Cuando era adolescente algunas voces ya mayores me decían que la universidad era un reto para los cristianos, no necesariamente por la complejidad de los tópicos a estudiar sino, más bien, porque nos adentraríamos en paradigmas científicos que son marcadamente opuestos a las enseñanzas del cristianismo. Nos iríamos a la cueva del lobo y debíamos estar preparados intelectual y espiritualmente.
Por ello, existían -aún permanecen- ministerios que trabajan con estudiantes universitarios y sus particulares luchas y dudas de fe ante las muchas consignas que pueden serles rebatidas, como la evolución con su universo de 13,800 millones de años en contraste con un mundo de 6,000 años con dinosaurios apiñados en el arca, la posibilidad de más vida inteligente además de la terrícola o, si eras estudiante de ciencias sociales, el temible marxismo, la doctrina político-económica atea por excelencia. Ya ni hablemos de la filosofía y su particular manera en que se enfrenta a la existencia de Dios: muchos ya consideran, en la práctica, un rechazo a la existencia de la Divinidad. Por eso, en los setentas, o más atrás, ir a la universidad era algo no fomentado en el pequeño mundo evangélico latinoamericano. Cierta [gran] parte de lo científico era visto con mucho recelo.
Sin embargo, desde hace poco veo que se ha dado un gran viraje en la visión de lo científico. Ahora usamos la “ciencia” para fundamentar nuestras explicaciones. Por ejemplo, debido a la perspectiva particular respecto a la teoría de género, cientos de cristianos usan como argumento el cliché de que no es científica; hablan hoy de evidencia, de biología, de anatomía. Otros hablan de postulados ideológicos, de lo natural y antinatural, de diseño original [científico, claro está], de que los hombres y mujeres son fisiológicamente diferentes, que sus diferencias se basan en lo que determinan sus genes y nada más, que la superposición de las construcciones culturales y sociales es algo que no tiene relevancia, que es un mito o una mentira. La “ciencia” por detrás de todo. Pero las naturales nada más.
Por andar en las labores mundanas, me perdí de la reconciliación del evangelicalismo con la “ciencia”, aunque me da la impresión de que es cosa utilitaria. ¿O me equivoco?
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