sábado, 30 de julio de 2005

¿INVOLUCRARNOS O NO?



El Dr. Tito Paredes se hace la siguiente pregunta: ¿Cómo articular y practicar el evangelio en una situación de pobreza, corrupción, injusticia y violencia? (i) ¿Cuál es el correcto papel de los cristianos ante la desorbitante desigualdad social que, a pesar de las cifras y expectativas de crecimiento que Toledo alegremente dijo en su último mensaje a la Nación como Presidente Constitucional de la República, está allí, haciendo piruetas con limones o viejas pelotas de tenis en la esquina de Frutales y Javier Prado o El Derby con El Polo?

¿Basta con predicar un evangelio de esperanza, que brinde al oyente la tranquilidad de pensar que, después de su muerte o de la segunda venida de Cristo -lo que venga primero- Dios nos consolará y gozaremos de una vida en la contemplación de Él, sin la preocupación del qué comeremos hoy, o si nos botará la policía, o si no sé qué haría si necesitamos ir al hospital? ¿O es que quizá la proclamación del evangelio incluye además de lo espiritual, cuestiones económicas, sociales, materiales? Y si es así, ¿Es suficiente con entregarle una moneda al pobre de vez en cuando, darle la ropa que desecho o un chocolate y panetón en navidad? ¿O tal vez basta con entregar el diezmo a la iglesia ya que así ayudamos a la expansión del evangelio en la tierra, que es lo que el mundo realmente necesita, sin más que eso?. En la práctica los evangélicos hemos tendido a aislarnos de la sociedad, a vincularla con el sistema de pecado controlado por Satanás al que hay que oponernos rotundamente.

Hay muchos factores que han colaborado en esta insana situación, y expertos se han adentrado en su análisis. A veces hemos malentendido aquellas palabras que dicen que "la amistad con el mundo es enemistad con Dios" (Sgo. 4:4) cuando la Biblia es clara al decir Cristo, orando al Padre, que "no pide que nos saquen del mundo, sino que nos guarden del mal" (Jn. 17:15). Una aparente búsqueda de santidad ha provocado el aislamiento y han hecho que vivamos rodeados de dictaduras, violaciones de derechos humanos, pobreza extrema y riqueza extrema, sin que nos inmutemos ante el asunto, ya que más importante que la pobreza en sí es la predicación de la Palabra de Dios.

No se me malentienda. No estoy diciendo que está mal la predicación del Evangelio. Ésto está dentro de las directrices de la Gran Comisión y es algo urgente que debe continuarse haciendo como hasta ahora, con el mismo denuedo y devoción. Pero, ¿Cómo mi hermano creerá que Cristo es el Pan de Vida si no come hace dos días? Y si le doy que comer, ¿no hay muchos hermanos que no desayunan, no almuerzan desde hace dos días? ¿Cómo los alimento a todos? Esto me adentra al tema esencial de la pobreza. ¿Cómo la elimino? Es increíble cómo el hombre ha sido capaz de memorables hazañas técnicas pero no de eliminar la pobreza. ¿Es un asunto sistémico entonces? ¿Debemos los cristianos, entonces, reflexionar en lo estructural, e influir más en la comunidad nacional, para llevarla a situaciones más justas y equitativas? ¿Significa que debemos ser las avestruces que saquemos la cabeza del hoyo y correr anunciando -y más que eso- una sociedad en la que el valor básico de amor al prójimo debe recuperarse, para el bien de todos?

Sí, eso debemos hacer. No sólo leer la Biblia todo el día. Tiene que haber una praxis con el entorno, transformadora, jovial y nutriente, que provoque cambios concretos.

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(i) Paredes, Tito. "Evangelio, cultura y misión: Hacia una misiología de transformación integral en Cristo". Artículo de Steuernagel, Valdir. "La misión de la iglesia: Una visión panorámica". Visión Mundial. San José: Varitec, 1992.
(ii) Las imágenes se extraen de www.amnistiacatalunya.org/educadors/. La primera es de Quino, publicada originalmente en "Gente en su sitio". Editorial Lumen. Barcelona, 1978. La segunda de Pugligi (www.diegopublisi.com)

5 comentarios:

Beba Newmann dijo...

Siempre es importante creer en algo pero tampoco podemos depender totalmente de él. En cuanto al discurso de Toledo, no lo vi, no lo oí y no siento que me haya perdido algo importante.

GUILLE da MAUS dijo...

Interesante cuestión pero desde el punto de vista Cristiano (Católico) la respuesta es harta conocida: Si tu fe es verdadera, entonces producirá frutos... Por sus obras los conoceréis.
La Iglesia NO tiene la misión de resolver los problemas del mundo, más es por la fe que actuamos y somos buenos padres, buenos hijos, buenos ciudadanos, etc... Si somos coherentes con nuestra fe, actuaremos como verdaderos cristianos y, en consecuencia, convertimos la realidad.
Y la historia es amplia respecto al testimonio de la fe en la Iglesia: por ella se transformó todo un imperio y a su caída salvó la cultura occidental que a la postre sería luz (con sus contratiempos y errores tambien) para todo el mundo. Gracias a la cultura de la Fe es porque en nuestras sociedades podemos hablar de democracia y derechos humanos.
Sin los valores que ha mantenido y proclamado nuestra fe, el formidable edificio de nuestra cultura occidental no puede sostenerse. Es por eso que nuestras sociedades caminan hacia la descomposición.
Nuestra propia fe se siente afectada por estos embates autodestructivos. Por eso muchos nos hemos sentido avergonzados de ella, al dejarnos llevar por la propaganda anticristiana que dice que nos hacemos los sordos, ciegos y mudos, pero que en realidad buscan que renunciemos a nuestra pretensión de proclamar que hay una sola verdad que se ha revelado en la historia.
Hay mucha gente de fe que trabaja y esta luchando porque las cosas cambien. No nos dejemos llevar por el pesimismo, por la publicidad negativa, y participemos de esa "gran comisión" que es llevar a Cristo en y a todo lugar... Hasta los confines de la tierra.

Abel dijo...

¿El discurso de Toledo? Gran cosa no dijo. Pensaba más en la dosis de triunfalismo que le metió. Puede entenderse: es su último discurso de 28 de Julio como Presidente....

Abel dijo...

Todo lo que dices, Ratón en la Luna, es real, es como un axioma que se refleja en lo conocido de la respuesta.

Sin embargo, a veces en verdad la igglesia debe tomar posiciones más directas cuando la injusticia toma un cariz agobiante. No estoy diciendo que tomemos las armas o algo parecido tal como algunos seguidores de la teología de la liberación sugirieron, pero sí puede existir una prédica de la esperanza y de la denuncia de situaciones injustas. Lamentablemente, a veces un silencio cómplice o una visión futurista que centra el consuelo en un más allá, o una pasividad recurrente hace que perdamos perspectiva de nuestra misión como cristianos, que no es estrictamente cambiar al mundo, sino reconciliarlo con Dios, que es parecido pero no lo mismo. Y esto implica a veces llamar a las cosas por su nombre: a la corrupción corrupción y al robo robo, por ejemplo.

Lejana... dijo...

La pobreza existio, existe y existira, como cristianos en el mundo debemos mostrar el amor de Jesucristo a traves de nuestras acciones, sin embargo nuestro principal objetivo es predicar, luego tendremos que cumplir con todo lo que nos mando a hacer Jesus, darle de beber al sediento y cubrir a desamparado.
No podemos exterminar la pobreza ya que es consecuencia de la corrupcion de la humanidad, lo unico que podemos hacer es hacer el bien cuando se nos presente la oportunidad.

Que Dios te bendiga, Verónica