domingo, 17 de mayo de 2009

El sudor de la frente (II)

Una cosa interesantísima en el texto bíblico es la manera en que éste comienza. Y es porque uno, ser humano con virtudes y defectos, podría pensar que la mejor manera en iniciar un libro que pretenda ser la revelación de Dios en la tierra con la explicación de sus propósitos, es especificando primero al escritor. Es decir, hacerlo al estilo de Pablo, quien se presentaba en sus cartas: “Pablo, siervo de Cristo Jesús llamado a ser apóstol” (Rom. 1:1). Es decir, presentándose, definiéndose. ¿Es el caso del primer versículo del Génesis?

En el principio creó (bará) Dios…”. Bará tiene un profundo significado teológico, que abarca desde referencias a la soberanía de Dios -que por su pura y propia voluntad decidió hacer todo lo que nos rodea, incluyendo a nosotros mismos- hasta la idea de hacer todo de la nada, que subyace el concepto de Dios como único originador de los elementos básicos que permiten la vida en la tierra. Para mí, Bará se nos presenta como la primera definición de Dios, que no se concentra en aspectos estrictamente ontológicos como por ejemplo Juan 1:1, sino que hace un viraje que puede parecer banal, definiendo a Dios por su profusa actividad. Bará como primera definición de Dios expresa a la divinidad como trabajadora, que hace, forma y establece, ubicándola en la historia humana a pesar de trascender el tiempo. Tan importante es el trabajo, tal es el realce que Dios le quiere dar, que lo coloca primero en el texto bíblico. No habla de su naturaleza de espíritu, ni de sus atributos ni de sus perfecciones; habla de su característica trabajadora y creativa. Por lo tanto, es un eje de interpretación.

El hombre es puesto sobre la tierra con una fiel “imagen y semejanza” de Dios. Son evidentes la similitud de las características volitivas o cognitivas con el creador aunque vale la pena decir que no es algo explícito en el relato. Sin embargo, lo que frecuentemente pasa desapercibido –a pesar de que está allí, clarísimo en los textos- son las similitudes del ser humano con la primera definición de Dios. O sea, Dios como trabajador, y el hombre como trabajador también. Dios crea, y el hombre también crea (por supuesto, en escalas muy diferentes). Por si nos quedaran dudas, se recalca el tema del trabajo en Génesis 1:28 (el mandato cultural) y en Génesis 2:15 (el encargo del trabajo en el huerto, antes de la caída). Su importancia es profundamente enfatizada.

Mi concepto sobre la creación me da un añadido a lo que estoy diciendo. Mi postura no acepta la literalidad del texto genesiano, sino que lo sitúa dentro de su transfondo temporal, ubicándolo en una categoría de tipo mitológico, como otros relatos de su época. Por eso, entiendo que debo recoger el espíritu de escrito: Dios ha creado, sí, aunque el cómo no queda claro. Dado el estado de la ciencia (no hay certeza, por lo que tengo que tomar una postura con lo que hay al día de hoy), parecería que la creación ha sido un proceso largo, que para algunos aún no ha terminado. Sea como sea, es un trabajo de largo aliento, una labor minuciosa, detallada, esforzada, que nos debe servir de paradigma hoy en día. ¿Cuántos de nosotros podríamos decir “Y nuestro trabajo es bueno” como dice Génesis? En Latinoamérica en ocasiones no es común encontrar esa respuesta, porque no somos tan prolijos con nuestra labor.

Y más todavía, si aún nos quedaran dudas, Jesucristo al venir a la tierra se hizo un ente trabajador. No en aspectos intelectuales o religiosos –quizá se pudo haber instalado en el muy cómodo templo de Jerusalén-, sino que se hizo humilde y revalorizó el trabajo sencillo de fuerte contenido manual, y trabajó día a día, siguiendo el ejemplo del Génesis o, en estricto, siendo consecuente consigo mismo (Col. 1:16).

4 comentarios:

Carolina García dijo...

