lunes, 26 de junio de 2006

De todas las sangres (y pensamientos)

“En el poco poblado estado de Washington [U.S.A.], en un pueblo de 2,400 habitantes, pude contar hasta veintiocho iglesias diferentes. La gente lo llama socarronamente la ciudad santa”[1]

El debate sobre el denominacionalismo en la iglesia evangélica es muy complejo. Un estudio de hace una década registró 2,800 denominaciones sólo en los Estados Unidos sin incluir las iglesias “libres” que están compuestas por solo una comunidad y se cuentan por miles en todo el mundo, ni los grupos formados fuera de las fronteras del país. ¿Cómo afirmar de que somos un cuerpo en Cristo si estamos tan atomizados? ¿Qué argumento nos quedaría ante 1 Corintios 1:10-13 que exhorta a la unidad completa (Les ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que hablen todos una misma cosa, y que no haya entre ustedes divisiones, sino que estén perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer. Porque he sido informado sobre ustedes, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre ustedes contiendas. Quiero decir, que cada uno de ustedes dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo. ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por ustedes? ¿O fueron bautizados en el nombre de Pablo? -RV60 adaptada-)? O peor aún, ¿Qué argumento nos quedaría ante Juan 17:20-21 (Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste –RV60-)? ¿Y ante Efesios 4:1-6?

Sin embargo, si nos damos el trabajo de visitar cada una de las miles de denominaciones, encontraremos que Dios trabaja dinámicamente en la mayoría de las iglesias. La obra se expande, mucha gente es conciente de su realidad espiritual y responde positivamente ante el llamado de Dios, muchas personas restauran sus relaciones dañadas, muchas sanidades milagrosas son hechas, y muchas bendiciones se transmiten a través de las miles de comunidades cristianas obedientes de los mandatos bíblicos. Todas parecen ser bendecidas por Dios con generosidad sobreabundante: los de derecha e izquierda, los de arriba y de abajo, los de más allá y los de más acá. Todos mueren, todos se enferman, todos sufren, todos tienen encuentros con Dios, todos se llenan de alegría, todos tienen profundas experiencias religiosas, todos son protegidos, todos reciben la gracia multiforme. ¿Qué, entonces, de la unidad? ¿De qué hablamos si Dios bendice finalmente a todos? ¿De una unidad orgánica? ¿O más bien de una unidad interna?

Hay que decir las cosas con claridad: hay pasajes en la Biblia que pueden alcanzar más de un significado y todo esto dentro de estrictos principios de interpretación. Por ello, hay gente que cree que la salvación se pierde, y otros en cambio, piensan que una vez que la obtienes nadie te la quita porque es un sello que conservarás por toda la eternidad. Hay algunos que creen en el poder incólume del accionar del Espíritu Santo, mientras que otros reconocen su presencia, pero en una función pasiva. Algunos creen que estamos en los últimos días, otros que ni siquiera piensan que el tema sea digno de ser tomado en cuenta. Dios dispuso eso de esa manera. La Biblia no cambia ni cambiará (Mt. 5:18) pero los seres humanos sí lo hacemos. Nuestras sociedades evolucionan permanentemente a la vez que nuestra visión de la palabra de Dios. Por eso a través del tiempo hay nuevas lecturas y puntos de vista de lo que la Biblia dice acorde con nosotros mismos, generando nuevas formas de hacer iglesia, de hacer misión, de entender a Dios. Lo mismo pasa en forma horizontal en distintas culturas. Una iglesia africana de Nigeria es diferente a una iglesia boer sudafricana, ésta muy distinta a una megaiglesia coreana o a una tradicional iglesia anglicana inglesa y todas no son como mi iglesia, la Alianza Cristiana y Misionera.

¿Y dónde queda la diferencia teológica? ¿Es realmente importante o no ya que la bendición "chorrea para todos"? ¿Realmente algo quieren decir las diferencias? ¿Qué, exactamente?

Soy economista, y para tratar de explicar esto pondré el ejemplo de las bandas. ¿Qué es esto? En simple, significa definir un valor máximo y un valor mínimo para que entre estos podamos fluctuar sin nunca pasar los límites que previamente configuramos. Dadas la praxis observada de lo que Dios hace con sus hijos en la tierra, pensaría que Él, de alguna forma implícita ya que hay muchos temas en los que las cosas parecen no estar tan claras en la Biblia, permite flexibilidad en la interpretación y en la forma práctica de hacer iglesia, pero manteniendo límites. ¿Cuáles? Mi propuesta en este sentido es que son los que nos aproximan al comportamiento sectario. Por lo tanto, dentro de las bandas todo sería en cierta manera válido. Arminiano y calvinista. Premilenial y postmilenial. Pentecostal y no pentecostal. Esto explica la bendición para todos y la manifestación del poder de Dios a pesar de las diferencias.

