miércoles, 21 de julio de 2010

Dejados atrás (24)

Una tercera característica de la personalidad del pastor titular, y quizá una de las más peligrosas, es una profunda insensibilidad ante el dolor propio y ajeno que se deriva de una inexistente capacidad de empatía. La máscara que tiene puesta todo el tiempo es impermeable al sufrimiento, perdiéndose cualquiera de los sentimientos más naturales: amor, júbilo, tristeza, soledad. Da la impresión que todo se oculta, todo pasa, todo resbala, todo rebota, por ello su actitud siempre plana ante las circunstancias. Recuerdo con claridad dos eventos muy tristes que hablarán más que un millón de palabras.

Pocos días después que le detectaran leucemia a mi hermano Gabriel, me vi en el simple dilema de seguir con el curso de maestría en misiología que comenzaba el fin de semana siguiente. Al final, decidí asistir. En clase, muchos ya sabían el drama familiar que me aquejaba. Para la asignatura de ese mes se inscribió el pastor titular (es el mismo curso del que escribí párrafos atrás) junto a otros tres pastores de distintas iglesias, y dos hermanos más. Antes de comenzar, el profesor oró por mí y mi familia, y no pude evitar llorar sin parar por varios minutos. Mientras el profesor oraba, varios se me acercaron, abrazándome para tratar de darme fuerzas. Fue un momento especial. Sorprendentemente, el pastor titular se quedó en su sitio, sentado, con los ojos cerrados, inmóvil, como si no hubiera sabido qué hacer. Yo era miembro de su iglesia, ¿no debía ser el primero en aproximarse? No. La triste circunstancia la sintieron todos en el corazón excepto él. Se quedó allí, atornillado. ¿Por qué? ¿Pretendió respetar el espacio pastoral ajeno? Es posible, pero lo dudo bastante.

El otro de los eventos también tiene que ver con Gabriel. El acababa de morir. Estaba en su cama, acostado, con toda la familia reunida alrededor en el cuarto que fue mío hasta el día que me casé. Al rato todos los pastores de la iglesia estaban allí, junto a otras pocas personas, muy cercanas. La funeraria ya estaba en camino. Yo estaba afuera del dormitorio con los dos renunciantes, en silencio, intentando aplacar lo que sentía, tratando de justificar los meses de preparación del alma para ese momento avasallador. De pronto el pastor titular, que se encontraba junto a su esposa, me llama. De su posición podía ver directamente a mi hermano muerto en su cama, con mi hermana Gema en la cabecera, abrazándolo, dándole besos, despidiéndose.

Abel, mira, no es bueno que Gema esté allí tocando el cuerpo de Gabriel. Eso no le hace bien. Por favor, dile que se haga a un lado, que sólo lo observe― me dijo con seriedad.

Les juro que me dejó absolutamente desconcertado. Gema y Gabriel eran muy unidos. Sólo se llevaban un año, compartían el mismo grupo de amigos, Gema era enamorada del mejor amigo de Gabriel, sus vidas enteras eran compartidas con intensidad. ¿Cómo decirle a mi hermana que esté a lo lejos si pronto llegaría la funeraria, tras lo cual el contacto físico con el cuerpo de mi hermano se haría nulo, restringido a la división de un frío vidrio? ¿Cómo negarle el adiós? Era un absurdo, una palabra de alguien que no entendía la esencia de los sentimientos, que obviaba lo sentido e imprescindible de los detalles, las pequeñas cosas, que desconoce la parafernalia de los adioses. Lo ignoré por completo. Entré al dormitorio con mi esposa, nos sentamos del otro lado de la cama y acaricié a mi hermano, llorando un poco junto a Gema. El pastor vio eso; seguramente no le gustó nada mi pequeño desafío a su instrucción. No pude olvidar la sensación de confusión que me produjeron sus palabras.

Ante los demás aparenta no tener corazón. Eso se extiende a cuestiones ministeriales. Cuando una persona ya no sirve a sus propósitos particulares o si se decanta en su oposición, la arroja sin importar los años de servicio ni sus vínculos con la iglesia ni el amor con el que quiere servir a Dios. Al no existir vínculos emocionales profundos, lo que se crea es la visión de la gente como individuos para usar que deben darle lo que necesita. Nos convertimos en recursos, casi en inventarios contables. Hace un tiempo le robaron el carro y rápidamente pretendió que la congregación haga una colecta para comprarle otro nuevo. Utilitarismo al estilo más puro, porque no dudaron en pedir dinero a personas con pocos ingresos. Indignante. Recurro nuevamente a la ironía para hacer mi historia más gráfica.

Juan Rebelde escucha, en los anuncios que siempre dicen luego de la prédica, que hay una reunión al final del culto con todos los líderes de la iglesia. Insisten que el tema es sumamente importante. La cara de Jorge Iscariote, encargado de las finanzas de la iglesia, es de seriedad. “¿Será por el tema del diezmo, otra vez?” se preguntó Juan. “Si es por eso, pucha, me caerá entonces mi café por ser un líder que no diezma”. Juan piensa que lo toleran solo porque aún es necesario por la escasez de líderes.


Pepe Caifás (pastor asistente): Hermanos, los hemos reunido aquí por un tema muy importante. Quizá algunos saben que hace unos días, el Reverendo Anás (pastor titular de la iglesia), recibió una invitación para predicar en una iglesia de la denominación por su aniversario, y mientras se encontraba allí le robaron su carro. Hemos orado para que Dios castigue a los malhechores que han hecho esa monstruosidad contra un siervo amadísimo por Dios. Sin saberlo, esos individuos han acumulado sobre sus hombros un castigo feroz por parte del Dios de los cielos y de la tierra. Lamentablemente el mal está hecho y, por eso, el tesorero Jorge Iscariote tiene una propuesta que hacerles.


