Después de la leucemia todo cambia. Ya las idas y venidas al banco dejarán de ser indiferentes y los pensamientos que andaban antes entre el porqué del mundo, la observación de la realidad, mi esposa en sus clases o lo que me esperaba en el trabajo se centran hoy esencialmente en el cáncer de mi hermano, en su posible transplante de médula, en sus quimioterapias, mascarillas, sueros y demás parafernalia médica. La vida de la familia está adosada al octavo piso del Hospital Rebagliati y nuestro centro de gravedad está allí, hasta que él vuelva a casa y todo, si Dios quiere, vuelva a la normalidad.
Los sentimientos han pasado por todas partes. Desde el "Dios de mierda, no te cansas de probar a la gente" de los dos primeros días a una confianza completa en Dios. Creo que no es extraño el hecho de que un evento catastrófico te lleva ante Dios con sólo dos posibilidades: o te acercas a Él y te sometes al puro afecto de su voluntad, o corres en dirección opuesta en estado de negación del evento o de la Divinidad. Una de dos, que a nosotros nos hizo arrinconarnos en pos de lo que ya conocíamos previamente, Su presencia y Su paz.
¿Y qué es lo que vendrá? No lo sé, pero Dios sí y, lo que sea, es lo mejor.
Los sentimientos han pasado por todas partes. Desde el "Dios de mierda, no te cansas de probar a la gente" de los dos primeros días a una confianza completa en Dios. Creo que no es extraño el hecho de que un evento catastrófico te lleva ante Dios con sólo dos posibilidades: o te acercas a Él y te sometes al puro afecto de su voluntad, o corres en dirección opuesta en estado de negación del evento o de la Divinidad. Una de dos, que a nosotros nos hizo arrinconarnos en pos de lo que ya conocíamos previamente, Su presencia y Su paz.
¿Y qué es lo que vendrá? No lo sé, pero Dios sí y, lo que sea, es lo mejor.