sábado, 7 de abril de 2007

Jesús definiendo su misión: el manifiesto en Nazaret

Luego de su bautismo en el Jordán y la posterior tentación a la que fue sometido por parte de Satanás en el desierto por cuarenta días, Jesús permaneció por un tiempo en Judea (allí suceden eventos como su conversación con Nicodemo o la primera limpieza del templo de Jerusalén), retornando luego a Galilea para iniciar la parte exitosa de su ministerio que algunos denominan “año de popularidad”, donde su fama de profeta, predicador y hacedor de milagros se extiende por todo el país. Ya popular, viene a su pequeño pueblo, Nazaret, el lugar de su niñez, adolescencia y primeros años de adultez, donde todos lo conocían[i] y de tan mala reputación que hizo exclamar a Natanael: “¿De Nazaret puede salir algo de bueno?” (Jn. 1:46). Ya no es uno más: es, en cierta forma, alguien “importante”. Se fue en silencio. Vuelve como el personaje de moda. El texto lucano que describe su llegada dice los siguiente (4:16-30):

“Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito:

El Espíritu del Señor está sobre mí,
Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;
Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;
A pregonar libertad a los cautivos,
Y vista a los ciegos; (Is. 61:1)
A poner en libertad a los oprimidos; (Is. 58:6)
A predicar el año agradable del Señor. (Is. 61:2)

Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles:

“Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”

Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían:

“¿No es éste el hijo de José?”

El les dijo:

“Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaum, haz también aquí en tu tierra”

Y añadió:

“De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su propia tierra. Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra; pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio”.

Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira; y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle. Mas él pasó por en medio de ellos, y se fue”



Jesús fue a la sinagoga del pueblo, lugar al que fue por años, en el día de recogimiento y culto judío. Es especial la frase “… y se levantó a leer” porque se circunscribe a la costumbre de la época: cada sábado los judíos tenían siete lectores: primero un sacerdote, luego un levita, luego cinco israelitas de la misma sinagoga. Es la única ocasión en la que localizamos a Jesús leyendo un texto directamente de los rollos que contenían la Palabra ya que siempre lo hallamos en sinagogas exclusivamente predicando[ii]. El busca y encuentra el texto (4:17). ¿Lo escoge él? ¿Era parte de una secuencia sobre la que ya estaban estudiando? No lo sabemos; sea la manera que sea, está en Isaías la lectura escogida por la Providencia Divina para expresarnos la base de la misión de Jesús.

¿Para qué sirvió el pasaje leído por Jesús en el contexto original del libro de Isaías? No es una pregunta de fácil respuesta porque el debate sobre la paternidad del libro es intenso. Bosch, por ejemplo, afirma que es “una profecía dirigida en primera instancia a judíos decepcionados, poco tiempo después del exilio. En su contexto, el oráculo buscaba animarlos, afirmando que Dios no los había olvidado sino que vendría en su ayuda al inaugurar el año favorable del Señor, es decir, el año del Jubileo[iii]. Robinson, en cambio, nos recuerda la destrucción completa del reino de Israel por las fuerzas de Senaquerib, la débil esperanza de las condiciones sociales de la población debido a la inmensa riqueza y extrema pobreza[iv] que convivían juntas, sumadas a las consecuencias de la guerra que habían arreciado los niveles atroces de pobreza de las grandes masas del país[v]. Sea cualquiera de las alternativas (doscientos años de diferencia entre ambas), el sentimiento predominante es el de decepción, desasosiego, ansiedad, y la profecía evidentemente busca brindar esperanza y consuelo en Dios, en su intervención y en el final feliz. Ambos escenarios convergen al jubileo prometido.

Sin embargo, hay un problema. Lucas inserta entre Is. 61:1 e Is. 61:2 la cita “A poner en libertad a los oprimidos” (Is. 58:6), subrayada en la cita de más arriba precisamente por este detalle. Es evidente que Jesús no leyó todo en el mismo rollo, aunque eso no significa que en otro momento Él no haya enseñado sobre el texto, como lo sugiere el comentario al texto de la Biblia de Jerusalén. La pregunta inmediata es: ¿Por qué Lucas hizo esta inserción? La respuesta es difícil porque no existe certeza, pero una fuerte posibilidad es que el apóstol pretendía comunicar algo adicional a los lectores de su relato que con la sola lectura de Isaías 61 hubiera quedado sólo parcialmente explicado. O distorsionado. O tal vez desviado del centro de la enseñanza de Jesús por la interpretación particular del tiempo del Nuevo Testamento. Entonces, ¿qué significado tiene la frase incrustada? Vamos a Isaías 58:6-7. La división del pasaje no está en la Biblia, pero sí la integridad del texto:

“¿No es más bien el ayuno que yo escogí:

(a) desatar las ligaduras de impiedad,
(b) soltar las cargas de opresión,
(c) y dejar ir libres a los quebrantados,
(d) y que rompáis todo yugo?

