martes, 17 de abril de 2007

Una praxis constante: Jesús y los marginales a través de Lucas

Hasta este punto, he considerado tres elementos, esenciales a mí entender, dentro del panorama económico lucano: María y su Magnificat, Juan el Bautista y el fruto del arrepentimiento, y Jesús presentando su ministerio en la sinagoga de Nazaret. Los tres forman una especie de “marco teórico” introductorio al que debemos tratar de encontrar una aplicación práctica que nos ilustre sobre su factibilidad. ¿Existe? Tenemos, entonces que observar a Cristo directamente en el campo, viviendo su propio pensamiento. Bien dice Juan Stam que “la consigna para ser un buen teólogo nos la da Marx en su undécima tesis sobre Feuerbach, que podemos parafrasear con “hasta ahora los teólogos han contemplado el evangelio sólo para explicarlo y formar un sistema; de lo que se trata es de llevar las buenas nuevas a todas las personas, a las naciones y a la historia, en servicio del reino de Dios. La teología que no es praxeológica tampoco puede ser bíblica; nace con un virus desde sus mismos inicios[i] y nuestro Señor, además de su enseñanza de salvación, de buenas obras y de esperanza, vivió una vida de sincronía perfecta entre lo que decía y lo que hacía, con un mensaje no exclusivamente espiritualista; como decíamos antes, con los pies bien puestos sobre la tierra. Jesús convertía en hechos toda y cada una de sus prédicas, no se conformaba sólo con el hablar, con la retórica fina, sutil, elegante, o confrontadora. No era sólo teoría teológica o ética: su praxis es categórica, determinante, capital.

Por ello, para muchos Lucas es el evangelista que más presenta a Jesús en contacto con los sectores sociales desprotegidos y menospreciados, muy interesado en la gente menos privilegiada: los pobres, las mujeres, los niños, los enfermos –y más, los que quedaban en condición permanente de impureza ceremonial, como la mujer del flujo de sangre o los leprosos- y los pecadores declarados. Su ministerio es presentado desde el principio como el anuncio de buenas nuevas a los pobres y marginados (Lc. 4:18-19), pero cabe una pregunta inmediata: ¿Quiénes son esos marginados? En una sociedad marcada por los valores religiosos de un fariseísmo insensible e intereses políticos de los escribas y saduceos, junto con la explotación del dominio extranjero y el sentimiento permanente de revolución y necesidad material, la marginación alcanzó niveles económicos (los pobres), sociales (niños y enfermos), culturales (samaritanos y mujeres) y políticos (publicanos), los mismos que mencioné líneas arriba. Nuevamente vale la pena aclarar que no todos los marginados con los que Jesús se relacionó eran materialmente pobres[ii].

Para efectos del trabajo, me concentraré en los pobres materiales. Según Gustavo Gutierrez, la palabra griega ptojos (pobre), que aparece 34 veces en todo el Nuevo Testamento, mayormente hace referencia al indigente, carente de lo necesario para vivir[iii]. Lo corrobora Bosch cuando nos recuerda en Lucas la palabra aparece 10 veces, en comparación de las 5 veces de Mateo y Marcos, y lo mismo ocurre con otros términos referidos a la riqueza, como plousios (rico) y hyparjonta (posesiones)[iv]. Es, pues, un tema importante.

Para muchos la pobreza es sinónimo de mugre; de una casa de cartón o esteras en un cerro de alguno de los conos de Lima que, por no tener energía eléctrica, se iluminan con velas que suelen caerse y quemar toda la vivienda, frecuentemente con niños adentro, encerrados para su protección por tener recursos para una niñera; de un colegio nacional de carpetas vetustas y profesores sindicalizados ignorantes; de pandilleros; de la empleada doméstica a la que no se le pagan los beneficios sociales, trabaja 14 horas al día y que gana menos del sueldo mínimo porque la-labor-incluye-casa-y-comida; del niño que hace piruetas en alguna esquina hasta las once de la noche; de rostros cobrizos y andinos; de ropa parchada. Pero la pobreza es más que eso, más que la imagen que no nos gusta ver, es un fenómeno complejo de tal magnitud que hoy, a pesar de todos los avances en la ciencia en general, no hemos logrado solucionar (vergüenza máxima de nosotros los economistas). Es más, parece que sigue aumentando, y la brecha entre pobres y ricos se incrementa permanentemente junto con la concentración de la riqueza.

