domingo, 11 de enero de 2015

Ser o no ser (Charlie)

Ya a estas alturas del partido se ha dividido el mundo entre aquellos que son “Charlie” de los que no son “Charlie”. Es evidente que todos rechazan el feroz ataque terrorista en París (ver a Netanyahu con Merkel juntos es una cosa rara) porque es inaceptable que se asesine a alguien en el nombre de Dios, pero al conocer un poco más del estilo particular de la revista, tan ofensivo, tan anárquico y anti-religioso, ha aparecido una discusión distinta y necesaria, surgiendo la pregunta de hasta dónde debe llegar la libertad de expresión. ¿Es que acaso hay cosas de las que definitivamente no se debe hablar o se puede escribir sobre todo? ¿Qué hacemos con el libertinaje de expresión? ¿Qué se hace con los libertinajes en general? Muchas son las preguntas que salen al aire ante el terror de los execrables atentados terroristas en París. 

No puedo negar que me sentí muy incómodo con algunas de las viñetas de Charlie Hebdo, especialmente con un par en donde representan de una manera vulgar a la trinidad o el nacimiento de Cristo. Pero me es claro que, como leí por alguna parte, el castigo de la blasfemia le corresponde a Dios, no a sus seguidores. Es que la blasfemia puede ser cosa muy relativa. Yo no soy quien para excomulgar o tomar una AKM contra aquellos que ofendieron a Dios. Como el diluvio bien lo expone, él puede defenderse solo. Sin embargo, a pesar de eso, me queda en el aire la sensación de que cualquiera, en aras de lo que sea, puede ofenderme a mí o a cualquier persona. Pero, seamos sinceros, hay personas de ciertos grupos sociales a los que los ofenderán más. Los dibujos ofensivos parecían ser en particular insistentes por parte de Charlie Hebdo hacia una comunidad que en Francia es la más marginada junto con los subsaharianos: los musulmanes. Una especie de marcado desprecio por los arrabales. Una manifestación de poder, a fin de cuentas. 

Entonces, como se tiene cierto poder, que dibujen lo que quieran. Es esta la libertad de expresión. Yo no sé si eso lo sea, pero Cristo, al ser inquirido por un escriba, dijo que la segunda gran norma para nosotros es el “amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos” (cf. Mr. 12:31). El amor como eje de vida, como clave de la fe y el accionar diario. Ya bien sabemos quién es el prójimo por si tenemos dudas (Lc. 10:25-37, la parábola del buen samaritano) y por eso como cristianos nuestros ojos deben estar en el otro, en el darme a él, en hacer comunidad, en el encuentro, en manifestarme con amor hacia él. Como bien dice el mensaje lucano, ese otro puede ser alguien a quien la sociedad desprecia: otra raza, otra religión, otra clase social. De dónde provenga el prójimo es algo que no importa en el mensaje de Cristo. Por eso me es tan extraña la actitud de Charlie Hebdo, porque no es una actitud cristiana. Por eso no estoy de acuerdo con la actitud de sus dibujos. No hay amor, no hay prójimo. Por eso, no soy Charlie.