El terrorismo es terrible, ¿quién podría afirmar lo contrario ahora?
Sin embargo, años atrás los europeos no consideraron a Sendero Luminoso como organización terrorista, al punto que simpatizantes podían recaudar fondos para financiar la "lucha armada" sin el más mínimo problema. En los Estados Unidos, apologistas del grupo subversivo repartían panfletos en las universidades explicando lo justa de su causa a los incautos universitarios norteamericanos sin que sus autoridades dijeran algo al respecto. Mientras mantenían su silencio o indiferencia, como querramos ver las cosas, en el Perú cifras oficiales hablaban de 25,000 muertos pero la Comisión de la Verdad llegó a duplicar la cifra. Lucanamarca, Huanta, Pucayacu, Mazamari, Cayara, Barrios Altos, La Cantuta, Tarata, la residencia del embajador japonés, y muchos otros lugares nos recordarán por siempre la brutalidad de ese tipo de violencia que tuvo un mayor origen subversivo pero que también tuvo excesos en las fuerzas del orden. Perú ha quedado marcado por la huella de la violencia inclemente.
Por eso creo que los peruanos algo tenemos que decir sobre el terrorismo. Por eso nosotros condenaremos toda clase de violencia de ese tipo porque llevamos el dolor que produce en el alma, porque aún lloramos a nuestros muertos, porque las explosiones aún suenan en nuestros oídos, porque los héroes anónimos andan todavía por las calles de las ciudades del país, algunos sin un brazo, sin una pierna, liciados de por vida. Por eso quizá nos dolió mucho el atentado en Nueva York e igualmente los de Madrid, como ahora el de Londres. ¿Cómo no sufrir, por ejemplo, por la muerte de los bomberos neoyorquinos, sorprendidos en el cumplimiento de su deber?
Pero también nos duele cada coche bomba en Irak.
Cada día mueren soldados de las fuerzas de ocupación, mueren policías y soldados locales, mueren civiles inocentes, mueren miembros de las fuerzas de resistencia (podríamos llamarlas fuerzas terroristas en algunos casos). La nación se desangra de la misma forma como nosotros hace algunos años. Sin embargo las grandes corporaciones noticiosas que proveen de datos solo le brindan pocas líneas a esos sucesos. O sea, diez líneas si hay 100 muertos en Bagdag, 15 páginas cada día por una semana si sucede el hecho en Londres. ¿Qué significa esto? ¿Tiene que haber un super atentado con 4000 o 5000 muertos en Basora o Tikrit para que equivalga a los caídos en Atocha? ¿Estamos discriminando a los muertos? ¿Un muerto iraquí es menos que un muerto inglés?
La Carta del Apóstol Santiago habla de que no debemos discriminar a nuestros hermanos en las iglesias. Obviamente esta lógica también es válida en el trato de los cristianos con otras personas fuera de los ámbitos eclesiales. Lo mismo para nuestra condena y consternación por los atentados sean donde sean, porque quiérralo o no CNN o BBC, tanto los iraquíes como los ingleses son creación de Dios, e iguales ante sus ojos. No olvidemos eso. Un muerto en Irak es idéntico a uno que falleció en el metro de Londres, ambos sin vida por la misma causa esencial: la maldad en el corazón del hombre.
Sin embargo, años atrás los europeos no consideraron a Sendero Luminoso como organización terrorista, al punto que simpatizantes podían recaudar fondos para financiar la "lucha armada" sin el más mínimo problema. En los Estados Unidos, apologistas del grupo subversivo repartían panfletos en las universidades explicando lo justa de su causa a los incautos universitarios norteamericanos sin que sus autoridades dijeran algo al respecto. Mientras mantenían su silencio o indiferencia, como querramos ver las cosas, en el Perú cifras oficiales hablaban de 25,000 muertos pero la Comisión de la Verdad llegó a duplicar la cifra. Lucanamarca, Huanta, Pucayacu, Mazamari, Cayara, Barrios Altos, La Cantuta, Tarata, la residencia del embajador japonés, y muchos otros lugares nos recordarán por siempre la brutalidad de ese tipo de violencia que tuvo un mayor origen subversivo pero que también tuvo excesos en las fuerzas del orden. Perú ha quedado marcado por la huella de la violencia inclemente.
Por eso creo que los peruanos algo tenemos que decir sobre el terrorismo. Por eso nosotros condenaremos toda clase de violencia de ese tipo porque llevamos el dolor que produce en el alma, porque aún lloramos a nuestros muertos, porque las explosiones aún suenan en nuestros oídos, porque los héroes anónimos andan todavía por las calles de las ciudades del país, algunos sin un brazo, sin una pierna, liciados de por vida. Por eso quizá nos dolió mucho el atentado en Nueva York e igualmente los de Madrid, como ahora el de Londres. ¿Cómo no sufrir, por ejemplo, por la muerte de los bomberos neoyorquinos, sorprendidos en el cumplimiento de su deber?
Pero también nos duele cada coche bomba en Irak.
Cada día mueren soldados de las fuerzas de ocupación, mueren policías y soldados locales, mueren civiles inocentes, mueren miembros de las fuerzas de resistencia (podríamos llamarlas fuerzas terroristas en algunos casos). La nación se desangra de la misma forma como nosotros hace algunos años. Sin embargo las grandes corporaciones noticiosas que proveen de datos solo le brindan pocas líneas a esos sucesos. O sea, diez líneas si hay 100 muertos en Bagdag, 15 páginas cada día por una semana si sucede el hecho en Londres. ¿Qué significa esto? ¿Tiene que haber un super atentado con 4000 o 5000 muertos en Basora o Tikrit para que equivalga a los caídos en Atocha? ¿Estamos discriminando a los muertos? ¿Un muerto iraquí es menos que un muerto inglés?
La Carta del Apóstol Santiago habla de que no debemos discriminar a nuestros hermanos en las iglesias. Obviamente esta lógica también es válida en el trato de los cristianos con otras personas fuera de los ámbitos eclesiales. Lo mismo para nuestra condena y consternación por los atentados sean donde sean, porque quiérralo o no CNN o BBC, tanto los iraquíes como los ingleses son creación de Dios, e iguales ante sus ojos. No olvidemos eso. Un muerto en Irak es idéntico a uno que falleció en el metro de Londres, ambos sin vida por la misma causa esencial: la maldad en el corazón del hombre.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario