He tratado de hacer memoria del número de veces que en mi antigua iglesia se predicó específicamente sobre María. Han sido diversas las que se habló sobre Pedro, otras tantas, sobre Pablo, así como sobre Juan el Bautista, o David. A veces, sobre Jonás o Abraham, el padre de la fe. También se han utilizado a antifiguras como Judas Iscariote, Acán o Esaú. Pero, si mi memoria no me falla, en los quince años en los que permanecí en la iglesia, nunca se predicó sobre María. 180 sermones, sin contar las clases de la Academia Bíblica, los martes por la noche.
Por lo general, no se predica sobre ella en los templos protestantes, ni evangélicos, ni pentecostales, ni neo-pentecostales.
No es algo que llame la atención. La América Latina Católica es un pueblo de una fuerte devoción mariana. Además, aunque no sea algo explícito, “la devoción mariana en todo el período postridentino ha tenido una fuerte impronta antiprotestante. La definición dogmática de la Inmaculada por Pío IX en 1854 formaba parte de un plan conjunto de defensa de la tradición y de lucha contra los errores modernos, cuyos siguientes eslabones fueron el Syllabus (1864) y el Vaticano I (1870)”[i]. Por ello, la reacción natural de oposición y perfil bajo de María en las enseñanzas evangélicas. Esto, a pesar de lo dicho por Juan Pablo II, cuando nos recuerda que “Martín Lutero, en 1521, dedicó a este "santo cántico de la bienaventurada Madre de Dios" -como él decía- un célebre comentario. En él afirma que el himno "debería ser aprendido y guardado en la memoria por todos" puesto que "en el Magnificat María nos enseña cómo debemos amar y alabar a Dios... Ella quiere ser el ejemplo más grande de la gracia de Dios para impulsar a todos a la confianza y a la alabanza de la gracia divina"”[ii].
A pesar de lo que en la práctica evangélica hemos hecho, María no fue muda. Dijo cosas –su sí a la obra que Dios iba a realizar a través de ella-, tomó actitudes –su silencio y meditación hacia las cosas que hacía Jesús-, y tiene por supuesto algo que enseñarnos. Moltmann observó que, en la Biblia, algunos de los himnos más vigorosos han sido cantados por mujeres: María (Éx. 15: 21), Débora (Jue. 5), Ana (1 Sam. 2)[iii]; y más aún, el Magnificat de María está circunscrito fuertemente en la historia de salvación: Abraham, hijo de idólatras (Jos. 24:2) es escogido para ser padre de un gran pueblo de creyentes (Gén. 12:1-3); Dios escucha el clamor del pueblo oprimido en Egipto y lo libera (Ex. 3:7-9), mediante Moisés, un exiliado y forastero en tierra extraña (Ex. 2:22; 3:11); elige al insignificante David (1 Sam. 16:4-11) y rechaza a Saúl (1 Sam. 15:10 ss.); personajes débiles y desconocidos como Gedeón (Jue. 6-8) o Débora (Jue. 4-5), salvan al pueblo de la opresión[iv]. Esta secuencia de individuos marginales que usa Dios para fines salvíficos (no necesariamente en el sentido espiritual) es la que persiste hasta María.
Es el Magnificat una expresión sentimental, inspirada y poética de un acontecimiento personal (“Mi alma... Mi espíritu... Mi Salvador... Me felicitarán... Ha hecho obras grandes por mí...”), el más grande y deseado por las mujeres judías, que es al mismo tiempo global. La madre de Jesús habla en primera persona, de su nuevo destino post-anunciación, de su condición ante la Divinidad (“ha mirado la bajeza de su sierva”) y ante la humanidad (“me llamarán bienaventurada todas las generaciones”) y de lo que significaría el gran evento que ha comenzado con la concepción del bebé que lleva en el vientre, aunque no lo comprende del todo. Ella contempla su historia y la de su pueblo Israel a la luz del Dios salvador, del omnipotente, que hace trascendente nuestra insignificancia. Se registra como pecadora pero, al mismo tiempo, reconoce al Dios todopoderoso que ha hecho su Voluntad grandiosa en ella[v].
En el cántico María nos revela cómo interviene Dios en la historia de los seres humanos. Recuerda las grandes obras realizadas por el Señor en favor de su pueblo, y presenta un modus operandi del obrar divino no absoluto[vi]: el amor del Padre a los pequeños, a los pobres y a los marginados. Al escoger a María como “puente”, como “instrumento” de su designio de Salvación, representado en Jesucristo que ya estaba encarnado en ese instante, Dios ilustra una regla, una especie de ley natural, que expresa que la debilidad se convierte en el instrumento preferido de su poder. Se cumple en ella misma en su condición de marginada: mujer, pobre, nazarena. También en los otros actores del drama soteriológico: Zacarías, un sacerdote de poca importancia; Elizabeth, una mujer estéril y anciana; José, que sólo pudo llevar como ofrenda por su primogénito a dos palominos. Es evidente que “Dios realiza actos de poder con su brazo, símbolo de su fuerza, al invertir el orden humano de las cosas, humillando, dispersando y despidiendo vacíos a los soberbios, poderosos y hartos, y ensalzando y colmando de bienes a los humildes y los hambrientos, a los «pobres», oprimidos y defraudados en este mundo (Anawim; cf. Lc 6,20s; Mt 5,3ss)”[vii]. Con demasiada frecuencia la debilidad se refuerza por las tristes condiciones económicas.
Los pobres, los cautivos, los ciegos, y los oprimidos ganan el premio mayor de las buenas nuevas. En cierta manera, indirecta, ser salvo es ser exaltado de la categoría humana de marginado: se es, ahora, un Hijo de Dios, un escogido del Altísimo, un funcionario que permitirá hacer la misión de Dios en la tierra y un potencial agente activo de las misericordias del Señor. No es la primera vez que se da este mensaje en el texto bíblico. Ya se había dicho que Dios es el que libera a los exiliados y les prepara un camino sin lomas ni cerros (Is 40:3-5), es el que ha escogido un pueblo pequeño y es su auxilio (Is 41:8-10); es el que hace florecer el desierto y convierte la tierra seca en manantiales (Is 41:17-20), el que alienta a los corazones humillados (Is 57:15). Su Espíritu envía a anunciar la buena nueva a los humildes y la liberación a los desterrados (Is 61:1-3). A Dios se le estremece el corazón y se le conmueven las entrañas maternas ante Efraín (Os 11:8); él se compadece del pobre y del débil, mientras desprecia a los poderosos y autosatisfechos (1 Sam .2:7-8; Job 5:11; Sal 34:11)[viii].
Es indiscutible que los “ptojos” (pobres) en el Evangelio de Lucas se refieren solamente a las personas oprimidas económicamente, y la palabra “hambrientos” del cántico de María es un derivado de peinao (sentir hambre, tener hambre, padecer hambre). La espiritualización del texto es ofensiva y rompe el espíritu del original en griego pero, para variar, es típica y común dentro de nuestras iglesias. Vale la pena tener en cuenta las condiciones económicas de la Palestina del tiempo de Jesús para ver si es que María pretendía espiritualizar su enseñanza:
“El estado económico de Palestina en el siglo I estaba lejos de ser lo ideal. El pueblo, como un todo, se hallaba en una deplorable situación de privación material… Pobreza hasta el punto de que la privación y el hambre prevalecían en todo Palestina y para una gran multitud la vida no era sino un problema de existencia física. En consecuencia, el descontento y la inquietud física crecían rápidamente.
Los sucesivos brotes de robo e insurrección que caracterizan a este período fueron, en gran medida, resultado de esta tensión en los asuntos económicos. Estas condiciones también cuentan en la facilidad con que las multitudes de Jerusalén podrían ser llevadas a la furia incontenible y a la violencia tumultuosa, como cuando procuraban, sin dilación, apedrear a Jesús (Juan 8:59; 10:31), o se amotinaron pidiendo a Pilato la ejecución de Jesús (Mateo 27:20) o echaron mano de Pablo cuando fue acusado falsamente de llevar gentiles al santuario del templo (Hch. 21:27 ss.). En realidad, la situación general de inquietud y agitación que prevalecía en todo el judaísmo de Palestina en el siglo I y que culminó en la rebelión del año 70 d.C probablemente se debió mucho más al abandono material que lo que se ha reconocido,
La dificultad para obtener medios de vida llevó a muchos a la desesperación. Muchas mujeres acudieron al papel de la Magdalena por escapar de la necesidad física. En atención a este estado económico, uno no se maravilla de la actitud misericordiosa de Jesús hacia tales infortunadas (Lc. 7:36 ss.; Jn. 8:1 ss.). Los hombres abandonaron el respeto de sus vecinos y desafiaban la execración de la ley rabínica al colectar los tributos para los odiados romanos; o, peor aún, acudían al hurto y al pillaje, de modo que aún a lo largo del muy frecuentado camino de Jerusalén a Jericó, uno podía caer entre los ladrones (Lc. 10:20)”[ix]
¿Espiritualización? No. Por ello podemos decir que María, en cierta manera predica una subversión económica al enfatizar la opción preferente[x] de Dios por el pobre económico –totalmente contrario al sistema económico antiguo y moderno que opta por el más calificado, por el de más capital, por el de más poder- y mostrarnos, a través de la misión de Dios, lo que debe ser la misión de la Iglesia. Bosch lo resalta cuando dice que “la salvación abarcaba en realidad seis dimensiones: económica, social, política, física, psicológica y espiritual. Lucas parece destacar la primera de ellas”[xi].
