domingo, 7 de enero de 2007

Más de economía y cristianismo...

En el Principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era caos y confusión y oscuridad encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas” (Gen 1:1-2 BJ). Tras eso, Dios hizo la naturaleza junto con el hombre material dependiente y en relación especial con ella por su condición de ser orgánico, poniéndolo a cargo de todo, según el relato, en un gran jardín con todo lo que necesitaba -estaba Eva, estaba Dios, estaban los alimentos (Gen. 1:16)-. Entonces, un vínculo fraterno se formaba con otros seres humanos –a través de la mujer-, con Dios –referido en su dialogo con Él-, consigo mismo –por su conciencia de soledad al ver a los animales-, y con la propia naturaleza. Luego vino el pecado y se trastocó todo. A la naturaleza humana le llegaron algunos regalitos.

El cosmos se transformó pero la necesidad del hombre se mantuvo inalterable. Tampoco variaron las relaciones: por ejemplo, la dependencia hombre-naturaleza se conservó. Había que comer, soportar el frío, vestirse. Para ello demandaba bienes que debían producirse (hacerlos por sí mismo o, en un inicio, recolectarlos) mediante la actividad económica, o en palabras de Marx, el trabajo. Ya Dios lo había establecido desde antes de la caída (Gen 1:15).

Aquí está la base de todo. Adán tenía hambre, y tenía que sembrar. Necesitaban pieles para vestirse, y había que ir a cazar un oso o quizá un búfalo. Si se requerían vasijas para cocinar, pues iba a su casa a hacer labor de alfarero. Hoy hacemos exactamente lo mismo con cada una de nuestras necesidades, pero nos especializamos en hacer una cosa, y luego intercambiamos eso por todo lo demás. Claro está, con el bien llamado dinero de por medio. En resumen, necesidad y bien que requiere ser producido por el hombre mediante el trabajo. Del primero depende el consumo, y del segundo, la producción en sí.

Necesidad, entonces produzco y luego consumo. ¡Fácil y elemental –y redundante-! Es la base y el motivo del estudio de las actividades económicas del hombre. Todos estamos inmersos en este proceso y por eso somos bautizados como homo economicus. La vez anterior comenté sobre la escasez surgida del desbalance que existe entre necesidades y satisfactores. Esta es una vieja idea que viene desde los economistas clásicos de del siglo XVIII, debido al concepto de los rendimientos decrecientes (dime, ¿eres más productivo en el trabajo a las 9 de la mañana, cuando entras, o a las 8 de la noche, en las horas extras? Es temprano por los rendimientos decrecientes) y por los conceptos poblacionales de un señor llamado Malthus (que decía que la cantidad de gente crece exponencialmente: 1, 2, 4, 8, 16, 32…; y la cantidad de alimentos producidos crece aritméticamente: 1, 2, 3, 4, 5, 6…). La idea es real y la sentimos todos los días: ¡No tenemos todo lo que queremos! ¡El dinero no nos alcanza! (lo mismo en niveles de país como personales).

Necesidad, producción. Adam Smith, el padre de la economía moderna, dijo una frase reveladora, escupida a mi rostro en una de las primeras lecturas de mis estudios en la universidad: “la base de la economía es la codicia”. Rápidamente vinieron a mi mente las palabras de Santiago: “Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” (Sgo. 4:2-3 RV60). El ser humano, por el conflicto cósmico a raíz del pecado, desea tener más y más y más y más y más y más y más y más y… ( a propósito y haciendo una pausa, de este concepto de la codicia viene mi desconfianza a aquellos cristianos que comienzan el ministerio en el llano, peleando allí, y comienzan a crecer, impulsados al inicio por el celo de la palabra, pero después se transforman, trabajando a nivel de su ciudad, de su país, luego de Latinoamérica, se convierten en intocables… ¡codicia!). Y va por los dos lados: como queremos más, las necesidades van para arriba. Como queremos más, la producción, igualmente, es presionada hacia arriba.

Un hacha para separar a ambas. Dije antes que por el lado de las necesidades hay algunos problemas: la definición de ellas, el establecimiento de unas “necesidades básicas como derecho humano”. Evidentemente hay más inconvenientes. Nosotros empujamos las necesidades al crecimiento. Los señores del otro lado –de la producción- juegan con nuestra codicia. La mercadotecnia nos invade y estimula el espíritu codicioso del alma humana. Nos venden el auto nuevo, la moda del verano, luego del otoño, del invierno, de la primavera y del verano otra vez, totalmente cambiada que se ve espectacular en una modelo anoréxica rubia de ojos azules a la que no nos pareceremos jamás. Viva el glamour, la comida exótica, la vida cómoda, los viajes, la coca cola más burbujeante, la nueva Pentium, el juego de sala nuevo. La liposucción. El nuevo color de cabello, la nueva cerveza, la TV plasma, el nuevo lector de DVD, el MP4, la Biblia con cobertura nueva, el nuevo CD de alabanzas. ¡Consume, consume, consume! ¡Mira esto, la novedad! ¡Necesito, necesito, necesito! ¡Más, más, más! ¡Y lo quiero todo para mi! (porque a la hora de satisfacer las necesidades, yo compito con los demás por los satisfactores limitados que existen. Por ejemplo, ¿Han ido a un cierrapuertas de un gran almacén? ¿Se compite o no?). Nosotros, hipnotizados, nos tragamos el anzuelo con caña de pescar y todo.