Por ello la respuesta a la pregunta que me hice antes es que la unidad no es orgánica sino interna. Por lo tanto la discusión no es la unificación de denominaciones ni de estatutos de fe sino es, primero, la comprensión real de la posibilidad del diferendo; segundo, el reconocimiento de la otriedad; y finalmente el respeto mutuo. Sin embargo, esto es difícil sobre todo cuando los evangélicos latinoamericanos estamos acostumbrados a las formas caudillistas y populistas del pastorado, que deriva en el hecho que la voz del líder sea vox dei[2] y en donde si se osa hacer algún tipo de crítica se acusa de inmediato de poca espiritualidad o de ataque al cuerpo de Cristo, y a mostrar poco interés en el destino del otro, sobre todo si es desconocido –pensemos en el tráfico limeño para enfatizar esta última afirmación-. Muchas veces somos exclusivistas, se nos enseña que nuestra manera de ver las cosas es la mejor, miramos por encima del hombro a nuestro hermano que piensa distinto, somos burlescos y sarcásticos ante las experiencias de fe de otros, las calificamos de erróneas y originarias de un espíritu de contienda, de orgullo o de vil pecado. ¡Qué restringida es nuestra manera de entender a Dios! ¡Que soberbia nos invade cuando el Espíritu Santo nos enseña una verdad, al pensar que si alguien no ha recibido esa instrucción de la misma manera, no está cerca de Dios!

Aquí está el desafío real. Más que pensar en el meollo de las diferencias, las cuales parecen ser toleradas por Dios a pesar que muchas de ellas han aparecido no por la sincera postura sino por la agria discusión, nuestro trabajo se encuentra en cómo actuamos con ellas, en “soportarnos con paciencia los unos a los otros en amor” (Ef. 4:2b) y recordar que ese carismático es más que nuestro prójimo porque cree en el mismo Dios, lo respeta, lo ama, se somete a su voluntad y lo busca de la misma manera que lo hacemos nosotros. Lo mismo con el pentecostal, el bautista, el presbiteriano o el miembro de nuestra comunidad que piensa en otra forma. En última instancia, es un reto del agape[3] pleno, porque el aceptar al otro es en cierta forma amarlo. Y más si Cristo está en medio de todos.



[1] Jan Karel Van Baalen. “El caos de las sectas”, página 351. Aunque nos pueda sorprender, esta cita fue escrita en 1938.
[2] Voz de Dios
[3] Uno de los tres significados de la palabra amor en griego.

3 comentarios:

Abel dijo...

Esa es la clave de todo finalmente, respetar la posición ajena. Te hice una visita rápida pero luego volveré para leerte con más detenimiento. Muchos saludos,

Alex Rodriguez dijo...

¡Muy buena! Me gusta mucho como escribes.

No pretendo "spamearte" tu blog, pero este tema lo tratamos Rafael Perez y yo en esta edición de Santa Suburbia, y sorprendentemente (o quizás no tan sorprendentemente, tomando en cuenta la obra del Espíritu) llegamos casi a las mismas conclusiones que tú.

Sigue adelante, espero leer más aportes tuyos. Tu hermano y siervo,

A&R

Anónimo dijo...

¡Me gusta este tema y cómo lo abordaste!.

Un pastor que enseña con suma inteligencia y sabiduría resolvió muchas inquietudes partiendo que las diferencias se generan en tres niveles: 1. los fundamentos apostólicos (que no varían en tiempo y de lo que parte toda la doctrina y práctica), 2. las convenciones comunitarias (lo que tiene que ver con aplicar principios al contexto inmediato, que no viene dado literalmente en la Escritura; exige mucha sabiduría, tiene que ver en gran medida con las formas) y 3. las deducciones personales (que están siempre a prueba del tiempo y por el fundamento).
Si se trastoca el fundamento, se producen sectas (dígase trinidad, naturaleza de Jesús, salvación por fe, Sola Scriptura, etc).
Si se lleva lo que corresponde a convenciones comunitarias o deducciones personales al nivel de fundamento, se producen comportamientos sectareos.
Si tenemos claro lo que decimos en cada uno de los tres niveles y contextualizamos la creencia del otro, nos podemos entender muy bien, a pesar de las diferencias.

El otro punto es que si Pablo nos explica como miembros pertenecientes a un cuerpo, con funciones y posiciones diferentes; es natural y obvio entre las peculiaridades humanas, que la iglesia sea diversa. Un vaso capilar de mi brazo izquierdo jamás tendrá que ver de manera directa con la pared celular de mis neuronas ópticas. Y sin embargo, son del mismo cuerpo y están influídas por el mismo.
Creo que la diversidad amerita celebrarse como otra maravilla de Dios reflejada en humanos arcillosos que conforman Su Iglesia.