Sin embargo, aunque prácticamente todos los pobres son marginados, no todos los marginados son pobres. La praxis de Jesús nos demuestra eso: Mateo (5:27-32) y Zaqueo (19:1-10) eran ricos, pero estaban marginados socialmente por ser publicanos. La mujer adúltera (Jn. 8:1-11) merecía la muerte pero Jesús le da una nueva oportunidad. Es claro que el Maestro se relacionaba otros excluidos, no necesariamente desde el punto de vista económico: leprosos, mujeres, y niños. En el contexto del reino de Dios, Jesús efectuaba una subversión social[xii], que María contiene en su cántico, porque Jesús se acercaba a aquellos a los que el común del pueblo dejaba a un lado.
El uso del tiempo pasado de los verbos no simplemente nos recuerda los actos salvíficos divinos en la historia de Israel. María está celebrando la salvación decisiva, escatológica, de Dios iniciada con la concepción de este niño: el reino de los cielos se ha acercado, esta aquí, ya pero todavía no. Su visión no es para el futuro real y definitivo o es una visión espiritualizada del presente. Es una perspectiva que abarca las realidades sociales de su día aunque teniendo en cuenta que Dios es el que obra y trae la salvación.
Una pregunta salta al instante: “¿No es el cántico de María radical aún hoy en día? Muchas iglesias han interpretado el cántico y la visión de la salvación en una manera tan espiritualizada que está prácticamente desvinculada de la vida real. Cuando consideramos la historia de y la actualidad de la iglesia en el mundo (tanto las iglesias protestantes como la Católica Romana y Ortodoxa), tenemos que admitir que la iglesia no ha buscado ni facilitado esta subversión social. En demasiadas ocasiones la iglesia apoya estructuras opresivas y hasta busca el poder para sí misma”[xiii]. Un triste ejemplo de la espiritualización del pasaje es la Biblia Thompson, que en sus citas de ayuda menciona cosas como “humillación”, “insatisfacción del pecado” (¡Para la palabra hambrientos!), “deseo espiritual”, “plenitud espiritual”.
Es, entonces, a través de estas palabras de María Dios trae esperanza al pobre económico. A aquel que vive día a día, ganando sol tras sol y apenas le alcanza para comer. Reconforta al enfermo, atrapado en las redes del sistema de salubridad pública y tratado como un numero y un caso permanentemente postergado, diciéndole: “Aquí estoy, te amo, no me olvido de ti, no me he olvidado que te he prometido que te henchiré de salud; estoy a tu lado aunque a veces no lo parezca, mi presencia nunca se aleja de ti”. Al débil, al necesitado, le dice que “soy un Dios que socorro”. Al niño del cual los padres abusan obligándolo a vender golosinas hasta las once de la noche en alguna esquina de Lima. A todos ellos, que peinao (sienten hambre) por la realidad del sistema económico, Dios observa y promete colmarlos.
Y para eso, quizá, Dios nos tenga que usar.
Por lo general, no se predica sobre ella en los templos protestantes, ni evangélicos, ni pentecostales, ni neo-pentecostales.
No es algo que llame la atención. La América Latina Católica es un pueblo de una fuerte devoción mariana. Además, aunque no sea algo explícito, “la devoción mariana en todo el período postridentino ha tenido una fuerte impronta antiprotestante. La definición dogmática de la Inmaculada por Pío IX en 1854 formaba parte de un plan conjunto de defensa de la tradición y de lucha contra los errores modernos, cuyos siguientes eslabones fueron el Syllabus (1864) y el Vaticano I (1870)”[i]. Por ello, la reacción natural de oposición y perfil bajo de María en las enseñanzas evangélicas. Esto, a pesar de lo dicho por Juan Pablo II, cuando nos recuerda que “Martín Lutero, en 1521, dedicó a este "santo cántico de la bienaventurada Madre de Dios" -como él decía- un célebre comentario. En él afirma que el himno "debería ser aprendido y guardado en la memoria por todos" puesto que "en el Magnificat María nos enseña cómo debemos amar y alabar a Dios... Ella quiere ser el ejemplo más grande de la gracia de Dios para impulsar a todos a la confianza y a la alabanza de la gracia divina"”[ii].
