martes, 19 de julio de 2005

Una reflexión sobre la economía y la misión de la Iglesia (3)

1.2. El caso de los Jueces
La peculiaridad del libro de los Jueces se refleja en su último versículo: “En esos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía”. Luego de la lucha del tipo nómades-contra-sedentarios que tuvieron contra los habitantes de Canaan y al expulsarlos o someterlos (en contra de la instrucción explícita de Dios), se establecieron en la tierra prometida sin desarrollar un régimen político organizado. Se limitaron a tener jueces que tenían una labor más de tipo judicial que económica y social, siendo el extremo al que llegaron el mando militar cuando los israelitas eran sometidos por algún pueblo extranjero debido a su apostasía. Podríamos definir este tiempo de la historia judía como una especia de autarquía, la no relación de Israel como nación con otros pueblos y el autosostenimiento, inclusive a nivel tribal. La frase “cada uno hacía lo que bien le parecía” implica toda un resultado que va mas allá del “hacer lo que quiera con mi vida”. Implica un tipo de relación social, una cosmovisión particular, y una forma de tener las relaciones económicas, a un nivel de subsistencia [x].

Otra vez el silencio de Dios, la ausencia de un juicio de valor de su parte. ¿Podemos interpretarlo? ¿Podemos interpretar la no condena del endeble o casi nulo régimen político [xi]? ¿O es que hay algo más detrás del silencio?


1.3. El caso de los Reyes
Samuel había estado muchos años como juez de Israel. Transcurridos estaban unos trescientos años desde el establecimiento sedentario del pueblo hebreo en Canaán y ha de presumirse de una etapa de desarrollo social en el pueblo judío. La posición estratégica de Palestina lo hacían ver tanto al poderoso Egipto como al avanzado Babilonia. La idea del rey no apareció por generación espontánea, sido que fue el resultado de un proceso histórico que había llegado a su clímax con la petición de un rey al profeta. No debemos malentender 1 Samuel 8:7 (“…Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti, sino a mi me han desechado, para que no reine sobre ellos”) en el sentido que Dios se opone al régimen monárquico, pues no está en contra ya que permitió al pueblo tener un rey, sino nuestra comprensión debe ser enfocada en que la esencia de la petición era el desarrollo político y social que no tenía a Dios en el centro, una política sin Él como eje. Más bien lo que Jehová hace es describirle al pueblo lo que significaba el desarrollo politico-económico que ellos querían gozar en 1 Samuel 8:11-18 desde el lado de los costos económicos para su sociedad:

Esto es lo que les espera con el rey que los va a gobernar: Llamará a filas a los hijos de ustedes, y a unos los destinará a los carros de combate, a otros a la caballería y a otros a su guardia personal. A unos los nombrará jefes de mil soldados, y a otros jefes de cincuenta. A algunos de ustedes los pondrá a arar sus tierras y recoger sus cosechas, o a fabricar sus armas y el material de sus carros de combate. Y tomará también a su servicio a las hijas de ustedes, para que sean sus perfumistas, cocineras y panaderas. Se apoderará de las mejores tierras y de los mejores viñedos y olivares de ustedes, y los entregará a sus funcionarios. Les quitará la décima parte de sus cereales y viñedos, y la entregará a los funcionarios y oficiales de su corte. 16También les quitará a ustedes sus criados y criadas, y sus mejores bueyes y asnos, y los hará trabajar para él. Se apropiará, además, de la décima parte de sus rebaños, y hasta ustedes mismos tendrán que servirle. Y el día en que se quejen por causa del rey que hayan escogido, el Señor no les hará caso

El progreso tenía sus costos, y Dios les está advirtiendo de ellos a los hebreos, pero insisto en que Él no les negaba la monarquía. Tampoco hace un juicio de valor sobre la superioridad esencial de un modelo sobre el otro, antes bien la esencia de todo está en 1 Samuel 8:7. No podemos decir que Dios hace “apología” por un régimen especial, pero sí afirmar que una visión teocrática es fundamental en una concepción política. Esto es un paso hacia delante en lo que estamos buscando. Parece ser que una visión teocrática trasciende los sistemas político-económicos. No estamos hablando de un gobierno de sacerdotes en el que sea una burocracia clerical la que marque la pauta de las directrices del estado, sino más precisamente uno basado en principios divinos. ¿Es esta la respuesta al silencio de Dios? Para saberlo con exactitud, hemos de ir al Nuevo Testamento, a las experiencias de Jesús y el Apóstol Pablo con el imperio que dominaba el mundo de la época: Roma.

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