Entonces, a producir más. Todos a producir más (bueno, los que tienen empleo). El sistema productivo está organizado, hoy por hoy, por empresas de propiedad privada, que en teoría existen para la satisfacción de necesidades (aunque Marx no estaba de acuerdo: decía él que la producción era para el intercambio. Por ello, su análisis económico se basaba en la mercancía y sus valores de uso y de cambio). Las empresas tal como están diseñadas generan algo jugoso y atractivo: utilidades, ¡Y la codicia está allí! Hay más utilidades si produzco más, hay más utilidades si produzco mejor, hay más utilidades si vendo más, si tengo menos costos, si soy más eficiente, si trabajo más tiempo. Para ser más eficiente, yo como engranaje productivo debo hacer una maestría, luego otra, luego permanentes cursos de actualización, al mismo tiempo de llegar más temprano al trabajo y salir más tarde. A veces es necesario ir un fin de semana. (en otros países las jornadas laborales se acortan pero al mismo tiempo que de los salarios. Por ello, necesito un trabajo extra que me permita mantener mi nivel de consumo aunque implique 13 o 14 horas al día de labor). Como compito con otros productores, hay que ganarles, siempre ganarles, ¡destruirlos!, y si no puedo, ¡comprarlos! Por ello la concentración de poder económico. Unas pocas trasnacionales mueven una masa enorme de dinero y pueden decidir sobre cuestiones a nivel global.

Abstraídos en la competencia y en la eficiencia. Si no, quedas fuera, excluido, y serás el “lloro y el crujir de dientes”. La presión es fortísima. ¿No tiene sentido que esta sea la época de los psicólogos? Es necesario tratar la angustia causada por la posibilidad de que te boten al tacho de basura.

A este nivel, y para terminar, dejo a Ernesto Sabato (*) con algunos pensamientos de sus noventaitantos años vividos en permanente reflexión.

A cada hora el poder del mundo se concentra y se globaliza. Veinte o treinta empresas, como un salvaje animal totalitario, lo tienen en sus garras. Continentes en la miseria junto a altos niveles tecnológicos, posibilidades de vida asombrosas a la par de millones de hombres desocupados, sin hogar, sin asistencia médica, sin educación. La masificación ha hecho estragos, ya es difícil encontrar originalidad en las personas y un idéntico proceso se cumple en los pueblos, en la llamada globalización. ¡Qué horror! ¿Acaso no comprendemos que la pérdida de los rasgos nos va haciendo aptos para la clonación? La gente teme que por tomar decisiones que hagan más humana su vida, pierdan el trabajo, sean expulsados, pasen a permanecer a esas multitudes que corren acongojadas en busca de un empleo que les impida caer en la miseria, que los salve. La total asimetría en el acceso a los bienes producidos socialmente está terminando con la clase medias, y el sufrimiento de millones de seres humanos que viven en la miseria está permanentemente delante de los ojos de todos los hombres, por más esfuerzo que hagamos en cerrar los párpados. Pronto no podremos ya gozar de estudios o conciertos porque serán más apremiantes las preguntas que nos impondrá la vida respecto de nuestros valores supremos. Por la responsabilidad de ser hombres.

Esta crisis no es la crisis del sistema capitalista, como muchos imaginan: es la crisis de toda una concepción del mundo y de la vida basada en la idolatría de la técnica y en la explotación del hombre. Para la obtención del dinero, han sido válidos todos los medios. Esta búsqueda de la riqueza no ha sido llevada adelante para todos, como país, como comunidad; no se ha trabajado con un sentimiento histórico y de fidelidad a la tierra. No, desgraciadamente esto parece la estampida que sigue a un terremoto donde en medio del caos cada uno saquea lo que puede. Es innegable que esta sociedad ha crecido llevando como meta la conquista, donde tener poder significó apropiarse y la explotación llegó a todas las regiones posibles del mundo.

La economía reinante asegura que la superpoblación mundial no puede ser asimilada por la sociedad actual. Esta frase me da escalofríos: es suficiente para que los poderes maléficos justifiquen la guerra. Las guerras siempre han contado con el auspicio de grandes sectores de la población que, de alguna manera u otra, se beneficiaban de ella. Como centinela, todo hombre debe permanecer en vela. Esto nunca ha de suceder. El “sálvese quien pueda” no es sólo inmoral, sino que tampoco alcanza.

Las creencias y el pensamiento, los recursos y las invenciones fueron puestos al servicio de la conquista. Colonialismos e imperios de todos los signos, a través de luchas sangrientas, pulverizaron tradiciones enteras y profanaron valores milenarios, cosificando primero la naturaleza y luego los deseos de los seres humanos


¿Y qué de los cristianos ante esto? ¡Muchos están esperando el cielo o encerrados en sus templos! ¿No es eso inmoral?

