"Mamá, la ciudad esta peor que lo que aparece en la TV. ¡Huele a muerto!"
Eso dijo mi hermana, voluntaria de un programa llamado "Un techo para mi país" que construye casas prefabricadas en la zona del desastre, al llegar a Pisco luego de un viaje por barco de doce horas (por carretera el mismo trayecto demanda aproximadamente quince horas, ¡por sólo 250 kilómetros!). Las escenas son tristes en la pequeña ciudad rota, la herida duele en el alma y la sufrimos, de alguna manera, todos los peruanos.
Ante un evento de esta magnitud todo sale a flote, todo se manifiesta; lo bueno y lo malo, lo depresivo y lo esperanzador, los miedos y las fortalezas. La indiferencia es casi imposible cuando uno mismo, en Lima, pensó que hubiera podido morir aplastado por los edificios o enterrado en las grietas enormes de la tierra. No hay abulia y para muestra un botón: los servicios dominicales religiosos estuvieron abarrotados el domingo siguiente al sismo (y seguro, los que vendrán también).
El terremoto sacó nuestras miserias. Un ex-candidato presidencial, apoyado por el mandatario de un país latinoamericano, distribuyo latas de atún con la foto de ambos y un mensaje proselitista de "apoyo". Seiscientos presos escaparon de una cárcel al derribarse todas las paredes laterales de la prisión (la mitad ya han sido recapturados) causando el pánico de toda la región. Otros delincuentes aprovecharon el caos para saquear –porque esa es la mejor palabra- las pocas pertenencias que le quedaron a la gente en varios poblados. Una funcionaria de una municipalidad fue detenida por apoderarse de donaciones de empresarios textiles de Lima y guardarlas en su casa porque, según ella, "ya no eran necesarias en el sur". Una compañía de trasporte interprovincial, bajo la excusa de la oferta y la demanda, subió el precio de los pasajes en 100% a las ciudades afectadas el día siguiente del sismo. "Es que es el libre mercado" adujo su gerente de ventas. El gobierno peruano tiene la intencion de regalar a los funcionarios de los paises que gentilmente nos estan ayudando botellas del trago peruano de bandera: el pisco, bautizandolo como Pisco 7.9 (en alusion a los grados Richter que alcanzo el terremoto). El rechazo del nombre fue mayusculo. ¿Pisco 7.9? ¿Por que no Pisco 540? (por el numero de muertos) ¿Acaso puede alcanzar la insensibilidad de los burocratas un mayor nivel que este?
El terremoto sacó nuestras tristezas. 540 fallecidos. Miles de damnificados. Miles de casas destruidas. Empleos pulverizados. Lagrimas. Duelo. Orfandad. Pérdida. La incertidumbre de la palabra desaparecido. Una iglesia repleta de gente, por una misa de difuntos, se desplomó matando a 60 personas, incluyendo familias enteras (un congresista perdió a cinco familiares). Ica llora la semidestrucción de uno de sus santuarios principales: la iglesia del Señor de Luren, y el Perú ha perdido una formación rocosa en un acantilado llamada La Catedral, en la Reserva de Paracas, que se derrumbó y era uno de los atractivos naturales principales del país. Allí estuve el 2005, bajando hasta la Bóveda, sorteando las olas del mar y las rocas tras bajar un barranco.
El terremoto sacó nuestros temores. Mientras todo temblaba Lima se ilumino de algo parecido a un relámpago, explicado posteriormente como descargas eléctricas (en Youtube algunos videos muestran la luz blanca con mucha claridad) simultáneas de múltiples centrales eléctricas de la ciudad que colapsaron (eso explica también los apagones que hubo en amplios sectores de la capital). Varios cristianos con los que he conversado me dijeron que al ver la luz, muy luminosa, muy brillante, pensaron que era el arrebatamiento y sé de algunos en especial que se asustaron porque se veían aún en la tierra y no subiendo al cielo: "¡No puede ser, no soy salvo!". Yo mismo, por dos segundos pensé que moriría al sentir el bamboleo de los dieciocho pisos del edificio en donde trabajo –debo aclarar que nunca pensé en ser raptado en ese momento, por si acaso-. Una chica que se puso a rezar el Padre Nuestro me despertó a la realidad y me hizo pensar en mi fragilidad, en la poca cosa que en realidad somos, en lo endeble que puede ser mi vida, en mi esposa poco acostubrada a los temblores, en mi hijo en camino, en todo un universo que puede cambiar de un segundo a otro, sin que podamos hacer nada por evitarlo.
