El pensamiento escatológico a través de la historia
La teología no es un armatoste monolítico sino que es un ente dinámico, con desarrollos diversos que la han hecho relevante a su época. Por ejemplo, dentro de las pruebas del proceso de la demostración lógica de la existencia de Dios, se encuentra el argumento “cristológico”, de Anselmo de Cantembury. Él, hijo del racionalismo extremo escolástico, “debía resolver este problema de forma lógica, encontrarle razón de ser, precisa y puramente racional, "remoto Christo" (como si Cristo no hubiera existido). Por ello escribió entonces su "Cur Deus homo", ya mencionado, en el cual dio las motivaciones de la divinidad, como si Dios fuese un señor medioeval; si así fuera, lo primero para Él sería proceder con la solemnidad debida, tomarse en serio, proceder congruentemente, con "rectitud", haciendo las cosas como debían hacerse, como correspondía, sin que fuera posible, ¡aunque Dios lo deseara ardientemente!, perdonar sin antes haber recibido la reparación debida, que habría deser una germana "wergild" (compensación), proporcional a la dignidad del ofendido, como estipulaba la costumbre medioeval. Esto implicaba que el perdón, la redención, estuviera fuera del alcance de la humanidad, incapaz de rendir una compensación infinita, como era lo debido.
Por donde Anselmo concluyó que Dios, en su abnegación, hubo de disponer que se pagara la "wergild" debida a su majestad divina con el acto expiatorio de un inocente, para que expiara por actos ajenos y no por los propios con su sacrificio, quien habría de ser un miembro de la humanidad, un hombre, pero, al mismo tiempo, Dios. Partiendo del "remoto Christo", de la inexistencia de Cristo, ha llegado a demostrar, aplicando ordenadamente la inteligencia, que Cristo debía existir, ineludiblemente”[iv].
La anterior es una explicación absolutamente feudal de la interrogante de la existencia de Dios. El mismo fenómeno sucede con la escatología con concepciones distintas según el horizonte temporal. Durante el período del Imperio Romano, “la iglesia fue conciente perfectamente de los elementos separados de la esperanza cristiana, por ejemplo, que la muerte física no es la muerte eterna, que las almas de los muertos sobreviven, que Cristo volverá otra vez, que habrá una bienaventurada resurrección de los que pertenecen al pueblo de Dios, que ésta será seguida por el juicio general, en el que se pronunciará condenación eterna sobre los malvados y en donde los píos serán recompensados con las glorias eternas del cielo. Pero estos elementos se veían nada más como partes aisladas que correspondían a una esperanza futura, y que no se construían todavía en forma dogmática. Aunque los diversos elementos se entendían muy bien, su interrelación todavía no se veía con claridad”[v]. Todo parece notar una visión amilenialista, pero Berkhof enfatiza que “el resultado fue que la escatología no se desarrolló durante este período”[vi]
En el período posterior, hasta la época de la reforma, “la atención de la iglesia se dirigió desde lo futuro hacia lo presente”[vii]. El autor recalca que “había una creencia general en la vida después de la muerte, en el retorno del Señor, en la resurrección de los muertos, en el juicio final y en un reino de gloria, pero se reflexionaba muy poco sobre la manera de cada uno de éstos. El pensamiento de un reino material y temporal dejó camino al de la vida eterna y de la futura salvación. Con el correr del tiempo la iglesia quedó colocada en el centro de atención, y la iglesia jerárquica se identificó con el reino de Dios. Ganó campo la idea de que fuera de la iglesia no había salvación, y que la iglesia determinaba la preparación pedagógica adecuada para el futuro. Se puso mucha atención en el estado intermedio y, en forma particular, a la doctrina del purgatorio. En relación con esto se colocó en primer plano la mediación de la iglesia, la doctrina de la misa, la de las oraciones por los muertos y la de las indulgencias”[viii]. A pesar del exiguo desarrollo, podríamos hablar otra vez de amilenialismo.
Desde la reforma, el pensamiento teológico se circunscribió a la idea de la salvación, “y se procuró desarrollar la escatología partiendo esencialmente desde ese punto de vista. Muchos de los antiguos teólogos reformados la tratan nada más como un punto adjunto a la soteriología, tratando de la glorificación de los creyentes. En consecuencia, sólo una parte de la escatología se estudió y llegó a un mayor desarrollo. La reforma adoptó lo que la iglesia primitiva enseñó respecto al retorno de Cristo, la resurrección, el juicio final y la vida eterna”. Además, “en su oposición a Roma también reflejó mucho acerca del estado intermedio y rechazó los diversos principios desarrollados por la Iglesia Católico Romana. Difícilmente puede decirse que las iglesias de la reforma hayan hecho mucho por el desarrollo de la escatología. Ésta hizo su aparación de nuevo en el pietismo. El racionalismo del siglo XVIII retuvo de la escatología nada más la idea estéril de una inmortalidad sin color, de la mera sobrevivencia del alma después de la muerte.
