domingo, 22 de febrero de 2009

Cincuenta épocas, cincuenta dioses (5)

Dios para Moisés

De nuevo, no debemos olvidar el sentido histórico de lo que leemos, buscando de verdad el mensaje teológico implícito en los textos bíblicos. En este sentido, Brigth nos dice que “la existencia de Israel como pueblo quedó archivada en la memoria de una experiencia común, cuyos protagonistas, que forman el núcleo de Israel, le confieren su expresión definitiva. Aunque no podemos dar cuenta de todos los detalles de la narración bíblica, es incuestionable que está basada en la historia. En todo caso, no hay razón para dudar que esclavos hebreos escaparon de Egipto de forma prodigiosa (¡Y bajo el liderazgo de Moisés!) y de que ellos interpretaron su liberación como una intervención graciosa de Yahvé, el “nuevo” Dios en cuyo nombre se presentó Moisés. Tampoco hay razón objetiva para dudar que este mismo pueblo se dirigió entonces hacia el Sinaí, donde pactaron con Yahvé la alianza de ser su pueblo. Así, de lo que no lo era, nacía una nueva sociedad, y no precisamente de la sangre, sino de la experiencia historica y de la decisión moral. Cuando la memoria de estos acontecimientos fue llevada a Palestina de la mano de quienes lo habían vivido y se unen con la fundación de la liga tribal en torno a la fe yahvista ―por supuesto, mediante alianza―, el éxodo y el Sinaí se convirtieron en la tradición normativa de todo Israel: todos nuestros antepasados pasaron por el mar guiados por Yahvé y se constituyeron en su pueblo por la alianza solemne del Sinaí; nosotros confirmamos esta alianza en la tierra prometida y la seguiremos confirmando hasta el fin” (4). Entonces, ¿es en realidad importante, capital, escudar el hecho de que el pueblo cruzó el Mar Rojo entre dos paredes de agua mientras el ejército egipcio era detenido por una columna de fuego? ¿Afirmar la provisión con maná cada día hasta cruzar el río Jordán? ¿Centrar una apologética porque se dice que Moisés sacó agua de la roca? ¿Defender a ultranza la literalidad de las plagas o del evento de la zarza ardiente? No, no es importante. En realidad, son detalles poco relevantes en los que los cristianos hemos estado entretenidos por demasiado tiempo. Lo que realmente interesa es el proceso creador, la gesta constructora con el actuar de Dios que, mediante exégesis, nos hablará tres mil quinientos años después a nuestra realidad de Internet, postmodernismo y crisis ambientales utilizando los añejos textos que se hacen actuales por el propio deseo de Dios que se auto-revela permanentemente.

Este proceso formativo, en donde Israel toma conciencia de quién es como colectividad y como pueblo, también contiene una conceptualización más trascendente: la idea de cómo es Dios. Un simple contraste basta para notar que el accionar divino en el Éxodo delimita con claridad una imagen que ha mutado desde el Dios personal, íntimo, de clan –que, por ejemplo, se deja ganar por un hombre- del tiempo patriarcal, al Dios poderoso que reta al poder imperial con las plagas, introduciéndose con fuerza el concepto de elección del pueblo, en donde Israel es propiedad personal de Dios (Nm. 23:9; Dt. 33:28 ss.) bajo la continua protección de su poder (Jue. 5:11; Sal. 68:19 ss.) porque ha entrado en alianza con Dios bajo una relación de señor-vasallo (donde el vasallo tiene estrictamente sólo un señor). La diferencia es realmente abismal, inclusive en el accionar divino, que mediante una lectura correcta nos llevará a pensar sobre este “nuevo” Dios que controla la naturaleza, guía al pueblo día y noche marcándole un destino desconocido en los tiempos de esclavitud, da la leyes morales y relacionales, y cohesiona la nación mediante la certidumbre de la alianza. Esto último es tan importante que la visión apostólica enfoca la obra de Jesucristo bajo la perspectiva de una alianza nueva.

Resulta evidente que J(-2000,N)=Abraham y J(-1400,N)=Moisés son bastante diferentes, con aproximaciones condicionadas a sus propias realidades y visiones de Dios no análogas pero al mismo tiempo cercanas porque observan a J hermanadas por una continuidad ―que se prolonga hasta nuestros días― que une a ambos personajes, brindando al ser humano un encuentro con Él, motivado por Él, y que lleva a la intimidad con Él, trayendo como resultado a largo plazo la plenitud de la obra de Jesucristo cuya muerte en la cruz permite la salvación global del ser humano, una nueva forma de relación con Dios y la posibilidad de tener muchos J (T,N) con mayor convergencia hacia J que cualquiera de las imágenes veterotestamentarias. En palabras simples, nuestra imagen de Dios es superior a la imagen de Abraham y a la de Moisés. ¿Extraño? Ya lo adelantaba Cristo al reflexionar sobre la obra de Juan el Bautista (Mt. 11:11; Lc. 7:28).


Referencias

(4) John Bright. La historia de Israel. Edición revisada y aumentada con introducción y apéndice de William P. Brown. Bilbao: Editorial Desclee de Brouwer, 2003. Pág. 208-209.

viernes, 13 de febrero de 2009

Cincuenta épocas, cincuenta dioses (4)

Dios para los patriarcas

Recordemos el alcance de la inspiración. Por una parte, se valida el proceso que nos trajo la Biblia; por otro lado, se valida el contenido. ¿Esto último implica que cada palabra escrita en la Biblia es absoluta y estricta verdad en el sentido histórico? ¿Si la Biblia dice que algo pasó, entonces sucedió en realidad? La respuesta es que muchas veces sí, pero otras muchas veces no. Para los propósitos de este artículo no interesa conocer cuándo es sí o no porque es suficiente con la gran certeza: a través del relato bíblico, tal como está, sea el estilo literario que sea, así no tenga necesariamente rigurosidad histórica, DIOS NOS HABLÓ, HABLA Y HABLARÁ. Así, la Biblia como la tenemos, sea mito, poesía, cuento, parábola, carta o lo que sea, es ideal, adecuada, óptima para la expresión del mensaje de Dios. ¿Dios hablando a través de un mito? Sí, Dios nos habla a través de él.

Por ejemplo, tomemos la descripción sobre la Torre de Babel (Gen. 11:1-9). El contenido mitológico es poderoso; de esa manera los antiguos “explicaron” la existencia de la multiplicidad de lenguas de su época. Dado los estudios lingüísticos que disponemos el día de hoy, resulta claro que la literalidad de Babel nunca se dio. ¿Esto le quita autoridad a la Biblia? En lo absoluto. La Biblia es hija de su tiempo, y si recoge relatos cuya génesis está por detrás de la edad de los metales, allá atrás, en la época de la profusión de la leyenda J(-3000,N), pues la explicación de la realidad de las cosas, por la ausencia de la ciencia y el método científico, será necesariamente mitológica (lo que en realidad le quitaría autoridad al texto bíblico es que fuera distinto). Como ya dije, lo que importa es el sentido teológico: ¿Qué nos dice la actitud de las personas que quisieron “edifi[car] una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y ha[cerse] un nombre, por si fuér[an] esparcidos sobre la faz de toda la tierra”? ¿Cuál era el problema de la obra? ¿Qué nos dice la intervención de Dios? Esto es lo valioso, no los vanos esfuerzos por demostrar la historicidad del coloso babilónico.

Los relatos patriarcales J(-2000,N) son del tipo épico. Esto es, existe una esencial verdad dentro de lo que se relata, pero no todo lo que se cita es de carácter literal —así son los relatos épicos de cualquier cultura del mundo—. En otras palabras, seguramente Abraham, Isaac y Jacob existieron realmente, pero lo que se describe en Génesis no debe tomarse al pie de la letra como historia pero sí, por supuesto, como insumo teológico de primer orden que debe ser revisado permanentemente ya que cimiento de nuestro cristianismo actual. Decir que Jacob vendió su primogenitura por un plato de lentejas o que Israel desciende sólo de Abraham, es ir demasiado lejos, igual que con Babel. ¿Es esa discrepancia, entre lo escrito y lo que pasó realmente, un choque, un problema? Para mi no, en lo absoluto. Es, más bien, un desafío al proceso hermenéutico, que nos reta a hacer un vital esfuerzo por encontrar el sentido del texto bíblico que nos llama; esto es, considerar que estos relatos tienen una perspectiva teologica, no histórica. Es ir, una y otra vez a ellos para encontrarles relevancia en nuestras vivencias actuales.