(*) La cita de Ernesto Sabato es de su libro "La resistencia".

8 comentarios:

Jaaziel dijo...

Pues nada los cristianos a esperar a salir "volando" por los aires ;-(

La Palabra de Dios, la Biblia esta llena de sabiduria, y llena de "economia" de lo que el Señor demanda de nosotros, de la forma de conducirnos...
Cuando dices lo del "hacha", he recordado que tenemos algo mejor, algo más afilado que una espada de dos filos, y que hace precisamente eso, separar nuestros sentimientos, nuestro "corazón perverso" (el alma), del espíritu.
Abel, espero con muchisimo interes la continuación de tu serie.
Gracias por compartirlo con nosotros

Abel dijo...

Hola Jaaziel.

Leí el enlace que me pasaste la vez anterior. Muy interesante, sobre todo la parte de la abundancia basada en el crecimiento económico. Para mí desde el siempre el tema del crecimiento seductor e intrigante, y muchas cosas aún no están claras, y más ahora con el impacto al medio ambiente.

La forma de conducirnos, es esa la cuestión. ¿nos dejamos llevar por las tensiones del mundo o hacemos contracultura?? Preguntas que hay que plantearnos...

Gracias por tu lectura. Estamos en contacto.

Abel.

Jaaziel dijo...

De hecho creo que el cristianimo es la más formidable "contracultura" que ha conocido la humanidad.
Un "hackeo" de la sociedad que empieza en cada corazón.
En ese "mover" de la cultura "Open", de la colaboración, como cristianos, no podemos otra cosa, que estar en primera linea
Un abrazo

Orlando Inagas dijo...

Abel:
Dios te siga bendiciendo. Quería felicitarte por tu aparición en "Santa Suburbia". Me gustó mucho el programa y creo que nos llama a la reflexión sobre las técnicas de crecimiento que se están empleando.
Un abrazo, desde Venezuela.

Carolina García dijo...

Abel,

¿Para qué malgastarse en las complejidades de la producción para llegar al consumo?. Si tengo dinero, puedo comprar plata (o cualquier otro bien cotizado en bolsa), puedo especular con su precio y con pleno conocimiento de lo que pasa en la bolsa, luego revenderla según me convenga. No importa que vayan a la quiebra industrias enteras, que haya miles de trabajadores que se conviertan en desempleados ni que los ecos de las alzas en los metales afecte a los demás. No, ese problema ya le corresponde a "otros". Es más.. aún sin comprar; mejor propicio guerras y con la especulación generada me enriquezco.
[espero darme a entender]

El trabajo en términos de relación (hombre-naturaleza, hombre-hombre) devela la explotación, el despojo, el abuso de esas acciones en las que ni siquiera hay de manera directa un proceso "productivo" de por medio; no hay un "empleado" o un "explotado" de manera visible. La responsabilidad se difumina y parece que no pasa nada.

La cuestión está en el núcleo del trabajo (o la capacidad del hombre para aportar de sí mismo a la naturaleza o al vecino); incluso con momentos donde el motor no sea la codicia (como los puritanos protestantes del siglo XVII) hay explotación y capitalismo.

Sigo pensando que Malthus puede ser un buen pretexto, que su clasificación de necesidades y su explicación del desabasto no ayudan a aclarar tanto como parece.

¡¡Saludos!!

Abel dijo...

Caro:

Si el motor no es la codicia, entonces no habría explotación; si hay explotación entonces hay codicia del lado de los propietarios de los medios de producción. Es todo un círculo super vicioso.

Y... estoy de acuerdo con el tema del trabajo. Es una lástima que se haya perdido esa visión en el análisis económico moderno, y que hallamos reemplazado las teorías del valor y del trabajo por complejas fórmulas matemáticas que nos llevan a las ramas pero que nos alejan de la raíz de las cosas. Quiero tratar de escribir un poco sobre eso en algún momento porque su análisis es fundamental...

Muchos saludos para ti.

LuisLiviaLuisa dijo...

Me encanta como escribes...
Sabes? Te hago una invitación y quizás en unfuturo no muy lejano te pueda hacer una entrevista via Skype para incluirla en este Podcast, que te invito a escuchar.
INVITACION
Te invito a escuchar el Episodio 07 del Podcast: Levántate y Sal a Caminar: La Riqueza del Silencio.
Levántate y Sal a Caminar no es un podcast cultural, musical, religioso o de entretenimiento, es eso y Mucho Más…
Levántate y Sal a Caminar intenta informar, formar y transformar… los elementos: el amor, la vida, la fe. Porque el amor es movimiento, la vida es movimiento, la fe es movimiento…
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Luisa de Levántate y Sal a Caminar.

Abel dijo...

Hola Luisa, con mucho gusto podemos conversar. Mándame un correo y coordinemos el tema y otros detalles...