domingo, 27 de noviembre de 2011

Exilio que no es exilio

Nicolás Panotto acaba de escribir un texto en su blog sobre los cuestionamientos hacia las personas que hacen teología desde el exilio, esto es, fuera del cobijo de la iglesia tradicional. Desde que supe que reflexionaría sobre eso en Facebook, me interesé en su escrito de una manera intensa. La razón es evidente: hablaría de mí, alguien que asistió a una iglesia por dieciséis años, sirviendo activamente por más de la mitad de ese tiempo, y que demoró cinco larguísimos años en tomar la decisión de abandonar las paredes del templo a pesar de que la situación dentro era, en verdad, un real desastre, un conflicto abierto e inmisericorde que había dejado en el camino muchos muertos y heridos; yo, entre ellos. 

Recuerdo cuando hice unas pocas lecturas sobre las experiencias de muchos cristianos que, por una razón u otra, decidieron vivir sin la iglesia. Poco a poco observé el fenómeno con más atención, en paralelo a los tiempos de convulsión y enfrentamiento que vivía con el clero de mi iglesia local; no obstante eso, no consideraba la idea de dejar la iglesia. Tenía mis serios rechazos a cristianos independientes, lo reconozco hoy. No podía comprender cómo una persona fuera del fuego de un templo, podría reflexionar, enseñar, tener comunión con un Dios que dejó una enseñanza expresa respecto al congregarnos. No lo lograba entender. Tenía los paradigmas eclesiales aún incrustados en la cabeza. 

Un día llegué un punto en que no pude más. Luego de un tiempo en que, en la práctica, faltaba más domingos de los que asistía, dejé de jugar al visitante ocasional cortando completamente los lazos. Estaba fuera. Sin intenciones de volver. Auto-expulsado. Sin embargo, aún me interesaban los temas teológicos, aún me interesaba Dios, como cuando era niño y pedí con toda la inocencia de mis diez años por un imposible que al día siguiente por la tarde me fue increíblemente concedido. Me sentía aún cristiano, aunque no de la misma forma en que lo era diez años atrás. Las palabras de algunos amigos –orientados hacia afuera- se hicieron más relevantes. Aunque siempre me fue claro que es fundamental vivir en relación con otros cristianos, descubrí, con estupor y maravilla al mismo tiempo, que no necesariamente la iglesia es sinónimo de comunidad. Que la comunidad de fe puede encontrarse en lugares inimaginables, y que uno puede construir el reino de Dios fuera de los usuales convencionalismos: campañas, prédicas y retiros. Hay mucho más que eso. La cosa es que nos demos cuenta. 

Decidí salir para detener el daño, para evitar profundizar más las heridas, para curarlas. Afuera, sin necesidad de encontrar congregación nueva (el requerimiento de mucha gente, que me lo hacía saber con frecuencia) encontré una comunidad de verdad. Un lugar de apoyo desde donde la fe podía, a pesar de lo aplastante de la oposición de tantas cosas que este mundo tiene, ser cobijada. Esa comunidad, de una u otra forma, es sostén de la vida, del espíritu y el alma, convirtiendo el exilio en no-exilio. Esa comunidad me acoge desde Lima pero también de otros lugares, con gente que con el tiempo se ha hecho muy cercana. Junto a esta comunidad, en la que cada uno mantiene sus propias dinámicas en sus particulares espacios, he podido avanzar en la labor de hacer teología desde el camino y no desde el balcón. Se puede hacer. Y me atrevería a decir que se debe hacer, sin falta. En esos espacios también Dios se manifiesta.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Hola Abel, Dios te bendiga.
No se si la tuya es una comunidad virtual, y de ser así, no se como interactua con todos los elementos vitales para el desarrollo de de la fe y las virtudes cristianas. Se que la vida de iglesia puede ser muy complicada por los múltiples defectos y errores de sus miembros, sean estos laicos o pastores, pero me resulta extraño pensar que en una comunidad virtual de creyentes pueda existir el marco necesario para las interacciones que hagan efectiva las ricas interacciones que nos hagan actuar consecuentemente con los propósitos de Dios. Enfrentar de cerca y personalmente a los que nos irritan y nos ofenden es evitar el desarrollo de la paciecia, la tolerancia, el amor; enfrentar de cerca y personalmente a los líderes arrogantes, ignorantes y despistados, es evitar el desarrollo de la humildad, y es dejar en abandono a los simples a merced de los embates del error de los líderes. En fin, yo entiendo que el abandono de la isla nos descalifica para criticar a los isleños y su isla. Para mí es importante las críticas de los que lidian con mis defectos y debilidades, es importante la opinión de los que interactúan conmigo, es importante el criterio de los de mi familia; y en un menor grado lo son las de los que se alejan o no tienen ninguna relación conmigo, y son sin ninguna importancia las críticas de los que no me conocen o conozco.

Abel dijo...

La idea del cristiano completamente solo no está de acuerdo a lo que encuentro en la Biblia. Tu explicas eso, y estoy de acuerdo. Se nos llama a la comunidad. Sin embargo, creo que las comunidades no se circunscriben a las iglesias tradicionales, y eso es algo que debemos empezar a reconocer. Considerando, inclusive, al mundo virtual.

Un saludo. Gracias por comentar.