¿No es que

(e) partas tu pan con el hambriento,
(f) y a los pobres errantes albergues en casa;
(g) que cuando veáis al desnudo, lo cubras,
(h) y no te escondas de tu hermano?”


La parte (a) implica soltar toda atadura –puede traducirse también como lazos de maldad- con que uno haya injustamente atado a su prójimo (Lv. 25:49ss), como la servidumbre o un contrato fraudulento. (c) y (d) alude a los quebrantados con el yugo de la esclavitud (Neh. 5:10-12; Jer. 39:9-11, 14, 16). Para Jerónimo, el traductor de la Vulgata, este pasaje significa “quebrantados por la pobreza, en la bancarrota”[vi]. En Nehemías 5 se nos relata el caso de judíos pobres que tenían que vender o hipotecar sus casas y campos para poder pagar los impuestos determinados por el rey persa, al extremo de verse en la necesidad de vender a sus hijos como esclavos de los judíos ricos, los cuales sin duda alguna, aprovecharon la pérfida oportunidad para generar beneficios personales.

Por lo tanto, en esta coyuntura los “oprimidos”, “abatidos” o “quebrantados” son, definitivamente, los destruidos en el sentido económico, los que tal era su situación que tuvieron que venderse a sí mismos como esclavos sin esperanza de escapar. Se refieren a los arrinconados en el sistema económico por las deudas crecientes o por el trabajo que no llega. Para todos ellos es el anuncio del “año favorable del Señor”[vii], el llamado a un Jubileo que traerá ilusión de un mañana mejor. Es demasiado evidente el trasfondo económico y social de la frase añadida por Lucas. No podemos espiritualizarla de ninguna forma, tal como algunos comentaristas tratan de hacer. Incluso Henry dice que (Hay que) desatar las cadenas de maldad, esto es, las ataduras que hemos impuesto injustamente a otros. Que sea suelto el encarcelado por deudas que no tiene nada con qué pagar, que se acabe la vejación que pesa sobre el vecino, que sea manumitido el esclavo que es retenido por la fuerza por más tiempo que el de su esclavitud, y que se rompa todo yugo; no sólo han de ser sueltos los que son oprimidos injustamente bajo cualquier yugo, sino que debe quebrarse el yugo mismo, para que no vuelva a oprimir[viii]

Bajo este texto corrector se debe interpretar el todo el pasaje leído por Jesús en Nazaret. ¿Cómo podían entenderlo los oyentes? Sabemos que los judíos estaban bajo la sujeción del imperio romano, y no todo era color de rosa. “… de un extremo del Mar Mediterráneo al otro, el mundo conocía una paz inaudita. Sólo en Palestina había murmullos de nacionalismo; en otras partes las naciones, rendidas por una serie de guerras mundiales, se contentaban con descansar bajo las alas de la pax romana[ix]. El fanatismo de los zelotes, revolucionarios judíos a los que perteneció Simón el Cananista y que mantenían una posición resistente ante la autoridad romana llegando al uso de las armas, mantuvo al pueblo en agitación permanente, especialmente en Galilea, que estaba invadida de sediciosos independentistas, individuos con pensamientos apocalípticos y recelosos religiosos que esperaban, todos ellos, la llegada del Mesías libertador, militarista, poderoso. Todo mensaje bíblico donde se mencionase al Mesías exacerbaba el espíritu revolucionario del pueblo. Todos estaban prestos a enrolarse bajo las órdenes del Ungido para expulsar a los perros gentiles invasores y ser así un pueblo de Dios libre.