Bajo la influencia de la filosofía de la evolución con su idea de un interminable progreso, la doctrina escatológica, si bien no se hizo anticuada, cuanto menos se encontró decadente. La teología amplitudista ignoró por completo las enseñanzas escatológicas de Jesús y colocó todo el énfasis en sus preceptos éticos. Como resultado no tiene nada que sea digno del nombre de escatología. Lo del más allá dejó el campo para lo de aquí y ahora; la esperanza bienaventurada de la vida eterna quedó reemplazada por la esperanza social del reino de Dios, exclusivamente reducido a este mundo; y la anterior seguridad respecto a la resurrección de los muertos y de la gloria futura fue suplantada por la vaga confianza de que Dios puede tener almacenadas para el hombre mejores cosas aún que las bendiciones de las que este goza actualmente”[ix]. Estas descripciones caben dentro de la postura postmilenial.
En los últimos tiempos, ha habido un cambio. Berkhof menciona que “apareció una nueva ola de premilenialismo, el cual no se limita a las sectas, sino que ha encontrado entrada en algunas de las iglesias de nuestro día, y sus abogados sugieren una filosofía cristiana de la historia, basada en particular sobre el estudio de Daniel y Apocalipsis y ayudan a poner atención sobre el fin de los siglos. [Teólogos como] Weiss y Schweitzer llaman la atención al hecho de que las enseñanzas escatológicas de Jesús fueron mucho más importantes en su bosquejo de pensamiento, que sus preceptos éticos, los cuales, después de todo, representan nada màs que un pensamiento intermedio. Y Kart Barth también acentúa el elemento escatológico de la revelación divina”[x]. No es difícil observar en el presente evangélico que el premilenialismo es la postura predominante el día de hoy.
La teología no es un armatoste monolítico sino que es un ente dinámico, con desarrollos diversos que la han hecho relevante a su época. Por ejemplo, dentro de las pruebas del proceso de la demostración lógica de la existencia de Dios, se encuentra el argumento “cristológico”, de Anselmo de Cantembury. Él, hijo del racionalismo extremo escolástico, “debía resolver este problema de forma lógica, encontrarle razón de ser, precisa y puramente racional, "remoto Christo" (como si Cristo no hubiera existido). Por ello escribió entonces su "Cur Deus homo", ya mencionado, en el cual dio las motivaciones de la divinidad, como si Dios fuese un señor medioeval; si así fuera, lo primero para Él sería proceder con la solemnidad debida, tomarse en serio, proceder congruentemente, con "rectitud", haciendo las cosas como debían hacerse, como correspondía, sin que fuera posible, ¡aunque Dios lo deseara ardientemente!, perdonar sin antes haber recibido la reparación debida, que habría deser una germana "wergild" (compensación), proporcional a la dignidad del ofendido, como estipulaba la costumbre medioeval. Esto implicaba que el perdón, la redención, estuviera fuera del alcance de la humanidad, incapaz de rendir una compensación infinita, como era lo debido.
Por donde Anselmo concluyó que Dios, en su abnegación, hubo de disponer que se pagara la "wergild" debida a su majestad divina con el acto expiatorio de un inocente, para que expiara por actos ajenos y no por los propios con su sacrificio, quien habría de ser un miembro de la humanidad, un hombre, pero, al mismo tiempo, Dios. Partiendo del "remoto Christo", de la inexistencia de Cristo, ha llegado a demostrar, aplicando ordenadamente la inteligencia, que Cristo debía existir, ineludiblemente”[iv].