¿Nuestro trabajo es bueno?
¿Qué estaríamos entendiendo por bueno?
¿El trabajo que es digno, que es redituable, que es valioso, que es insustituible, que es satisfactorio? ¿El trabajo que es vinculante y con una contribución humana?

No sé, algo debe tener nuestro trabajo latinoamericano de bueno. A los norteamericanos, pese a su constante queja por los inmigrantes, no dejan de recibir la mano de obra barata de "hispanos". Que yo sepa, las trasnacionales siguen contratándonos y nos convertimos en "capital humano" conforme a sus intereses, también. Algo de "bueno" en nuestro trabajo les atrae, de tal manera, que podemos llegar a impregnar con nuestro trabajo los productos y servicios que ellos capitalizan felizmente.

¿Cómo debíamos trabajar en el "huerto", según el relato de génesis? ¿Cómo podemos trabajar ahora en nuestra realidad concreta, pese al contexto que nos rodea, tras la obra que Jesucristo en nosotros?

Gracias por provocar más preguntas y ser compañía en estos trayectos. Siempre lo aprecio. Un abrazo.

Carolina

Abel dijo...

Preguntas, preguntas y más preguntas aparecen, además de las tuyas y de las mías. ¿Serán resueltas? Ojalá que algún día al menos tengamos más claridad.

Un saludo para ti, Caro.

Abel.

Samuel Ventura dijo...

"...ubicándolo en una categoría de tipo mitológico, como otros relatos de su época."

Me interesaría entender en que capítulo del génesis termina la clasificación de mitología. Porque, si como entiendo asumes la evolución humana como cierta y como activa (es decir que seguimos evolucionando), entonces ¿Como se compagina esta ley natural con la muerte (física en particular) como consecuencia del pecado? Es decir, para la evolución la muerte es el proceso natural de mejora pero para la interpretación clásica cristiana la muerte es consecuencia de la desobediencia. ¿Fue Adán creado para morir y dejar una semilla mejorada o para vivir eternamente?

¿Por qué encontramos posible creer que seremos transformados en un abrir y cerrar de ojos pero difícil que Dios haya creado el universo en 6 días literales?

Saludos.

Abel dijo...

Hola Samuel:

Gracias por el tiempo dedicado a comentar, a pesar de que mi pensamiento cristiano es distinto al tuyo.

Yo, en realidad, considero que la gran mayoría del Génesis entra en la categoría de mito, y como tal debemos leerlo. Un mito, por lo general, tiene bases reales que son las que debemos tratar de recoger. Por ejemplo, de la creación extraemos el hecho de que Dios crea, que dirige el proceso de manera gradual, que el hombre es la última etapa, entre otras cosas. ¿La evolución entra aquí? Pues dado el estado de la ciencia, parecería ser que sí, aunque evidentemente no a niveles de una ley, como las de la termodinámica, cinética o electricidad.

Si Adán existió realmente, pues no lo sé; sin embargo, entiendo que en su figura se entiende la concepción teológica de la muerte que tan bien explica Pablo en sus cartas. Para serte sincero, yo no tengo una respuesta clara a tu pregunta, ya que ese tema es una de mis principales interrogantes teológicas, donde ensayo posibles respuestas que seguro un día escribiré por aquí.

Por otro lado, la cosa es más sencilla. Biblia, teología y ciencia deben converger necesariamente. Si el Dios omnipotente y omnisciente del que habla la Biblia y reflexiona la teología diseñó e hizo el mundo, pues la ciencia debe corroborarlo ya que Dios la utilizó como herramienta. Y esta -la física en particular- nos dice que la edad estimada del uiverso es de 13,000-14,000 millones de años con información verosímil que los telescopios de última generación han podido recoger. Por ello descarto la idea de los 6,000 años. Y esto no me causa problemas: no veo discrepancias entre los miles de millones de años de edad del universo y el relato bíblico, solo me dice que el proceso utilizado por Dios es mucho más complejo de lo que parece. ¡Gloria a Él!!

Un saludo para ti,

Abel.