lunes, 26 de junio de 2006

De todas las sangres (y pensamientos)

“En el poco poblado estado de Washington [U.S.A.], en un pueblo de 2,400 habitantes, pude contar hasta veintiocho iglesias diferentes. La gente lo llama socarronamente la ciudad santa”[1]

El debate sobre el denominacionalismo en la iglesia evangélica es muy complejo. Un estudio de hace una década registró 2,800 denominaciones sólo en los Estados Unidos sin incluir las iglesias “libres” que están compuestas por solo una comunidad y se cuentan por miles en todo el mundo, ni los grupos formados fuera de las fronteras del país. ¿Cómo afirmar de que somos un cuerpo en Cristo si estamos tan atomizados? ¿Qué argumento nos quedaría ante 1 Corintios 1:10-13 que exhorta a la unidad completa (Les ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que hablen todos una misma cosa, y que no haya entre ustedes divisiones, sino que estén perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer. Porque he sido informado sobre ustedes, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre ustedes contiendas. Quiero decir, que cada uno de ustedes dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo. ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por ustedes? ¿O fueron bautizados en el nombre de Pablo? -RV60 adaptada-)? O peor aún, ¿Qué argumento nos quedaría ante Juan 17:20-21 (Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste –RV60-)? ¿Y ante Efesios 4:1-6?

Sin embargo, si nos damos el trabajo de visitar cada una de las miles de denominaciones, encontraremos que Dios trabaja dinámicamente en la mayoría de las iglesias. La obra se expande, mucha gente es conciente de su realidad espiritual y responde positivamente ante el llamado de Dios, muchas personas restauran sus relaciones dañadas, muchas sanidades milagrosas son hechas, y muchas bendiciones se transmiten a través de las miles de comunidades cristianas obedientes de los mandatos bíblicos. Todas parecen ser bendecidas por Dios con generosidad sobreabundante: los de derecha e izquierda, los de arriba y de abajo, los de más allá y los de más acá. Todos mueren, todos se enferman, todos sufren, todos tienen encuentros con Dios, todos se llenan de alegría, todos tienen profundas experiencias religiosas, todos son protegidos, todos reciben la gracia multiforme. ¿Qué, entonces, de la unidad? ¿De qué hablamos si Dios bendice finalmente a todos? ¿De una unidad orgánica? ¿O más bien de una unidad interna?

Hay que decir las cosas con claridad: hay pasajes en la Biblia que pueden alcanzar más de un significado y todo esto dentro de estrictos principios de interpretación. Por ello, hay gente que cree que la salvación se pierde, y otros en cambio, piensan que una vez que la obtienes nadie te la quita porque es un sello que conservarás por toda la eternidad. Hay algunos que creen en el poder incólume del accionar del Espíritu Santo, mientras que otros reconocen su presencia, pero en una función pasiva. Algunos creen que estamos en los últimos días, otros que ni siquiera piensan que el tema sea digno de ser tomado en cuenta. Dios dispuso eso de esa manera. La Biblia no cambia ni cambiará (Mt. 5:18) pero los seres humanos sí lo hacemos. Nuestras sociedades evolucionan permanentemente a la vez que nuestra visión de la palabra de Dios. Por eso a través del tiempo hay nuevas lecturas y puntos de vista de lo que la Biblia dice acorde con nosotros mismos, generando nuevas formas de hacer iglesia, de hacer misión, de entender a Dios. Lo mismo pasa en forma horizontal en distintas culturas. Una iglesia africana de Nigeria es diferente a una iglesia boer sudafricana, ésta muy distinta a una megaiglesia coreana o a una tradicional iglesia anglicana inglesa y todas no son como mi iglesia, la Alianza Cristiana y Misionera.

¿Y dónde queda la diferencia teológica? ¿Es realmente importante o no ya que la bendición "chorrea para todos"? ¿Realmente algo quieren decir las diferencias? ¿Qué, exactamente?

