Soy
Abel García (Lima, Perú, 1977). Estudié a nivel de pregrado Ingeniería Económica (
UNI, 2002), y a nivel de postgrado Misiología (
Centro Evangélico de Misiología Andino-Amazónica, 2008) y Finanzas (
ESAN, 2013). Trabajo en un banco desde el 2003, y enseño en dos universidades. Esencialmente soy distraído aunque he ido mejorando con el paso del tiempo. Soy algo haragán y necesito -con cierta frecuencia- que me empujen para iniciar el día. Suelo dejar las cosas para el último momento, como buen latinoamericano, y también postergo las cosas. Soy independiente, pero al tener que tomar una decisión difícil, no dudo en pedir un consejo de otras personas. El sentido común me suele funcionar. Tengo cierta habilidad numérica, por lo que las fórmulas no me causan dolor de cabeza ni me dan miedo. Si es necesario quedarme a trabajar hasta la madrugada no tengo ningún problema: se puede dormir después. Siempre hago un esfuerzo por entender a la gente, de ponerme en sus zapatos. Me gusta caminar, dormir, leer todo lo que sea posible, un buen plato generoso de comida, revisar los periódicos nacionales y extranjeros vía internet, conversar con mis amigos, escribir, jugar juegos de estrategia en la computadora, contemplar lo cotidiano que es una ventana de lo eterno, jugar con mi blog haciendo experimentos con sus códigos, las piscinas, la matemática, la teología, la historia, la economía, ver sonreír a mi hijo y observar cómo descubre el mundo. Soy fan de Google y sus hijos: Gmail, Google Map, Android, y un largo etcétera. Le temo a las agujas casi a niveles del pánico, lo mismo que a los ratones y sus derivados. Me encanta el Excel. Leo los periódicos de atrás para adelante. Me atraen los bichos: no resisto ante una fila de hormigas trabajadoras, o ante las polillas que pugnan por entrar en la casa. No me gusta el espíritu de competencia que existe hoy en todas partes. Soy bastante inútil para las tareas manuales y muy descoordinado para todo tipo de deportes y bailes. Es esa la razón que no bailo: soy muy malo haciéndolo. No me agrada el bullicio de las fiestas con música a todo volumen. Uso sólo dos dedos para tipear. Con cierta frecuencia se me ocurren ideas y soluciones algo creativas. Algunos dicen que inspiro confianza y otros que soy impulsivo pero al mismo tiempo conciente, lo que parece una contradicción. Creo que no puedo exigir lo que no puedo dar, y que no tengo derecho a quejarme por las cosas que pasan si es que no he hecho nada por cambiar la situación. Suelo decir directamente lo que pienso y no ser tan diplomático con mis palabras. Soy territorial en el sentido del amor: amo la casa de mis padres en la que viví 26 años, amo mi barrio y sus calles, amo mi colegio, amo mi universidad en una relación conflictiva y tortuosa pero cercana y propia al final, amo Lima, mi ciudad y amo el Perú. Mi vocación natural es la enseñanza, por lo que estoy seguro que un día sólo me dedicaré a eso. Uno de los pilares de mi carácter es la melancolía; otro la reflexión constante en las cosas que me pasan y en el mundo que me rodea. Cuando la melancolía me entra (cosa más frecuente desde la muerte de mi hermano), suelo escribir cosas que almaceno en mi computadora y que no muestro a la gente por lo general, o si estoy con algún amigo tiendo a hablar y hablar y hablar (ya no hago eso tan seguido...), o tal vez prendo la computadora a escuchar canciones que me entristecen (por los recuerdos que me traen) una y otra y otra y otra vez, y me quedo allí. A veces, quiero llorar pero siempre me contengo. Hay cosas que me frustran de mi mismo, como el que no he sido el hermano mayor que me gustaría haber sido, ni el hijo que hubiera deseado, ni el amigo que hubiera querido, haciendo mucho mal a varias personas que no lo merecían, por lo que les pido un sincero perdón tanto a mis padres como a mis hermanos como a esos amigos a los que les fallé. Me frustra mucho también no hacer el bien que quiero y hacer el mal que no quiero, con lo que daño a gente que realmente aprecio por culpa de alguna actitud o reacción tonta y absurda. Constantemente me veo en situaciones contradictorias (otro pilar de mi carácter) en las que mi tendencia al error se manifiesta con una frecuencia vergonzante. Creo en Dios, creo en Jesucristo y trato de hacer las cosas de la mejor manera, aunque falle a cada rato y dude seriamente de mi papel y el de los cristianos aquí en la tierra. En este sentido me defino como un cristiano altamente pecador y absolutamente débil tanto en palabras como en acciones. Soy un evangélico no convencional que no tiene denominación; creo en que el Reino de los Cielos se ha acercado, que es inconcebible que estemos orando a Dios en nuestros templos y que seamos indiferentes al dolor del mundo, sino más bien que parte de nuestra misión es trabajar en este planeta dolido y mostrarle cómo es que Dios quiere que sean las cosas de manera tangible y no sólo espiritual. Creo en la vida cristiana comunitaria, en el desarrollo de los dones y especialmente la manifestación del sacerdocio de todos los creyentes. Creo... que ya dije bastante.
2 comentarios:
Bendiciones... en ciertas cosas me asusta, porque veo que tenemos algunas cosas en común.... más lo de hablar... por unos BREEEEVES instantes llegué a pensar si no estaba leyendo un blog de "mi futuro yo...." con todo respeto amado hermano.. pero no quisiera perder el cabello :'(... pero pues... Dios diga...
Shalom Leja!
Jajajajaja, no te preocupes, que uno se acaba acostumbrando al cabello escaso ;-)
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