A pesar de lo que en la práctica evangélica hemos hecho, María no fue muda. Dijo cosas –su sí a la obra que Dios iba a realizar a través de ella-, tomó actitudes –su silencio y meditación hacia las cosas que hacía Jesús-, y tiene por supuesto algo que enseñarnos. Moltmann observó que, en la Biblia, algunos de los himnos más vigorosos han sido cantados por mujeres: María (Éx. 15: 21), Débora (Jue. 5), Ana (1 Sam. 2)[iii]; y más aún, el Magnificat de María está circunscrito fuertemente en la historia de salvación: Abraham, hijo de idólatras (Jos. 24:2) es escogido para ser padre de un gran pueblo de creyentes (Gén. 12:1-3); Dios escucha el clamor del pueblo oprimido en Egipto y lo libera (Ex. 3:7-9), mediante Moisés, un exiliado y forastero en tierra extraña (Ex. 2:22; 3:11); elige al insignificante David (1 Sam. 16:4-11) y rechaza a Saúl (1 Sam. 15:10 ss.); personajes débiles y desconocidos como Gedeón (Jue. 6-8) o Débora (Jue. 4-5), salvan al pueblo de la opresión[iv]. Esta secuencia de individuos marginales que usa Dios para fines salvíficos (no necesariamente en el sentido espiritual) es la que persiste hasta María.
Es el Magnificat una expresión sentimental, inspirada y poética de un acontecimiento personal (“Mi alma... Mi espíritu... Mi Salvador... Me felicitarán... Ha hecho obras grandes por mí...”), el más grande y deseado por las mujeres judías, que es al mismo tiempo global. La madre de Jesús habla en primera persona, de su nuevo destino post-anunciación, de su condición ante la Divinidad (“ha mirado la bajeza de su sierva”) y ante la humanidad (“me llamarán bienaventurada todas las generaciones”) y de lo que significaría el gran evento que ha comenzado con la concepción del bebé que lleva en el vientre, aunque no lo comprende del todo. Ella contempla su historia y la de su pueblo Israel a la luz del Dios salvador, del omnipotente, que hace trascendente nuestra insignificancia. Se registra como pecadora pero, al mismo tiempo, reconoce al Dios todopoderoso que ha hecho su Voluntad grandiosa en ella[v].
En el cántico María nos revela cómo interviene Dios en la historia de los seres humanos. Recuerda las grandes obras realizadas por el Señor en favor de su pueblo, y presenta un modus operandi del obrar divino no absoluto[vi]: el amor del Padre a los pequeños, a los pobres y a los marginados. Al escoger a María como “puente”, como “instrumento” de su designio de Salvación, representado en Jesucristo que ya estaba encarnado en ese instante, Dios ilustra una regla, una especie de ley natural, que expresa que la debilidad se convierte en el instrumento preferido de su poder. Se cumple en ella misma en su condición de marginada: mujer, pobre, nazarena. También en los otros actores del drama soteriológico: Zacarías, un sacerdote de poca importancia; Elizabeth, una mujer estéril y anciana; José, que sólo pudo llevar como ofrenda por su primogénito a dos palominos. Es evidente que “Dios realiza actos de poder con su brazo, símbolo de su fuerza, al invertir el orden humano de las cosas, humillando, dispersando y despidiendo vacíos a los soberbios, poderosos y hartos, y ensalzando y colmando de bienes a los humildes y los hambrientos, a los «pobres», oprimidos y defraudados en este mundo (Anawim; cf. Lc 6,20s; Mt 5,3ss)”[vii]. Con demasiada frecuencia la debilidad se refuerza por las tristes condiciones económicas.
Los pobres, los cautivos, los ciegos, y los oprimidos ganan el premio mayor de las buenas nuevas. En cierta manera, indirecta, ser salvo es ser exaltado de la categoría humana de marginado: se es, ahora, un Hijo de Dios, un escogido del Altísimo, un funcionario que permitirá hacer la misión de Dios en la tierra y un potencial agente activo de las misericordias del Señor. No es la primera vez que se da este mensaje en el texto bíblico. Ya se había dicho que Dios es el que libera a los exiliados y les prepara un camino sin lomas ni cerros (Is 40:3-5), es el que ha escogido un pueblo pequeño y es su auxilio (Is 41:8-10); es el que hace florecer el desierto y convierte la tierra seca en manantiales (Is 41:17-20), el que alienta a los corazones humillados (Is 57:15). Su Espíritu envía a anunciar la buena nueva a los humildes y la liberación a los desterrados (Is 61:1-3). A Dios se le estremece el corazón y se le conmueven las entrañas maternas ante Efraín (Os 11:8); él se compadece del pobre y del débil, mientras desprecia a los poderosos y autosatisfechos (1 Sam .2:7-8; Job 5:11; Sal 34:11)[viii].