¿Cuál fue el Dios de los patriarcas? No es una herejía lo que digo. Teniendo en cuenta a los J(-800,N) —quienes habrían escrito los textos patriarcales desde una perspectiva del yahvismo entre 1000 y 1300 años después—, y recordando que estos escritores que recopilaron las tradiciones tenían muy claro que los patriarcas adoraron a Jahveh (los J(-800,N) tratando de describir a los J(-2000,N), y todos a la vez contemplando la magnificencia de J), no podemos atribuir a los patriarcas de Israel la fe del Israel del futuro. Peor aún, no podemos atribuir a los patriarcas de Israel la fe del cristiano evangélico del siglo XXI. Dios no cambia, pero el hombre sí. Dios es el mismo, pero se muestra diferente en cada época de la historia. Asumir visiones de Dios de una época en otra es un lamentable pero frecuente error que genera un enorme riesgo de distorsiones del mensaje bíblico, algo que muchos creyentes de nuestra época no han sabido considerar. Literalizar lo épico es tremendamente negativo y nocivo.

Cada patriarca emprende por su propia voluntad el culto a su Dios. Esto era común en el mundo de su época, y se corrobora cuando se habla del Dios de Abraham (elohe: Gn. 28:13; 31:42-53), el padrino de Isaac (pahad: 31:42-53), el campeón o poderoso de Jabob (abir: 49:24). Es clarísima la visión de Dios como la divinidad patronal del clan. (¡El Dios creador del universo que se rebaja a ser el dios de un clan de unos cuantos cientos de personas! ¿Qué nos tiene que decir este mensaje? Pocos cristianos siguen este ejemplo el día de hoy, sobre todo en el liderazgo). Un ejemplo vital está en Gn. 31:36-55 (ver, en especial el versículo 53) donde Jacob jura por el padrino de Isaac y Labán por el Dios de Nacor, esto es, cada uno jura por el Dios del clan de su padre. Nadie se hacía problemas en ese momento: la idea del Dios único y todopoderoso es exílica y post-exílica, por lo que era totalmente normal asumir la existencia de otros dioses diferentes a los del clan. Se dice que en la época era común la definición de una relación personal del jefe del clan y su respectivo Dios, con una religión familiar, simple, basadas a veces en promesas (Gn. 15), donde el clan era como la familia de Dios y con un centro litúrgico basado en el sacrificio del cordero, como en otros entornos semitas.

¿Y cómo era el Dios de antes de los patriarcas? Es una imagen distinta, de un Dios que crea, destruye y “re-crea”. Un Dios profundamente temperamental. Hace todo en Génesis 1 y 2, lo destruye en el diluvio, lo vuelve a comenzar con Noe, lo deshace –en otra manera- en Babel, cuando dispersa a los hombres con separaciones efectivas (el relato de las distintas lenguas de los hombres) porque el hombre quizo reemplazar a Dios consigo mismo. Sin embargo, permanece la imagen del Dios que dialoga directamente, que nos conoce, que está al tanto de nuestros caminos.


Referencias

(2) José Luis Sicre. Introducción al Antiguo Testamento. 9na edición. Estela-Navarra: Editorial Verbo Divino, 1995. Novena edición.

(3) John Bright. La historia de Israel. Edición revisada y aumentada con introducción y apéndice de William P. Brown. Bilbao: Editorial Desclee de Brouwer, 2003.

Imagen: http ://k-punk.abstractdynamics.org/archives/abraham-thumb.jpg

domingo, 8 de febrero de 2009

Cincuenta épocas, cincuenta dioses (3)

Menos abstracción

La historia es la sede en donde el ser humano se encuentra con Dios. Cuando el autor de la carta a los Hebreos realiza el recuento de los hombres de la fe (Heb. 11) lo hace, en primera instancia, para validar la realidad de la fe como eje de la vida cristiana verdadera. Sin embargo, en segunda instancia y de manera implícita, me da la impresión de que cada uno de los nombres allí consignados nos susurra que la historia ha corrido ―y corre, ahora con más rapidez― con eventos buenos y malos, con sangre, muerte, desolación y esperanza, y que en ella Dios ha actuado, en ella Dios ha intervenido, en ella Dios participa (Rom. 8:28).

Claro está, sin determinarlo todo. Yo pienso que la libertad que tenemos es mucho mayor de la que estamos dispuestos a asumir, por ello aparece un terror a la libertad tan tremendo que para enfrentarlo creamos modelos autoritarios que hoy están tan en boga en Latinoamérica, sea en la política nacional o en la iglesia. Por ello, conocer la naturaleza de esta libertad humana nos ayudará a comprender el verdadero papel del Señor, ayudando al cristianismo a reinterpretarse y a asumir con valor los retos que tiene de cara al futuro.

Según el relato bíblico, Dios nos dio espacio y nosotros hicimos lo que quisimos ignorando las palabras divinas, pero Él nunca nos abandonó a pesar de la expulsión del paraíso. Ese espacio sólo limitado por dos árboles me dice que Dios no ha determinado todos los eventos negativos que suceden a diario en nuestro mundo. No todo lo que sucede, positivo y negativo, es su voluntad. Él no ha previsto todo lo que pasará, porque ha resuelto construir la historia con su creación máxima renunciando a parte de su omnipotencia, como en la kenosis cuando inició el proceso de redención. ¿No es esto sorprendente?

Hay, entonces, una aleatoriedad de las circunstancias de la vida, y dentro de ella Dios marcha con la historia segundo a segundo; una historia que cambia de la misma manera que el hombre también cambia. La misión y obra de Dios no es un paquete que viene construído del cielo, completo, algo así como la nueva Jerusalén de la revelación juanina. Es, en cambio, una construcción que se hace ladrillo a ladrillo, a lo largo de la vida de la gente, de los pueblos y las sociedades, con J(-2000,N), J(-1400,N) o J(100,N) . Esto está de acuerdo a la naturaleza del Dios que siempre está con nosotros, en todas nuestras vivencias, a nuestro lado. Se puede decir, entonces, que construyó la Biblia de la misma manera que actúa normalmente en su interacción con la gente.

Algo interesante de la historia, casi axiomático, es que ella no es plana, no es una llanura constante donde no pasa nada, donde nos morimos de aburrimiento. Al contrario, la historia se parece más a una cordillera repleta de accidentes geográficos. Ya que la Biblia se escribió en el contexto de la historia es fácil afirmar que esta idea axiomática aplica para ella. Esto es, la Biblia tampoco no es plana, sino que está llena de eventos que motivaron respuestas y actitudes de un pueblo pero, a la vez, con un accionar de Dios que es distinto en cada ocasión. El mismo Dios muestra caras distintas para con su creación obstinada que crece, poco a poco, en el conocimiento de sí misma y de Él. Como si Dios se adaptara a las necesidades de su pueblo. Una cosa increíble: el Dios creador de todo el universo rebajándose al entendimiento de su creatura, todo por amor.

