lunes, 31 de julio de 2006

Qana, no te olvidemos

No estoy seguro si la Qana de hoy es la Caná bíblica, aquella en donde Jesús hizo su primer milagro: el convertir el agua en vino (un artículo en Trome, un diario de cincuenta céntimos que leí en el taxi mientras venía al banco, lo afirmaba). Dos mil años después ya no hay motivos de fiesta sino de luto, porque un daño colateral mató a más de 50 personas, 40 de ellas niños, que se ocultaban de las bombas en un sótano. Sé que mi voz es ínfima, microscópica, al nivel de partícula subatómica, pero con todo expreso mi rechazo absoluto a esa masacre infame y cruel que merece la condena mundial pero no, claro está, la de la ONU -por presión- y la del gobierno de los Estados Unidos. ¿Qué debemos hacer para que esos muertos libaneses sean válidos, respetables? ¿Qué hacer para que algunos de verdad sientan el dolor de quien perdió a sus infantes eludiendo su culpa?

Hablo del hecho aislado. No digo que Hizbolá es un cuerpo angélico e inocente porque ellos son en parte responsable de la situación al lanzar misiles katiushka desde el mismo poblado, escudándose en la población civil. Tampoco lo es Hamás al mandar a un kamikaze a inmolarse en un bus de Tel Aviv -no ha pasado ahora, pero puede suceder-, pero Israel merece toda la condena por este hecho. Ojalá se la den porque ya están acostumbrados a actuar con demasiada impunidad.

viernes, 21 de julio de 2006

¿Lo que es, es? ¿O lo que es, está cambiando?

Todos estamos convencidos del hecho de que Dios se comunica. Lo sabemos desde el punto de vista trinitario, por la comunión perfecta entre las tres personas de la divinidad que son una al mismo tiempo (ej. Jn. 17:20-21). Lo sabemos desde el punto de vista creativo, ya que mediante la complejidad de la naturaleza material podemos percibir el diseño inteligente y por ende la participación de un ser poderoso en la formación de todo lo observable, que hace conciente a la humanidad-receptora de la relevancia de Dios-emisor (Rom. 1:20, Sal. 19:1-6). Lo sabemos desde el punto de vista cristológico, ya que si creemos en la veracidad de las palabras de Jesús tendremos que aceptar el hecho de que es Dios (Jn. 8:58-59). Lo sabemos desde el punto de vista práctico, ya que si somos creyentes entonces seremos concientes de la forma en que Dios se comunica con nosotros, siendo esto algo que podemos aseverar sin importar qué tan devotos seamos.

Al mismo tiempo sabemos que Dios no cambia (Mal. 3:6). También que la Biblia se escribió en 1,500 años en tres continentes, en tres idiomas, por 40 personas aproximadamente. Esa es una circunstancia invariable (Mt. 5:18, 24:35; Mr. 13:31; Lc. 21:33). La cultura y cosmovisión del Rey David no va a mutar, tampoco la del apóstol Pedro o la del profeta Malaquías. Puede suceder que aparezcan nuevos descubrimientos que ajusten nuestros conocimientos sobre el mundo de la época de los escritores, pero fuera de eso, es un hecho afianzado, ya dado.

¿Por qué digo esto? Porque la esencia de la hermenéutica es ser concientes de nuestra realidad actual, ir al texto que fue escrito en un contexto particular en el pasado, y traerlo al presente. Dios no cambia y el ambiente del tiempo de escritura de la Palabra tampoco pero el hoy del intérprete sí, y por ello la teología se hace tan rica porque necesita reescribirse constantemente según evolucione el entorno de los tiempos. Cuando este proceso no se hace, la iglesia se desfasa y pierde relevancia. Esta es una explicación de lo que ha sucedido en Europa, donde el cristianismo ha cedido mucho espacio e influencia.

Como el hoy es cambiante, el intérprete -o sea nosotros- está sujeto a su forma de entender el mundo y a lo que pasa en él (cosa que interviene profundamente en el modo de ser de la gente). Acontecimientos políticos, guerras, tendencias, la tecnología, la cultura y los trasfondos familiares han influido y en ocasiones determinado enseñanzas teológicas, que posteriormente se establecieron como LA verdad, olvidando la parte profana de su origen y siendo sacralizadas. Claro que ha habido posturas que se hundieron en el foso del olvido.