Es indiscutible que los “ptojos” (pobres) en el Evangelio de Lucas se refieren solamente a las personas oprimidas económicamente, y la palabra “hambrientos” del cántico de María es un derivado de peinao (sentir hambre, tener hambre, padecer hambre). La espiritualización del texto es ofensiva y rompe el espíritu del original en griego pero, para variar, es típica y común dentro de nuestras iglesias. Vale la pena tener en cuenta las condiciones económicas de la Palestina del tiempo de Jesús para ver si es que María pretendía espiritualizar su enseñanza:
“El estado económico de Palestina en el siglo I estaba lejos de ser lo ideal. El pueblo, como un todo, se hallaba en una deplorable situación de privación material… Pobreza hasta el punto de que la privación y el hambre prevalecían en todo Palestina y para una gran multitud la vida no era sino un problema de existencia física. En consecuencia, el descontento y la inquietud física crecían rápidamente.
Los sucesivos brotes de robo e insurrección que caracterizan a este período fueron, en gran medida, resultado de esta tensión en los asuntos económicos. Estas condiciones también cuentan en la facilidad con que las multitudes de Jerusalén podrían ser llevadas a la furia incontenible y a la violencia tumultuosa, como cuando procuraban, sin dilación, apedrear a Jesús (Juan 8:59; 10:31), o se amotinaron pidiendo a Pilato la ejecución de Jesús (Mateo 27:20) o echaron mano de Pablo cuando fue acusado falsamente de llevar gentiles al santuario del templo (Hch. 21:27 ss.). En realidad, la situación general de inquietud y agitación que prevalecía en todo el judaísmo de Palestina en el siglo I y que culminó en la rebelión del año 70 d.C probablemente se debió mucho más al abandono material que lo que se ha reconocido,
La dificultad para obtener medios de vida llevó a muchos a la desesperación. Muchas mujeres acudieron al papel de la Magdalena por escapar de la necesidad física. En atención a este estado económico, uno no se maravilla de la actitud misericordiosa de Jesús hacia tales infortunadas (Lc. 7:36 ss.; Jn. 8:1 ss.). Los hombres abandonaron el respeto de sus vecinos y desafiaban la execración de la ley rabínica al colectar los tributos para los odiados romanos; o, peor aún, acudían al hurto y al pillaje, de modo que aún a lo largo del muy frecuentado camino de Jerusalén a Jericó, uno podía caer entre los ladrones (Lc. 10:20)”[ix]
¿Espiritualización? No. Por ello podemos decir que María, en cierta manera predica una subversión económica al enfatizar la opción preferente[x] de Dios por el pobre económico –totalmente contrario al sistema económico antiguo y moderno que opta por el más calificado, por el de más capital, por el de más poder- y mostrarnos, a través de la misión de Dios, lo que debe ser la misión de la Iglesia. Bosch lo resalta cuando dice que “la salvación abarcaba en realidad seis dimensiones: económica, social, política, física, psicológica y espiritual. Lucas parece destacar la primera de ellas”[xi].
Sin embargo, aunque prácticamente todos los pobres son marginados, no todos los marginados son pobres. La praxis de Jesús nos demuestra eso: Mateo (5:27-32) y Zaqueo (19:1-10) eran ricos, pero estaban marginados socialmente por ser publicanos. La mujer adúltera (Jn. 8:1-11) merecía la muerte pero Jesús le da una nueva oportunidad. Es claro que el Maestro se relacionaba otros excluidos, no necesariamente desde el punto de vista económico: leprosos, mujeres, y niños. En el contexto del reino de Dios, Jesús efectuaba una subversión social[xii], que María contiene en su cántico, porque Jesús se acercaba a aquellos a los que el común del pueblo dejaba a un lado.
El uso del tiempo pasado de los verbos no simplemente nos recuerda los actos salvíficos divinos en la historia de Israel. María está celebrando la salvación decisiva, escatológica, de Dios iniciada con la concepción de este niño: el reino de los cielos se ha acercado, esta aquí, ya pero todavía no. Su visión no es para el futuro real y definitivo o es una visión espiritualizada del presente. Es una perspectiva que abarca las realidades sociales de su día aunque teniendo en cuenta que Dios es el que obra y trae la salvación.
Una pregunta salta al instante: “¿No es el cántico de María radical aún hoy en día? Muchas iglesias han interpretado el cántico y la visión de la salvación en una manera tan espiritualizada que está prácticamente desvinculada de la vida real. Cuando consideramos la historia de y la actualidad de la iglesia en el mundo (tanto las iglesias protestantes como la Católica Romana y Ortodoxa), tenemos que admitir que la iglesia no ha buscado ni facilitado esta subversión social. En demasiadas ocasiones la iglesia apoya estructuras opresivas y hasta busca el poder para sí misma”[xiii]. Un triste ejemplo de la espiritualización del pasaje es la Biblia Thompson, que en sus citas de ayuda menciona cosas como “humillación”, “insatisfacción del pecado” (¡Para la palabra hambrientos!), “deseo espiritual”, “plenitud espiritual”.
