El primer día de Septiembre de 1992 un grupo de hermanos de la Iglesia “Vida Abundante” de Villa María del Triunfo
[i] decidieron hacer una campaña evangelística en la Plaza de Armas del distrito, donde se encuentra la municipalidad. No era un buen tiempo en realidad ya que era una época confusa, perdida, temerosa, diría yo que hasta cruel (¡Sin exagerar!). En Julio los terroristas habían dinamitado la calle Tarata en Miraflores
[ii], meses antes despedazaron a María Elena Moyano en Villa El Salvador
[iii], a pocos minutos de la iglesia, y los juegos olímpicos en Barcelona daban una muy falsa sensación de equilibrio y orden, ese que envidiaba todo el Perú. La medalla de plata de Juan Giha
[iv] era un pobre aliciente a la esperanza de la nación aunque, al menos, era algo. Pobre, yo sé, pero una cosita pequeña al menos.
En la reunión del consistorio se definió que la fecha ideal para la campaña era el sábado 12 de Septiembre. Una persona iría a la comisaría para informar de la campaña -tema básico ya que era indispensable tener un permiso policial-, otra se encargaría de alquilar el equipo de sonido con dos grandes parlantes usados usualmente para hacer polladas bailables
[v] a un lugar frente al Hospital Maria Auxiliadora
[vi]. Uno de los miembros hizo notar que según la cartilla de racionamiento del servicio eléctrico la zona tendría electricidad de cero horas hasta las 8 de la mañana, y luego desde las cuatro a la medianoche
[vii]. Ese dato era importantísimo e hizo que todos acordaran la hora de la campaña: cuatro de la tarde. El pastor expondría una prédica instando a los asistentes a orar por el Perú pidiendo que la escalada de violencia se acabe de una vez, para terminar con un llamado a la conversión. No era fácil tomar la decisión de ir y predicar en una plaza, por lo menos no en ese tiempo y más aún en un barrio marginal. Para agravar el asunto, días antes aparecieron unas pintas apologéticas de Sendero Luminoso
[viii] en las calles y pensaron en postergar, aunque se tomó la decisión de continuar.
-Siervos, oremos por un derramamiento del Espíritu Santo en el día de la campaña. Pidamos al Señor para que todo sea seguro y que Dios nos proteja de cualquier mal que pueda avecinarse.
El sábado a las dos de la tarde estaban todos en la iglesia cargando lo necesario a pesar del temor (¡Un par de hermanitos estaban literalmente muertos de miedo!). Alguien fue hasta la Pista Nueva
[ix] para alquilar una camioneta destartalada -abollada por todas partes y con las puertas que se aseguraban con un alambre- donde llevar el equipo de sonido, las Biblias, el material, los cables, unas escobas, algunos trapos, las pancartas, unas banderas del Perú y otras cosas mínimas. Tan viejo era el vehículo, que parecía que no podría subir la pendiente, pero todos sabemos que los milagros existen. Al llegar, bajaron las cosas con calma, limpiaron el escenario y comenzaron la instalación. Los curiosos miraban con algo de recelo pero igual sólo observaban, conservando la plenitud de su desidia. Diez minutos antes de las cuatro, todo estaba listo, esperando que llegue la electricidad.
- ¿Estas seguro que la corriente viene a las cuatro?
- ¡Claro pe hermano!, Aquí está en el periódico, mira y no seas desconfiado.
Sin embargo, se hicieron las cuatro y veinte y nada pasó.
Todos empezaron a preocuparse. ¿Tanto esfuerzo, tanta oración para nada? Cundió la desesperación, se aceleraron los corazones, empezaron a sudar a pesar del invierno y la garúa que caía hasta que alguien notó que uno de los negocios adyacentes tenía un grupo electrógeno que sonaba muy discretamente, como queriendo ocultar su presencia. ¡Era la solución! Se designó a dos personas para que se acerquen a pedir el favor de que los ayuden con la contingencia. Pero regresaron en el acto con la cara pálida, como si hubieran visto a un fantasma o al mismo diablo.