Esto es normal, es parte del mecanismo que instauró Dios en el proceso hermenéutico: Dios fijo, autores fijos, intérprete variable. No hay que temer a este asunto, hay que asumirlo como parte del modus vivendi del teólogo y del cristiano. Por ello brota naturalmente la respuesta al título del artículo, que es a propósito una vieja discusión entre dos filósofos presocráticos: Parménides (“todo es uno y lo mismo) y Heráclito (“todo fluye”).

Una vez asimilado esto, hay que reconocer las áreas más volátiles, las que muestran más sensibilidad a elementos perturbadores por los cambios en el mundo. A mi entender deben ser añadidas en esta lista la relación entre la fe y la ciencia, la eclesiología y la escatología. Por ejemplo, dentro de esta última debemos saber que la migración entre amilenialismo, postmilenialismo y premilenialismo se dio por el traslado de la visión mundial desde el optimismo generalizado por el avance tecnológico (primera y segunda revolución industrial) al desánimo por la capacidad de destrucción humana (guerra de secesión, primera y segunda guerra mundial, guerra fría) estableciéndose el premilenialismo como lo “bíblico” olvidándose del contexto de su origen. Dentro de la eclesiología la idea de iglesia se desarrolla hablando de términos como “iglesia emergente” que no depende de templos físicos sino de comunidades reunidas en un sinfín de lugares con un liderazgo mucho más horizontal, o de la concepción de las “comunidades del sentimiento” donde se da preferencia a la experiencia con Dios más que al argumento sobre las creencias y la fe.

¿Qué ha pasado? Simplemente ha cambiado el intérprete, pero como decía arriba, Dios y la Biblia siguen siendo los mismos. Recalco e insisto una vez más que esto es normal. Por ello la necesidad de plantearnos la labor enorme de editar teología latinoamericana, peruana y postmoderna conociendo que hacemos la voluntad de Dios de esta forma sin miedo a reconocer que el resultado es hijo de su tiempo, como muchas otras enseñanzas que fueron relevantes pero que quizá ya cumplieron su función.

Sino, posiblemente pase lo que leí en un artículo hace años: que seremos piezas de bibliotecas y museos, solamente parte de los cursos de historia, y nada más.

viernes, 14 de julio de 2006

La eterna pregunta (*)

El otro día vi a una niña posiblemente huérfana que lloraba de hambre en una calle con su bolsa de caramelos de diez céntimos mientras la gente pasaba por su lado muy ocupada y ensimismada ignorando su sufrimiento. Y le pregunté a Dios: "¿Por qué existe tanta injusticia? ¿Podrías hacer algo por ella? ¿Algo más tangible, más efectivo? Me parece injusto que sufra tanto siendo tan inocente y joven" En ese momento me di cuenta que esa respuesta clásica de que es responsabilidad del hombre todo lo malo del mundo ya no me satisface, no me convence del todo.


Dios no me contesto al instante, pero al llegar la noche, cuando estuve en mi cuarto mirando la penumbra, sí respondió:


"Ya hice algo"- y luego de una pausa Dios exclamó: "Te hice a ti"


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(*) Le hice algunos cambios a esta historia que me enviaron por correo electrónico.

lunes, 10 de julio de 2006

La misión, más grande de lo que creemos

Hace unos cuatro meses escribí sobre la dimensión triple del Génesis en el sentido de la mayordomía, que consiste en que Dios por su propia mano -o mejor dicho, por medio de la Segunda Persona de la Trinidad, o sea, el Verbo de Juan 1:1- forjó dos creaciones: la directa material o natural, que se explica en los dos primeros capítulos del Génesis; y la directa inmaterial, que es el mundo espiritual compuesto por los seres de tipo angélico. Al mismo tiempo Dios diseñó el sistema de tal forma que germine una tercera creación: la indirecta material, que es la que concibe el hombre por su propia actividad en la Tierra pero que estaba dentro del plan divino desde el inicio, denominada también creación derivada o de segundo orden. Todas las relaciones económicas, psicológicas, filosóficas, sociológicas o antropológicas entran en esa categoría.