Es, entonces, a través de estas palabras de María Dios trae esperanza al pobre económico. A aquel que vive día a día, ganando sol tras sol y apenas le alcanza para comer. Reconforta al enfermo, atrapado en las redes del sistema de salubridad pública y tratado como un numero y un caso permanentemente postergado, diciéndole: “Aquí estoy, te amo, no me olvido de ti, no me he olvidado que te he prometido que te henchiré de salud; estoy a tu lado aunque a veces no lo parezca, mi presencia nunca se aleja de ti”. Al débil, al necesitado, le dice que “soy un Dios que socorro”. Al niño del cual los padres abusan obligándolo a vender golosinas hasta las once de la noche en alguna esquina de Lima. A todos ellos, que peinao (sienten hambre) por la realidad del sistema económico, Dios observa y promete colmarlos.
Y para eso, quizá, Dios nos tenga que usar.
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[i] Víctor Codina: “Mariología desde los pobres”. 1986. Citado en http://www.servicioskoinonia.org/relat/139.htm (28-03-2007)
[ii] M. Lutero, Scritti religiosi, a cargo de V. Vinay, Turín 1967, pp. 431 y 512. Citado por Juan Pablo II en la Audiencia General del Vaticano el Miércoles 21 de marzo del 2001.
[iii] E. Hamel: “Justicia en la visión del Magnificat”. Extraído de http://www.mercaba.org/DicTF/TF_justicia_magnificat.htm (28/03/2007)
[iv] Secuencia de versículos extraída de Víctor Codina. Ibid.
[v] E. Hamel: “Justicia en la visión del Magnificat”. Extraído de http://www.mercaba.org/DicTF/TF_justicia_magnificat.htm (28/03/2007)
[vi] Digo no absoluto porque también hay ejemplos de gente rica utilizada por Dios grandemente.
[vii] Josef Schmid, “El Evangelio según San Lucas”. Barcelona, Ed. Herder, 1968, pp. 76-81
[viii] Secuencia de versículos extraída de Víctor Codina: Ibidem.
[ix] Dana, H.E. “El mundo del Nuevo Testamento”. Casa Bautista de Publicaciones, 1975. Pag. 148-151
[x] Hay que enfatizar: preferente no significa exclusiva. Lo digo por si acaso se generen dudas al respecto.
[xi] Bosch, David: Misión en Transformación. Grands Rapids: Libros Desafío. 2000. Pag. 152.
[xii] Abbott, Marcos (1999). Texto citado en http://www.centroseut.org/articulos/separ019.htm (28-03-2007)
[xiii] Abbott, Marcos. Ibid.
17 comentarios:
Wow...
Que buen post, me gusto mucho.
Regrese a ver el header de tu blog :p
jejeje..
Pense que era tu mano...
Mua!
No, es una mano femenina, como la tuya con el "Gracias" escrito en la palma.
Cúidate, y muchos saludos,
Abel.
Abel,
Excelente texto. Bellísimo además.
Y pensar que a María, en muchas iglesias, no se la nombra ni para el Día de las Madres...
Me hiciste reir, hace tiempo que no leo a Thompson & Scofield, y me había olvidado de las "aclaraciones espirituales". (No se si has visto la Biblia de Estudio Pentecostal... aclara oscureciendo!)
Un abrazo,
Jejejeje, es verdad, ni para el día de las madres, cuando, valgan verdades, es ella un ejemplo ideal de la madre. A veces, nuestros prejuicios son más fuertes, ¿no crees???.
Voy a buscar la Biblia de Estudio Pentecostal, para ver qué dice en los mismos textos y notar esas "aclaraciones espirituales". Ya me imagino el tono de ellas.
Muchos saludos,
Abel.
Scot McKnight dijo en una prédica que el texto Protestante parece leer, "“me llamarán bienaventurada todas las generaciones... excepto los protestantes."
El tiene un libro por ahí sobre la reincorporación de María entre el salón protestante de fama de los héroes de la fe (término que yo me invento, no él). Estoy interesado en leerlo.
