el inicio. Cristo se despojó de sí mismo, se hizo como nosotros, se hizo siervo, se hizo pobre, nadó en este mar y para resolver el conflicto, se sumergió en las aguas, usándola como camino necesario, yendo al igual que nosotros directo al destino de la muerte, como aquel siervo sufriente tan explícitamente descrito (Is. 53). Sabiendo que vivimos en la realidad innata del sufrimiento, Cristo la usa como elemento capital para nuestra redención mediante la cruz, con lo que el conflicto cósmico, causal del sufrimiento humano, quedaba resuelto. Así, además de redimirnos, culminó su proceso de identificación completa con la raza humana. Luego de la cruz, puede decirnos: “Consumado es” (Jn. 19:30), pero también “Yo también sufrí, al igual que tú, con tortura y laceraciones, hasta la muerte más despiadada”. Por esa razón en todo sufrimiento Él está allí porque realmente nos entiende. Esto no es demagogia ni eslogan de campaña electoral. Más todavía, porque en su caso lo hizo de manera completamente voluntaria. Caso contrario al nuestro, que buscamos la evasión en todo momento.

Se dice que de nuestros errores más groseros Dios puede sacar eventos de bendición para otros, aunque sería mejor que no fuera así. De lo más miserable Dios puede escoge lo que necesita para cumplir sus planes. Del sufrimiento abyecto de Cristo vino al final nuestra salvación completa. ¿Qué puede hacer entonces a posteriori con el sufrimiento que nos toca vivir?

martes, 23 de mayo de 2006

Sacralizando los modelos eclesiales

Comunión, qué palabra ésta. Es tan importante en el contexto de la iglesia que descuidarla implica prácticamente el condenar a la gente a la apostasía. Es claro para todos que si no hay comunión, no hay crecimiento, no hay iglesia, no hay vida, no hay nada. Por ello la importancia de la iglesia no como organización eficiente e inexpugnable sino como comunidad abierta y abarcante. Como un lugar en donde exista una conglomeración de personas que apoye, que soporte, que ame, que corrija, que enseñe, que escuche, que festeje las alegrías y llore las penas, que ayude a crecer. Esta comunión brilla esplendorosa en cosas tan cotidianas como en la conversación uno a uno sentados en el pasto de un parque, en la charla telefónica, en el almuerzo de amigos, en la pequeña reunión de cumpleaños con los amigos más íntimos, en las salidas de distracción a algún lugar indeterminado, en la plática sobre Dios y sus cosas en un auto estacionado en la puerta de una casa.

¿Qué prácticas debe tener esta comunidad para incentivar, reflejar la comunión? ¿Qué debe hacer? Porque para ser sinceros, no se habla en la Biblia de cultos de adoración los domingos, de escuelas dominicales, de academia bíblica, de reuniones de grupos de crecimiento, células, grupo de jóvenes, matrimonios, retiros, encuentros, ni nada de esas cosas. Se menciona ekklesia, la comunidad, pero no se nos circunscribe a una práctica determinada, salvo la de guardar la comunión, evento directamente vinculado a la permanencia a un grupo estable y a la relación con éste.

¿Cómo debe ser la relación de un individuo con su grupo matriz? Ante esta interrogante han surgido siempre los modelos. Porque aunque quizá nunca lo pensamos, la forma en la que hacemos las cosas en la iglesia fue concebida en algún momento por alguien que las estableció, se objetivaron después, y finalmente se sacralizaron. La ropa de los religiosos, la forma de la alabanza, la estructura del culto, la supeditación de la prédica de un sermón a estrictas reglas homiléticas, la frecuencia y el modo de la Santa Cena, todo fue establecido en algún momento. Pocas cosas en tiempos bíblicos, mucho más en el transcurso de la historia. Muy adecuado y necesario todo esto, pero no deja de ser solamente un modelo. ¿Te reúnes en células para afianzar la comunión? El modelo celular está bien documentado y tiene sus variantes. Desde la distribución por grupos de edad, de género o de estado civil, como en mi iglesia, hasta los grupos de familias completas, como en Corea. Y ambas han funcionado en sus ambientes muy bien.