Con esto, llega Jesús a leer Isaías 61[x] y, provocadoramente, exclama: “Hoy se cumple esta Escritura en presencia de ustedes” (Lc. 4:21). ¿Qué pensaría el auditorio, sus compañeros de juegos, ya adultos, los levitas de la sinagoga? ¡Que tal vez es el momento de la revolución! Es esta la forma en la que ellos interpretarían el pasaje. Pero no es tan así. No consideraron el “A poner en libertad a los oprimidos” (Lc. 4:18). Y más aún, percibieron “cómo Jesús corta intencionalmente el texto de Isaías, pues él no ha venido para venganza, para derramar ira. El Mesías no era de la clase de Mesías que los judíos esperaban; era un Mesías que deja a un lado la venganza y asume el perdón, que se ha comprometido con la no-violencia[xi]. Por ello la protesta y el enfado del auditorio: Jesús sólo predicó sobre la misericordia de Dios, pero evitó hablar sobre la venganza mesiánica. Y lo quisieron desbarrancar.

No entendieron nada.

¿Cuál es, pues, el mensaje de Jesús en ésta definición introductoria que Él mismo hace de su misión? ¿Qué es lo que realmente quiere decir? No es el mensaje de revolución que esperaban sus vecinos nazarenos, sino es uno de perdón y misericordia, presto al amor a todos y listo a disculpar la ofensa, por más fuerte que haya sido (Mt. 5:43-48). No es un mensaje espiritualista en donde sus seguidores, con ojos de carnero degollado, mirarán al cielo esperando su llegada ni tampoco es una enseñanza escapista. Su misión, en contraste, tuvo los pies bien puestos sobre la tierra, como Cristo que se encargó y andó por los mismos caminos que nosotros en nuestro peregrinar caminamos, y una de sus aristas importantes era contemplar a la opresión desde el punto de vista de las diferencias económicas y sociales. Tampoco es una proclama de destrucción del sistema como eje del cambio, sino que nos exige involucrarnos, vivir el día a día, encarnarnos en la necesidad de nuestro entorno y hacer algo con ella.

Por ello, el mensaje de esperanza del año favorable del Señor, esto es, “el jubileo de las tradiciones hebreas y de las proclamaciones proféticas (que) era lo que podríamos llamar “la revolución de Dios” o “la revolución de la gracia”: nuevos comienzos en la sociedad a fin de corregir las injusticias acumuladas por la apropiación de las tierras de las familias (por la fuerza, por la ley, por la guerra, por impuestos o acciones arbitrarias de los reyes, por enfermedades o muertes, por desastres naturales, y las deudas consiguientes) que llevaban a la esclavitud y a la pobreza crónica. El jubileo apuntaba a una reestructuración periódica de las relaciones sociales con el fin de dar libertad y acceso a los medios de vida y de trabajo a cada generación. El jubileo era un acto de gracia de Dios (liberación, perdón, nuevos comienzos) que a su vez requería un acto de gracia de las autoridades y del pueblo”[xii]. La misma esperanza del profeta Isaías para su pueblo sufriente, pobre y sujeto de injusticias tremendas es la que Jesús toma en este nuevo tiempo en el que “el reino de los cielos se ha acercado”. Al decir que la profecía estaba cumplida, Jesús afirma que este jubileo ya está aquí de manera permanente. Hoy, aquí, en el Perú y en todo el mundo, el jubileo es una esperanza ya cumplida, pero, como el mismo reino de Dios, es una realidad que “ya pero todavía no”, donde será más presente cuando los cristianos sean más concientes y sensibles de su papel en la misión de Dios y su proceso reconciliatorio. Por ello este mensaje de Jesús atento al pobre como opción preferente (pero no única), demanda de nosotros compasión, un compartir permanente, solidaridad, renuncia, sacrificio, lucha por la justicia en todas sus instancias pero, en especial, por la justicia económica.

Amigos y amigas mías, que así sea.

