viernes, 26 de octubre de 2007

Misión y desarrollo económico

Hace unas semanas hicimos un coloquio en el Centro Evangélico de Misiología Andino-Amazónica sobre algunas ideas vinculadas a la misión de la iglesia y el desarrollo económico. Junto a mi gran amigo Miguel pudimos expresar algunas conceptos personales que, espero, les sean de utilidad.
Gracias a Jorge por la edición de los videos.
Parte de Abel García
Parte de Miguel Paredes

domingo, 21 de octubre de 2007

¿Enseñándole a los adolescentes a usar un condón?

Pregunta directa para que me puedan ilustrar con sus comentarios: ¿Cuál debe ser la postura de los cristianos para con las políticas gubernamentales ante el avance del SIDA, las enfermedades de transmisión sexual (ETS) y los embarazos no deseados –ergo, los abortos-?

La actitud tradicional que está de acuerdo a la ética cristiana se basa en que el sexo está circunscrito a la esfera del matrimonio. Toda relación sexual premarital o extramarital es incorrecta porque trasgrede lo que la Biblia dice y, desde esa lógica, apuntamos una propuesta de manejo que puede reducirse a:

a) El no tener sexo antes del matrimonio es el único método 100% seguro, junto con la fidelidad en el matrimonio.

b) No apoyamos otros métodos porque estaríamos siendo cómplices del libertinaje sexual que cada vez es más intenso en nuestra sociedad.

Yo sí creo en que el sexo es para la esfera matrimonial, y que la fidelidad es lo mejor y lo que protege con total seguridad de las amenazas de las ETS y embarazos indeseados. Esto es así por mi ética adquirida, la cual se aplica –en lo posible- en las iglesias cristianas y la inculcaré en el seno de mi familia. Pero ¿debo imponer esta ética a otras personas (que además son mayoritarias) con las que no comparto el mismo esquema de valores? ¿Imponerla a gente que cree que el sexo es una expresión de entrega en la relación de pareja? ¿A gente que lo circunscribe a niveles puramente hedonísticos y placenteros? ¿Gente que no es cristiana practicante, que quizá es atea?

No puedo. Entonces, ¿Qué hago? Sé que el 100% de protección es lo óptimo (y lo debo expresar de esa manera sin absurdos prejuicios de una parte de la opinión pública sesgada a la opinión convencional de las iglesias) pero las cosas no son como yo quiero que sean, sino que las cosas son como son. La realidad pesa demasiado, no puedo cubrirla ni meter mi cabeza en un agujero como lo hacen los avestruces. Por ello, 95%, 97% es mejor que 30% o 25% (hablo en términos de protección). Por lo tanto, aspiraré a ampliar mi probabilidad, porque quiero menos gente con sida, con sífilis, con gonorrea, con hepatitis; quiero menos niños sin padres, menos abortos, menos adolescentes con vidas truncas. Allá nosotros si nos queremos engañar diciendo que “no tener sexo es lo mejor” pero sabiendo que los chicos tienen relaciones sexuales (haciéndonos de la vista gorda) y que un embarazo no deseado puede venir por el simple hecho que nadie le enseñó al joven sobre el uso correcto del preservativo. ¿No es eso un poco inmoral?

Por ello, creo que un campo de misión es enseñar a los jóvenes de una manera completa el tema sexual:

(1) Definir con claridad lo que es el sexo, qué implica, lo que pesa dentro de nuestra naturaleza humana.

(2) Hablar de la praxis: lo mejor es no tener sexo hasta que te cases. No hay riesgo de nada.

(3) Si quieres tenerlo, protégete. No hay método 100% seguro por lo que hay ciertos riesgos marginales. Explicar los riesgos.

(4) Para protegerte tienes estos métodos: a, b, c. Para evitar embarazos no deseados tienes d, e, f. Y SE USAN DE ESTA MANERA. O sea, enseñar a usar un condón correctamente, a usar las pastillas, el método del ritmo, todos los demás. O sea, ¿puede ser parte de la misión de Dios enseñar a usar el preservativo a jóvenes que no comparten mi ética pero que seguramente se acostarán con su enamorada o una prostituta muy pronto? Pues, diría que sí. ¿Lo haría yo mismo? Sí, lo haría.

lunes, 15 de octubre de 2007

La mutación del liderazgo

Aunque el coaching y el mentoring están cambiando el panorama del liderazgo en el mundo organizacional, todavía los líderes son vistos con un aura de misterio, como separados del resto, con cualidades especiales o talentos que los demás no tienen, despachando allá arriba en sus oficinas del tamaño de un departamento pequeño, tomando decisiones trascendentes para mucha gente, observando el panorama con visión global y expresando potentemente una imagen de seguridad.

Demás está decir que en las comunidades cristianas casi es lo mismo. Dentro del catolicismo, la separación entre el clero y el laicado tiene una explicación teológica (mis amigos católicos pueden explicar esto mucho mejor que yo), y en las iglesias protestantes es algo parecido aunque menos riguroso. ¿Cuál es la imagen del pastor? El terno, en lo posible impecable, la prédica homilética, la distancia respetuosa definida con la congregación. La formalidad. La liturgia. La profesionalidad, que a veces oculta al don. La seguridad. Eso para nada es malo. Ha sido el repositorio sobre la cual la iglesia ha crecido, y madurado por muchos años aunque las cosas están diseñadas para que el líder tome el control y no para que sirva al resto, pero esto está siendo cuestionado.

