sábado, 2 de febrero de 2008

Jesús, ¿profeta?

Si pretendo hablar de profecía y mesianismo debo referirme necesariamente a Cristo, a su papel en su ministerio terrenal y su credencial como profeta. ¿Lo es? ¿Es más que eso? ¿Es lo más importante de su obra? ¿Es relevante para nuestro caminar como cristianos? ¿Tan solo es una carga de Cristo, no transferible a sus seguidores?

En tiempos de Jesús se pensaba que las Escrituras eran algo definitivo porque el canon ya estaba completo (el rompecabezas del Pentateuco acabado, realizado el relato creativo en el período exílico-postexílico, el complejo proceso monitoreado por Dios listo). Antes Dios hablaba por los profetas (porque el canon estaba incompleto. Cuando Elías vivía faltaba medio Antiguo Testamento por lo menos) pero en épocas romanos la comunicación se filtraba a través de los sabios expertos en el análisis del texto divino. Sin embargo, aún había cierta profecía en Israel:

-Mediante el Sumo Sacerdote por su acceso al lugar santísimo.

-Mediante la apocalíptica que señalan la esperanza en la promesa, los sueños, las visiones y el éxtasis.

-Por referencias a Moisés.

A pesar de estas reseñas, se creía que la profecía ya estaba acabada, por lo menos tal como se la entendía en el Antiguo Testamento. No más Eliseos, o Samueles, o Amoses.

En este contexto —de ausencia de profetismo— los evangelios hablan de Jesús como profeta. Entonces, viene la evidente pregunta: ¿Es UN profeta o es EL profeta? O, replanteando esta cuestión tan importante incluso para hoy: ¿Jesús muestra una continuidad con el Antiguo Testamento o es algo nuevo, distinto, diferente? Analizando el texto bíblico, encontramos que se le llama profeta además de anunciarse un paralelo con Elías. Se hacen preguntas sobre su persona, aunque parece que nadie en el contexto pre-pascual lo llamaba Mesías de la manera en que se entendió después. Lo que sí es seguro es que lo consideraban un profeta. Hasta Herodes el Tetrarca.

Jesús mismo quiso presentar su misión en la línea del anuncio profético, más aún cuando se relaciona su obra con el destino del profeta, o sea, la muerte violenta (esto se hace evidente cuando vamos directamente al evento de su muerte). ¿Tuvo Jesús obra de profeta? Parece que sí a la luz de Lc. 4:16-30. El hizo profecías, juicios de desgracia, lamentos, y bienaventuranzas. Al oírlo hablar así la gente de su época pensó que era profeta al viejo estilo y se entusiasmó, tal como pasó con Juan el Bautista. Jesús también hace signos proféticos —la profecía nunca puede reducirse al mero anuncio, como si todo el carisma estaría compuesto por la palabra expresada—. Los signos son muy importantes, como los milagros y gestos (maldición de la higuera, Jesús escribiendo sobre el suelo como acto profético por excelencia, Jesús recibiendo a los niños como símbolos de disponibilidad para la acogida, la purificación del templo, etc.)

¿Qué decimos, entonces? Jesús era considerado un profeta desde la perspectiva pre-pascual y esto es lo correcto. Pero, para interpretar su persona esta visión es insuficiente, incompleta, parcial. La cristología de Jesús-profeta nos puede ayudar a entender el ministerio de Cristo, pero es una forma truncada de entender el misterio global. A la luz de la cristología post-pascual esto se hace insuficiente. Cristo viene del mismo Dios, por lo que el título de profeta es rebasado completamente. Hay que ir más allá, mucho más allá.

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