Sube el tesorero. La gente, muda, nerviosa, no dice ni una palabra.


Jorge Iscariote: Hermanos, como ya escucharon, el reverendo Anás no tiene carro por el robo sufrido mientras predicaba la palabra de Dios. Por ello, surge la necesidad imperiosa de que un siervo de Dios como él tenga la reposición del vehículo. No es digno de él que se tenga que movilizar en taxis o en el transporte público. Creemos también que a pesar de los pocos ingresos de la iglesia por el poco compromiso que hay (los magros diezmos) debemos responder a esta oposición del demonio con la mayor dedicación, expresando la fe de la mejor manera.
Juan Rebelde (susurrando a su amigo de al lado): Esto no me gusta nada…
Jorge Iscariote: Por lo tanto, creemos que la expresión de la fe es reemplazar el carro del pastor robado, un auto coreano del año 1995, por una SUV del año, preferentemente de fabricación europea. Así le responderemos al diablo, dejándolo en ridículo y proclamando la victoria del Señor mediante la manifestación tangible de la dignidad de sus hijos.
Juan Rebelde (susurrando otra vez a su amigo de al lado): Se viene la estocada, acuérdate de mí…
Jorge Iscariote: Para que esta expresión de victoria se concrete, necesitamos de la ayuda de todos ustedes. Se requiere una cuota extraordinaria, independiente del diezmo, de doscientos dólares por familia con hijos, cien dólares por persona sola con salario independiente, veinte dólares por persona que recibe una pensión de jubilación y lo mismo por jóvenes mayores de 18 años. ¡Hermanos! ¡Este ataque espiritual contra el reverendo Anás debe ser respondido! ¡Ataquemos con las armas de la fe! ¡Entre todos, compremos algo digno de la investidura del reverendo y Satanás no se atreverá a tocarlo nunca mas! Hermanos, llamaré al pastor Caifás para orar y luego recibiremos preguntas y sugerencias.


Tras la oración, la mano levantada de Juan Rebelde era la única que se distinguía entre todas las cabezas silenciosas


Juan Rebelde: Hermanos, antes de comentar, una pregunta previa: ¿el auto tenía seguro?
Reverendo Anás: Juan, tomar un seguro es una falta de confianza, es no creer en el cuidado de Dios. Jamás seremos acusados de falta de fe en el cuerpo pastoral de esta iglesia.
Juan Rebelde: Entiendo. Eso quiere decir que no hay ni un sol para recuperar del robo; y los pasivos al cuadrado de ese descuido los debemos tomar nosotros.
Reverendo Anás: No entiendo…
Juan Rebelde: Si hubieran tomado el seguro, se hubiera repuesto como la mitad del costo del carro. Allí se tendría algo. Pero bueno, aceptemos que no se tome el seguro. Lo que me parece absolutamente incomprensible es que en las condiciones de los diezmos de la iglesia pretendan hacer que los líderes paguen una 4x4 de 25,000 dólares, y más con el manipulador argumento ese de “derrotar al diablo” y “la dignidad del siervo de Dios”.
Jorge Iscariote: ¿Te opones a la compra? ¿Para ti nuestro reverendo debe andar por allí como un cualquiera? ¿No vez todas las bendiciones que Dios hace a través de él?
Juan Rebelde: Me opongo por principio a los privilegios. Si me roban el carro que seguro compraré en el futuro con mucho esfuerzo, y si cometo la irresponsabilidad de no tener seguro, pues debo asumir los costos totales. Y si quiero reponerlo con uno mucho más caro, pues debo tener los ahorros suficientes para ello o una línea bancaria aprobada. ¿Por qué no hace eso el pastor Anás? Que frescura. Me encantaría perder algo caro y que la iglesia lo pague. Así cualquiera. Los pastores en esta iglesia definitivamente tienen muy, muy, muy buenos privilegios.
Jorge Iscariote: Tu mezquindad es colosal. ¿Qué problema tienes? ¿No dice la Biblia que cuidemos a nuestros pastores?
Juan Rebelde: Claro, pero si pretenden comprar un auto –cosa que se puede discutir-, pues que sea usado. Todas las semanas nos repiten y nos repiten y nos tienen hartos con el asunto ese del diezmo: que no dan, que hay poco, que hay deudas, que no han pagado sueldos, que la luz, que el agua, que los teléfonos. Si es así, hay que ser prudentes y considerados, siendo conservadores. ¿Doscientos dólares por familia? Es un abuso, la verdad es que es un verdadero abuso. A propósito, ¿A nombre de quién está el carro?
Jorge Iscariote: En este caso, de quien lo usa. O sea, a nombre del Reverendo Anás.
Juan Rebelde: ¿Y no debería estar a nombre de la iglesia? ¿Porqué a nombre del pastor Anás si con los diezmos de la iglesia se compró el carro anterior?
Pastor Caifás: Estamos entre hermanos, y hay confianza total. Lo de la propiedad es algo irrelevante.
Juan Rebelde: No es irrelevante. Tampoco la pretensión de comprar un carro tan caro. Si es así, mañana querrán construir un templo para mil personas sin tener el dinero necesario para eso. Pasado querrán una radio, luego un canal de TV, esquilmando a los miembros, manipulando algunos textos bíblicos para justificar, hablando siempre que "la fe", "la fe" y "la fe". ¿Se podrán tolerar esas irresponsabilidades? Mejor cortar eso por lo sano desde ahora, y nos libraremos de cosas muy ingratas en el futuro. La sanidad financiera ante todo, hermanos.

No hay comentarios.: