miércoles, 31 de diciembre de 2008

Integralidad


Les presento la quinta edición de la revista digital Integralidad, que trabajamos desde el Centro de Misiología Andino-Amazónica (CEMAA) en Lima (Perú). Sus comentarios serán bienvenidos. Para acceder a ella sólo tienen que hacerle click a la imagen de arriba. Saludos a todos, y mis mejores deseos de un excelente 2009.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Las bombas también son elegidas

Desde hace tiempo existe un movimiento cristiano protestante que es pro-Israel, y defiende los intereses del estado judío. Para ese movimiento no existe mal o error en la política exterior de Tel Aviv, y no hay problema en justificar ataques militares contra los enemigos de la nación que cobija al pueblo elegido, sea un estado-oficial como Siria o Egipto, un estado-enclenque como el Líbano, o un proto-estado como lo es Palestina. No hay problemas con la sangre ni con el sufrimiento de gente que también es imagen de Dios. Es como si las bombas israelíes también fueran elegidas, como si existieran bombas malvadas y bombas santas, como si de verdad creyeran que la división entre elegidos y gentiles fuera real, con seres humanos de primera y segunda clase.

La opinión cristiana, a mi entender, debe ser siempre en pos de la vida, de la paz y de la defensa de los derechos básicos que la persona humana posee por el simple hecho de existir. Eso es con lo que nos debemos comprometer en primer lugar. Si, en lugar de eso, colocamos los intereses personales de un grupo de poder o de una nación o credo religioso, estamos en un camino errado, execrable y condenable. Como cristianos, la búsqueda de la paz y la vida debe convertirse en un principio que no debe transarse jamás. Lamentablemente, muchos hermanos han vendido esos principios fundamentales por creencias escatológicas o por literalismos bíblicos que siempre nos llevan a inverosimilitudes dolorosas que los fanatismos no suelen ver, como el hecho de defender los 315 muertos que hasta ahora ha dejado la ofensiva militar contra Gaza. ¡Defendiendo masacres con el fin de ser consistentes con una idea poco sostenible! ¿No hay algo malo en ello, algo que no funciona bien?

Por ello, no tiene sentido excusar la masacre israelí porque ya habían advertido en los días previos de un ataque masivo del mejor ejército profesional del área. No tiene sentido justificar una invasión de un mes contra el sur del Líbano, no tiene sentido justificar la construcción del muro de la vergüenza en Cisjordania que aísla a los palestinos, no tienen sentido las múltiples trabas que Israel realiza contra el buen funcionamiento del gobierno palestino, no tiene sentido hacerse la víctima ante la adversa reacción de la prensa internacional cuando tienen a su favor al lobby más poderoso del mundo (el pro-judío en Washington). Tampoco tiene sentido los misiles caseros que se lanzan a donde caigan, ni el terrorismo suicida que se sube a un bus y mata sin discriminación, ni el adoctrinamiento violentista que viene desde el jardín de niños, ni los secuestros a soldados. El sentido se encuentra en que la vida y la paz puedan prevalecer por siempre.

Sin justicia no hay paz. Toda situación injusta es caldo de cultivo para la resistencia. Y si a este caldo le añadimos el fanatismo religioso tenemos una mezcla radiactiva que explota al primer contacto. Con eso en mente comprendemos el porqué de la insistencia bíblica con el tema de la justicia y pensando en esto encontramos el porqué siguen los problemas en Israel. ¿Quieren paz? La justicia debe entrar como variable fundamental de la solución al conflicto. Pero parece que hay gente en Washington e Israel muy interesada en que la justicia no impere, a pesar de sus discursos. Lo mismo en Palestina. Son aquellos a los que les encanta jugar a la guerra. Y algunos ilusos cristianos les hacen el juego.

Y mientras las cosas sigan así, permaneceremos en el callejón sin salida en donde nos encontramos desde hace medio siglo.


Imagen: http://news.bbc.co.uk/media/images/39077000/jpg/_39077449_030410.israel300.jpg

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Que un día sea realidad...


... en todas nuestras iglesias cristianas.