El problema es la sacralización del modelo. Nuestras cabezas limitadas, orgullosas y obcecadas han confundido la expresión pura y libre de la comunión con los modelos eclesiales, y eso es un gravísimo error. Supongamos una iglesia con modelo celular y una persona que, por algún tipo de escrúpulo personal, no quiere ir a las células establecidas. Inmediatamente es mal vista, es considerada anárquica, rebelde, malcriada. No importa si esta persona “revolucionaria” mantiene los vínculos de comunión espontáneos, o sea, se reúne con amigos en casa para conversar, orar, o simplemente apoyarse mutuamente, o mantiene lazos con algún cristiano de más años mediante su consejo. Nada interesa. Si no participas en la comunión mediante el modelo, estás fuera, te estás “enfriando”, tu vida espiritual es puesta en duda. Tomás de Torquemada revive y nos condena en el tribunal.

La inquisición se manifiesta en miles de formas, casi todas tan sutiles que nadie las percibe. Esta inquisición juzga a quien entiende la realidad de la iglesia de una forma distinta (en el caso del supuesto, quien comprende la lógica de los modelos y entiende a las células como uno más) y trata de hacer las cosas de un modo diferente (en este caso, no ir a las células). Esta inquisición lo aparta y lo expulsa. El que reflexiona, el que piensa un poco tomando una decisión respecto a su participación en la iglesia y no sigue a los demás como borregos es subversivo. Esta inquisición es tradicionalista, es temerosa, es letrista, es limitada en pensamiento porque no tiene la capacidad de dar el paso hacia adelante. ¿Es esta inquisición reflejo del amor de Dios? No es reflejo de este amor, sí de la limitada humanidad que cree tener siempre la razón

domingo, 23 de abril de 2006

No me Judas con eso, no tiene asidero...

¿Qué es ese nuevo evangelio? Judas es un absurdo exceso de publicidad causada por Dan Brown y su "Código da Vinci", libro lleno de inexactitudes y de mitos que son plenamente conocidos por la gente involucrada en temas teológicos y específicamente en historia eclesiástica. Como el común de los mortales ahora está atento y sensible a esos temas, aparece un "Evangelio de Judas" dizque nuevo que dice que Judas fue bueno, que cumplió una misión divina y necesaria, y todos se emocionan y especulan profusamente. Pero la verdad es que, como ya dije arriba, esa información es plenamente conocida por expertos y existe literatura abundante sobre esto, pero especializada para ser francos. Quizá este puede ser parte del problema de la bola de nieve que estamos viviendo hoy: no se ha educado a la grey sobre esos textos antiguos, y cuando son “descubiertos”, causan furor.

Los evangelios y todo el resto del Nuevo Testamento fueron escritos en el primer siglo de la era cristiana. Lo último en ser escrito fue el Apocalipsis alrededor del 100 d.C. Sin embargo, otros cristianos escribieron otros libros que no están el la Biblia pero que fueron reconocidos como libros importantes (El Pastor de Hermas, la Didaché, las Cartas de Clemente, etc), pero hubieron otros evidentemente falsos escritos con el fin de desprestigiar a la naciente iglesia, a los que se les denomina en la literatura como los evangelios o libros apócrifos (el Apocalipsis de Pedro, las epístolas de Pedro, y una muy larga lista). A la vez de estos, y dentro de la categoría de apócrifos, hubieron otros textos escritos por sectas cristianas aparecidas en el siglo II o III que trataron de hacerlos pasar como hechos por los apóstoles con el fin de legitimar tanto al libro como a su contenido. Una de estas sectas era la gnóstica. ¿Qué creían ellos? En esencia –y vinculado al tema de este “evangelio”-, que Dios había creado tanto el bien como el mal - a diferencia de los cristianos, que pensaban y pensamos hasta hoy que el origen del mal no se encuentra en Dios-. Como Dios creó el mal, entonces figuras conmunmente estigmatizadas por su negatividad, como Caín, Esaú, Judas Iscariote o un poco María Magdalena, fueron consideradas como elementos importantísimos en el Plan de Dios, ya que sin su obra, el Plan Divino no hubiera podido llevarse a cabo. Entonces escribieron libros resaltando el papel de estos personajes y circularon por el mundo conocido en esa época, mezclados con los materiales genuinamente cristianos (tengamos en cuenta que el Nuevo Testamento tal como lo tenemos recién se oficializó en un concilio en el siglo V d.C). Estos apócrifos son fáciles de conseguir en muchas librerías cristianas o en una buena biblioteca de Teología.

