sábado, 31 de enero de 2009

Cincuenta épocas, cincuenta dioses (1)

La inspiración

No es mi idea discutir a profundidad este tema que para nada está definido (pues sí, señores, no está definido a pesar de lo que leyeron por allí en algún manual básico de seminario evangélico o de lo que les dijeron en sus catecumenado eclesial). Para ello pueden ir a los textos fundamentales donde la inspiración se discute con seriedad o, dentro del universo blog en español, consultar como referencia la secuencia que en el blog Teosubversión se ha hecho. Sin embargo, necesito partir desde la inspiración, así que de todas maneras mencionaré algunas ideas pecando de simplista.

De manera muy general, cuando se habla de inspiración yo entiendo el término de dos maneras:

(1) Es la validación del contenido del texto bíblico.
(2) Es la validación del proceso que generó el texto bíblico.

Validar el contenido del texto bíblico implica que Dios considera al libro llamado “Biblia”, como una representación física donde su palabra está contenida y que tiene el propósito de comunicar una multitudes de mensajes al ser humano que, de otra manera, no podría recibirlos. Ese ente físico y palpable en forma de libro servirá, entre otras cosas, para “enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia. Así el hombre de Dios se encuentra perfecto y preparado para toda obra buena (2 Tim. 3:16 Biblia de Jerusalén)”. La utilidad, por supuesto, dependerá de la permanente actualización del texto validado por Dios a través de los muy distintos escenarios en donde se encuentran los lectores, sean variopintas culturas, épocas o estado de avance de las ciencias. Por ello lo fundamental, más que concentrarnos en la literalidad del texto, es buscar el lenguaje teológico que Dios nos quiso comunicar, escondido en los distintos relatos y tipos literarios que la Biblia tiene.

Validar el proceso de generación del texto bíblico significa que Dios certifica su participación en la compleja secuencia de construcción de la Biblia. ¿Y cómo fue esta? Como bien es sabido, el desarrollo de las ciencias sociales tiene menos de 200 años. Antes de este desarrollo científico, se pensaba de una manera limitada y simplista, considerando que los libros de la Biblia fueron escritos por los autores que ella misma decía y más o menos en las épocas en las que hacía referencia. Por supuesto, hay muchos libros en los que es obvia la escritura rápida de un solo autor, como las cartas juaninas o algunas paulinas, pero lo mismo se suponía para el Pentateuco, Job o Isaías. El avance de la historia, la arqueología y el mayor conocimiento de las lenguas muertas nos van enseñando, cada vez con más claridad, que el proceso de escritura de muchos textos bíblicos fue más complejo que el simple “se sentó a escribir lo que Dios le inspiraba”, sino que lo que tenemos ahora pasó por una larga secuencia de podía partir de la tradición oral (basada en hechos reales) para finalizar siglos después en la cristalización de un texto definitivo, que se ha preservado hasta hoy. Validar el proceso implica que en toda esta lenta secuencia Dios participó, día a día, semana a semana, año a año, siglo a siglo, con el fin de construir con nosotros su Palabra expresada en lo que hoy llamamos Biblia.


Imagen: http://msidobre.free.fr/exposes/numeration/haniez_bab/tabl-cuneiforme2.jpg

martes, 6 de enero de 2009

No es más que defensa de intereses

Cuando leo y trato de analizar la política internacional me guío por varios principios que me han servido para la observación de las muy conflictivas relaciones entre las naciones –pasadas y presentes-. Un par de ellos son:

(1) En las relaciones entre los países no hay buenos ni hay malos. Lo que existe es defensa de intereses de los grupos de poder.

(2) Uno de esos grupos de poder con influencia tremenda es el castrense, sobre todo en países imperialistas-expansionistas (USA, Rusia, China, e indirectamente Israel). No en vano el tráfico de armas es el segundo negocio a nivel mundial, tras el tráfico de drogas.

Los mismos principios me sirven como clave hermenéutica cuando leo los textos veterotestamentarios llenos de invasiones con matanzas de mujeres y niños indefensos, situaciones tan similares a las que el día de hoy vive Gaza con los aviones bombarderos en las cabezas y los tanques por las calles. ¿Es que es el mismo Dios que es hoy Príncipe de paz mandó matar a gente inocente en ese tiempo? Por ejemplo, el pueblo que invadía Canaan hacía lo que hacía por un interés que, como era típico en su tiempo, lo asignaban a la voluntad de un dios cuya imagen estaba en plena formación. Porque no es lo mismo el dios de clan que bendecía a Abraham que el Dios único y todopoderoso que se empezó a dibujar tras el exilio. Hubo un largo camino en la mente del pueblo que, poco a poco, fue mutando la imagen de su Dios. En otras palabras y yendo al punto, mataban porque querían y porque así les mandaban sus propios intereses (¡De la misma manera que se hace hoy!), no porque Dios se lo obligase, aunque así lo consignasen en sus registros.