Pensando en la historia me interno en el supuesto que planteé líneas arriba: ¿Quién escribió E, un libro del Pentateuco? Si somos realmente humildes diremos que no hay respuesta categórica. Los que dicen, con aplomo, que fue Moisés porque así “lo dice el título de los libros en la Biblia” peca de simplista, de poco meticuloso. Los eruditos expertos en el tema no están de acuerdo, por lo que nos jugamos a afirmar lo más probable según el estado actual de las ciencias arqueológicas e históricas.Y lo que dicen estas ciencias en este momento es que lo más seguro es que la mayoría del Pentateuco fue escrito alrededor del siglo X antes de Cristo, cuando se consolida el movimiento yahvista en Israel, cuando todas las tradiciones orales existentes en el país toman forma escrita, tomando como referencia todas los cuentos y relatos, junto a viejos documentos que aún se conservaron, los cuales sirvieron de base para el Pentateuco que tenemos hoy (A+B+C+D). Fue una labor en extremo difícil. Tal como dice José Luis Sicre:

Quizá fue una noche de frío, junto al fuego, cuando comenzó a contarse la historia de Israel. Primero los ancianos, que recordaban las andanzas de antepasados famosos. Llegaron más tarde los grupos del desierto, relatando y exagerando las penalidades sufridas en Egipto, la terrible narcha hacia la tierra prometida, la revelación concedida por el Señor a Moisés. Vendrán luego los poetas populares, cantores de gestas realizadas contra los filisteos, que cambiaban batallas y ejércitos por una buena comida antes de seguir su viaje. No faltaban sacerdotes que, en las peregrinacionea anuales a los santuarios, relataban al pueblo cómo se apareció Dios en aquel lugar sagrado.

Así, de boca en boca, transmitidas oralmente, comenzaron a conservarse y enriquecerse las tradiciones históricas de Israel. Hasta que surgió una clase más culta, en torno a la corte de Jerusalén, en el siglo X a.C. También le interesaban otros datos: la lista de los gobernadores de Salomón, los distritos en los que dividió su reino, el lento proceso de construcción del templo de Jerusalén y del palacio, con sus numerosos objetos de culto o adorno. Todos ellos comienzan a usar la escritura. No quieren que datos tan importantes se pierdan con el paso del tiempo.

Por último, dentro de esta tradición escrita, surgen verdaderos genios, que recopilan con enorme esfuerzo los relatos antiguos y los unen en una historia continua del pueblo. Algunos se concentran en los orígenes. Otros se limitaron a acontecimientos fundamentales de su época, como la subida de David al trono o las terribles intrigas que provocó su sucesión. Incluso hubo un grupo que emprendió la tremenda tarea de recopilar las tradiciones que iban desde la conquista de la tierra (s. XIII) hasta la deportación a Babilonia, componiendo lo que conocemos como “historia deuteronomista” (Josué, Jueces, Samuel, Reyes)” (1)


Referencias

(1) José Luis Sicre. Introducción al Antiguo Testamento. 9na edición. Estela-Navarra: Editorial Verbo Divino, 1995. Novena edición. Pág. 65

(2) Imagen: http://www.chasque.net/umbrales/rev136/biblia%20pag%2025.JPG

miércoles, 4 de febrero de 2009

Cincuenta épocas, cincuenta dioses (2)

Un proceso difícil

Los mecanismos de la construcción de varios libros bíblicos pueden analizarse realizando una simplificación. Para esto, sólo tomamos algunas variables fundamentales implicadas. Supongamos E, uno de los libros del Pentateuco atribuidos a Moisés. ¿De dónde salió E? Los entendidos dicen que pudo ser de:

A -> Un pequeño texto original de Moisés
B -> Tradiciones orales
C -> Añadidos posteriores al texto original de Moisés
D -> "Edición", donde todo lo anterior se condensa en un texto (final, si se le puede llamar así)

Dentro del escenario que me da mi supuesto (nada más cuatro variables), entre A y D tenemos 600 o 700 años de distancia. Desconocemos por completo las circunstancias de la escritura de A, sabemos algo de cómo se forman las tradiciones orales –normalmente basadas en hecho reales- aunque no conocemos con precisión las que sirvieron de insumo a nuestra Biblia actual (B). Pueden ubicarse varios C que con relativa claridad son agregados. D es, de las cuatro variables, la más especial. ¿Quiénes fueron los genios que tomaron A, B y C, más su propio pensamiento y visión, y formaron el texto actual de E? ¿Quiénes fueron esos que debieron respetar la historia donde Dios se relaciona con la humanidad, con pocos elementos, una ciencia incipiente, pero con un respeto gigantesco por la labor que estaban realizando?

No es poca cosa D. A+B+C+D es, en conjunto, una labor majestuosa, digna del Dios que creó todo el universo. Ahora, imaginemos esto:

Sea J, que la defino como Dios, el Yo soy el que soy; como la realidad de su divino ser en su completa perfección y condición de absoluto. Miren mi osadía. A único hecho plenitud, con omnisciencia y omnipotencia, a Jahveh, creador, sustentador, salvador y restaurador del mundo, lo estoy representando por un mero símbolo, J, que, por supuesto, no lo contiene en lo absoluto, pero que para nuestras mentes limitadas e incompletas puede sernos útiles en el proceso de aproximación a la majestad de la divinidad.

Ya que nosotros somos seres finitos y no absolutos, al contemplar J tendremos particulares visiones y perspectivas, todas simples acercamientos incompletos aunque muchas, probablemente, muy similares. Esto es:

J (1)
J (2)

J ( 6 500 000 000)

Cada una de ellas son visiones parciales, aproximaciones de J que tratarán de converger pero que nunca llegarán a aproximarse a todo su significado y magnificencia. J(50) puede ser la pachamama, J(5 000) sería el sol, J (3 125 986) es Alá, J (458 694 278) es el vacío, la no existencia.

Todas las J (N) son visiones en un propio espacio temporal, por ejemplo el 2009. Cada 100 años podría hacer lo mismo, y encontraría más J (N). Puedo re-expresar esta idea así:

J (2009-1)
J (2009-2)

J ( 2009-6 500 000 000)

Y, por ejemplo, si me ubico en 1909 tendría:

J (1909-1)
J (1909-2)

J (1909-K)

K es el número de personas vivas en el mundo en el año 1909. Con todo lo anterior, puedo expresar la visión parcial de cualquier persona sobre J, el Dios absoluto, como:

J (T,N)

Donde T es el año, N la persona que vive en un año específico (quizá puedo medir de siglo en siglo para evitar repeticiones, aunque igual me queda el problema de la gente que vivió en años intermedios. Para efectos de este artículo es algo irrelevante). Si mal no recuerdo, tenemos 40 000 000 000 de personas las que han pasado por nuestro planeta. Todas con visiones distintas de J, todas con disímiles aproximaciones a la divinidad. Aquí cabe la posibilidad de hacer agrupaciones: todos los J(T,N) cristianos, budistas, animistas, judíos, cientólogos, ateos, y un largísimo etcétera.

Tomo dos muestras de J (T,N). Un J(-2000,N) y algún J(-1400,N), ambos parte del mismo subconjunto de seguidores de Jahveh. Quizá pueden ser estos:

J(-2000,N) = Abraham
J(-1400,N) = Moisés

Aunque no lo creamos, Abraham y Moisés veían a Dios de una manera no análoga. Primero, porque son personas diferentes. Segundo, porque son de tiempos diferentes. Tercero, porque son de naciones diferentes (uno, caldeo; el otro, culturalmente egipcio y hebreo). Cuarto, porque ―según Génesis― recibieron revelaciones diferentes. Evidentemente Abraham no veía a Dios de la misma manera que Moisés. Y las diferencias no eran menores.

Con esto en mente tenemos el que diseña D, con su propio J (-800,N), que tiene dos opciones. La primera, pisotear lo que pensaban antes de él. La otra, es respetar (en lo posible) las visiones de Dios que tenían los que vivieron en su pasado. Por eso les llamo genios, porque supieron hacerlo, porque al leer la Biblia podemos, de verdad, percibir las diferencias entre los J (T,N) a través del tiempo. Genios porque supieron respetar la sede de la relación entre Dios y el hombre, esto es, la historia.

Y, en medio de todo, Dios estuvo presente. Esos escritores anónimos jamás estuvieron en soledad mientras construían la Palabra que hoy tenemos en nuestras manos.
Imagen: http://lafuente.forumup.es/about1170-lafuente.html

sábado, 31 de enero de 2009

Cincuenta épocas, cincuenta dioses (1)

La inspiración

No es mi idea discutir a profundidad este tema que para nada está definido (pues sí, señores, no está definido a pesar de lo que leyeron por allí en algún manual básico de seminario evangélico o de lo que les dijeron en sus catecumenado eclesial). Para ello pueden ir a los textos fundamentales donde la inspiración se discute con seriedad o, dentro del universo blog en español, consultar como referencia la secuencia que en el blog Teosubversión se ha hecho. Sin embargo, necesito partir desde la inspiración, así que de todas maneras mencionaré algunas ideas pecando de simplista.

