La lógica elemental del negocio bancario es captar fondos de la gente que tiene excedentes —por lo cual paga una tasa—, brindar un servicio de custodia seguro y entregar esos fondos a individuos que no tienen recursos o ahorros pero sí un buen proyecto o un flujo constante de dinero a futuro, al cual le cobran otra tasa más alta.
Esto es muy útil. Es sólo una minoría la que puede pagar en efectivo un departamento nuevo de poco más de cien metros cuadrados en una buena zona de Lima por 70 mil dólares, y no hablo de los programas subsidiados del gobierno con precios bastante menores. A menos que tengas una buena herencia o un padre generoso, no hay más alternativa que ir a un banco y pedir un préstamo. Yo lo hice y sin él no tendría el departamento en donde vivo ahora junto a mi esposa y mi hijo.
No descubro la pólvora al decir que nuestra sociedad es consumista en extremo. Esto ha hecho que recurramos a la deuda de forma constante, no sólo para cosas importantes como una vivienda o, probablemente, un auto. El mundo de los préstamos de consumo para un viaje, una computadora nueva, o el de las las tarjetas de crédito siguen la misma lógica bancaria: el banco le presta a los deficitarios, estos compran lo que deseen, pagan en “cómodas cuotas” en un tiempo futuro, casi sin darse cuenta. En sociedades profundamente bancarizadas como la de los países desarrollados, el flujo de deuda es brutal, con montos absolutamente descomunales.
Entonces, los bancos reciben depósitos y prestan a necesitados de una casa, a las empresas que quieren financiar su capital de trabajo, a los bancos con necesidades de liquidez. Los préstamos requieren documentos específicos que están implícitos, como pagarés, letras de cambio, o cartas fianzas. Todos estos nos dicen, en simple, que alguien le pagará a otro alguien una cantidad de dinero, a veces en una sola tanda o en partes por un período determinado. Son documentos reales y vinculantes que lo que aseguran (si el futuro va bien) es un flujo de dinero ulterior desde el prestatario al prestamista.
Las empresas grandes, los bancos y los gobiernos también se endeudan, aunque por su tamaño disponen de otros medios como el acceso al mercado de capitales vía la emisión de bonos —que no son más que certificados de deuda— o emitiendo acciones, con la cual “venden” propiedad de la empresa. El mercado de capitales es, ahora, de dimensiones gigantescas, global, y una de las variables fundamentales del análisis económico de nuestros tiempos.
Estos bonos que se emiten son de muy distintos tipos. Y su proceso de estructuración puede llegar a ser extremadamente complejo. Puede emitirse para cubrir agujeros en los balances, para financiar algún proyecto específico, para pagar una deuda antigua, para generar una curva de tasas de interés. Esta especialización hace que el análisis del riesgo del emisor sea fundamental, porque le da una pista a los compradores de bonos (o sea, a quien le presta plata a la empresa emisora) sobre qué tal buen pagador es el emisor. No es lo mismo el gobierno español, alemán o el de Angola. No es igual Telefónica que La Taberna de Moe.
El desarrollo de la ingeniería financiera en los últimos años ha hecho más complicado el mundo de la emisión de bonos. Ya no sólo se emite por necesidad de fondeo, sino que se generan títulos más difíciles de comprender, que enlazan distintos tipos de mercados. Por ejemplo, un gigante como JP Morgan, banco de inversión, se interesa en la deuda que le tienen al Bank of América –banco tradicional- los poseedores de tarjetas de crédito platinum. (puede ser a la inversa, no interesa). Entonces, lo que hacen es una titulización: se “convierte” esa deuda de tarjetas de crédito platinum en un bono, que luego puede venderse en el mercado de capitales. Muchos flujos de deudas se pueden titulizar, como los préstamos de autos, los préstamos de consumo, las remesas del exterior, una campaña de ventas, una cosecha. La pregunta básica tiene que ver con el riesgo: Si JP Morgan ha titulizado la deuda de las tarjetas de crédito de Bank of América, ¿el bono emitido tiene riesgo JP Morgan, o tiene el riesgo de los que han utilizado las tarjetas platinum?