A&R
Abel,
Yo no tengo la Biblia de Estudio Pentecostal aquí (no quiero que se me incinere la biblioteca :)
Mi comentario viene porque recordé haber leído en sus páginas, ya hace tiempo, una refutación graciosísima. Es la que dice que Jesús nunca tomó vino, sino un zumo de uvas mezclado con agua tibia (algo así)... Si tú tienes un ejemplar lo puedes leer hayá por las bodas de Caná (creo). ¿Alcohol? No, por favor, tengo un "cristo abstemio". Ja!
Totalmente, ya lo creo que nuestros prejuicios religiosos son más fuertes. Ese juzgar sin conocer al otro sigue causando mucho mal.
Seguimos la charla, un abrazo!
Alex:
Sí, sería un buen ejercicio leer el libro. Así, nos despercudimos de ese anticatolicismo feroz que tenemos, además de reconocer a María por lo que fue: la madre terrenal de Jesús -lo cual implicaba un duro trabajo por algunas situaciones que, tal vez, le fueron difíciles de asimilar-, y una creyente fiel (según el registro de Hechos) que nos dejó esa alabanza esplendorosa llamada el Magnificat.
Saludos,
¡Zumo de uvas mezclado con agua tibia!!!! Estas siendo condescendiente al catalogar la frase como "graciosa", aunque pues sí, causa mucha risa. Además, piensa en el sabor horrible que debió tener esa mezcla. ¡Peor que un jarabe de los viejos tiempos! Seguramente el que hizo el comentario no la ha tomado nunca (y apuesto que nunca lo haría)
No es por distraer del tema central . . . pero vale notar que nadie que argumenta sobre la teoría del "zumo de uva" jamás ha provisto de un documento explicando cómo evitaban la fermentación de ese "zumo de uva" durante el siglo 1ro.
La pasteurización del jugo de uva, que detenía la fermentación, se empezó a aplicar sólo desde el 1869. ¿Quizás ese método estuvo en algún manuscrito antiguo?
Mat 11:19 "Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre comilón, y bebedor de ZUMO DE UVAS CON AGUA TIBIA, amigo de publicanos y de pecadores. Mas la sabiduría es justificada por sus hijos." (Versión Neo-con revisada)
Sorry de nuevo, pero tuve que burlarme por un momento . . .
A&R
Por cierto (y ahora sí, volviendo al tema), justo hoy Mcknight continúa hablando sobre María en su blog, aplicado ahora a las mujeres en el ministerio.
Aquí.
A&R
Abel:
Tocas un tema apasionante y relevante para las comunidades de hoy.
En el Magnificat María nos comunica el profundo conocimiento que ella tenía de su historia pasada y presente, y de su decidido involucramiento en esta. No es una mujer que solo observa calladamente sino que está dispuesta a ser parte del cambio. Esto comienza definitivamente en la tierra y proseguirá más allá del horizonte.
Pero lo que ella dice en este salmo nos revela el sentir de otras mujeres que le antecedieron, ella RELEE lo que otras ya habían dicho (Cada uno lee con los ojos que tiene e interpreta a partir de donde los pies pisan. Para entender cómo lee alguien es necesario saber cómo son sus ojos y cuál es su visión del mundo. Esto hace de la lectura siempre una relectura. La cabeza piensa a partir de donde los pies pisan. Para comprender es esencial conocer el lugar social de quien mira, vale decir, cómo vive, con quién convive, qué experiencias tiene, en qué trabaja, qué deseos alimenta, cómo asume los dramas de la vida y de la muerte y qué esperanzas lo animan. Siendo así, se vuelve evidente que cada lector es coautor. Porque cada uno lee y relee con los ojos que tiene. Porque comprende e interpreta a partir del mundo que habita.) Es innegable la relación conceptual y literaria (dependencia literaria) del Magnificat (Lc.1:46-55) con la Oración y el Salmo de Ana (1 S. 1:11; 2:1:10). Era natural que Miriam (María) buscara en los libros sagrados de Israel analogías de su propia experiencia.
Como bien dices, en ambos salmos, detrás de los motivos personales destaca el motivo nacional (global, colectivo) que revela la conciencia que Miriam y Ana tenían de estar involucradas en el destino de su pueblo. ¡Que ese sentir sea nuestro sentir!
Shalom,
Gustavo.
"Y para eso, quizá Dios nos tenga que usar".
Que impresionante es que Dios no depende de nosotros pero espera de nosotros una dependencia de Él de tal forma, que en ocasiones parezca que el Dios Poderoso dependa de su hechura de arcilla. Y lo muestra María, cuya respuesta de disposición a Su Palabra (ser sierva, humillada) le hace colaboradora de tan grandísima obra.
Me dejas pensando en la parte "subversiva" del cristianismo que se manifiesta a través de María como mujer, pobre, marginada [etc] que recibe el favor de lo Alto y es colaboradora de la salvación.