De manera muy general, cuando se habla de inspiración yo entiendo el término de dos maneras:

(1) Es la validación del contenido del texto bíblico.
(2) Es la validación del proceso que generó el texto bíblico.

Validar el contenido del texto bíblico implica que Dios considera al libro llamado “Biblia”, como una representación física donde su palabra está contenida y que tiene el propósito de comunicar una multitudes de mensajes al ser humano que, de otra manera, no podría recibirlos. Ese ente físico y palpable en forma de libro servirá, entre otras cosas, para “enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia. Así el hombre de Dios se encuentra perfecto y preparado para toda obra buena (2 Tim. 3:16 Biblia de Jerusalén)”. La utilidad, por supuesto, dependerá de la permanente actualización del texto validado por Dios a través de los muy distintos escenarios en donde se encuentran los lectores, sean variopintas culturas, épocas o estado de avance de las ciencias. Por ello lo fundamental, más que concentrarnos en la literalidad del texto, es buscar el lenguaje teológico que Dios nos quiso comunicar, escondido en los distintos relatos y tipos literarios que la Biblia tiene.

Validar el proceso de generación del texto bíblico significa que Dios certifica su participación en la compleja secuencia de construcción de la Biblia. ¿Y cómo fue esta? Como bien es sabido, el desarrollo de las ciencias sociales tiene menos de 200 años. Antes de este desarrollo científico, se pensaba de una manera limitada y simplista, considerando que los libros de la Biblia fueron escritos por los autores que ella misma decía y más o menos en las épocas en las que hacía referencia. Por supuesto, hay muchos libros en los que es obvia la escritura rápida de un solo autor, como las cartas juaninas o algunas paulinas, pero lo mismo se suponía para el Pentateuco, Job o Isaías. El avance de la historia, la arqueología y el mayor conocimiento de las lenguas muertas nos van enseñando, cada vez con más claridad, que el proceso de escritura de muchos textos bíblicos fue más complejo que el simple “se sentó a escribir lo que Dios le inspiraba”, sino que lo que tenemos ahora pasó por una larga secuencia de podía partir de la tradición oral (basada en hechos reales) para finalizar siglos después en la cristalización de un texto definitivo, que se ha preservado hasta hoy. Validar el proceso implica que en toda esta lenta secuencia Dios participó, día a día, semana a semana, año a año, siglo a siglo, con el fin de construir con nosotros su Palabra expresada en lo que hoy llamamos Biblia.


Imagen: http://msidobre.free.fr/exposes/numeration/haniez_bab/tabl-cuneiforme2.jpg

martes, 6 de enero de 2009

No es más que defensa de intereses

Cuando leo y trato de analizar la política internacional me guío por varios principios que me han servido para la observación de las muy conflictivas relaciones entre las naciones –pasadas y presentes-. Un par de ellos son:

(1) En las relaciones entre los países no hay buenos ni hay malos. Lo que existe es defensa de intereses de los grupos de poder.

(2) Uno de esos grupos de poder con influencia tremenda es el castrense, sobre todo en países imperialistas-expansionistas (USA, Rusia, China, e indirectamente Israel). No en vano el tráfico de armas es el segundo negocio a nivel mundial, tras el tráfico de drogas.

Los mismos principios me sirven como clave hermenéutica cuando leo los textos veterotestamentarios llenos de invasiones con matanzas de mujeres y niños indefensos, situaciones tan similares a las que el día de hoy vive Gaza con los aviones bombarderos en las cabezas y los tanques por las calles. ¿Es que es el mismo Dios que es hoy Príncipe de paz mandó matar a gente inocente en ese tiempo? Por ejemplo, el pueblo que invadía Canaan hacía lo que hacía por un interés que, como era típico en su tiempo, lo asignaban a la voluntad de un dios cuya imagen estaba en plena formación. Porque no es lo mismo el dios de clan que bendecía a Abraham que el Dios único y todopoderoso que se empezó a dibujar tras el exilio. Hubo un largo camino en la mente del pueblo que, poco a poco, fue mutando la imagen de su Dios. En otras palabras y yendo al punto, mataban porque querían y porque así les mandaban sus propios intereses (¡De la misma manera que se hace hoy!), no porque Dios se lo obligase, aunque así lo consignasen en sus registros.

Unos 20 israelíes han muerto por cohetes caseros palestinos en los últimos 8 años (cuatro en los últimos días). Ya superan los 200 los palestinos civiles muertos en la última ofensiva a Gaza. La desproporción es abismal. ¿Y porqué toda esa sangre? Pensemos en el principio (1): todo es defensa de intereses. ¿Cuáles son estos? Quizá estemos al tanto que este año hay elecciones en Israel y también en Palestina. En Israel, el partido de gobierno estaba en riesgo de perder las elecciones y ¡oh sorpresa!, hoy tiene el apoyo mayoritario de la gente tras la ofensiva. Un partido de gobierno que no quiere aparecer como paloma sino como halcón en un contexto electoral. En Palestina, el presidente Abbás tenía la intención de que las elecciones sean generales, es decir, que no sólo sean presidenciales (que son las que corresponden ahora) sino que también que sean legislativas (que, en realidad, tocan el 2010). ¿Saben quién tiene el control del Parlamento Palestino? Pues ni más ni menos que Hamás. Por ello Abbás quiere adelantar elecciones, para sacar a Hamás del poder. Obviamente, Hamás no desea eso (esta es una razón poderosa para violar la tregua y lanzar los cohetes. Se aferran al poder absoluto que ostentan inéditamente en Gaza y el Parlamento). Entonces, sumemos el lado israelí más el lado palestino. ¿Qué tenemos? ¡La invasión! Los grupos de poder de ambos lados tienen intereses poderosos, y siempre una excusa ante la comunidad internacional: Israel la defensa de su soberanía, Hamás la defensa contra el invasor (tal vez por eso los gobiernos palestinos no han neutralizado a sus radicales con la firmeza que debieron haber usado). ¿Cuál es la causa justa? ¿La de Israel? ¿La palestina? En verdad, todo se disuelve en el mar de los intereses. Mientras tanto, los inocentes siguen muriendo.

Un botón más: recordemos el asesinato de Isaac Rabín, primer ministro de Israel, que fomentó los tratados de Oslo. Muerto por un compatriota fanático (porque fanáticos hay en los dos lados). ¿Muerto de la nada? Pues no. Nuevamente todo se disuelve en el mar de los intereses.

Muchos cristianos, al defender la invasión a Gaza, afirman que Israel siempre se ha defendido de los ataques árabes y que jamás ha sido una nación incitadora. Yo discrepo. Creo que sí lo es por mi principio (2): los propios intereses de los militares y los políticos que la dominan. ¿Me interesa la guerra? Pues mantengo el caldo de cultivo que haga que tenga justificaciones para la guerra. Es como el matoncito del colegio que no te pega primero, sino que te provoca, te provoca, hasta que tú das el primer golpe. Ergo, la culpa es tuya y así lo hará saber ante el director. Pero si el matoncito lo hace con otro matoncito, basta una pequeña provocación, y viene la pelea furiosa en el baño del colegio.

Lo mismo es aquí. A Israel no le interesa demasiado una justicia real (para todos, no solo para ellos). Tener a los palestinos hastiados es su política, es su caldo de cultivo. Y los palestinos, pues, evidentemente responderán. Pronto, tendrás un suicida explotando en un bus de Tel Aviv, y luego, otra invasión hebrea… y así sucesivamente. Varios en Israel y Palestina, junto a los barones de la fabricación de armas estarán felices, contentísimos. Para ellos no hay crisis global que valga. Y los inocentes siguen muriendo.