Casi todo se puede titulizar. Por ejemplo, los préstamos hipotecarios. Como pueden suponer, no todos los que acceden a un préstamo hipotecario tienen la misma capacidad de pago. Unos tienen excelentes trabajos, otros apenas subsisten. Por ello tienen distintos riesgos y en países como Estados Unidos lo tienen claro, por eso los deudores de préstamos hipotecarios más riesgosos tienen un nombre especial: los sub-prime. Pero no importa que ellos sean más morosos, igual esa deuda puede ser titulizada. Esto establece el siguiente circuito: el deudor sub-prime le paga sus cuotas hipotecarias a su banco, que a la vez le dará ese dinero al que titulizó (JP Morgan, por ejemplo) que a su vez se lo entrega a los poseedores de los bonos vía pago de cupones. Peco de simplista, por supuesto, pero creo que al menos sirve para entender.
Entonces, la gran bonanza del mercado de capitales mundial de los últimos años hizo que grandes banqueros involucrados en la estructuración de deuda se decidieran a invertir en el mercado inmobiliario, preso de una enorme burbuja provocada —entre otras cosas— por el crecimiento de la economía mundial. Estos banqueros titulizaron miles de millones de préstamos hipotecarios, crearon bonos y los vendieron en el mercado. Dentro de estos bonos, también habían miles de millones de dólares de bonos que tenían detrás a los deudores sub-prime y que coparon las carteras de los inversionistas más duchos. Nuevamente pregunto: ¿Cuál era el riesgo de esos bonos, el del gran banco de inversión que emitió la deuda –con la más alta clasificación- o el de los miles de sub-primes?
¿Saben porqué pregunto dos veces? No es por casualidad ni por cargoso, ya que la respuesta no fue tan clara para las más grandes empresas clasificadoras de riesgo del mundo, repletas de modelos de alta matemática: ellos consideraron que estos bonos sub-prime tenían el riesgo del gran banco de inversión que los estructuró. Estos miles de millones tuvieron la máxima clasificación. ¿Correcto o incorrecto? Por varios años nadie se hizo problemas y muchos se embolsaron mucho dinero. Nadie dijo nada. Al menos nadie con exposición mediática.
Una pregunta que siempre circuló en el mercado fue sobre la duración de la burbuja hipotecaria. ¿Cuándo explotaría? Algunos pensaban que esto sucedería cuando el ciclo recesivo llegase debido a la altísima correlación entre el ciclo económico global y el sector constructor-inmobiliario. Y cuando este llegó, vinieron los problemas. Hubo menos trabajo, menos ingresos y, por supuesto, la consecuencia inmediata del no pago de sus deudas. Las recesiones siempre afectan más a los que menos tienen, a los de trabajos más inestables, a esos tomadores de deuda hipotecaria de categoría sup-prime.
Ante la crisis en sus ingresos dejaron de pagar sus préstamos hipotecarios. Y claro está, el circuito se perturba. Ya no le pagan a su banco, que ya no le podrá pagar a JP Morgan, que ya no podrá pagarle a los inversionistas poseedores de estos bonos. Y de esta manera el trance se transmitió de un mercado (el hipotecario) a otro (el de capitales). Con las ganancias evaporadas se descubrió que, en realidad, el riesgo se midió mal porque las clasificadoras le asignaron a los bonos un nivel de gran banco de inversión (quizá el máximo) cuando en realidad debió ser el de deudor sup-prime (uno bastante bajo). O sea, el bono se cotizaba a 100 pero realmente valía 70, y cuando se sinceró el precio, las pérdidas fueron millonarias, provocando la caída de varios bancos importantes, entre los que destaca Bear Stearns. Y la ola no ha pasado; para mucho recién todo está comenzando, porque aun falta ver en su real magnitud a la asfixia de liquidez.
Hace años con la caída del Long Term Capital Bank se inició el proceso de implementación de un agresivo control interno. Hoy, analizando en el ex-post, voces como la de Alan Greenspan abogan por la revisión de los modelos de riesgo que parece que, a pesar de su avanzada complejidad, no han funcionado. ¿Está por aquí el centro del asunto? ¿La médula que requiere revisión?