No sé qué piensen ustedes aunque ya he hablado de esto antes. Quizá canse a algunos, pero la cosa es hoy por hoy más horizontal y relacional. El pastor gurú que me daba todas las respuestas está al borde de la jubilación, y es el seno de la comunidad en interacción plena, en el compartir entre todos, en donde nacen todas las nuevas interrogantes y las nuevas soluciones. Esta comunidad tiene un diseño distinto al anterior que tiene presente que el que "anhela obispado es porque buena obra desea", pero sabiendo que "si alguien quiere ser primero pues debe ser postrero". Esta comunidad quiere aplicar de verdad esta realidad bíblica.

La homilética se está transformando (¡y este lugar, Internet, es la prueba de eso!) y hoy todos podemos hablar y comentar gracias a esa maravillosa herramienta llamada blog, que permite que la voz fluya en dos sentidos; ya no sólo viene del púlpito, sino de “abajo”. Y este “abajo” presiona y condiciona al nuevo liderazgo (que, como decía, la tiene clarísima cuando entiende que tiene que servir de verdad y no hacerse servir) con sus propios parámetros: un fluir real del don que el Espíritu Santo nos ha dado, adiós a la formalidad disuasiva y separatista –no más corbatas, no más elegancia-, bienvenida a la prédica diseñada para el oyente y no para el esquema teológico del seminario, esto es, gráfica, narrativa y absolutamente dialogante, pero por sobre todas las cosas, priorizando la transparencia a la seguridad.

Sí, transparencia. Los líderes están distantes y no se muestran como realmente son -esta es una realidad fulminante en muchas iglesias-. Predican bonito, aconsejan muy bien, pero no se sabe lo que sienten, lo que sufren ni lo que sueñan (a menos que sean sueños de grandeza ministerial). Ahora la seguridad se está desechando porque es mejor la transparencia, y el “abajo” pide un líder como ellos, no un oráculo místico sino alguien que se muestre tal cual es con virtudes, defectos, luchas, crisis, dilemas, fracasos, éxitos, alegrías, penas, dudas, certezas, miedos, esto es, que se muestre en toda su humanidad. Sin imágenes prefabricadas, sin máscaras, totalmente cristalinos.

lunes, 8 de octubre de 2007

Los maniqueos de hoy

Los dibujos animados de los 60 o 70s, que fueron los que veíamos en el Perú en los 80s, mostraban una visión dualista de su ficticia realidad. Los malos contra los buenos. Unos con su cuartel general en las ciénagas o en áridos parajes desérticos, otros en perfectos lugares siempre iluminados, siempre adecuados. Unos bondadosos, otros destructivos. El cosmos siempre andaba en constante conflicto entre éstos y aquellos, de forma permanente, con la persistente victoria de los justos –aunque debe reconocerse que era de manera temporal, hasta el siguiente capítulo porque si no se acababa la historia-.

La irrealidad de esos dibujos animados se hacía evidente cuando uno llegaba a la adolescencia. Allí uno descubría que la división estricta entre lo blanco y lo negro, sin matices de grises, era algo absolutamente no humano. La realidad del gris se hacía presente, la imperfección y la crudeza de los demonios interiores, de los pensamientos impuros y los sentimientos altruistas convivían en nosotros y en eso no había forma de encajar el viejo entretenimiento de la niñez que quedó obsoleto con la nueva etapa de la vida.

Gris, gris, gris, así se nos hace la vida. Lo blanco y lo negro ya no eran las únicas opciones. Una amplia banda hacía el mundo muchísimo más enmarañado porque tenías que pensar, que interpretar los hechos que te sucedían y ante ello quedabas desconcertado. Parte de la crisis de la adolescencia es precisamente eso: no saber qué hacer ante el nuevo mundo.

Claro… hasta que llegas a la iglesia, y todo vuelve a hacer como en la infancia.

Iglesia = salvación = blanco
Mundo = perdición = negro

Se acabó el gris; también la capacidad de análisis y de crítica. ¿Cómo decirle a alguien que es blanco cuando está absolutamente convencido de que es negro? O si encuentras en el “mundo” algún valor positivo, ¿cómo explicar que puede ser blanco si a priori ya tiene la categoría de negro? Esto es así para muchísimos ámbitos aunque hay que reconocer que se simplifica muchísimo la vida. Sí, sí, sí, no. No, no, no. Nada que cavilar, nada que analizar. La misma Biblia, libro sagrado tan complejo, pasa a convertirse en un manual de escuela dominical, con un peligrosísimo nivel de simplificación, empobreciendo el cristianismo a niveles saharianos. La colaboración del literalismo hace más pobre la situación. La poca instrucción de los fieles latinoamericanos ayuda con su parte.

Lo triste del asunto es que esto está muy extendido hoy, inclusive a niveles de importantes denominaciones de muchas ramas protestantes. El maniqueísmo, o la visión dualista de las cosas son casi una institución, incrustada muy adentro de la naturaleza del cristiano promedio, y es bastante resistente, como la malahierba, que dicen que nunca muere.

En realidad, ya han muerto varias malahierbas en el pasado (¿O prefieren llamarla cizaña?), así que ojala a esta le pase lo mismo.