¿Quién está interesado en que esto continúe? Mucha gente. ¿Israel, nación instigadora? Por supuesto que sí. ¿Israel, el malo de la película? No sólo ellos. ¿Palestina, víctima inocente? Sus civiles sí, por supuesto. La injusticia es tremenda con ellos. ¿Hamás inocente? Jamás -valga la rima-.

¡Basta de muerte, por favor!. Mi oración va por la paz en Gaza y la paz en Israel. Una paz que haga vivir tranquilos a todos, una paz que haga que los niños crezcan felices, sin el terror de la muerte rondando día a día.



miércoles, 31 de diciembre de 2008

Integralidad


Les presento la quinta edición de la revista digital Integralidad, que trabajamos desde el Centro de Misiología Andino-Amazónica (CEMAA) en Lima (Perú). Sus comentarios serán bienvenidos. Para acceder a ella sólo tienen que hacerle click a la imagen de arriba. Saludos a todos, y mis mejores deseos de un excelente 2009.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Las bombas también son elegidas

Desde hace tiempo existe un movimiento cristiano protestante que es pro-Israel, y defiende los intereses del estado judío. Para ese movimiento no existe mal o error en la política exterior de Tel Aviv, y no hay problema en justificar ataques militares contra los enemigos de la nación que cobija al pueblo elegido, sea un estado-oficial como Siria o Egipto, un estado-enclenque como el Líbano, o un proto-estado como lo es Palestina. No hay problemas con la sangre ni con el sufrimiento de gente que también es imagen de Dios. Es como si las bombas israelíes también fueran elegidas, como si existieran bombas malvadas y bombas santas, como si de verdad creyeran que la división entre elegidos y gentiles fuera real, con seres humanos de primera y segunda clase.

La opinión cristiana, a mi entender, debe ser siempre en pos de la vida, de la paz y de la defensa de los derechos básicos que la persona humana posee por el simple hecho de existir. Eso es con lo que nos debemos comprometer en primer lugar. Si, en lugar de eso, colocamos los intereses personales de un grupo de poder o de una nación o credo religioso, estamos en un camino errado, execrable y condenable. Como cristianos, la búsqueda de la paz y la vida debe convertirse en un principio que no debe transarse jamás. Lamentablemente, muchos hermanos han vendido esos principios fundamentales por creencias escatológicas o por literalismos bíblicos que siempre nos llevan a inverosimilitudes dolorosas que los fanatismos no suelen ver, como el hecho de defender los 315 muertos que hasta ahora ha dejado la ofensiva militar contra Gaza. ¡Defendiendo masacres con el fin de ser consistentes con una idea poco sostenible! ¿No hay algo malo en ello, algo que no funciona bien?

Por ello, no tiene sentido excusar la masacre israelí porque ya habían advertido en los días previos de un ataque masivo del mejor ejército profesional del área. No tiene sentido justificar una invasión de un mes contra el sur del Líbano, no tiene sentido justificar la construcción del muro de la vergüenza en Cisjordania que aísla a los palestinos, no tienen sentido las múltiples trabas que Israel realiza contra el buen funcionamiento del gobierno palestino, no tiene sentido hacerse la víctima ante la adversa reacción de la prensa internacional cuando tienen a su favor al lobby más poderoso del mundo (el pro-judío en Washington). Tampoco tiene sentido los misiles caseros que se lanzan a donde caigan, ni el terrorismo suicida que se sube a un bus y mata sin discriminación, ni el adoctrinamiento violentista que viene desde el jardín de niños, ni los secuestros a soldados. El sentido se encuentra en que la vida y la paz puedan prevalecer por siempre.

Sin justicia no hay paz. Toda situación injusta es caldo de cultivo para la resistencia. Y si a este caldo le añadimos el fanatismo religioso tenemos una mezcla radiactiva que explota al primer contacto. Con eso en mente comprendemos el porqué de la insistencia bíblica con el tema de la justicia y pensando en esto encontramos el porqué siguen los problemas en Israel. ¿Quieren paz? La justicia debe entrar como variable fundamental de la solución al conflicto. Pero parece que hay gente en Washington e Israel muy interesada en que la justicia no impere, a pesar de sus discursos. Lo mismo en Palestina. Son aquellos a los que les encanta jugar a la guerra. Y algunos ilusos cristianos les hacen el juego.

Y mientras las cosas sigan así, permaneceremos en el callejón sin salida en donde nos encontramos desde hace medio siglo.


Imagen: http://news.bbc.co.uk/media/images/39077000/jpg/_39077449_030410.israel300.jpg

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Que un día sea realidad...


... en todas nuestras iglesias cristianas.


Cartel tomado de www.ateneoteologico.org

sábado, 6 de diciembre de 2008

El siervo del centurión en versión de Coelho

Es muy popular pero ligerito. Paulo Coelho tiene el tipo de escritura ideal para tiempos modernos: simple, directa, en forma de relato, no voluminosa. Nada de técnicas literarias complejas. He leído cuatro o cinco libros de él y, de todos, creo que el más valioso es "El Alquimista". En él crea una historia con uno de los relatos que más me conmueven de los evangelios: el siervo del centurión. Para mí, esas dos páginas valen muchísimo más de lo que pagué por el libro (lo compré usado en una feria de libros en Lima). Allí les va.

En la antigua Roma, en la época del emperador Tiberio, vivía un hombre muy bueno, que tenía dos hijos: uno era militar, y cuando entró en el ejército, fue enviado a las más lejanas regiones del Imperio. El otro hijo era poeta y encantaba a toda Roma con sus hermosos versos.

Una noche, el viejo tuvo un sueño. Un ángel se le aparecía para decir que las palabras de uno de sus hijos serían conocidas y repetidas en el mundo entero, por todas las generaciones venideras. El anciano despertó agradecido y orando aquella noche, porque la vida era generosa y le había revelado algo que cualquier padre se sentiría orgulloso de saber.

Poco tiempo después, el viejo murió al intentar salvar a un niño que iba a ser aplastado por las ruedas de un carruaje. Como se había portado de manera justa toda su vida, fue directo al cielo, y se encontró con el ángel que se le había aparecido en el sueño.

─Tú fuiste un hombre bueno ─le dijo el ángel─. Viviste tu existencia con amor y moriste con dignidad. Puedo realizar ahora cualquier deseo que tengas.

─La vida también fue buena para mí ─respondió el anciano─. Cuando tú te me apareciste en un sueño, sentí que todos mis esfuerzos estaban justificados. Porque los versos de mi hijo quedarán entre los hombres por los siglos venideros. Nada tengo que pedir para mí; sin embargo, todo padre se enorgullecería de ver la fama de alguien a quien él cuidó cuando niño y educó cuando joven. Me gustaría ver, en el futuro lejano, las palabras de mi hijo.

El ángel tocó en el hombro al anciano y los dos fueron proyectados hacia un futuro distante. A su alrededor apareció un lugar inmenso, con millares de personas, que hablaban en una lengua extraña.

El viejo lloró de alegría.

─Yo sabía que los versos de mi hijo poeta eran buenos e inmortales ─dijo al ángel, entre lágrimas─. Me gustaría que me dijeses cuál de sus poesías está recitando esa gente.

El ángel entonces se aproximó al viejo con cariño y se sentaron en uno de los bancos que había en aquel inmenso lugar.

─Los versos de tu hijo poeta fueron muy populares en Roma ─dijo el ángel─. Gustaban a todos y todos disfrutaban con ellos. Pero cuando acabó el reinado de Tiberio, sus versos también fueron olvidados. Estas palabras son de tu hijo que entró en el ejército.

El anciano miró sorprendido hacia el ángel.

─Tu hijo fue a servir a un lugar lejano [y] llegó a ser centurión. Era también un hombre justo y bueno. Una tarde, uno de sus siervos enfermó y estaba a punto de morir. Tu hijo, entonces, oyó hablar de un rabino que curaba a los enfermos y anduvo días y días en busca de este hombre. Mientras caminaba, descubrió que el hombre al que estaba buscando era el Hijo de Dios. Encontró a otras personas que habían sido curadas por él, aprendió sus enseñanzas e incluso siendo un centurión romano se convirtió a su fe. Hasta que cierta mañana llegó cerca del Rabino.