No, allí no está. Creo yo que la lógica de la deuda es la que cabe analizar a profundidad, no la del análisis de riesgo. ¿Es pertinente? ¿Y el mundo especulativo? ¿Es bueno especular? ¿Es bueno tomar deuda innecesaria? ¿Es bueno endeudarse? La Biblia, en realidad, no prohíbe expresamente las deudas personales. Enfatiza la relación entre prestamista pudiente y prestatario desfavorecido económicamente, advierte contra la práctica de lucrar con los préstamos (Hab. 2:6-8), no desea que el pueblo viva agobiado por las deudas (Dt. 15:1-2), habla de períodos limitados de duración de las deudas (7 años: Dt. 15:1-11; 31-10,11), aboga por un espíritu de bienestar y protección de los débiles (Pr. 19:7; 31:8; Jer. 5:28), limita el aval de las deudas (Pr. 22:26-27; 11:15) sugiriendo que no seamos fiadores de nadie (Pr. 6:1-5). Sostiene una diferencia entre el creyente y el no creyente (Dt. 5:3), se concentra en la usura (Lv. 25:35-38), las condiciones sociales extremas que obligan al préstamo (Neh. 5:1-13), incluso habla de la banca primitiva de los tiempos de Jesús (Mt. 21:12; 25:27; Lc. 19:23).
Nivel de deuda razonable, de media duración, considerar el nivel económico de los desfavorecidos, no lucrar con las deudas, no ser garantes… como que nada se cumple ahora, ¿no les parece? A tal extremo no se cumple que el afán codicioso de muchos ha hecho que se hable de un problema mayor al de la crisis de 1929, y tal es el temor que los señores amantes del libre mercado predican en sus foros sobre la necesidad de la intervención estatal con el fin de traernos la estabilidad. Caraduras. ¿No era que Keynes era malo? ¿No que el gobierno era el cuco?
Esto es muy útil. Es sólo una minoría la que puede pagar en efectivo un departamento nuevo de poco más de cien metros cuadrados en una buena zona de Lima por 70 mil dólares, y no hablo de los programas subsidiados del gobierno con precios bastante menores. A menos que tengas una buena herencia o un padre generoso, no hay más alternativa que ir a un banco y pedir un préstamo. Yo lo hice y sin él no tendría el departamento en donde vivo ahora junto a mi esposa y mi hijo.
No descubro la pólvora al decir que nuestra sociedad es consumista en extremo. Esto ha hecho que recurramos a la deuda de forma constante, no sólo para cosas importantes como una vivienda o, probablemente, un auto. El mundo de los préstamos de consumo para un viaje, una computadora nueva, o el de las las tarjetas de crédito siguen la misma lógica bancaria: el banco le presta a los deficitarios, estos compran lo que deseen, pagan en “cómodas cuotas” en un tiempo futuro, casi sin darse cuenta. En sociedades profundamente bancarizadas como la de los países desarrollados, el flujo de deuda es brutal, con montos absolutamente descomunales.
Entonces, los bancos reciben depósitos y prestan a necesitados de una casa, a las empresas que quieren financiar su capital de trabajo, a los bancos con necesidades de liquidez. Los préstamos requieren documentos específicos que están implícitos, como pagarés, letras de cambio, o cartas fianzas. Todos estos nos dicen, en simple, que alguien le pagará a otro alguien una cantidad de dinero, a veces en una sola tanda o en partes por un período determinado. Son documentos reales y vinculantes que lo que aseguran (si el futuro va bien) es un flujo de dinero ulterior desde el prestatario al prestamista.
Las empresas grandes, los bancos y los gobiernos también se endeudan, aunque por su tamaño disponen de otros medios como el acceso al mercado de capitales vía la emisión de bonos —que no son más que certificados de deuda— o emitiendo acciones, con la cual “venden” propiedad de la empresa. El mercado de capitales es, ahora, de dimensiones gigantescas, global, y una de las variables fundamentales del análisis económico de nuestros tiempos.
Estos bonos que se emiten son de muy distintos tipos. Y su proceso de estructuración puede llegar a ser extremadamente complejo. Puede emitirse para cubrir agujeros en los balances, para financiar algún proyecto específico, para pagar una deuda antigua, para generar una curva de tasas de interés. Esta especialización hace que el análisis del riesgo del emisor sea fundamental, porque le da una pista a los compradores de bonos (o sea, a quien le presta plata a la empresa emisora) sobre qué tal buen pagador es el emisor. No es lo mismo el gobierno español, alemán o el de Angola. No es igual Telefónica que La Taberna de Moe.