Soy economista, y para tratar de explicar esto pondré el ejemplo de las bandas. ¿Qué es esto? En simple, significa definir un valor máximo y un valor mínimo para que entre estos podamos fluctuar sin nunca pasar los límites que previamente configuramos. Dadas la praxis observada de lo que Dios hace con sus hijos en la tierra, pensaría que Él, de alguna forma implícita ya que hay muchos temas en los que las cosas parecen no estar tan claras en la Biblia, permite flexibilidad en la interpretación y en la forma práctica de hacer iglesia, pero manteniendo límites. ¿Cuáles? Mi propuesta en este sentido es que son los que nos aproximan al comportamiento sectario. Por lo tanto, dentro de las bandas todo sería en cierta manera válido. Arminiano y calvinista. Premilenial y postmilenial. Pentecostal y no pentecostal. Esto explica la bendición para todos y la manifestación del poder de Dios a pesar de las diferencias.

Por ello la respuesta a la pregunta que me hice antes es que la unidad no es orgánica sino interna. Por lo tanto la discusión no es la unificación de denominaciones ni de estatutos de fe sino es, primero, la comprensión real de la posibilidad del diferendo; segundo, el reconocimiento de la otriedad; y finalmente el respeto mutuo. Sin embargo, esto es difícil sobre todo cuando los evangélicos latinoamericanos estamos acostumbrados a las formas caudillistas y populistas del pastorado, que deriva en el hecho que la voz del líder sea vox dei[2] y en donde si se osa hacer algún tipo de crítica se acusa de inmediato de poca espiritualidad o de ataque al cuerpo de Cristo, y a mostrar poco interés en el destino del otro, sobre todo si es desconocido –pensemos en el tráfico limeño para enfatizar esta última afirmación-. Muchas veces somos exclusivistas, se nos enseña que nuestra manera de ver las cosas es la mejor, miramos por encima del hombro a nuestro hermano que piensa distinto, somos burlescos y sarcásticos ante las experiencias de fe de otros, las calificamos de erróneas y originarias de un espíritu de contienda, de orgullo o de vil pecado. ¡Qué restringida es nuestra manera de entender a Dios! ¡Que soberbia nos invade cuando el Espíritu Santo nos enseña una verdad, al pensar que si alguien no ha recibido esa instrucción de la misma manera, no está cerca de Dios!

Aquí está el desafío real. Más que pensar en el meollo de las diferencias, las cuales parecen ser toleradas por Dios a pesar que muchas de ellas han aparecido no por la sincera postura sino por la agria discusión, nuestro trabajo se encuentra en cómo actuamos con ellas, en “soportarnos con paciencia los unos a los otros en amor” (Ef. 4:2b) y recordar que ese carismático es más que nuestro prójimo porque cree en el mismo Dios, lo respeta, lo ama, se somete a su voluntad y lo busca de la misma manera que lo hacemos nosotros. Lo mismo con el pentecostal, el bautista, el presbiteriano o el miembro de nuestra comunidad que piensa en otra forma. En última instancia, es un reto del agape[3] pleno, porque el aceptar al otro es en cierta forma amarlo. Y más si Cristo está en medio de todos.



[1] Jan Karel Van Baalen. “El caos de las sectas”, página 351. Aunque nos pueda sorprender, esta cita fue escrita en 1938.
[2] Voz de Dios
[3] Uno de los tres significados de la palabra amor en griego.

miércoles, 21 de junio de 2006

La manipulación en el eros

La Biblia no habla de todo. Puede parecer una obviedad ridícula pero a veces vale la pena mencionarla ya que en nuestras iglesias existen hermanos en la fe que honestamente tratan de hacer bíblicos todos los comportamientos, actitudes e interpretaciones sobre la vida. En muchos temas, Dios nos da la libertad de escoger las formas más adecuadas para realizar nuestra praxis siendo esto es sabio ya que dentro de la creación indirecta –la que hace el hombre- que Dios ya había previsto desde el inicio de los tiempos, el tema de la diversidad cultural y temporal había sido pensado por el Señor.

Uno de estos temas es el del emparejamiento, el del cortejo. No hay un patrón en la Biblia, y lo que vemos en casi todos los casos son las descripciones de los hábitos de los judíos. Por esta razón muchos pastores han sufrido en distintas congregaciones al limitar y reglamentar la forma en la que debe iniciarse una relación, cuál es la manera ideal de la “conquista”, e inclusive el medio ideal de terminar. Los pastores controladores, por ejemplo, exigen que se les pida permiso para iniciar una relación. Si el no acepta –se supone que luego de un período de oración y reflexión- la pareja no puede iniciar nada. Si dice que sí, sonarán las campanas.

