Todos estamos convencidos del hecho de que Dios se comunica. Lo sabemos desde el punto de vista trinitario, por la comunión perfecta entre las tres personas de la divinidad que son una al mismo tiempo (ej. Jn. 17:20-21). Lo sabemos desde el punto de vista creativo, ya que mediante la complejidad de la naturaleza material podemos percibir el diseño inteligente y por ende la participación de un ser poderoso en la formación de todo lo observable, que hace conciente a la humanidad-receptora de la relevancia de Dios-emisor (Rom. 1:20, Sal. 19:1-6). Lo sabemos desde el punto de vista cristológico, ya que si creemos en la veracidad de las palabras de Jesús tendremos que aceptar el hecho de que es Dios (Jn. 8:58-59). Lo sabemos desde el punto de vista práctico, ya que si somos creyentes entonces seremos concientes de la forma en que Dios se comunica con nosotros, siendo esto algo que podemos aseverar sin importar qué tan devotos seamos.
Al mismo tiempo sabemos que Dios no cambia (Mal. 3:6). También que la Biblia se escribió en 1,500 años en tres continentes, en tres idiomas, por 40 personas aproximadamente. Esa es una circunstancia invariable (Mt. 5:18, 24:35; Mr. 13:31; Lc. 21:33). La cultura y cosmovisión del Rey David no va a mutar, tampoco la del apóstol Pedro o la del profeta Malaquías. Puede suceder que aparezcan nuevos descubrimientos que ajusten nuestros conocimientos sobre el mundo de la época de los escritores, pero fuera de eso, es un hecho afianzado, ya dado.
¿Por qué digo esto? Porque la esencia de la hermenéutica es ser concientes de nuestra realidad actual, ir al texto que fue escrito en un contexto particular en el pasado, y traerlo al presente. Dios no cambia y el ambiente del tiempo de escritura de la Palabra tampoco pero el hoy del intérprete sí, y por ello la teología se hace tan rica porque necesita reescribirse constantemente según evolucione el entorno de los tiempos. Cuando este proceso no se hace, la iglesia se desfasa y pierde relevancia. Esta es una explicación de lo que ha sucedido en Europa, donde el cristianismo ha cedido mucho espacio e influencia.
Como el hoy es cambiante, el intérprete -o sea nosotros- está sujeto a su forma de entender el mundo y a lo que pasa en él (cosa que interviene profundamente en el modo de ser de la gente). Acontecimientos políticos, guerras, tendencias, la tecnología, la cultura y los trasfondos familiares han influido y en ocasiones determinado enseñanzas teológicas, que posteriormente se establecieron como LA verdad, olvidando la parte profana de su origen y siendo sacralizadas. Claro que ha habido posturas que se hundieron en el foso del olvido.
Esto es normal, es parte del mecanismo que instauró Dios en el proceso hermenéutico: Dios fijo, autores fijos, intérprete variable. No hay que temer a este asunto, hay que asumirlo como parte del modus vivendi del teólogo y del cristiano. Por ello brota naturalmente la respuesta al título del artículo, que es a propósito una vieja discusión entre dos filósofos presocráticos: Parménides (“todo es uno y lo mismo) y Heráclito (“todo fluye”).
Una vez asimilado esto, hay que reconocer las áreas más volátiles, las que muestran más sensibilidad a elementos perturbadores por los cambios en el mundo. A mi entender deben ser añadidas en esta lista la relación entre la fe y la ciencia, la eclesiología y la escatología. Por ejemplo, dentro de esta última debemos saber que la migración entre amilenialismo, postmilenialismo y premilenialismo se dio por el traslado de la visión mundial desde el optimismo generalizado por el avance tecnológico (primera y segunda revolución industrial) al desánimo por la capacidad de destrucción humana (guerra de secesión, primera y segunda guerra mundial, guerra fría) estableciéndose el premilenialismo como lo “bíblico” olvidándose del contexto de su origen. Dentro de la eclesiología la idea de iglesia se desarrolla hablando de términos como “iglesia emergente” que no depende de templos físicos sino de comunidades reunidas en un sinfín de lugares con un liderazgo mucho más horizontal, o de la concepción de las “comunidades del sentimiento” donde se da preferencia a la experiencia con Dios más que al argumento sobre las creencias y la fe.