Por ello me sorprende mucho todo el alboroto. Ese evangelio de Judas es evidentemente gnóstico, ya que exalta la figura de Judas que hizo un mal pero para traer un bien, ¡y no brinda información nueva a la que ya se conocía! ¡Todo ya se sabía! Hay apócrifos que hablan de que Jesús no murió (al igual que El Corán, que usó como fuente a uno de esos libros), otros hablan de una relación entre María Magdalena y Jesús (que Brown recoge en la leyenda del Santo Grial y la populariza) que dice cosas como los besos en la boca de Jesús a ella o que ella fue la que escribió el evangelio de Juan, otros que niegan la resurrección, y muchas otras cosas de ese tipo. Todo esto es conocido hace siglos. Claro, pero sólo por los conocedores. Ojalá aprovechemos la coyuntura y se eduque a todos al respecto.

domingo, 16 de abril de 2006

La religión según Bachelet (*)

ROCÍO MONTES R.

La gobernante, que se declara agnóstica, tiene estrechos lazos con la masonería, es amiga de varios sacerdotes jesuitas, ha hecho gestos históricos al pueblo evangélico y el número de judíos en su gabinete es sólo superado por el Estado de Israel. Con la creación de la Oficina de Asuntos Religiosos inaugurará una modalidad distinta de diálogo con los diferentes credos.

Eran ya los últimos días de diciembre -jornadas en que la carrera presidencial entre Michelle Bachelet y Sebastián Piñera se encontraba en su punto más álgido- cuando la candidata de la Concertación recibió la más dura de las críticas que se haya pronunciado durante la campaña respecto de su agnosticismo: el alcalde de Independencia, el evangélico y militante de RN Antonio Garrido, dijo que la doctora del PS "era hija del Diablo" por no creer en Dios.


Las declaraciones del edil habían sido precedidas por las palabras del teólogo Fernando Moreno, quien había escrito que "es inmoral que un presidente de un partido que se llama Demócrata Cristiano pretenda imponer la votación por una candidata que es atea".

Por esos días, Michelle Bachelet realizaba sus últimas giras a regiones antes de las elecciones del 15 de enero. El 30 de diciembre se encontraba en la Octava Región. Allí, cuando el debate sobre la adhesión religiosa estaba ardiendo entre bacheletistas y piñeristas, la candidata de la Concertación se reunió con un grupo de 200 pastores y representantes de las distintas iglesias evangélicas en el centro de eventos Suractivo, de Concepción.

Fue ahí cuando anunció que de llegar a La Moneda crearía una Oficina de Asuntos Religiosos con el fin de garantizar que todos los credos se puedan expresar y comunicar con el Gobierno. Una entidad a la que nunca más se refirió públicamente, pero que, con Bachelet ya instalada en La Moneda, está comenzando a organizarse bajo el amparo del Ministerio Secretaría General de la Presidencia (Segpres).

Michelle Bachelet, a diferencia del ex Presidente Ricardo Lagos, no es bautizada. Proviene de una familia laica, y su padre y abuelo materno pertenecían a la Gran Logia. Su único matrimonio no fue por la Iglesia.

"Desgraciadamente, soy agnóstica", dijo en enero de 2002. "Creo que uno se acaba con la muerte, pero hay miles de cosas que desconocemos. No me cierro a aceptar otras posibilidades, pero mi formación médica se basa en evidencias".