─Le dijo que tenía un siervo enfermo. Y el Rabino se dispuso a ir hasta su casa. Pero el centurión era un hombre de fe y mirando al fondo de los ojos del Rabino, comprendió que estaba delante mismo del Hijo de Dios cuando las personas que estaban alrededor de ellos se levantaron.

─Estas son las palabras de tu hijo ─dijo el ángel al anciano─. Son las palabras que él dijo al Rabino en aquel momento y que nunca más fueron olvidadas. Decían:

“Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, pero di una sola palabra y mi siervo será salvo”


Imagen: "Jesús y el centurión" de El Veronés (1528-1588).

sábado, 29 de noviembre de 2008

La Biblia (Reina Valera) dice

Abundan los hermanos en esta viña del Señor que claman diciendo: "Es que la Biblia dice". No soy el primero que los cataloga así. Ya lo había hecho la Monja Guerrillera en algunos posts a los que ya no es posible entrar, aunque aquí y aquí ella habla de lo mismo con otro enfoque.

A veces, los hermanos que dicen "La Biblia dice" son personas con poca educación, con las que se puede ser totalmente tolerante y comprensible por su literalidad en su aproximación al texto bíblico porque es de esperarse. Otras, en cambio, tienen recursos y conocimiento teológico profundo. Con ellas es más difícil soportar esa actitud. Es como si las evidencias le hubieran entrado por una oreja y salidas por la otra, totalmente limpias y sin señal de algún tejido o flujo corporal. Como si entre oreja y oreja hubiera un conducto recto de una pulgada de espesor cubierto de acero galvanizado para que las ideas escuchadas no lleguen al cerebro.

Muchos de estos hermanos respetan fuertemente a la Biblia. Pero, claro está, no a cualquier Biblia, sino a la única Biblia, a la verdadera, esto es, a la versión Reina-Valera revisión 1960. Las otras, por supuesto, no sirven casi para nada.

Pero lo que muchas veces estos hermanos han olvidado es que las traducciones bíblicas suelen tener un móvil, una motivación; con frecuencia han sido influenciadas por la época, la mentalidad de los traductores o su tendencia cristiana (católico, ortodoxo, protestante, etc.). Las traducciones nunca son limpias, siempre son afectadas por elementos subjetivos. Obviamente la RV60 no es la excepción, no ha sido inspiracionalmente traducida. Considerando eso, algunos creen que esta versión es muy espiritualizada, no coloca las cosas que debían ser por los tabúes o prejuicios de su tiempo. Por lo tanto, el resultado de su literalidad puede verse muy afectado por eso. Repiten "la Biblia dice", pero, ¿es así, realmente?

Un pequeño ejemplo de traducciones influencidas -en este caso, por la teología subyacente- es el siguiente: Mateo 1:25 en dos versiones. La primera, la muy buena Torres Amat, católica. La segunda, la RV60.

- Y sin haberla conocido o tocado, dio a luz su hijo primogénito, y le puso el nombre de Jesús (TA)

- Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre JESUS (RV60)

No quiero entrar en la discusión sobre la virginidad perpetua de María. Quiero que lean los textos y observen que leyendo el texto católico no queda claro si luego del parto José y María tuvieron relaciones sexuales. En cambio, en el texto protestante el "hasta que" dice mucho, ¿no les parece? Más explícito es el texto de los Testigos de Jehová (la muy manipulada traducción del nuevo mundo) que dice que "Pero no tuvo coito con ella hasta que ella dio a luz un hijo; y él le puso por nombre Jesús". ¿Y porqué las diferencias en las traducciones? Pues los elementos subjetivos (y objetivos también, sobre todo cuando no hay certeza de la autógrafa por las contradicciones entre los textos disponibles). Claro que la solución sería aprender griego y hebreo, pero poquísimos podrán hacer eso. Para la mayoría de nosotros sólo nos queda jugar con lo que tenemos a la mano: las traducciones al español de la Biblia.

Quiero concentrarme en dos versículos de la Reina-Valera 60, la "verdadera". Ambos se encuentran en Ezequiel:

Eze 16:26 Y fornicaste con los hijos de Egipto, tus vecinos, gruesos de carnes

Eze 23:20 Y se enamoró de sus rufianes, cuya lujuria es como el ardor carnal de los asnos y cuyo flujo es como el flujo de los caballos.

En ambos pasajes se encuentra la palabra hebrea "basar", utilizada 273 veces en el Antiguo Testamento. Suele traducirse como carne, cuerpo, parentesco o puede denotar debilidad. En ocasiones, sirve para expresar el miembro viril masculino, esto es, el pene (¿La Biblia habla del pene? Pues sí, habla del pene). En los dos pasajes anteriores se habla del pene aunque la incorrecta traducción hace que eso no se note. Un ensayo personal de traducción puede ser el siguiente:

Eze 16:26 Te prostituíste con los egipcios, tus vecinos de pene (basar) robusto (también, pene grande. La NVI dice "tus vecinos de grandes genitales")

¿Se dan cuenta que eso no se entiende de la traducción RV60?

Y el otro puede traducirse así:

Eze 23:20 Se volvía loca por sus amantes, cuyo pene (basar) es como el pene (basar) de los asnos y cuya eyaculación es como la de los caballos

¿Y de dónde sale el "ardor carnal" de la RV60? Yo no sé. ¿Alguno lo sabe?

¿Cuántos de estos casos tendremos en la RV60?

Entonces, ¿La Biblia dice? Pues, no es tan fácil.



Referencias

Wolf, Hans Walter. Antropología del Antiguo Testamento. Salamanca: Ediciones Sígueme, 1997.

martes, 25 de noviembre de 2008

Fin de semana en Barcelona

Cuando el viaje que hice a España se confirmó, pensé en ir a Barcelona. Para esto, me comuniqué con Ignacio Simal, director de Lupa Protestante, para que me diga cuáles son los lugares principales que debería conocer sí o sí y me pase algunas páginas webs interesantes sobre la ciudad condal.

Ignacio hizo mucho más que eso.

Gestionó para mi un alojamiento baratísimo en Castelldefels, toda una mañana me hizo un recorrido por el centro de la ciudad y, más aún, me pidió predicar en su iglesia. Sí, predicar. Yo en mi mente decía: "¿Está Ignacio seguro de lo que está haciendo?"

El domingo tomé el tren, me encontré con Ignacio y Joana, su esposa, y fuimos a la iglesia en L' Hospitalet de Llobregat. Resultó ser una comunidad agradable, acogedora, y excelente. Me hizo recordar lo que deben ser las iglesias siempre: un sitio donde uno pueda sentirse en familia, deseando siempre estar allí porque sabemos -y sentimos- que estamos con los hermanos en la fe, que nos aceptan, soportan y quieren tal como somos. Así es Betel, y al salir de allí mi esperanza en la iglesia se incrementó exponencialmente, comprendiendo que el ideal de vivir el reino de los cielos aquí y ahora puede ser vivido de verdad: ¡Lo vi en Barcelona! Gracias, Ignacio, por mostrarme eso.

Y la prédica... creo que estuvo bien. Mejor estuvo el almuerzo que vino luego, donde comí por primera vez caracoles :-o

sábado, 22 de noviembre de 2008

Cena madrileña

Con Luis Pérez, de Cristianosh, me unen muchas cosas. Más de las normales.

Además de que ambos somos cristianos y bloggers, trabajamos en lo mismo (los riesgos de mercado). Yo, midiéndolos para un Banco; él, habiendo participado en la creación de un sistema que los mide y ahora involucrado en su venta. Una parte de nuestra conversación fue hablar del Value at Risk (VaR), las volatilidades, backtestings y demás cosas que componen nuestro día a día.

Sin embargo, lo que más tenemos en común son unas tristes circunstancias, no idénticas pero sí parecidas, que nos sucedieron a y a él hace algún tiempo. Un dolor compartido que aún se siente, allí muy fuerte, pero que se soporta porque un Dios poderoso está a nuestro lado, ayudándonos a seguir adelante.