La anterior es una explicación absolutamente feudal de la interrogante de la existencia de Dios. El mismo fenómeno sucede con la escatología con concepciones distintas según el horizonte temporal. Durante el período del Imperio Romano, “la iglesia fue conciente perfectamente de los elementos separados de la esperanza cristiana, por ejemplo, que la muerte física no es la muerte eterna, que las almas de los muertos sobreviven, que Cristo volverá otra vez, que habrá una bienaventurada resurrección de los que pertenecen al pueblo de Dios, que ésta será seguida por el juicio general, en el que se pronunciará condenación eterna sobre los malvados y en donde los píos serán recompensados con las glorias eternas del cielo. Pero estos elementos se veían nada más como partes aisladas que correspondían a una esperanza futura, y que no se construían todavía en forma dogmática. Aunque los diversos elementos se entendían muy bien, su interrelación todavía no se veía con claridad”[v]. Todo parece notar una visión amilenialista, pero Berkhof enfatiza que “el resultado fue que la escatología no se desarrolló durante este período”[vi]
En el período posterior, hasta la época de la reforma, “la atención de la iglesia se dirigió desde lo futuro hacia lo presente”[vii]. El autor recalca que “había una creencia general en la vida después de la muerte, en el retorno del Señor, en la resurrección de los muertos, en el juicio final y en un reino de gloria, pero se reflexionaba muy poco sobre la manera de cada uno de éstos. El pensamiento de un reino material y temporal dejó camino al de la vida eterna y de la futura salvación. Con el correr del tiempo la iglesia quedó colocada en el centro de atención, y la iglesia jerárquica se identificó con el reino de Dios. Ganó campo la idea de que fuera de la iglesia no había salvación, y que la iglesia determinaba la preparación pedagógica adecuada para el futuro. Se puso mucha atención en el estado intermedio y, en forma particular, a la doctrina del purgatorio. En relación con esto se colocó en primer plano la mediación de la iglesia, la doctrina de la misa, la de las oraciones por los muertos y la de las indulgencias”[viii]. A pesar del exiguo desarrollo, podríamos hablar otra vez de amilenialismo.
Desde la reforma, el pensamiento teológico se circunscribió a la idea de la salvación, “y se procuró desarrollar la escatología partiendo esencialmente desde ese punto de vista. Muchos de los antiguos teólogos reformados la tratan nada más como un punto adjunto a la soteriología, tratando de la glorificación de los creyentes. En consecuencia, sólo una parte de la escatología se estudió y llegó a un mayor desarrollo. La reforma adoptó lo que la iglesia primitiva enseñó respecto al retorno de Cristo, la resurrección, el juicio final y la vida eterna”. Además, “en su oposición a Roma también reflejó mucho acerca del estado intermedio y rechazó los diversos principios desarrollados por la Iglesia Católico Romana. Difícilmente puede decirse que las iglesias de la reforma hayan hecho mucho por el desarrollo de la escatología. Ésta hizo su aparación de nuevo en el pietismo. El racionalismo del siglo XVIII retuvo de la escatología nada más la idea estéril de una inmortalidad sin color, de la mera sobrevivencia del alma después de la muerte.
Bajo la influencia de la filosofía de la evolución con su idea de un interminable progreso, la doctrina escatológica, si bien no se hizo anticuada, cuanto menos se encontró decadente. La teología amplitudista ignoró por completo las enseñanzas escatológicas de Jesús y colocó todo el énfasis en sus preceptos éticos. Como resultado no tiene nada que sea digno del nombre de escatología. Lo del más allá dejó el campo para lo de aquí y ahora; la esperanza bienaventurada de la vida eterna quedó reemplazada por la esperanza social del reino de Dios, exclusivamente reducido a este mundo; y la anterior seguridad respecto a la resurrección de los muertos y de la gloria futura fue suplantada por la vaga confianza de que Dios puede tener almacenadas para el hombre mejores cosas aún que las bendiciones de las que este goza actualmente”[ix]. Estas descripciones caben dentro de la postura postmilenial.
En los últimos tiempos, ha habido un cambio. Berkhof menciona que “apareció una nueva ola de premilenialismo, el cual no se limita a las sectas, sino que ha encontrado entrada en algunas de las iglesias de nuestro día, y sus abogados sugieren una filosofía cristiana de la historia, basada en particular sobre el estudio de Daniel y Apocalipsis y ayudan a poner atención sobre el fin de los siglos. [Teólogos como] Weiss y Schweitzer llaman la atención al hecho de que las enseñanzas escatológicas de Jesús fueron mucho más importantes en su bosquejo de pensamiento, que sus preceptos éticos, los cuales, después de todo, representan nada màs que un pensamiento intermedio. Y Kart Barth también acentúa el elemento escatológico de la revelación divina”[x]. No es difícil observar en el presente evangélico que el premilenialismo es la postura predominante el día de hoy.
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