- Hermanos, hay un problema
- ¿Cómo que hay un problema? ¿Qué puede pasar?
- Este… es que no se puede pedir nada a ellos.
- ¿Cómo que no? ¿Cuál es el asunto?
- Es que… ese negocio es una peluquería, y los que atienden son dos gays.
Aquí comenzó la vociferación.
-¡No puede ser! - Decía uno
- ¡No podemos contaminar la obra de Dios con el contacto con esos inmorales! –gesticulaba otro.
- No, ni hablar, se cancela la campaña. -Dijo uno de los pastores.
- Mejor nos vamos, no nos mezclemos con esos maricones, por favor, ¡vámonos, mejor venimos otro día! –gritó una anciana desdentada que parecía tener todos los años del mundo.
Una gran parte de la iglesia quería suspender todo. Pero Jorge Pérez, un joven no tan chato, gordito, medio mofletudo, fue a la esquina, habló con los peluqueros y consiguió que gentilmente ellos den el permiso para conectar el cable a su máquina. El mismo Jorge lo hizo y casi a las cinco de la tarde le ofreció el micro al pastor que dudó mucho porque tenía demasiadas miradas de desaprobación, lo que motivó a que Jorge mismo sea el que inicie la campaña:
- Buenas tardes, somos de la Iglesia Vida Abundante, y hemos venido a orar por el Perú…
Al poco rato el pastor tomó fuerzas, quizá porque habían muchísimas personas que se juntaban entre la tenue penumbra y no había demasiado tiempo, y tomó el micrófono. Al bajar, Jorge notó que uno de los gays se había acercado para escuchar. Se le aproximó e iniciaron una conversación. El resto de hermanos estaba algo lejos pero cuchicheando, pero no importaba demasiado. Quizá en ese momento algo se iniciaba en el corazón de estilista. Quien sabe.
Poco después de las seis y treinta se terminó todo orando por la paz en el país y haciendo un llamado al que respondieron algunas personas. Luego, mientras todos ponían en orden las cosas y acomodaban los equipos en la carcocha, Jorge se acercó a la peluquería para agradecer por el bonito gesto de permitir usar electricidad queriendo pagarles por eso, pero se rehusaron.
- ¿Cómo les vamos a cobrar, si hablan de Dios? Es un regalo para ustedes.
Había barullo, y a pesar de él, se podía conversar algo. Jorge les explicaba sobre la necesidad de orar por el país, la obra de Dios en nuestras vidas, la respuesta de Dios a las oraciones, el llamado de Dios a toda criatura.
- Todo suena muy bonito, pero tu iglesia no nos acepta, y Dios tampoco.
Difícil réplica a eso. Pero justo en ese momento, todo el universo se detuvo cuando el locutor de Panamericana Televisión anunciaba la captura de Abimael Guzmán
[x] en una casa de La Calera
[xi], junto a otros miembros de su cúpula. Nadie lo podía creer, era un shock tremendo similar quizá a lo que se sentiría si Perú gana la Copa Mundial de Fútbol. De inmediato la esquina se llenó de gente y uno de los clientes salió corriendo gritando como un loco, completamente incontrolable por el júbilo. Casi todos miraban a la pantalla, incrédulos, aplatanados, boquiabiertos, sin saber qué pensar, que sentir. ¿Cambiaría la vida? ¿Podrémos salir a la calle sin el temor que nos vuele un coche bomba en alguna esquina del centro? ¿Podremos viajar a ver a la familia con la seguridad de que no pararán el bus para pedir dinero en la puna o de simplemente no volver porque volaron un puente? ¿El futuro es posible? ¿La paz puede ser real?. A pesar de la reserva, muy en el fondo, oculto, bien adentro, la respuesta anhelada, en cada uno, era: ¡Sí! ¡Cambiará! ¡Todo puede ser mejor!
- Mira Jorge –dijo uno de los estilistas con una risa difícil de ocultar-,
puede ser que Dios no acepte a los gays, pero mira tú, sí escucha las oraciones.