Unos 20 israelíes han muerto por cohetes caseros palestinos en los últimos 8 años (cuatro en los últimos días). Ya superan los 200 los palestinos civiles muertos en la última ofensiva a Gaza. La desproporción es abismal. ¿Y porqué toda esa sangre? Pensemos en el principio (1): todo es defensa de intereses. ¿Cuáles son estos? Quizá estemos al tanto que este año hay elecciones en Israel y también en Palestina. En Israel, el partido de gobierno estaba en riesgo de perder las elecciones y ¡oh sorpresa!, hoy tiene el apoyo mayoritario de la gente tras la ofensiva. Un partido de gobierno que no quiere aparecer como paloma sino como halcón en un contexto electoral. En Palestina, el presidente Abbás tenía la intención de que las elecciones sean generales, es decir, que no sólo sean presidenciales (que son las que corresponden ahora) sino que también que sean legislativas (que, en realidad, tocan el 2010). ¿Saben quién tiene el control del Parlamento Palestino? Pues ni más ni menos que Hamás. Por ello Abbás quiere adelantar elecciones, para sacar a Hamás del poder. Obviamente, Hamás no desea eso (esta es una razón poderosa para violar la tregua y lanzar los cohetes. Se aferran al poder absoluto que ostentan inéditamente en Gaza y el Parlamento). Entonces, sumemos el lado israelí más el lado palestino. ¿Qué tenemos? ¡La invasión! Los grupos de poder de ambos lados tienen intereses poderosos, y siempre una excusa ante la comunidad internacional: Israel la defensa de su soberanía, Hamás la defensa contra el invasor (tal vez por eso los gobiernos palestinos no han neutralizado a sus radicales con la firmeza que debieron haber usado). ¿Cuál es la causa justa? ¿La de Israel? ¿La palestina? En verdad, todo se disuelve en el mar de los intereses. Mientras tanto, los inocentes siguen muriendo.

Un botón más: recordemos el asesinato de Isaac Rabín, primer ministro de Israel, que fomentó los tratados de Oslo. Muerto por un compatriota fanático (porque fanáticos hay en los dos lados). ¿Muerto de la nada? Pues no. Nuevamente todo se disuelve en el mar de los intereses.

Muchos cristianos, al defender la invasión a Gaza, afirman que Israel siempre se ha defendido de los ataques árabes y que jamás ha sido una nación incitadora. Yo discrepo. Creo que sí lo es por mi principio (2): los propios intereses de los militares y los políticos que la dominan. ¿Me interesa la guerra? Pues mantengo el caldo de cultivo que haga que tenga justificaciones para la guerra. Es como el matoncito del colegio que no te pega primero, sino que te provoca, te provoca, hasta que tú das el primer golpe. Ergo, la culpa es tuya y así lo hará saber ante el director. Pero si el matoncito lo hace con otro matoncito, basta una pequeña provocación, y viene la pelea furiosa en el baño del colegio.

Lo mismo es aquí. A Israel no le interesa demasiado una justicia real (para todos, no solo para ellos). Tener a los palestinos hastiados es su política, es su caldo de cultivo. Y los palestinos, pues, evidentemente responderán. Pronto, tendrás un suicida explotando en un bus de Tel Aviv, y luego, otra invasión hebrea… y así sucesivamente. Varios en Israel y Palestina, junto a los barones de la fabricación de armas estarán felices, contentísimos. Para ellos no hay crisis global que valga. Y los inocentes siguen muriendo.

¿Quién está interesado en que esto continúe? Mucha gente. ¿Israel, nación instigadora? Por supuesto que sí. ¿Israel, el malo de la película? No sólo ellos. ¿Palestina, víctima inocente? Sus civiles sí, por supuesto. La injusticia es tremenda con ellos. ¿Hamás inocente? Jamás -valga la rima-.

¡Basta de muerte, por favor!. Mi oración va por la paz en Gaza y la paz en Israel. Una paz que haga vivir tranquilos a todos, una paz que haga que los niños crezcan felices, sin el terror de la muerte rondando día a día.