¿Qué ha pasado? Simplemente ha cambiado el intérprete, pero como decía arriba, Dios y la Biblia siguen siendo los mismos. Recalco e insisto una vez más que esto es normal. Por ello la necesidad de plantearnos la labor enorme de editar teología latinoamericana, peruana y postmoderna conociendo que hacemos la voluntad de Dios de esta forma sin miedo a reconocer que el resultado es hijo de su tiempo, como muchas otras enseñanzas que fueron relevantes pero que quizá ya cumplieron su función.
Sino, posiblemente pase lo que leí en un artículo hace años: que seremos piezas de bibliotecas y museos, solamente parte de los cursos de historia, y nada más.
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2 comentarios:
Gracias por el comentario. Ojalá podamos avanzar al respecto y hacer siempre un cristianismo mas dinámico.
Saludos,
Percibo un dejo de frustración en tus dos artículos :
* Añorando otros tiempos
* ¿Lo que es, es? ¿O lo que es, está cambiando?
Según te entiendo :
* Dios y la Biblia no cambian.
* La teología cambió (o debería cambiar) porque el interprete cambia.
* El interprete (y la época) definen la teología.
* La iglesia o gran parte de ella no cambia suficientemente
rápido para estar acorde y ser relevante a los tiempos.
* El cristianismo es en consecuencia irrelevante al mundo
actual.
Yo siento a veces una frustración similar sin embargo he llegado
a conclusiones diferentes :
* No podemos juzgar la validéz del mensaje cristiano por su actualidad
ni por el impacto que tenga en la sociedad. No podemos juzgarlo tampoco
por su éxito en atraer adeptos. Si así fuera tendriamos que concluir que
el ministerio del Señor Jesucristo fué el mas mísero de los intentos de
evangelismo. Cuando el partió la sociedad seguía igual de corrupta y sus
discipulos se contaban apenas por decenas. El mensaje que el trajo no fué
de actualidad sino de regreso a los origenes clarificandoles el sentido
y motivaciones de la Ley, confirmandola y estableciendo su permanencia
eterna. El impacto que el Señor Jesucristo tuvo no fué en las masas que
alimentó y que vieron sus milagros sino en aquellos particulares que se
acercaron a el y recibieron consuelo y perdón.
* Yo veo el impacto del cristianismo enfocado a la persona. Los
cambios de estructuras y condiciones sociales son buenos pero son una
consecuencia del accionar de individuos restaurados por el evangelio y nunca
al revés. Es decir, una sociedad cristiana no es el objetivo ni tampoco la
solución a los problemas internos del individuo.
* Lo que cambia en el interprete con el tiempo son aspectos externos
pero en el interior el vacio y las necesidades son las mismas de siempre.
El mensaje cristiano original se dirije a estas necesidades y es por lo
tanto relevante en todo tiempo. Son los agregados humanos a este mensaje
los que pierden vigencia.
* Si la teología tiene como objetivo teórico describir al inmutable Dios entonces
sus honestos prácticantes debería hacer todo el intento por despojarse de sus
preconcepciones antes de hacer su trabajo. No podemos apelar a lo subjetivo del
analista para justificar sus disparatadas conclusiones.
* Creo sin embargo que el objetivo de la vida cristiana no es tener el correcto
concepto de Dios (lo que siempre conduce a comportamiento sectario) sino el
conformarnos al carácter de su Hijo. Creo que el objetivo de la Escritura es
revelarnos a Jesucristo y dar testimonio de Él, a través de quien, el Padre es
entendido y conocido.
* Yo creo que la hermeneutica debe ser también objetiva y para ello no puede estar
sujeta a interpretaciones contemporaneas. Aceptar que el significado del mensaje
dejado en la escritura esta sujeto a los tiempos y las personas es una justificación
adelantada para nuestros desvarios y es hacerle el juego al relativismo. Tenemos
que, despojados de toda arrogancia, buscar con la ayuda de Dios entender el sentido
original de la Escritura de la misma forma que Cristo la reveló a los de su tiempo.
* Si nos enfocaramos en entender y vivir a Cristo, todo este asunto de la relevancia
y de la subjetividad de la época no tendría ninguna cabida. Es precisamente porque
quitamos la vista del Autor de la vida (la plenitud de la Deidad, el que nos muestra
al Padre, el que creó todo lo que existe visible e invisible y que sostiene al mundo
con su Poder) que terminamos enredados en vanas sutilesas y argumentaciones teológicas
y científicas.
* Las escrituras dicen de si mismas que son útiles para enseñar y corregir y que fueron
dadas para ejemplo y para que no cayesemos en los mismo errores. Pero al igual que lo
atenienses solo estamos interesados en ver y oir algo nuevo.
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