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[i] Erdman, Carlos: “El evangelio de Lucas”. Grand Rapids, TELL, 1974. Pig. 66-67.
[ii] Henry, Matthey: “Comentario Bíblico”. Barcelona, Editorial Clie, 1999.Pág. 1274
[iii] Bosch, David: Misión en Transformación. Grands Rapids, Libros Desafío. 2000. Pág. 132
[iv] Más al respecto en Torres Valenzuela, Pedro: “Sanidad en Isaías”. Lima, Gráfica Maranatha 1995. Pág. 32-35.
[v] Robinson, Jorge: “El libro de Isaías”. Grands Rapids: TELL. 1978. Pág. 31.
[vi] Jamieson R., Fausset A., Brown D: “Comentario exegético y explicativo de la Biblia: Tomo I: El Antiguo Testamento”. El Paso: Casa Bautista de Publicaciones. Pág. 644.
[vii] Bosch, David: Misión en Transformación. Grands Rapids: Libros Desafío. 2000. Pág. 133
[viii] Henry, Matthey: “Comentario Bíblico”. Barcelona, Editorial Clie, 1999.Pág. 802.
[ix] Foulkes R.: “Panorama del Nuevo Testamento”. Miami: Editorial Caribe, 1968. Pág. 10.
[x] Una explicación más completa está en Bosch, David: Misión en Transformación. Grands Rapids: Libros Desafío. 2000. Pág. 141-147.
[xi] C. René Padilla y Harold Segura (editores): “Ser, hacer y decir: Bases bíblicas de la misión integral”. Buenos Aires, Ediciones Kairos, 2006. Pág. 249
[xii] Mortimer Arias y Juan Damián: “La gran comisión”. Quito: CLAI, 1994. Pág. 65.

8 comentarios:

Anyul dijo...

Que buen artículo Abel, como siempre.

Me gustó la frase: "No es el mensaje de revolución que esperaban sus vecinos nazarenos, sino es uno de perdón y misericordia, presto al amor a todos y listo a disculpar la ofensa, por más fuerte que haya sido" al igual que la demanda al cristiano a la lucha por la justicia económica.

Saludos.

Carolina García dijo...

Abel, como te decía antes. Te leo y releo porque la densidad que le añades a tus escritos es muy alta y disfrutable.
¿Qué tanto influye en nuestra lectura de la Biblia la concepción de "pobreza" que traemos a cuestas?. ¿Por qué no hablar de "marginado" o "vulnerable" que incluye no sólo al desposeído económicamente sino al desposeído de otras tantas situaciones?.

Abel dijo...

Es un paso siguiente o, si quieres, otra cara de lo mismo: la marginación viene por muchos lugares, a veces es sutil, y sea como sea la forma, debe ser combatida. Hay tantos desposeídos: de amor, de esperanza, de abrazos, de salud, pero para todos ellos llega el mensaje refrescante de Cristo, que se inclina a ellos, los oye y ampara.

Muchos saludos,

Anónimo dijo...

Salud Abel:

En estos relatos es sorprendente observar a Jesús tornándose consciente de su mesianismo, este suceder en la vida del maestro es inspirador pues cada seguidora(or) suyo ha de encontrarse ante la pregunta de cuál es el sentido de su vida y de su existir. Y en la medida en que respondamos a esta pregunta, nuestra vida dirá quienes somos.

Es notoria también la “opción galileana” (la preferencia de Jesús por lo pequeño: Nazareth un pueblo insignificante; doce hombres nefandos; niños y mujeres de dudosa reputación;...) que Jesús emprende. Esta peculiaridad de andar por la periferia marco la vida del Señor y aún es (¿o debiera ser?) una característica en la vida de Su pueblo.

Es desafiante escuchar a Jesús definir Su Misión. Misión totalizadora, abarcadora, holistica. Misión humanizante, dadora de vida, inclusiva, subversiva (subvertir el orden impuesto a través de respuestas creativas y no violentas a la manera de Jesús). La Misión sigue siendo la misma, los desafíos han cambiado de ropaje.

Paz,

Gustavo.

Abel dijo...

La misión ES de Dios, no nuestra. Nunca cambia sino que somos nosotros los que vamos pasando, viendola desde distintos ángulos.

A mí también me impresiona la escena de Jesús inaugurando su ministerio, tomando el reto, cumpliendo el desafío de su vida. Es relevante tu interrogante: ¿Y nosotros respondemos a este ejemplo? Esperemos que sí, que nuestra respuesta sea siempre positiva a esta pregunta.

MonjaGuerrillera dijo...

Paso.
Una seudoinvestigacion de las que ya conocemos.

PD:Los evangelios son catolicos?

Abel dijo...

Gaby, yo también paso.

Anónimo dijo...

He de decir, que yo encontr� este libro de "El rey de las mariposas" en un blog que me habia recomendado una amiga : www.elreydelasmariposas.blogspot.com y que tambien yo le� el libro, y me ha encantado. Se lo recomiendo a todas aquellas personas que, dejando la fe aparte, desee saber como fue realmente ese Jesus humano, y no divino. (Pepe Lopez-Gerona-Espa�a)