Podemos discutir mucho en las formas. Sin embargo, cuando pasamos de ese nivel a la manipulación descarada de Dios, es necesario detenernos para plantear una casuística que no es tan común como para catalogarla como "regla general" pero que tampoco es tan excepcional como cara clasificarlo como "otros" o "varios". Lo que voy a describir lo he visto directamente tres veces en los últimos seis años y sé de otros casos por referencias que no he tenido el tiempo de comprobar ya que eran de iglesias de zonas alejadas de Lima o de otras ciudades del Perú. Mis tres ejemplos son de líderes de sus iglesias y en los tres casos ellos fueron rechazados por chicas que entendieron que de la manera que detallaré Dios no puede actuar.

Dios debe estar presente en la formación de una relación. De alguna manera, Él nos guía y puede llegar a actuar como una suerte de cupido con las parejas, sobre todo cuando hablamos de matrimonio. En ocasiones, él puede responder oraciones afirmativamente y confirmar el inicio de las relaciones. Obviamente, todos nos damos cuenta de lo subjetivo de todo esto, porque si uno está enamorado y escuchamos una voz que dice: “ella es”, ¿quién habló? ¿Dios o nosotros mismos?. Aquí llega el gran problema. Algunos líderes se enamoran de una chica, oran y llegan a la convicción que Dios les ha confirmado que ella ES la chica para ellos. Por supuesto, la fémina no se da por enterada, ella sigue su vida normal y quizá le guste otro chico. Pero, al tener la seguridad y “saber” que Dios está de su lado, nuestros tutores, líderes o simples cristianos convertidos, con el corazón latiendo a cien por hora, no dudan en acercarse a la inocente chica y hablarles primero de cosas espirituales, luego de su relación de amistad “siempre bendecida por el Señor” y finalmente dan la estocada: “He estado orando mucho, y Dios me ha dado la seguridad y la certeza que tú eres la chica que ha dispuesto para mi y por ello, debemos comenzar una relación”

¡Plop! Como diría Condorito, ¡Exijo una explicación! ¿Y la chica? ¿No debía Dios decirle algo al respecto también? ¿O es que el mensaje sólo se da a los hombres? En los tres casos que he visto ellas no tenían la más remota idea del asunto, ni tenían el mínimo gusto por el incauto conquistador. Ellas rechazaron la propuesta diciendo la respuesta obvia: “bueno, esperaré que Dios me confirme al respecto”, cosa que no pasó y que difícilmente pasará.

Ellos creyeron que Dios les hablaba. Pusieron su pensamiento y sentimientos como si fueran los de Dios. Lo usaron, lo manipularon, aunque quizá sin una mala intención. ¿Quién les dice que eso estuvo mal? ¿Lo volverán a hacer?

viernes, 16 de junio de 2006

Ante el sufrimiento del otro, ¡comprométete!

El sufrimiento nos humaniza, porque muchas veces genera ese especial sentimiento llamado solidaridad, vinculándonos y permitiendo la hermandad. Sin embargo, en ocasiones no nos queda claro el objeto de lo solidario, si debemos ser inclusivos y abarcar a todo el mundo, o exclusivos y limitarnos a nuestra comunidad, nuestra familia o nuestra iglesia. Jesús medita y enseña sobre esto al responder la pregunta capital, la más importante de esta vida: “¿Haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?” (Mt. 19:16, Mr. 10:17; Lc. 10:25, 18:18).

Jesús la responde con Levítico 19:18 (“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, Y a tu prójimo como a ti mismo”). No parece haber mayores objeciones con la parte correspondiente a Dios, pero el escriba que hizo la pregunta, judío y elitista, quiso ir más allá y pidió una especificación, una aclaración sobre el prójimo. Quizá esperaba que el Maestro le dijera que eran el judío, el compañero en la fe o el pueblo de Dios, algo así de específico, pero la respuesta rebasó todas las expectativas.

Cristo contó la parábola del Buen Samaritano (Lc. 11:25-37), conocida por todos. En ella, se nos enseña que ese prójimo no es sólo mi hermano de sangre o mi amigo íntimo, sino el odiado vecino, el desconocido que reniega de Dios, el familiar mundano, la persona que dañó mi vida, el político espiritualmente indiferente o el indígena de una tribu de las selvas de Borneo. Todos, no sólo mis hermanos en la fe, son mi prójimo. De esta manera, nos marcan una visión absolutamente universalista.