El terremoto saco nuestras esperanzas. El día siguiente nació un bebé en el hospital de campaña de Pisco, mostrando con su llanto que la vida sigue a pesar de la muerte. Hace dos días otro bebé nació en un puesto de asistencia médica venido desde España ubicado en Humay, pueblito al norte de la ciudad de Ica. Precisamente ese nombre, España, le pondrán a la bebe en agradecimiento a los médicos que atendieron a la madre. Todo el Perú se ha movilizado para ayudar a la gente; por ejemplo, los supermercados incrementaron sus ventas en 80% sobre todo en alimentos no perecibles. Las cadenas de solidaridad han sido impresionantes. Empresas privadas de manera desinteresada, gobiernos extranjeros tan distantes como la India o tan cercanos como Chile o Bolivia, han colaborado con ayuda. Evo Morales, por ejemplo, ha donado la mitad de su sueldo de Agosto para las los deudos. En la iglesia en la que murieron 60 personas, el sacerdote logro sobrevivir ya que sobre él cayo la cúpula que le permitió tener espacio suficiente para estar un par de días cubierto de escombros. Una bebe de seis meses logro ser rescatada de la misma iglesia: el cuerpo inerte de su padre, que se coloco sobre ella para salvarla, le permitió vivir. El padre héroe hizo como Cristo en la cruz dando su vida por la de su pequeña hija. Los periódicos han dedicado párrafos enteros al Payaso Terremoto, que es un hombre que anima fiestas infantiles y que lo perdió todo, pero que al día siguiente del sismo, al ver a los niños llorosos y asustados, se cambió como pudo e hizo una función para ellos. Desde allí no para porque toda la niñez lo pide. Una alegría es todo lo que da, en estos momentos algo igual de valioso que otras formas de ayuda.
Este terremoto ha manifestado muchas cosas, pero ninguna de ellas reemplazará a los que se fueron ni devolverán las calles perdidas que cobijaban las vidas de tanta gente. Dios lo sabe y llora con cada persona sufriente trayendo consuelo, ofreciendo abrazos y ayudando a pasar el trago amarguísimo de la partida súbita. Es allí en donde se basa nuestra paz: en la seguridad absoluta de que Dios está presente, a pesar de todo, anunciando esperanza, protección, y brindando Su palabra como el Señor de la Vida.
Eso dijo mi hermana, voluntaria de un programa llamado "Un techo para mi país" que construye casas prefabricadas en la zona del desastre, al llegar a Pisco luego de un viaje por barco de doce horas (por carretera el mismo trayecto demanda aproximadamente quince horas, ¡por sólo 250 kilómetros!). Las escenas son tristes en la pequeña ciudad rota, la herida duele en el alma y la sufrimos, de alguna manera, todos los peruanos.
Ante un evento de esta magnitud todo sale a flote, todo se manifiesta; lo bueno y lo malo, lo depresivo y lo esperanzador, los miedos y las fortalezas. La indiferencia es casi imposible cuando uno mismo, en Lima, pensó que hubiera podido morir aplastado por los edificios o enterrado en las grietas enormes de la tierra. No hay abulia y para muestra un botón: los servicios dominicales religiosos estuvieron abarrotados el domingo siguiente al sismo (y seguro, los que vendrán también).