Luis es una persona increíble, con una enorme entrega a Dios y una fe transparente y completa que confía sin dudar en nuestro Señor. Escuchándolo mientras cenábamos en Madrid, recordaba que yo -a veces- me olvido de eso, que de vez en cuando me invade cierta autosuficiencia inutil que me hace vivir el día a día ensimismado en mis propios pensamientos, dejando a Dios de lado. Escuchándolo me di cuenta que esa fe que le sale a borbotones es la que no debo perder jamás, una fe que por nada del mundo debo permitir que se escurra por la rutina, el cansancio o la mucha lectura. Una fe que, simplemente, reconozca que Dios es nuestro Señor día a día, a cada momento y en todo lugar.

Luis: gracias por recordarme eso.

martes, 11 de noviembre de 2008

Dinámicas comunitarias

Todo esfuerzo de la praxis cristiana debe partir siempre de la comunidad, de toda la gente unida que se compromete a avanzar paso a paso en la vida cristiana, apoyándose, siendo amigos, conociendo más el amor de Dios, madurando bíblicamente en pos de la santidad. Sin comunidad no hay cristianismo; sin comunidad hay sólo apatía y apocamiento. No en vano Jesucristo les dijo a sus discípulos que “donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. (Mt. 18:20, RV60) Es en el espacio vívido de la comunidad donde la presencia de Cristo se hace sólida porque mediante la vida en común (Hch. 2:42b) es que Dios nos permite conocerle mejor.

La trinidad y la entrega

Lo anterior es así porque al vivir en comunidad replicamos el modelo trinitario. La trinidad del Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas independientes pero una completa al mismo tiempo, es nuestro ejemplo por excelencia de comunidad. Como la trinidad, nosotros somos varios pero a la vez podemos ser uno. Somos varios que sentimos con certeza que somos uno en el amor del Señor, preparados para disfrutar y enfrentar las alegrías y penas de la vida. “El ejemplo trinitario de equidad, comunicación y amor incondicional y rebosante debe llenar nuestros ojos e impulsarnos a capturar el modelo de quien somos imágenes para que en esta tierra los cristianos tengamos un parangón activo y trascendente que sea el norte de nuestra praxis de vida cristiana” (1)

La vida en comunidad siempre nos recuerda la entrega de Jesucristo al venir a la cruz para morir por nosotros, abandonando su dignidad divina a la diestra del Padre (Fil. 2:5-11). Él era sublime, absolutamente glorioso en los cielos, pero decidió remangarse la camisa para venir aquí para salvar a la creación pervertida por el pecado con su sacrificio definitivo (He. 10:10,12b,14-18), viniendo a la tierra para andar con su imagen y semejanza. ¿Qué nos está diciendo esto? Para comenzar, se nos está hablando del trato entre los miembros de la comunidad. Si el mismo Jesucristo, el Señor de toda la creación, se hizo como uno de nosotros pero no como rey sino como una persona humilde nacida en un establo y crecida en un pueblo insignificante, ¿quiénes somos nosotros para manifestar actitudes de superioridad? ¿De mayor santidad por vano orgullo? ¿Porqué si Cristo fue de arriba hacia abajo (Divinidad-encarnación-pesebre-crucifixión) nosotros pretendemos ir de abajo hacia arriba (mundano-converso-líder-pastor-¿apóstol?) en nuestras propias relaciones en las iglesias? Por lo tanto, es en humildad que un miembro decide someterse a otro de manera voluntaria. Así debe ser, con una actitud preponderante de humildad los unos con los otros. Nadie más que el otro pero en serio, no en el papel como tristemente ha venido sucediendo en la historia de la iglesia cristiana, donde vez tras vez el afán por el poder ha cegado a muchos de los líderes de turno. (2)

¿Qué implica este principio de humildad? Primero, la igualdad absoluta entre todos los miembros. Ergo, no existen jerarquías y por ende no se haría necesaria la institucionalidad burocrática. Segundo, se realza el sacerdocio de todos los creyentes y el hecho de que absolutamente todos tengamos que hacer la misión de Dios. La suma de ambas nos trae una conclusión determinante: no se hace necesaria en las comunidades la línea entre el laico y el pastor. No existe porque somos ontológicamente lo mismo; no existe porque todos somos iguales. Tercero, la entrega de los miembros por su otro, por su hermano, en actitud permanente de servicio abnegado. No la búsqueda de la propia conveniencia o del control, sino siempre el pensar en lo mejor para el hermano, porque eso es lo que nos dijo el Señor y lo recalca, con otro énfasis, el apóstol Pablo (Mt. 22:39; Gal. 6:10).

Escribiendo lo anterior de otro modo, los dos principios fundamentales de una comunidad basada en la trinidad como forma de vida son la horizontalidad -fundamentata en la humildad- y la entrega por el otro en beneficio de todos –establecida en el sacrificio cristológico-. Esto es ver a la comunidad hacia adentro, hacia sí misma, hacia su propia alma.

La comunidad, no obstante, no puede vivir para sí misma porque no ha sido creada con ese fin (Mt. 28:19; Jn. 17:18, 20). La comunidad vive en y para el mundo (Jn. 17:15-16, 23), no esta destinada para estar en un espíritu de aislamiento y ascetismo. Hacia adentro la comunidad, valga la redundancia, subsiste para hacer comunidad, hermandad, compañerismo, vida en común, koinonía, o como quieran llamarlo. Hacia afuera la comunidad está para cumplir la misión que Dios nos ha puesto en la tierra. ¿Qué misión? La comunidad debe impulsarse activamente en una actitud solidaria con el mundo, comprendiendo lo mejor posible lo que sucede en la sociedad y estando prestos a dar, porque de esa manera podremos comprometernos con la idea de construir el reino de Dios en la tierra. Ese dar implica predicar el evangelio con firmeza pero a la vez estar presente en las vivencias de la gente, allá afuera, en sus actividades comunales y sociales, en sus fiestas y entierros, en los nacimientos y graduaciones, en la construcción de la plaza del pueblo o jugando el campeonato de fútbol del fin de semana. Por ello de inmediato nace la motivación de las comunidades que siempre son retadas a la acción por la realidad que las rodea. No puede haber comunidad sin misión porque se condena a la agonía y la consecuente muerte. Tampoco es sano que existan comunidades aisladas en su propio guetto porque esto no es más que una triste devaluación de la vida cristiana.

La comunidad en el día a día

Pensando en elementos prácticos de vida comunitaria, se me ocurren algunos componentes que enumero sin ningún orden en especial y que, a mi entender, forman parte del espíritu comunitario en el día de hoy que tenerse presente a la hora de participar de la misión de Dios.

a. Crecimiento: Las comunidades deben anhelar llegar a más gente pero priorizando el crecimiento espiritual sobre el numérico. La salud comunitaria y personal de cada uno de los miembros es más importante que una masa de prosélitos que jamás lograrás atender. Primero es el crecer en madurez y en conocimiento de Dios. No es una renuncia a la evangelización, es renuncia al irresponsable crecimiento neoplásico sin consistencia. Es ser responsables y decirle adiós a la hambruna eclesial que genera cristianos escuálidos que son arrastrados por las muchas modas que de tanto en tanto invaden el barrio evangélico latinoamericano.

b. Revolución homilética: Las iglesias consideran como cosa fundamental al sermón. Algo de razón tienen, porque aquí se suele predicar la palabra y es el escenario natural de la instrucción bíblica. El problema es que son los pastores los que han monopolizado el púlpito, creando barreras a la entrada para miembros de la iglesia capaces y dispuestos. Y más aún, el sermón es en un solo sentido, sin posibilidad de réplica en contraste del estilo del mismo Cristo (ej. Lc. 10:29). Por ello, las comunidades pueden romper el monólogo del sermón para reemplazarlo por un dialogo plural, donde el Espíritu Santo sea más libre y hable por todos los miembros de la comunidad. Supone el abandono del discurso pero el impulso intenso del dialogo entre iguales, donde uno aprende del otro.