El ejemplo de Jesús no es casual. El hecho que ponga una situación directamente vinculada al sufrimiento del otro, del prójimo, nos quiere decir algo. Además de anticipar su obra redentora a la humanidad completa y no sólo a los hebreos, nos dice que debemos amar a todos sin exclusión exhortándonos con firmeza: “Ante el sufrimiento del otro, cuando las circunstancias de la vida lo dejen herido y medio muerto (Lc. 11:30) aunque ese otro puede no tener ningún vínculo contigo, aunque sea yo un samaritano y el otro un judío, ante su sufrimiento, comprométete”.

Comprometerse con el dolor ajeno como lo hizo el Señor al venir a la tierra para morir por nosotros. Qué tal reto, imposible de realizar sin la ayuda del Espíritu Santo, como el resto de las exigencias del cristiano. Yo quedo perplejo ante la enseñanza lucana y percibo al instante que he fallado en el pasado por mi indiferencia ante la desgracia de los que me rodean, ante las lágrimas de mi país que se desangra y se corrompe. Más fácil era taparme los ojos, pero Cristo no vino a enseñarnos a seguir la ruta sencilla. Y ante esto, sólo me queda pedir perdón a los amigos que no apoyé cuando sufrían. Pero más que eso, a ese mundo que ignoré porque pensaba que su degeneración era irreversible.

Pero hay esperanza. “Haz tú lo mismo” (Lc. 11:37). Mi esperanza es la metanoia, el cambio de actitud. Y aunque he perdido muchos años, jamás será tarde para Dios.

jueves, 15 de junio de 2006

Declaración interdenominacional norteamericana de preocupación sobre “libre comercio” y tráfico de personas

No retendrás el salario de las y los jornaleros pobres y necesitados, ya sean israelitas o extranjeros que habitan en tu tierra y en tus ciudades. Cada día les darás su jornal antes de la puesta del sol, porque son pobres y necesitan de él para vivir; de lo contrario ellas y ellos podrían clamar contra ti al SEÑOR, y se hallaría culpabilidad en ti. - Deuteronomio 24, 14-15

Creemos que los sistemas internacionales de comercio e inversión deberían respetar y promover la dignidad de la persona humana y asegurar el desarrollo y el bienestar de las personas en todas las naciones. Algunos acuerdos comerciales no tienen provisiones laborales y aquellos que contemplan medidas para velar por el cumplimiento de los derechos laborales, no afectan a las compañías que abusan de sus empleadas y empleados. Pedimos acuerdos comerciales que garanticen la dignidad de las y los trabajadores a través de normativas que obliguen no sólo a las naciones que incumplen con las leyes laborales sino también a las compañías que cometen abusos.

Desde la aprobación del tratado comercial entre Estados Unidos y Jordania en el 2000, las exportaciones de ropa desde Jordania hacia Estados Unidos han aumentado más del dos mil por ciento, de 52 millones de dólares a 1.1 billones de dólares en 2005. Desafortunadamente, las y los trabajadores de la industria del vestido en Jordania han sufrido abusos tremendos mientras trabajan para compañías que proveen ropa barata a empresas minoristas estadounidenses como Wal-Mart, Target, Kohl’s, y L.L. Bean, entre otras.

A pesar de que el tratado comercial entre Estados Unidos y Jordania fue presentado como un ejemplo de protección de los derechos de las y los trabajadores, un informe publicado recientemente por The National Labor Committee muestra que incluso con esas provisiones laborales, los tratados comerciales son incapaces de proteger a las obreras y obreros. El informe de 162 páginas detalla numerosos abusos infligidos a trabajadoras y trabajadores en Jordania, especialmente a quienes provienen de otros países. Realidades comunes que enfrentan estas y estos trabajadores incluyen jornadas de trabajo de 20 horas diarias y 109 horas semanales, atrasos en la recepción de sus salarios hasta de seis meses, golpes por reducir sus ritmos en la producción e incluso abuso sexual. Se documentó el caso de una mujer que se ahorcó luego de haber sido violada por un administrador. Algunas compañías están involucradas en el tráfico de personas – trabajadoras y trabajadores visitantes de Bangladesh y otros países pagaron sumas que fueron desde los mil hasta los tres mil dólares para trabajar en Jordania pero luego sus pasaportes fueran confiscados por los empleadores. Ellas y ellos se vieron de esta manera atados a sus trabajos y con frecuencia recibieron un pago menor al que les habían ofrecido, menor incluso al salario mínimo de Jordania, que es de 154 dólares al mes.