Debido a su agnosticismo, pero sobre todo a sus escasas relaciones con personeros de los diferentes credos, la doctora del PS tuvo que comenzar a establecer vínculos con las distintas iglesias durante su carrera a La Moneda. Un alto miembro de su ex comando señala que "era bien complejo el tema, porque ella es mujer, agnóstica, separada, socialista y más encima vivió en la RDA".

Por ello, aun por sobre sus convicciones personales, en su programa de gobierno Bachelet no se impuso metas complejas desde el punto de vista valórico. "Con un gobierno de sólo cuatro años ella determinó no enredarse con temas que, por ejemplo, la podrían complicar con la Iglesia Católica", señala un asesor de La Moneda. "La suya es una agenda social, ésa es su prioridad. No una agenda valórica. Sabe que en lo primero le puede ir bien. Tiene el financiamiento y el piso político. Lo otro, en cambio, sería una aventura", dice.

Un hecho que se demostró esta semana, cuando el Gobierno determinó que no insistirá en reponer el veto sobre la Ley de Clonación y Genoma Humano, que se estaba tramitando en el Senado y que amenazaba con convertirse en el primer gran conflicto en temas valóricos con la Democracia Cristiana.

Sin embargo, en un hecho histórico, el gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet se encuentra trabajando en la creación de una entidad que estará dedicada exclusivamente a las relaciones entre los diferentes credos y el Ejecutivo: la llamada Oficina de Asuntos Religiosos que dependerá de la Segpres.

Porque el tema de la igualdad entre las diferentes creencias tiene un especial interés para Bachelet. Así lo plantea en su programa y así se lo ha hecho saber también a los representantes de las religiones minoritarias en Chile.

En el documento, por ejemplo, jamás se habla de una única Iglesia, evitando darle supremacía a la Católica, sino que en todo momento se refiere a "las iglesias". "Promoveremos la libertad de culto, el desarrollo de todos los credos y velaremos por la libre expresión de los diversos cultos en la sociedad", dice el programa presidencial.

Por ello, la Oficina de Asuntos Religiosos -que se comenzará a diseñar una vez completadas las 36 medidas de los 100 primeros días de gobierno- promete tener un efecto "ecualizador" entre las diferentes religiones. Una especie de "ventanilla única" para nivelar los vínculos de los diversos sectores espirituales con La Moneda.

Un hecho que, según advierten en la Concertación, podría tener el riesgo de generar ruidos en la sensibilidad católica. Es que nuevamente, igual como ocurrió con la Ley de Libertad de Culto de 1999 -que prácticamente igualó los derechos y deberes de los distintos credos y en un principio provocó la protesta de la curia-, la institucionalidad que creará el gobierno de Bachelet podría estrechar la distancia existente entre la Iglesia Católica y los grupos religiosos minoritarios en Chile.

RAÍCES EN LA GRAN LOGIA

El homenaje de los masones al general Bachelet

La Presidenta tiene una relación especial con la Gran Logia. Su abuelo materno, Máximo Jeria Chacón -una calle de Ñuñoa lleva su nombre por ser el primer ingeniero agrónomo chileno- era laico y masón.

De hecho, fue por su influencia que el padre de la Mandataria, general Alberto Bachelet, ingresó a la Gran Logia en la década del '40, aunque provenía de una familia católica y conservadora. Ello no sólo le permitió ganarse la simpatía de su suegro, quien era un implacable antimilitarista, sino que además le permitió conocer a destacados políticos masones como Salvador Allende, a quien apoyó en sus cuatro intentos por llegar al Palacio de La Moneda.

El general Bachelet llegó a ser maestro de la masonería; es decir, tenía el grado 3. Eso le permitió ser parte de la directiva de la Gran Logia.

Debido al vínculo familiar, la doctora socialista ha tenido contactos especiales con los masones desde que era ministra de Lagos. Por ejemplo, mientras era titular de Defensa, inauguró el año académico de la universidad masónica La República, y en otra oportunidad participó en un homenaje que la propia casa de estudios le rindió al fallecido general Bachelet en el edificio Diego Portales.