El terremoto sacó nuestras miserias. Un ex-candidato presidencial, apoyado por el mandatario de un país latinoamericano, distribuyo latas de atún con la foto de ambos y un mensaje proselitista de "apoyo". Seiscientos presos escaparon de una cárcel al derribarse todas las paredes laterales de la prisión (la mitad ya han sido recapturados) causando el pánico de toda la región. Otros delincuentes aprovecharon el caos para saquear –porque esa es la mejor palabra- las pocas pertenencias que le quedaron a la gente en varios poblados. Una funcionaria de una municipalidad fue detenida por apoderarse de donaciones de empresarios textiles de Lima y guardarlas en su casa porque, según ella, "ya no eran necesarias en el sur". Una compañía de trasporte interprovincial, bajo la excusa de la oferta y la demanda, subió el precio de los pasajes en 100% a las ciudades afectadas el día siguiente del sismo. "Es que es el libre mercado" adujo su gerente de ventas. El gobierno peruano tiene la intencion de regalar a los funcionarios de los paises que gentilmente nos estan ayudando botellas del trago peruano de bandera: el pisco, bautizandolo como Pisco 7.9 (en alusion a los grados Richter que alcanzo el terremoto). El rechazo del nombre fue mayusculo. ¿Pisco 7.9? ¿Por que no Pisco 540? (por el numero de muertos) ¿Acaso puede alcanzar la insensibilidad de los burocratas un mayor nivel que este?
El terremoto sacó nuestras tristezas. 540 fallecidos. Miles de damnificados. Miles de casas destruidas. Empleos pulverizados. Lagrimas. Duelo. Orfandad. Pérdida. La incertidumbre de la palabra desaparecido. Una iglesia repleta de gente, por una misa de difuntos, se desplomó matando a 60 personas, incluyendo familias enteras (un congresista perdió a cinco familiares). Ica llora la semidestrucción de uno de sus santuarios principales: la iglesia del Señor de Luren, y el Perú ha perdido una formación rocosa en un acantilado llamada La Catedral, en la Reserva de Paracas, que se derrumbó y era uno de los atractivos naturales principales del país. Allí estuve el 2005, bajando hasta la Bóveda, sorteando las olas del mar y las rocas tras bajar un barranco.
El terremoto sacó nuestros temores. Mientras todo temblaba Lima se ilumino de algo parecido a un relámpago, explicado posteriormente como descargas eléctricas (en Youtube algunos videos muestran la luz blanca con mucha claridad) simultáneas de múltiples centrales eléctricas de la ciudad que colapsaron (eso explica también los apagones que hubo en amplios sectores de la capital). Varios cristianos con los que he conversado me dijeron que al ver la luz, muy luminosa, muy brillante, pensaron que era el arrebatamiento y sé de algunos en especial que se asustaron porque se veían aún en la tierra y no subiendo al cielo: "¡No puede ser, no soy salvo!". Yo mismo, por dos segundos pensé que moriría al sentir el bamboleo de los dieciocho pisos del edificio en donde trabajo –debo aclarar que nunca pensé en ser raptado en ese momento, por si acaso-. Una chica que se puso a rezar el Padre Nuestro me despertó a la realidad y me hizo pensar en mi fragilidad, en la poca cosa que en realidad somos, en lo endeble que puede ser mi vida, en mi esposa poco acostubrada a los temblores, en mi hijo en camino, en todo un universo que puede cambiar de un segundo a otro, sin que podamos hacer nada por evitarlo.