Los tratados comerciales con Perú y Omán, que llegarán al Congreso en las próximas semanas, no igualan siquiera los estándares laborales del tratado con Jordania. Las provisiones laborales en el acuerdo con Perú son idénticas, palabra por palabra, a las provisiones del CAFTA, mientras que el texto del tratado con Omán tiene cuatro modificaciones redaccionales que no alteran el significado de las provisiones. Los acuerdos exigen que los países cumplan sus propias leyes, pero apenas señalan sanciones mínimas en caso de que no lo hagan. Las únicas medidas coercitivas disponibles en estos acuerdos son multas de hasta 15 millones de dólares al año. Este dinero no debe pagarlo la compañía ofensora a las víctimas sino que es pagada por el gobierno que no logró velar adecuadamente por el cumplimiento de las leyes laborales. Peor todavía, el dinero es puesto en un fondo que luego será usado por ese mismo gobierno para proyectos relacionados con derechos laborales. Como contraste, violaciones de provisiones comerciales como los derechos de propiedad intelectual (DPI) implican sanciones más drásticas. Los bienes producidos en condiciones de incumplimiento de los estándares de los DPI deben ser decomisados y destruidos y podrían llevar a la cárcel a las y los ofensores; por otra parte, los países que no son capaces de hacer cumplir la ley podrían ser sujetos de ilimitadas sanciones comerciales.

Hacemos un llamado a las y los miembros del Congreso para que voten en contra de los tratados comerciales con Omán y Perú y pedimos que cualquier tratado incluya normativas laborales más severas que sean observadas tanto por las compañías ofensoras como por los países que no cumplen los estándares laborales reconocidos internacionalmente. Mientras tanto tenemos otras serias preocupaciones relacionadas con estos tratados, entre ellas: la falta de protecciones ambientales, la falta de transparencia, restricciones en la capacidad que tienen los gobiernos para elaborar políticas de desarrollo, políticas de DPI que limitan la creación de medicamentos genéricos y procesos de resolución de controversias entre inversionistas y Estados; creemos que una protección de los derechos laborales que tenga consecuencias reales para quienes los violan debe ser un parámetro mínimo en cualquier tratado comercial.


Organizaciones firmantes

Center of Concern
Columban Social Justice, Peace and Integrity of Creation Office
Holy Cross International Justice Office
Maryknoll Office for Global Concerns
Maryknoll Sisters Eastern U.S.A. Region
NETWORK – A National Catholic Social Justice Lobby
Presbyterian Church, (USA), Washington Office
Sisters of Notre Dame de Namur International Justice and Peace office
Sisters of the Holy Cross - Congregation Justice Committee
T. Michael McNulty, SJ, Justice and Peace Director, Conference of Major Superiors of Men
Unitarian Universalist Association of Congregations
Unitarian Universalist Service Committee
United Church of Christ Justice and Witness Ministries
United Methodist Church, General Board of Church and Society

Mayo 2006

domingo, 11 de junio de 2006

Sufre, humano, sufre

Cuando tenía 16 años me encontré con esa frase deslumbrante de Camus que decía que el quid de la filosofía o el tema básico a plantearse era el suicidio, si esta vida en la que nos encontramos merece de verdad, valga la redundancia, ser vivida. Años después, me la volví a encontrar en uno de los últimos libros de Sábato cuando él, siendo existencialista, se encontró con la misma interrogante. Obviamente escogió la vida, y más aún, al puro estilo camusiano: comprometiéndose por completo por esta humanidad rota, partida en demasiados pedazos. Vida larga la suya que no se extingue pasada la base nueve.