Qué impresionante que la vivencia de María se iconice y distorsione de tal manera que sirva precisamente para lo contrario: asegurar un régimen, un dominio y netamente humano-temporal [el caso de México es contundente: la identidad colonial se cristaliza luego de la promoción de la Virgen Guadalupana]. Luego ahí vamos los reformados que en lugar de denunciar la idolatría (apuntar al ícono distorsionado), nos hicimos otros íconos falsos de un cristianismo sin María-bienaventurada, un cristianismo que promete ganancias a costa de otros ídolos más. Me queda la duda de qué situaciones concretas estarían implícitas en la "subversión"...
¡Qué buen texto Abel!. Sustancia y belleza juntas....
Alex:
Pasteurización... interesante punto. No lo sabía. Gracias por el dato.
Abel.
Gustavo:
Excelente tu comentario, como siempre. La relectura de las escrituras, así como el involucramiento en el destino de nuestro pueblo deben ser esenciales en nosotros, como lo fue en María. ¡Qué ejemplo tenemos con las palabras de María! ¡Qué reto se nos aparece!
Caro:
Si fue bueno mi texto, es mejor tu comentario. Me gustó mucho eso de "Que impresionante es que Dios no depende de nosotros pero espera de nosotros una dependencia de Él de tal forma, que en ocasiones parezca que el Dios Poderoso dependa de su hechura de arcilla. Y lo muestra María, cuya respuesta de disposición a Su Palabra (ser sierva, humillada) le hace colaboradora de tan grandísima obra" Que real que es....
Cuando hablaste de la guadalupana me hiciste recordar algo que pasó en la independencia mexicana (y por favor, te pido que me corrijas si me equivoco) que creo leí en Jean Pierre Bastian: los patriotas arriaban sus banderas con la guadalupana, y los realistas tenían a la virgen de la Almudena como escudo. Un arma para ambos bandos, inonizada y totalmente distorsionada.
Saludos para ti.
Interesante, Abel. Justo tocas un tema que toqué hace poco en un artículo al que nadie dio bola, je, je...
Pero sí: perdóname (perdónenme) por opinar desde fuera como católico, pero pienso que los protestantes le huyen tanto a la figura de María, que terminan por negarle méritos que son de justicia, y que bien vistos no tendrían por qué negarle.
"Bienaventurada me llamarán todas las generaciones": no hay refutación frente a ello.
Otrosí: ¿podrías indicarme en qué parte del magníficat interpretas que María se define a sí misma como pecadora?
Un abrazo. Sigues en mi lista de oraciones.
Kike:
Tienes razón, y lo digo en el artículo: María tiene excelentes méritos, justísimos, que nosotros los evangélicos no hemos sabido reconocer por cuestiones ajenas a la Biblia. Es algo que debemos corregir.
La definición de pecadora en el Magnificat viene de la palabra "soter" que usa María. De esa palabra viene "soteriología" o teología de la salvación. ¿Cómo traducirla? Ojo, previamente aclaro que no soy experto en griego.
La Biblia Latinoamericana (Católica) dice "Dios que me salva". La de Jerusalén (católica) dice "Dios mi salvador. Igual la Reina Valera 1960 (protestante). ¿Qué significa? Según un diccionario griego-español puede ser:
a. Liberación
b. Preservación
c. Salvación
Todos los eruditos traducen como salvación. Ahora, la salvación se puede referir:
1. A salvación de peligros reales, sean a nivel personales o nacionales (se ve más en el AT).
2. La salvación espiritual convencional tal como la entendemos en castellano y dentro del trasfondo cristiano.
3. Experiencia presente del poder de Dios para salvarnos del pecado.
4. La liberación futura y definitiva de los santos, en la segunda venida.
Dado esto, los católicos entienden que, siendo el Magnificat inspirado en el cántico de Ana, entonces hay que analizarlo con ojos veterotestamentarios. Por lo tanto, cabe más la interpretación(1). Los evangélicos decimos que, dado que Lucas es un escritor del NT y versado en la doctrina cristiana y, además, observando su uso de la palabra en su evangelio y en Hechos y, finalmente a que María era creyente y interpretaría su propio magnificat con esos ojos, entonces hay que entender "soter" de la forma (2).
El común de los comentaristas protestantes lo toman de esa manera, y yo mismo lo creo así. Por eso que ella se entendía a sí misma como pecadora.
Tu artículo sí lo leí -otra cosa es que no haya dejado un comentario-; me pareció muy interesante aunque es complicadísimo tomar a María como base ecuménica, así la revaloricemos desde nuestra orilla. Es como si te dijera: ¿Qué te parece si tomamos a Lutero como elemento ecuménico??? Difícil, a mi entender.
Saludos para ti.
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