c. Espontaneidad: Mucha de la liturgia en las iglesias se ha osificado, sacralizando el orden del culto. Las comunidades pueden renunciar a la rigidez programática creyendo que es bueno planear pero en un estado de permanente sensibilidad a lo que ella misma quiere, siendo abiertas a los cambios a los que el Espíritu Santo las lleva. La espontaneidad se lleva también a los aspectos económicos. Adiós a las ataduras y obligaciones del diezmo, bienvenida la entrega sacrificial sin presiones.

d. Innovación: Las comunidades deben siempre considerar con respeto los dos mil años de historia cristiana y, en ese espíritu, se abre a la innovación en las formas eclesiales, la manifestación de la fe y maneras creativas de hacer la misión como tantos hermanos cristianos lo hicieron en el pasado. Reunirse en un parque o en algún espacio público, celebrar la Cena del Señor en con la periodicidad que deseen, transformar el ritmo de la alabanza o lo que consideren necesario adaptar o mantener es parte del ser de las comunidades.

e. Dimensionalidad: Las comunidades pueden considerar que los paradigmas del tiempo y el espacio se han roto. No son necesarios templos ni tiempos específicos para desarrollar la vida lutúrgica. Para la comunidad, cualquier espacio y cualquier momento puede ser adecuado para un encuentro con el Señor Jesucristo. ¿Debe ser siempre los fines de semana? ¿Sólo el domingo, el día del Señor? Las realidades espirituales y la comunión con Dios están interesados en cuestiones de mucha más trascendencia (Col. 2:16). Las comunidades pueden ser realmente libres de largas ataduras por la presión de tener un gran templo o por hacer las actividades siempre en los mismos días específicos.

f. Celebración: Las comunidades pueden priorizar la alegría y la celebración como elementos fundamentales dentro del compartir cristiano. Las alimenta su convicción de estar trabajando en la misión de Dios, de crecer en madurez y de ser parte de la maravillosa creación de Dios, y desde allí concluyen que permanentemente hay motivos de celebración y compartir como comunidad. No son ciegas al dolor humano y a la tristeza propia del pecado en el mundo, e inclusive saben llorar cuando sea necesario, pero entienden que el saber que en toda circunstancia Dios está a nuestro lado es un suceso que nos ayuda a mantener y transmitir la alegría comunitaria.

g. Pluralismo: Aunque las comunidades seguro que han encontrado sus propias maneras de acercarse a Dios y vivir el cristianismo, deben reconocer la multiplicidad de experiencias de fe, tanto tradicionales como no tradicionales, en las cuales Dios trabaja y manifiesta su amor, obrando mediante su Espíritu Santo de la misma manera que lo hace con ella misma. Este reconocimiento implica respeto porque considera que todos somos hijos de Dios alabándolo de maneras distintas, llenas de nuestras propias experiencias siempre variopintas.

h. Digitalidad: Las comunidades deben tener en cuenta que Satanás no vive en Internet, y por ello puede aprovechar las nuevas tecnologías mediante las cuales la Palabra puede ser expresada, adosándose a ellas. Los blogs, Youtube, Skype, Facebook, Messenger, las demás redes sociales y otras metodologías son espacios en los que la comunidad se puede expresar, lanzando el mensaje de Cristo a este mundo tan necesitado de Él.


Referencias

viernes, 7 de noviembre de 2008

¿Obamaniáticos?

Mi amigo Alexander Rodríguez y el pastor Ricardo Gondim han escrito sendos posts en sus blogs sobre la elección de Barack Obama a la presidencia de los Estados Unidos, cada uno con enfoques muy diferentes. La emoción es bastante grande, mundialmente reflejada y extraordinaria dado los antecedentes electorales norteamericanos, y escribir algo sobre eso es totalmente justificable. El acontecimiento es histórico, aunque a algunos no le parezca.

En el Perú hubo ciertas expectativas cuando salió elegido Alejandro Toledo Manrique como presidente el 2002, en su tercer intento por conseguir la presidencia. Racialmente andino, Toledo nació en Cabana, pequeña provincia arrinconada en los andes del departamento de Ancash, en una familia numerosa y pobre. Él supo explotar este detalle en su campaña, identificándose con las grandes masas de origen andino que son la mayoría en mi país. En cierto momento era extraño, porque se trató de demostrar que se iniciaba un proceso reinvindicatorio hacia lo indígena ya que nunca habíamos tenido un presidente cholo, nacido en un pueblito y que había vivido la pobreza. Siembre gobernaron al Perú las elites adineradas de origen racial blanco –o mestizos vinculados a ellos–. Toledo, además, era un símbolo de éxito: estudió su carrera profesional en Stanford, culminando sus estudios con un doctorado en educación. Estaba casado con una extranjera (como Belaúnde y Alan García, ex-presidentes peruanos): Eliane Karp, una temperamental mujer belga que no asumió el estereotipo clásico de las primeras damas latinoamericanas.

Pero al final no pasó nada. Toledo era más feliz embriagándose con tragos caros y yendo una vez cada quince días a Punta Sal, balneario al norte del Perú. Su identificación con el hombre del Perú profundo era superficial, porque para gobernar se alió con los mismos tecnócratas de siempre. Resultó que el cholo ya no era cholo: incluso, tenía un español con tantas faltas que en ocasiones se especulaba que pensaba en inglés, y que hacía mentalmente la traducción.

Diferente fue el caso boliviano. Evo no estudió en Estados Unidos ni estaba acostumbrado a la vida cómoda. Él, al contrario, sí era un indígena por nacimiento, formación y cosmovisión. Y también la elección fue histórica en Bolivia, donde era la primera vez que un indígena se hizo presidente de la nación. A pesar de sus defectos, el simple hecho de ser presidente nos arroja una especie de proceso reinvindicatorio de los excluídos tradicionales que se sintió fuertemente en el Perú con la candidatura de Ollanta Humala, casi elegido presidente en el Perú el 2006. Por supuesto que todo no es color de rosa, todo no es lo racial sino que hay muchos otros componentes, pero hay algo de eso, sí, definitivamente.

Pensando en todo lo anterior me encuentro con la victoria de Obama. Yo realmente pensé que no ganaría la elección interna demócrata porque consideraba a Hilary Clinton como inexpugnable. Me equivoqué. Pensé que perdería con McCain, esperando la manifestación del poder del Bible Belt. Volví a equivocarme, aunque debo decir a mi favor que la crisis financiera le hizo un poderoso favor a Obama. Sin ella, creo que McCain hubiera tenido muchas más posibilidades. Sin crisis sub-prime no habría obamanía.

¿Motivos de emoción? Creo que existen. La minoría negra ha sido marginada históricamente a través de los años en los Estados Unidos. Aún viven muchas personas que tienen el recuerdo de los baños para negros y baños para blancos, los asientos obligatorios para los blancos, iglesias para negros y para blancos o el Ku Klux Klan. Aunque ya no hay más segregación en Estados Unidos, la separación entre razas sigue siendo marcada, creando pequeñas sub-culturas, diferenciadas las unas de las otras. La lucha por la igualdad ha sido larga y lenta, llena de pequeños logros que han costado sudor, lágrimas y muertos como Martin Luther King. Si me centro sólo en estos aspectos, en el hecho racial, en lo que significa un presidente negro en los Estados Unidos, si vale el júbilo. Sí se justifica, sí se valida la celebración.
Por lo tanto: ¿Emocional? Pues bastante. Sólo espero que no pase lo de Toledo en el Perú.

Pero, ¿júbilo porque sea demócrata? No lo creo (bien nos ilustra Alex al respecto). ¿Jubilo porque arreglará la porquería que dejó Bush? No creo, porque Obama no es un superdotado ni más inteligente que los Clinton o John McCain. ¿Jubilo porque acabará la guerra? Pues lo dudo, ya que los demócratas también han estado en guerras. El júbilo es por lo que representa para el país un presidente de raza negra, una señal de que realmente se quiere una igualdad real para todos, no de mentira, no superficial, no de papel. Si se ve desde ese lado, entonces comparto la alegría de Ricardo Gondim.

¿Será el mundo mejor con Obama? Pues me gustaría creer que sí. Amén, espero que así sea.


Imagen: http://www.coxandforkum.com/archives/CARI.Obama.gif