Si nos enfocamos en lo miserable de la situación humana presa del temperamento destructivo que se ha venido demostrando a través de la historia, huelgan motivos para darles la razón a ambos. El sinsentido del vivir para padecer, para llorar y entrar en desesperación cunde inmisericorde haciendo dudar en algún momento hasta al de más fuerte fe –sino pensemos en Juan el Bautista, cuando desde su prisión en Macaero envió a sus discípulos a preguntarle a su pariente Jesús si era él el que había de venir (Mt. 11:2-19; Lc. 7:18-23)-. Es que todos sufriremos finalmente. Todos nos vamos a morir años antes o años después, todos nos vamos a enfermar de jóvenes o viejos, todos tenemos en distintos niveles conflictos interpersonales, a todos nos sale sangre y a todos nos duele el alma. Y si la vida se centra en eso, si no hay escapatoria y si nos convertiremos en gusanos una vez que nos llegue la hora, pues escojo el suicidio. Si las cosas son así, mi hermana tiene razón: la vida es basura.

Pero allí no se circunscribe la realidad de las cosas.

Todos los antecedentes se remontan al conflicto cósmico inicial que dio origen al pecado. Sin importar la hamartiología que tengamos, lo que la Biblia insinúa es que este conflicto se inició en las esferas espirituales y que, de alguna manera que para algunos es clarísima (los que asumen la realidad literal de los primeros capítulos del Génesis) y para otros no tanto (los que asumen la no literalidad de los primeros capítulos del primer libro de la Biblia), se derivó con la misma gravedad inicial a la realidad material y, por ello, dice Pablo que toda la creación “gime” a la espera de la restauración definitiva (Rom. 8:21,22). Desde el momento de esta irrupción aunque no lo parezca estamos involucrados en una guerra invisible gravísima que hiere a todos sin cuartel y sin excepción, la verdadera guerra mundial y la más devastadora, sin tregua ni capitulaciones. Nos hace morir, llorar, angustiarnos, temer de verdad. Lo peor del asunto es que no nos damos cuenta de nada.

Somos como judíos en la Alemania de inicios de los años cuarenta. No lo pedimos. Simplemente, como el comercial televisivo decía, las cosas son como son. Y en esa realidad, seamos cristianos, budistas, ateos, agnósticos, musulmanes o lo que sea, seremos víctimas de las esquirlas. Repito la lógica de líneas arriba: enfermarán los niños y jóvenes, moriremos en accidentes de tránsito, nos llenará el desamor y la ingratitud de la gente que nos ama, romperemos amistades y dañaremos a nuestras familias. Nacemos y vivimos en el mar del sufrimiento.

Si esa es la triste realidad, ¿Qué hace Dios al respecto?

Ya hizo lo necesario, pero por alguna razón que entenderemos cabalmente luego, cuando todo se consume, los efectos no son plenos ahora. Lo que sí sabemos con precisión es que la cruz de Cristo fue la solución al dilema cósmico planeada desde el inicio. Cristo se despojó de sí mismo, se hizo como nosotros, se hizo siervo, se hizo pobre, nadó en este mar y para resolver el conflicto, se sumergió en las aguas, usándola como camino necesario, yendo al igual que nosotros directo al destino de la muerte, como aquel siervo sufriente tan explícitamente descrito (Is. 53). Sabiendo que vivimos en la realidad innata del sufrimiento, Cristo la usa como elemento capital para nuestra redención mediante la cruz, con lo que el conflicto cósmico, causal del sufrimiento humano, quedaba resuelto. Así, además de redimirnos, culminó su proceso de identificación completa con la raza humana. Luego de la cruz, puede decirnos: “Consumado es” (Jn. 19:30), pero también “Yo también sufrí, al igual que tú, con tortura y laceraciones, hasta la muerte más despiadada”. Por esa razón en todo sufrimiento Él está allí porque realmente nos entiende. Esto no es demagogia ni eslogan de campaña electoral. Más todavía, porque en su caso lo hizo de manera completamente voluntaria. Caso contrario al nuestro, que buscamos la evasión en todo momento.

Se dice que de nuestros errores más groseros Dios puede sacar eventos de bendición para otros, aunque sería mejor que no fuera así. De lo más miserable Dios puede escoge lo que necesita para cumplir sus planes. Del sufrimiento abyecto de Cristo vino al final nuestra salvación completa. ¿Qué puede hacer entonces a posteriori con el sufrimiento que nos toca vivir?