Cuando hablamos de mayordomía, tenemos que hablar de misión ya que son dos caras de una misma moneda. Por diferentes motivos –he enfatizado el tema escatológico como de importancia superior- pensamos que lo que Dios quiere que hagamos en la tierra se vincula exclusiva y perentoriamente con la predicación, enseñanza de la Biblia, campañas masivas, retiros, reuniones en la iglesia, comités, cultos, reuniones de oración, campamentos, células, aires libres y todo lo demás que no se me ha ocurrido que de seguro hace que la lista deba ser muy larga. Peor aún, hemos restringido la palabra misión a tan solo ir a países distintos al nuestro o a zonas apartadas y disímiles con nuestra región originaria para establecer iglesias, devaluando el término, y perdiendo definitivamente una gran parte de su riquísimo significado. No minimizo el trabajo intercultural, mi esposa es nieta de un misionero que sin el apoyo de nadie vino al Perú dejándolo todo porque sintió un fuerte llamado de Dios, pero no es lo único.

La misión es en verdad muy amplia, abarcante y comprende la labor simultanea en las tres creaciones. Muchas veces –me ha sucedido a mí en el pasado- nos asfixiamos en la iglesia por la poca cantidad de gente comprometida, porque escasas personas hacen todo, y concluimos que con dificultad podemos avanzar en la expansión del reino de Dios. Sin embargo, si tomáramos en cuenta que la realidad de nuestro trabajo es global, literalmente nos ahogaríamos por el peso de la ingente responsabilidad que nace ante nuestros ojos. Si antes un kilo era nuestro día a día y a duras penas llevábamos la carga, ¿qué tenemos hoy, con una tonelada? He aquí el reto real y poderoso: asumir lo que nos toca del mandato de Dios donde Su prioridad nos ponga. ¿Cómo puede ser, por ejemplo, que seamos concientes como cristianos que la humanidad tiene el llamado de salvaguardar la creación pero que sin embargo no hagamos gran cosa en el cumplimiento de esa función? ¿Por qué se le ha delegado esto a otras personas –no digo que esa gente no lo haga, por supuesto que debe continuar, sino que como persona conciente de la actividad de Dios y de su voluntad un cristiano no haga nada al respecto-?

Este desafío manifiesta una gran cantidad de aristas. Temas que van desde las discusiones de género, pasan por la lucha por la solución de los conflictos y la búsqueda de la paz, los derechos humanos, la política, el trato hacia los grupos socialmente marginados (pobres, homosexuales, migrantes, enfermos de sida, niños en estado de abandono, mendigos y otros), la ecología y la bioética, la justicia económica, y muchos más, son lugares en los que Dios quiere que participemos de una forma activa y militante, no como hasta ahora, donde el proverbial aislamiento de la iglesia evangélica ha dado un testimonio negativo hacia el conjunto de la sociedad, que nos consideran desde sectarios hasta indiferentes.

Percibo que algunas personas están ampliado su concepto de misión, unos quizá sin saberlo, otros poseyendo claridad. También que la amplitud de posibilidades ha creado una nebulosa que vuelve impreciso el futuro ya que tal vez no se sabe qué escoger, pero al mismo tiempo no se entiende todavía el tema de la simultaneidad de la misión, donde debe hacerse todo con equilibrio (comunidad cristiana, planeta, sociedad) pero con prioridades distintas según cada uno. Pero también veo un sincero deseo por comprender estos conceptos que son parte de la gran maravilla que es la obra de Dios en nosotros, porque finalmente –y a modo de trabalenguas-, ¿qué es mejor que hacer lo que Dios quiere que hagamos?

jueves, 6 de julio de 2006

El amor en los tiempos del internet


Todo un tema complejo este de los cupidos por internet teniendo en cuenta las noticias que aparecen en los diarios sobre los abusos que sugren algunas mujeres al tener una cita a ciegas por el chat u otra forma similar . Ahora, como dice la imagen, ya hay la posibilidad de entrar en el "mercado" de creyentes, donde uno puede encontrar a una persona de su misma fe. ¿Se animaría un(a) peruano(a) o latinoamericano(a) fiel asistente a una iglesia a probar suerte por estos medios? ¿Podría ser ese medio utilizado por Dios para conseguir una pareja? ¿Por qué no?