El desarrollo de la ingeniería financiera en los últimos años ha hecho más complicado el mundo de la emisión de bonos. Ya no sólo se emite por necesidad de fondeo, sino que se generan títulos más difíciles de comprender, que enlazan distintos tipos de mercados. Por ejemplo, un gigante como JP Morgan, banco de inversión, se interesa en la deuda que le tienen al Bank of América –banco tradicional- los poseedores de tarjetas de crédito platinum. (puede ser a la inversa, no interesa). Entonces, lo que hacen es una titulización: se “convierte” esa deuda de tarjetas de crédito platinum en un bono, que luego puede venderse en el mercado de capitales. Muchos flujos de deudas se pueden titulizar, como los préstamos de autos, los préstamos de consumo, las remesas del exterior, una campaña de ventas, una cosecha. La pregunta básica tiene que ver con el riesgo: Si JP Morgan ha titulizado la deuda de las tarjetas de crédito de Bank of América, ¿el bono emitido tiene riesgo JP Morgan, o tiene el riesgo de los que han utilizado las tarjetas platinum?
Casi todo se puede titulizar. Por ejemplo, los préstamos hipotecarios. Como pueden suponer, no todos los que acceden a un préstamo hipotecario tienen la misma capacidad de pago. Unos tienen excelentes trabajos, otros apenas subsisten. Por ello tienen distintos riesgos y en países como Estados Unidos lo tienen claro, por eso los deudores de préstamos hipotecarios más riesgosos tienen un nombre especial: los sub-prime. Pero no importa que ellos sean más morosos, igual esa deuda puede ser titulizada. Esto establece el siguiente circuito: el deudor sub-prime le paga sus cuotas hipotecarias a su banco, que a la vez le dará ese dinero al que titulizó (JP Morgan, por ejemplo) que a su vez se lo entrega a los poseedores de los bonos vía pago de cupones. Peco de simplista, por supuesto, pero creo que al menos sirve para entender.
Entonces, la gran bonanza del mercado de capitales mundial de los últimos años hizo que grandes banqueros involucrados en la estructuración de deuda se decidieran a invertir en el mercado inmobiliario, preso de una enorme burbuja provocada —entre otras cosas— por el crecimiento de la economía mundial. Estos banqueros titulizaron miles de millones de préstamos hipotecarios, crearon bonos y los vendieron en el mercado. Dentro de estos bonos, también habían miles de millones de dólares de bonos que tenían detrás a los deudores sub-prime y que coparon las carteras de los inversionistas más duchos. Nuevamente pregunto: ¿Cuál era el riesgo de esos bonos, el del gran banco de inversión que emitió la deuda –con la más alta clasificación- o el de los miles de sub-primes?
¿Saben porqué pregunto dos veces? No es por casualidad ni por cargoso, ya que la respuesta no fue tan clara para las más grandes empresas clasificadoras de riesgo del mundo, repletas de modelos de alta matemática: ellos consideraron que estos bonos sub-prime tenían el riesgo del gran banco de inversión que los estructuró. Estos miles de millones tuvieron la máxima clasificación. ¿Correcto o incorrecto? Por varios años nadie se hizo problemas y muchos se embolsaron mucho dinero. Nadie dijo nada. Al menos nadie con exposición mediática.
Una pregunta que siempre circuló en el mercado fue sobre la duración de la burbuja hipotecaria. ¿Cuándo explotaría? Algunos pensaban que esto sucedería cuando el ciclo recesivo llegase debido a la altísima correlación entre el ciclo económico global y el sector constructor-inmobiliario. Y cuando este llegó, vinieron los problemas. Hubo menos trabajo, menos ingresos y, por supuesto, la consecuencia inmediata del no pago de sus deudas. Las recesiones siempre afectan más a los que menos tienen, a los de trabajos más inestables, a esos tomadores de deuda hipotecaria de categoría sup-prime.
Ante la crisis en sus ingresos dejaron de pagar sus préstamos hipotecarios. Y claro está, el circuito se perturba. Ya no le pagan a su banco, que ya no le podrá pagar a JP Morgan, que ya no podrá pagarle a los inversionistas poseedores de estos bonos. Y de esta manera el trance se transmitió de un mercado (el hipotecario) a otro (el de capitales). Con las ganancias evaporadas se descubrió que, en realidad, el riesgo se midió mal porque las clasificadoras le asignaron a los bonos un nivel de gran banco de inversión (quizá el máximo) cuando en realidad debió ser el de deudor sup-prime (uno bastante bajo). O sea, el bono se cotizaba a 100 pero realmente valía 70, y cuando se sinceró el precio, las pérdidas fueron millonarias, provocando la caída de varios bancos importantes, entre los que destaca Bear Stearns. Y la ola no ha pasado; para mucho recién todo está comenzando, porque aun falta ver en su real magnitud a la asfixia de liquidez.