La pobreza afecta la vida entera: las condiciones de salud, la nutrición, la educación, la seguridad con la violencia como contraparte, los servicios básicos, el estilo de comunicación, el sistema de valores, las relaciones entre los géneros, la familia como estructura, las lógicas económicas, la relación con el medio ambiente, la visión de los derechos humanos y la institucionalidad, la mirada de uno mismo como persona individual e integrante de una sociedad llena de discriminación y racismo[v]. Es un enemigo que ataca por todas las partes imaginables. Por ello, cabe perfectamente el término moderno de “grupos vulnerables”. Con esto en cuenta, se entiende más el amor especial de Jesús hacia ellos porque los conocía bien, sintiendo y viviendo su condición ontológica durante su vida. Con él no valían los discursos: se encarnó en la tierra en una situación de pobreza. No le bastó ser Dios omnisciente-que-todo-lo-sabe, se metió en el mundo de la mayoría, respiró el polvo, vio todo por dentro. No fue un analista social acomodado debatiendo sobre la carestía. Es esta una de sus prédicas actuadas.

No sorprende, por lo tanto, la reivindicación permanente del pobre que hace Jesús. Sabe de su condición de desventaja en esta tierra desigual, sabe de su permanente desvalorización –muchas veces hecha por ellos mismos- al ver la riqueza de otros. Por ejemplo, en los ayes lucanos (6:20-21a, 24-25a) el Maestro dice:

Y alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados… Mas ¡ay de vosotros, ricos! porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados! porque tendréis hambre

Habla de un estado de justicia futura pero real. Les dice “felices” porque ese reino, que ya se ha acercado, ¡era de ellos! Les promete la satisfacción completa de su necesidad y le da un mensaje al que tiene mucho, no porque posea sino por su actitud hedonista que vive satisfecha de su estilo de vida. Y lo mismo sucede en la parábola del rico insensato (Lc. 12:16-21). El pobre vive el día a día, muchas veces sin un trabajo estable y se encuentra en un estado de dependencia de Dios constante. El rico suele pensar que tiene todo en su mano, que controla su vida, que de él depende todo, que todo será como hoy, cuando no es así. Lucas se mofa de ese pensamiento, y coloca en una real dimensión. Más aún: ¡Les dice que para Dios ellos no tienen nada!:

También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios

Pasa lo mismo en el relato del rico y Lázaro (Lc. 16:19-30), que conforta al sufriente en esta tierra y coloca al rico en situación de tormento. Incluso cree que todavía tiene cierto poder al decir “Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama”. Recibe la respuesta correcta de Abraham: “Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado”. Lázaro, que representa a todos los mendigos, tiene paz. Por supuesto, no podemos inventar una teología económica-soteriológica desde estos versículos.

Pero, no sólo existe una comisión hacia los pobres, sino que hay una palabra clara dirigida a los ricos. Jesús nunca fue exclusivo de una clase social, se relacionó con toda clase de gente. En Lucas hay muchos encuentros de Jesús con personas pudientes. ¿Qué es lo que les quiso decir a los ricos? Su mensaje lo realiza a través de sus parábolas e historias: quiere que el rico se convierta de forma coherente al lenguaje social de Jesús. Dos ejemplos son los contrapuestos: Zaqueo (Lc. 19:1-10), jefe de los publicanos de Jericó, que opta por entregar la mitad de sus bienes a los pobres y cuadruplicar el posible fraude cometido por él a favor del transgredido, y el Joven Rico (Lc. 18:18-30), quien vive una vida ejemplar, celosa de la Ley, pero que no puede aceptar el reto de Jesús por su exceso de riqueza. Siempre vale la pena mencionar que Zaqueo no entregó el total de sus bienes, sólo la mitad, y con eso “la salvación llegó a su casa”, aunque al joven rico le pidió dar todo.

Derivada está la idea de la limosna, mencionada siempre -salvo una excepción- por Lucas en el Nuevo Testamento. Dar la limosna es, bajo el pensamiento judío que viene desde Moisés, una actuación a favor de la justicia y la misericordia, y se nos invita a darla de forma generosa. Y, per se, es una forma de alivio de la pobreza de la comunidad. En la práctica actual hay aristas espinosas y para muestra basta un botón: los niños que piden dinero en las calles que son casi siempre “monitoreados” por un adulto que los usa para su beneficio. ¿Dar, para que esta adulto se aproveche, o no dar, para evitar la explotación infantil? O, de manera distinta, ¿Dar, para acostumbrar a esos niños a que no es necesario trabajar para conseguir lo necesario para vivir, o no dar, para que los infantes se den cuenta que no es posible conseguir dinero en las calles? ¿Qué nos queda, dar en forma no-monetaria? Interrogantes complicadas. La idea está presente: dar para la necesidad del que no tiene. El proceso hermenéutico debe realizarse para encontrar nuestra mejor respuesta a este llamado.

Hay un mensaje adicional a los ricos. El pasaje del amor hacia los enemigos y la regla del oro (Lc. 6:27-36) nos da la pauta. Mateo lo relata (5:38-48; 7:12), pero Lucas hace el siguiente añadido:

“Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto. Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos. Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso” (v. 34-36).