Cartel tomado de www.ateneoteologico.org

sábado, 6 de diciembre de 2008

El siervo del centurión en versión de Coelho

Es muy popular pero ligerito. Paulo Coelho tiene el tipo de escritura ideal para tiempos modernos: simple, directa, en forma de relato, no voluminosa. Nada de técnicas literarias complejas. He leído cuatro o cinco libros de él y, de todos, creo que el más valioso es "El Alquimista". En él crea una historia con uno de los relatos que más me conmueven de los evangelios: el siervo del centurión. Para mí, esas dos páginas valen muchísimo más de lo que pagué por el libro (lo compré usado en una feria de libros en Lima). Allí les va.

En la antigua Roma, en la época del emperador Tiberio, vivía un hombre muy bueno, que tenía dos hijos: uno era militar, y cuando entró en el ejército, fue enviado a las más lejanas regiones del Imperio. El otro hijo era poeta y encantaba a toda Roma con sus hermosos versos.

Una noche, el viejo tuvo un sueño. Un ángel se le aparecía para decir que las palabras de uno de sus hijos serían conocidas y repetidas en el mundo entero, por todas las generaciones venideras. El anciano despertó agradecido y orando aquella noche, porque la vida era generosa y le había revelado algo que cualquier padre se sentiría orgulloso de saber.

Poco tiempo después, el viejo murió al intentar salvar a un niño que iba a ser aplastado por las ruedas de un carruaje. Como se había portado de manera justa toda su vida, fue directo al cielo, y se encontró con el ángel que se le había aparecido en el sueño.

─Tú fuiste un hombre bueno ─le dijo el ángel─. Viviste tu existencia con amor y moriste con dignidad. Puedo realizar ahora cualquier deseo que tengas.

─La vida también fue buena para mí ─respondió el anciano─. Cuando tú te me apareciste en un sueño, sentí que todos mis esfuerzos estaban justificados. Porque los versos de mi hijo quedarán entre los hombres por los siglos venideros. Nada tengo que pedir para mí; sin embargo, todo padre se enorgullecería de ver la fama de alguien a quien él cuidó cuando niño y educó cuando joven. Me gustaría ver, en el futuro lejano, las palabras de mi hijo.

El ángel tocó en el hombro al anciano y los dos fueron proyectados hacia un futuro distante. A su alrededor apareció un lugar inmenso, con millares de personas, que hablaban en una lengua extraña.

El viejo lloró de alegría.

─Yo sabía que los versos de mi hijo poeta eran buenos e inmortales ─dijo al ángel, entre lágrimas─. Me gustaría que me dijeses cuál de sus poesías está recitando esa gente.

El ángel entonces se aproximó al viejo con cariño y se sentaron en uno de los bancos que había en aquel inmenso lugar.

─Los versos de tu hijo poeta fueron muy populares en Roma ─dijo el ángel─. Gustaban a todos y todos disfrutaban con ellos. Pero cuando acabó el reinado de Tiberio, sus versos también fueron olvidados. Estas palabras son de tu hijo que entró en el ejército.

El anciano miró sorprendido hacia el ángel.

─Tu hijo fue a servir a un lugar lejano [y] llegó a ser centurión. Era también un hombre justo y bueno. Una tarde, uno de sus siervos enfermó y estaba a punto de morir. Tu hijo, entonces, oyó hablar de un rabino que curaba a los enfermos y anduvo días y días en busca de este hombre. Mientras caminaba, descubrió que el hombre al que estaba buscando era el Hijo de Dios. Encontró a otras personas que habían sido curadas por él, aprendió sus enseñanzas e incluso siendo un centurión romano se convirtió a su fe. Hasta que cierta mañana llegó cerca del Rabino.

─Le dijo que tenía un siervo enfermo. Y el Rabino se dispuso a ir hasta su casa. Pero el centurión era un hombre de fe y mirando al fondo de los ojos del Rabino, comprendió que estaba delante mismo del Hijo de Dios cuando las personas que estaban alrededor de ellos se levantaron.

─Estas son las palabras de tu hijo ─dijo el ángel al anciano─. Son las palabras que él dijo al Rabino en aquel momento y que nunca más fueron olvidadas. Decían:

“Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, pero di una sola palabra y mi siervo será salvo”


Imagen: "Jesús y el centurión" de El Veronés (1528-1588).