Hace años con la caída del Long Term Capital Bank se inició el proceso de implementación de un agresivo control interno. Hoy, analizando en el ex-post, voces como la de Alan Greenspan abogan por la revisión de los modelos de riesgo que parece que, a pesar de su avanzada complejidad, no han funcionado. ¿Está por aquí el centro del asunto? ¿La médula que requiere revisión?
No, allí no está. Creo yo que la lógica de la deuda es la que cabe analizar a profundidad, no la del análisis de riesgo. ¿Es pertinente? ¿Y el mundo especulativo? ¿Es bueno especular? ¿Es bueno tomar deuda innecesaria? ¿Es bueno endeudarse? La Biblia, en realidad, no prohíbe expresamente las deudas personales. Enfatiza la relación entre prestamista pudiente y prestatario desfavorecido económicamente, advierte contra la práctica de lucrar con los préstamos (Hab. 2:6-8), no desea que el pueblo viva agobiado por las deudas (Dt. 15:1-2), habla de períodos limitados de duración de las deudas (7 años: Dt. 15:1-11; 31-10,11), aboga por un espíritu de bienestar y protección de los débiles (Pr. 19:7; 31:8; Jer. 5:28), limita el aval de las deudas (Pr. 22:26-27; 11:15) sugiriendo que no seamos fiadores de nadie (Pr. 6:1-5). Sostiene una diferencia entre el creyente y el no creyente (Dt. 5:3), se concentra en la usura (Lv. 25:35-38), las condiciones sociales extremas que obligan al préstamo (Neh. 5:1-13), incluso habla de la banca primitiva de los tiempos de Jesús (Mt. 21:12; 25:27; Lc. 19:23).
Nivel de deuda razonable, de media duración, considerar el nivel económico de los desfavorecidos, no lucrar con las deudas, no ser garantes… como que nada se cumple ahora, ¿no les parece? A tal extremo no se cumple que el afán codicioso de muchos ha hecho que se hable de un problema mayor al de la crisis de 1929, y tal es el temor que los señores amantes del libre mercado predican en sus foros sobre la necesidad de la intervención estatal con el fin de traernos la estabilidad. Caraduras. ¿No era que Keynes era malo? ¿No que el gobierno era el cuco?
Referencias
(1) Atkinson, David y Field, David. Diccionario de Ética Cristiana y Teología Pastoral. Terrasa: Editorial Clie, 2004.
6 comentarios:
Hola Abel.
Me da gusto escuchar este tipo de planteamientos sobre el contexto económico que hemos generado. Por ahí escucho otros que apenan. Que si los gays se asocian en cámaras de comercio que si dejamos de comer McDonals por eso... en fin.
En este escrito según puedo ver, tocas fibras sensibles del sistema económico. Tengo entendido que en la historia económica se han ido conformando los bloques de poder según la dinámica bancaria. Siempre han tenido mucha influencia, a tal grado que se haga "bursátil" y se deje arrastrar la economía por el factor especulación y el juego de intereses.
Desde el 2006 vengo escuchando que se viene una crisis severa en la eocnomía y según alcanzo a notar, ya E.U está iniciando el proceso (y como cuando el hermano mayor tiene un resfrío los hermanos menores tenemos pulmonía...).
Me desconcierta, no por que me parezca imposible sino porque no le encuentro gran lógica, lo que se está anunciando de crisis alimentaria. No alcanzo a atar cabos entre una cosa y otra.
Entonces mon ami, ¿Keynes vendrá de regreso?. ¿Disfrazado o se celebrará de nuevo su nombre?.
Un abrazo y gracias por compartir este ejercicio con letras.
Carolina
Carolina:
El horizonte está manchado por varios tipos de "crisis", que son como olas que vienen hasta nosotros y nos revuelcan en la arena. Quizá podemos pasar bien una ola, pero cuando se juntan dos, o hasta tres, vienen problemas reales y oscuros.