El amor en términos del préstamo, un flechazo directo y certero a Mammón (Mt. 6:24). Más aún, Lucas expresa el amor hacia los enemigos en términos de amor hacia los morosos. ¿Cómo, entonces, entender esto? “Lucas entiende esta exhortación a los cristianos ricos. Bajo la ética social de su tiempo, los ricos invitaban solamente a los ricos para poder recibir a su vez la invitación de los mismos (Lc. 14:12). El Jesús interpretado por Lucas rechaza precisamente tal proceder. Este tipo de conducta se espera más bien de los pecadores que se limitan a hacer el bien a los que tratan bien y únicamente prestan dinero bajo garantía de devolución (Lc. 6:32-34). Los discípulos de Jesús, sin embargo, deben prestar sin esperar cosa alguna (6:35a). Son desafiados a ser misericordiosos como lo es su Padre Celestial (6:36). Por ello recibirán recompensa (6:35b): si absuelven (apolyo) a sus deudores, ellos mismos serán absueltos, es decir, se les perdonará… En términos económicos, Lucas desafía a los miembros ricos de su comunidad a abandonar una porción significativa de su riqueza y a emprender además algunas actividades desagradables, como la de otorgar préstamos riesgosos y perdonar deudas contraídas. Por supuesto, el lenguaje que expresa esa dimensión del discipulado es el lenguaje del año de jubileo: la idea del jubileo, de hecho, permea el Evangelio de Lucas[vi]

El Jubileo está vigente hoy en día. Con esa idea, comprendemos la situación vulnerable del pobre, la realzamos y asumimos, afirmando su estado de desventaja. Dios conoce la pobreza y ante ella nos consuela y anima, sabiendo que sus ojos están allí, vigilantes. No ignora la situación, no le da la espalda, no la olvida, no se hace el loco. Más bien, se encarna en ella, la vive y la explora. Pero, al mismo tiempo, se acerca al rico, le ofrece a salvación y le alienta a ejercitar el amor con una muestra práctica del compartir las riquezas con los que menos tienen. No le dice necesariamente que dejen sus funciones aparentemente ingratas (como a Zaqueo y su puesto de jefe de publicanos) ni que dejen de ser pudientes. Decir esto es ir en contra del espíritu del Evangelio. Sí lo invita a la justicia y a resarcir la falta. Al rico lo invita a ser generoso dando al que no tiene nada (mediante las limosnas). Es parte del testimonio misionero que se nos induce. Una misión que predica la salvación, la reconciliación y el perdón a todos los pecadores, pero al mismo tiempo desprendida, atenta con la necesidad del otro, lista a amar, no inclinada al dinero. ¿Cómo predicar las Buenas Nuevas si no somos sensibles a la problemática de nuestro auditorio?

No se puede predicar de ese modo, pero se ha hecho por mucho, mucho tiempo.


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[i] Stam, Juan: “Haciendo teología en América Latina. Juan Stam, un teólogo del camino”. Arturo Piedra-Editor. San José de Costa Rica, Litografía Ipeca. 2005. Pág. 23.
[ii] Lopez, Darío: “La misión liberadora de Jesús según Lucas”. En Bases de la misión: Perspectivas latinoamericanas. Redé Padilla-Editor. Buenos Aires, Nueva Creación. 1998. Pág. 237-239.
[iii] Citado por Lopez, Darío. Op. Cit. Pág. 240.
[iv] Bosch, David: Misión en Transformación. Grands Rapids: Libros Desafío. 2000. Pag. 130.
[v] Parte de la secuencia se extrae de Agencia Suiza para el desarrollo y la cooperación: “Pobreza-Bienestar un instrumento de orientación, de aprendizaje y de trabajo para la lucha contra la pobreza”. COSUDE, 2000.
[vi] Bosch, David: Misión en Transformación. Grands Rapids: Libros Desafío. 2000. Pag. 135.

4 comentarios:

Gabriel dijo...

Querido Abel,

Vengo siguiendo con mucho interés tus publicaciones. Compartimos varios referentes latinoamericanos.

Un pedido: el año pasado di varios talleres sobre Misión Integral a un grupo que realiza clínicas médicas en diversos países. Me han pedido que prepare un manual con los temas que vimos en esos talleres. Estoy recopilando autores y escritos, los que vimos y los que no llegamos a ver por cuestiones de tiempo, y me gustaría incluir alguno de tus textos publicados en este blog.

¿Qué te parece la idea?

Un abrazo,

Abel dijo...

Amigo, usa todo lo que quieras. Lo que me gustaría -porque suena ser algo muy interesante- es tener ese manual cuando esté terminado. ¿Puede ser????? ¿O sólo existirá en físico y no digital??

Gabriel dijo...

Gracias Abel!

Creo que va a estar en ambos formatos. Cualquiera sea el caso te lo haré llegar.

Un abrazo,

Abel dijo...

Gracias a ti.

Estamos en contacto.