El terremoto saco nuestras esperanzas. El día siguiente nació un bebé en el hospital de campaña de Pisco, mostrando con su llanto que la vida sigue a pesar de la muerte. Hace dos días otro bebé nació en un puesto de asistencia médica venido desde España ubicado en Humay, pueblito al norte de la ciudad de Ica. Precisamente ese nombre, España, le pondrán a la bebe en agradecimiento a los médicos que atendieron a la madre. Todo el Perú se ha movilizado para ayudar a la gente; por ejemplo, los supermercados incrementaron sus ventas en 80% sobre todo en alimentos no perecibles. Las cadenas de solidaridad han sido impresionantes. Empresas privadas de manera desinteresada, gobiernos extranjeros tan distantes como la India o tan cercanos como Chile o Bolivia, han colaborado con ayuda. Evo Morales, por ejemplo, ha donado la mitad de su sueldo de Agosto para las los deudos. En la iglesia en la que murieron 60 personas, el sacerdote logro sobrevivir ya que sobre él cayo la cúpula que le permitió tener espacio suficiente para estar un par de días cubierto de escombros. Una bebe de seis meses logro ser rescatada de la misma iglesia: el cuerpo inerte de su padre, que se coloco sobre ella para salvarla, le permitió vivir. El padre héroe hizo como Cristo en la cruz dando su vida por la de su pequeña hija. Los periódicos han dedicado párrafos enteros al Payaso Terremoto, que es un hombre que anima fiestas infantiles y que lo perdió todo, pero que al día siguiente del sismo, al ver a los niños llorosos y asustados, se cambió como pudo e hizo una función para ellos. Desde allí no para porque toda la niñez lo pide. Una alegría es todo lo que da, en estos momentos algo igual de valioso que otras formas de ayuda.
Este terremoto ha manifestado muchas cosas, pero ninguna de ellas reemplazará a los que se fueron ni devolverán las calles perdidas que cobijaban las vidas de tanta gente. Dios lo sabe y llora con cada persona sufriente trayendo consuelo, ofreciendo abrazos y ayudando a pasar el trago amarguísimo de la partida súbita. Es allí en donde se basa nuestra paz: en la seguridad absoluta de que Dios está presente, a pesar de todo, anunciando esperanza, protección, y brindando Su palabra como el Señor de la Vida.
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7 comentarios:
Han pasado varios dias desde que sucedió ese devastador terremoto... y yo sigo sin palabras.
Soy mexicana y se lo que es sentir esa fragilidad que mencionas después de un desastre de tal magnitud.
Se que hay gente que sufre allá y no puedo evitar sentir un profundo enojo hacia las personas que solo se preocupan aca por que su atumóvil no circula al dia siguiente, o por que otravez hubo tráfico en el periférico... somos tan superficiales los seres humanos... y cuando sentimos que "ya vienen por nosotros" entonces si nos tiemblan las rodillas y pensamos en todo aquello que no pensamos antes.
Siento una terrible impotencia de no poder ayudar físicamente a nadie allá en tu pais.
Anhelo y espero que mis oraciones sirvan de algo, por lo menos para mantener la esperanza y la fe.
Un fuerte abrazo a Perú!
Si,cuando la vida llora,solo queda luchar para que la esperanza no muera y tratar de descansar el El.Que el pueblo peruano siga en nuestras oraciones y tambien pongamos nuestro granito de arena para ayudar.
Bendiciones hermano!!
bien dicen que "la esperanza es lo último que se pierde".
Akire:
Un gusto tenerte por aquí. Siempre es frustrante esa indiferencia e individualidad ante la tragedia humana. ¡Es que a veces es mejor ese escape que toparse cara a cara con el sufrimiento! Lo frustrante es cuando esa cara viene de los cristianos, que se supone tienen otra cosmovisión de las cosas.
Tus oraciones estoy seguro que servirán de mucho, como las de mucha otra gente que intercede por mi país a la distancia.
Un saludo desde Lima.
Abel.
Brisa, lo mejor de todo (a pesar de las vicisitudes) es que los granos de arena son perceptibles, y llegan y llegan, de todas partes :)
Saludos,
Si pues George, la esperanza es lo último que se pierde, y vemos que en esta ocasión no se ha perdido, a Dios gracias...
Saludos, y Feliz Día del Blog.
Abel.
Me ha gustado tu artículo, no cae en el pesimismo, pero retrata con fidelidad nuestras comunes miserias humanas sin dejar de mencinar nuestras grandes riquezas y enormes posibilidades, siempre invitados como humanos a ser personas.
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