El mundo financiero, por su propia concepción, está destinado a períodos de crecimiento y caídas, más serias que en la economía real porque es inmensamente más volátil. Las políticas económicas buscan que los crecimientos sean largos y las caídas cortas, y suelen lograrlo. Esta crisis es una más de varias, pero lo que llama la atención son sus nuevas características, más intrínsecas, que asustan a experimentados agentes del mercado.
El asunto es la otra crisis del lado de las materias primas. El petroleo está carísimo (junto con los metales, y países como México y el Perú están felices) y, como siempre, son los altos precios los que motivan a la creatividad humana a buscar alternativas distintas. Los combustibles vegetales empiezan a ser más rentables y se perfilan como una opción ante el caro petroleo. Pero, como diría ese viejo adagio físico, dos cuerpos no pueden ocupar el mismo espacio, por lo que uno desplaza al otro. Traduzco: un mismo campo de cultivo no puede ser usado para producir caña de azucar para etanol y papas a la vez. ¿Qué se producirá? Seguro que lo más rentable (la caña). ¿Quién pagará las externalidades negativas de esa decisión? La humanidad, que se afecta por menos papas en el mercado, una demanda que se mantiene constante, y, por lo tanto, en una subida de precios. Unos se llenan de plata (los productores de etanol) y a otros se le vacían aún más los bolsillos (todos, pero en especial los más pobres del mundo)
Ola + Ola = problemas serios
Lo triste es que nuestros gobiernos latinoamericanos se llenan la boca de los altos crecimientos de la economía. Pero hay que ser cuidadosos: el problema aún no nos toca con severidad.
¿Hay esperanza? Por supuesto. Si Mr. President hace lo correcto, ayudará mucho. Si Europa colabora, lo mismo. Y no nos olvidemos de la China e India, los futuros motores del mundo. Y si de alguna manera se controlan mejor estos mercados de capitales, nos volvemos más estrictos con los riesgos, pues disminuiremos la tendencia a la caída destructiva, a los cracks de las bolsas internacionales.
Un gusto que estés por aquí, Caro. Espero que todo te esté yendo bien.
Muchos saludos,
Gracias por tu respuesta mi querido ecónomo.
Qué difícil es leer los movimientos de los que juegan el ajedrez del mapa mundial. No termino de entender.
Ay, ya voy a hacer mi tarea. Disculpa la tardanza. Te voy agradecer que me envíes una referencia a donde pueda enviarte algunos folletos.
Abrazos a la familia García.
¿Referencia? ¿qué tipo de referencia, Carolina???
Compadre es interesante leer una explicacion como estas...
no puedo evitar sentir cierta nostalgia cuando pasaba algo parecido y escuchaba de otros hermanos o aun desde el pulpito voces que decian que eran señales del antricristo y du gobierno mundial u otras que decian que era un juicio pre apocaliptico sobre el mundo pagano y que el señor sobre prosperaria enormemente a sus hijos como SEÑAL...
Antes de leer esto habia leeido este otro articulo que me dio tambien una buena explicacion al respecto...
http://www.nachogiral.com/2008/03/explicacin-la-crisis-financiera-que-nos.html
Por otro lado...
No puedo evitar recordar el texto Biblico "estaran casandose y dandose en casamiento", la mayor parte de la gente con la que me relaciono en mi vida diaria ya no digas que no entienda todo esto, piensa, medita, o se le ocurre siquiera la forma en que esto le puede afectar.
Sigen la mayoria haciendo sus planes, endeudansose mas, en fin, como si nada pasara, si las cosas se complican y afecta los empleos actuales o la poder adquisitivo tal vez aca tambien las deusas se ballan al no pago... oviamente en menores proporciones..
Leo_on:
Yo no creo, como algunos pastores irresponsables, que esta crisis sea una señal del "fin del mundo". Ya fue una señal la primera guerra mundial, la crisis de 1929, la segunda guerra mundial, la bomba atómica, la guerra fría, y ahora lo son el calentamiento global y la crisis del agua. Llegarán más "señales" y como cristianos debemos tener una respuesta para enfrentarlas. Es como dices, la gente hace cosas sin darse cuenta, sin meditarlas, y eso es un real peligro. Y algo tenemos que decir... que aclarar, que sugerir.
Muchos saludos,
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