De hecho, ella y su madre estuvieron presentes en la inauguración de una de las salas de la biblioteca central de la universidad que lleva el nombre del fallecido general FACh, ubicada en la sede de calle Cienfuegos. En esa ocasión (2003), los masones pusieron en el salón un retrato de Alberto Bachelet y, además, le regalaron a la hoy Mandataria un óleo con su rostro, copiado de una fotografía de los años '70.

Ya en la campaña presidencial, los masones tuvieron varios encuentros con Michelle Bachelet. Durante la precandidatura, por ejemplo, hubo dos encuentros: el 7 de enero, cuando su propio comando pidió una audiencia con el gran maestro Jorge Carvajal, y el 6 de mayo, cuando participó de un almuerzo de tres horas junto a 200 masones en la sede de la Gran Logia. Luego, el 7 de enero, ya en la campaña de segunda vuelta, nuevamente se entrevistó con Carvajal, a quien le entregó su programa de Gobierno. La última de las reuniones se realizó el 22 de enero, cuando la directiva masónica la visitó en su ex casa de Manquehue, estando ya electa.

IGLESIA CATÓLICA

Afinidad con los jesuitas

Fue a mediados del 2003 cuando Michelle Bachelet, siendo ministra de Defensa y posible candidata presidencial, conoció a los dos sacerdotes con que tiene más afinidad al interior de la Iglesia Católica: los jesuitas Fernando Montes, rector de la Universidad Alberto Hurtado, y Felipe Berríos, capellán del programa Un Techo para Chile.

Bachelet conoció a los religiosos en una de las reuniones de camaradería organizadas por el diputado Jorge Burgos (DC) y el actual presidente del Consejo de Defensa del Estado, Carlos Mackenney. Ambos, que se conocen desde los tiempos de la Parroquia Universitaria, son a su vez muy cercanos a los dos jesuitas: Burgos, porque toda la vida fue compañero de curso de Berríos en el San Ignacio El Bosque, y Mackeney porque estableció vínculos con los religiosos al haber educado a sus hijos en el colegio de la Compañía.

Por ello, habitualmente se reunían con los sacerdotes en alguna de sus casas, citas a las que, a su vez, invitaban a otros amigos en común, como los ex ministros Francisco Vidal y Nicolás Eyzaguirre. En una de esas tertulias, en la casa de Mackenney, llegó la entonces ministra Bachelet, quien tuvo sintonía inmediata con Montes y Berríos.

Fue la primera de una serie de encuentros entre Bachelet y el grupo. En otra ocasión, por ejemplo, se reunieron para celebrar un cumpleaños de Nicolás Eyzaguirre. Otra vez fue Bachelet quien se trasladó a las viviendas básicas donde residen los dos sacerdotes, quienes viven en una comunidad jesuita instalada en la parte de atrás de Infocap, en Departamental con Santa Rosa.

En los encuentros se hablaba de todo: desde temas cotidianos hasta problemas coyunturales, donde los sacerdotes entregaban su visión. En más de alguna ocasión, Bachelet y Eyzaguirre tocaron guitarra y Vidal trató de cantar, según dice uno de los comensales.

Aunque las reuniones se interrumpieron por la apretada agenda de Bachelet en la época de campaña, lo cierto es que la amistad con los dos sacerdotes sigue viva desde que ella llegó a La Moneda. De hecho, la propia Bachelet a los pocos días de instalarse en Palacio, llamó por teléfono a Felipe Berríos y sostuvo con él una larga conversación.

SECRETARIOS DE ESTADO

Los judíos y el gabinete

De acuerdo a Julio Froimovich, presidente de la Comunidad Judía de Chile, los contactos más directos con Bachelet comenzaron durante la campaña presidencial de 2005. Uno de ellos, por ejemplo, fue el que se realizó el 22 de agosto, cuando ya era abanderada única de la Concertación. Y el último, el que se produjo una vez que ganó la elección, el 23 de enero.

Ahí le plantearon tres temas que son prioritarios para la comunidad: la preocupación por la beneficencia, la lucha por los Derechos Humanos y la imperiosa necesidad de que se cuente con una ley contra la discriminación en Chile.

Sin embargo, aunque los vínculos son más bien recientes, lo cierto es que Michelle Bachelet tiene una fuerte presencia judía en su gabinete. De hecho en enero, poco después de darse a conocer el primer gabinete de Bachelet, el sitio web "Jerusalem Summit", destacó que, después de Israel, el de Chile es el Gobierno con mayor cantidad de judíos como secretarios de Estado. Nombraban a Eduardo Bitrán de Obras Públicas, Clarissa Hardy de Mideplan, Karen Poniachik de Minería, además del subsecretario de Relaciones Exteriores, Alberto Van Klaveren.

Con ellos, los judíos se configuran como la tercera tendencia religiosa al interior del gabinete, después de los católicos y los agnósticos.

Los católicos del gabinete son: Andrés Zaldívar, Alejandro Foxley, Isidro Solís, Álvaro Rojas, Martín Zilic, Sergio Espejo, Patricia Poblete y Laura Albornoz.

Los agnósticos son: Ricardo Lagos Weber, Andrés Velasco, Paulina Veloso, Ingrid Antonijevic, Vivianne Blanlot, Soledad Barría, Paulina Urrutia y Rommy Schmidt.

Osvaldo Andrade se ha declarado sin religión.

EVANGÉLICOS

Relación con protestantes

El pastor de la Iglesia Pentecostal Apostólica, Francisco Anabalón, coordinador del Consejo de Organizaciones Evangélicas (COE), cuenta que cada vez que han sostenido reuniones con Michelle Bachelet, le piden autorización para orar. Ella acepta, dice Anabalón, y en silencio escucha los rezos.

El pastor relata que con ella han tenido relaciones desde que era ministra de Salud, y que los vínculos continuaron una vez que se instaló en Defensa. De hecho, recuerda que cuando se fueron las tropas chilenas a Haití, ella hizo un gesto inédito para su credo: con el fin de que actuara como capellán, se preocupó de llevar en la comitiva oficial al pastor Roberto López.

Los contactos con este sector continuaron durante la campaña presidencial de Bachelet. De hecho, según señala un alto personero que participó de su comando, nunca se perdió de vista que más de 1,6 millón de chilenos profesa este credo.

También mantuvo vínculos con el obispo Bernardo Cartes, de la Unión de Iglesias Evangélicas (UNIECH), personero que encabezó el último Te Deum. De hecho, en el oficialismo se señala que fue este sector el que adoptó una postura más proclive a la candidatura de la doctora del PS. Tanto es así que el 29 de marzo el senador del PPD Guido Girardi organizó una comida en su casa de La Reina a la que invitó a Cartes y, entre otras personas, al vocero del Gobierno Ricardo Lagos Weber. Girardi, según uno de los asistentes al encuentro, durante su propia campaña senatorial había establecido fuertes vínculos con esta fracción evangélica y "la idea de la comida era que Guido sirviera de puente para que se conocieran y así se establezca una relación directa entre ellos y La Moneda".

CAPELLANES

Religiosos de Palacio

Son los llamados capellanes de La Moneda, quienes sirven espiritualmente a los que allí trabajan: el sacerdote católico Percival Cowley y el pastor evangélico Neftalí Aravena.

Ellos son los que realizan actos ecuménicos en fechas especiales como Navidad o, por ejemplo, la habitual conmemoración anual del 11 de septiembre.

Pero la dupla no estuvo siempre presente en Palacio. Fue recién durante el gobierno del ex Presidente Ricardo Lagos que la casa de gobierno abrió las puertas a un representante de la Iglesia Evangélica de Chile. Aravena, obispo metodista y ex integrante de la Mesa de Diálogo, asumió la tarea dos años después de haberse promulgado la Ley de Igualdad de Cultos, inaugurando con ello la cohabitación de religiones en La Moneda.

(*) http://diario.elmercurio.com/2006/04/16/reportajes/_portada/noticias/322A5A94-7D0F-45DC-AF52-88F1AFE0EAA4.htm?id={322A5A94-7D0F-45DC-AF52-88F1AFE0EAA4}