domingo, 16 de septiembre de 2007

Teologías sistemáticas

"Y lo más importante de todos, hermanos, siervos del Señor, es defender la Sana Doctrina que les ha sido encomendada"
Palabras finales de una clase de maestría de un seminario aquí en Lima, clase sobre la cual me contaron y a la que seguramente nunca iré. Y es que ese término de Sana Doctrina pues... me da escozor. Es que, ¿existe realmente la sana doctrina, única, irreductible? Para muchos sí, y eso se hacía notar en mi clase de Teología I (la sistemática) en el seminario en el que estudié por un par de años, con la secuencia de temas que debían ser aprendidos de memoria para el examen final. Todo lo que quedaba fuera de la estrecha banda era un error, y nuestra línea era la verdad. Gente como Bonhoffer, Barth, Tillich, Bullmann, eran mala palabra, y ni qué decir del análisis teológico católico. Leer una encíclica papal es impensable y tan fallado como analizar a Gutierrez, Boff o Hans Kung.
Nuestro fundamentalismo nos gana muchas veces, es más fuerte que nosotros. Pero tengo la confianza de que ya llegará el momento en el que comprendamos que hay varias teólogías "sistemáticas", que la visión de Dios es múltiple, que las vivencias del uno y del otro son demasiado distintas y que en la infinitud del Jehova de los Ejércitos caben muchos puntos de vista, muchos acercamientos, muchas formas de expresar la maravilla de experimentar la comunión con la Divinidad, con esa Trinidad única que nos enseña la base de la comunidad innata y que no se cansa de caminar a nuestro lado día a día, circunstancia tras circunstancia. Tengo la confianza en que un día nos gozaremos y aprenderemos de esa multiplicidad de pareceres, en los que juntos, sin recelos ni desconfianza, todos podamos crecer y ser concientes de que somos uno a pesar de pensar diferente.
¿Es este un sueño irreal? ¿Soy un iluso que tiene fe en algo imposible?

viernes, 7 de septiembre de 2007

Esas cosas que uno a veces no entiende (VI)

Juan Rebelde: Pastor Anás, quiero hablar con usted.

Pastor Anás: Dime Juan, ¿Sobre qué quieres conversar?

Juan Rebelde: Bueno, es algo que creo que importante, y usted, como pastor titular, me puede dar respuesta a mis preguntas.

Pastor Anás: Soy todo oídos.

Juan Rebelde: Bueno… he observado que en todos los años que la iglesia tiene en este lugar no hemos logrado evangelizar a NADIE de la cuadra en la que estamos, peor aún, a nadie de la urbanización, y eso me parece muy extraño.

Pastor Anás: Juan, ¿No recuerdas ese pasaje que dice que los cristianos tendremos oposición? Es eso lo que está pasando.

Juan Rebelde: Puede ser, pero estaba considerando otros detalles que creo pueden explicar un poco mejor la situación. No sé, quizá me equivoque…

Pastor Anás: Hablo con las palabras de la Biblia. ¿Lo comprendes?

Juan Rebelde: Sí, pero mire pastor: tenemos un culto en la mañana, y un culto en la noche los domingos, sin contar la academia bíblica de los jueves en la noche. Y vienen muchos carros que ocupan toda la cuadra para estacionar, y han dañado muchos jardines.

Pastor Anás: Las calles son libres.

Juan Rebelde: Pero nosotros las acaparamos, y son del resto también. ¡Algunos hermanos inclusive estacionan delante de las cocheras de las casas! Ahora, tenemos un ensayo de la alabanza los miércoles de 8 a 11 de la noche (por lo menos), y para saber cuánto ruido hacemos, fui a la casa que está exactamente detrás de la iglesia, y le pedí permiso a los dueños para entrar y escuchar desde allí. Pastor, ¡Nadie podría dormir con esa bulla!

Pastor Anás: No creo que sea un problema serio. Además, tratamos de hacer el menor ruido posible.

Juan Rebelde: Pero no se logra y peor con las voces de nuestro coro que no son tan armónicas como quisieramos... Otra cosa es la bronca con la vecina de al lado, que nos odia. Un sentimiento así no viene de la nada, así que pensé que eso tiene relación con la rotura del tubo de nuestro tanque cisterna que inundó toda su casa. Creo que no pagamos por los daños.

Pastor Anás: No fue nuestra responsabilidad.

Juan Rebelde: Pero la rotura fue en nuestra cisterna y dañó las paredes de la vecina y no hicimos nada por repararlo. ¿No es suficiente motivo para que nos odie? ¡Nos hicimos los locos con el problema!

Pastor Anás: Eso es discutible.

Juan Rebelde: Más aún. Hace como un año la dirigencia de la urbanización pidió nuestro apoyo para ayudar en la reparación del parque, con plantación de árboles, siembra de pasto nuevo, flores y esas cosas. Todo el barrio colaboró, excepto nosotros.

Pastor Anás: Esos dos días teníamos la gran campaña evangelística con el Reverendo Trinquete que viajó aquí especialmente para nosotros. Y es más importante predicar el evangelio que ir a sembrar hierbitas. A propósito, no recuerdo haberte visto en esa campaña, ¡Y yo insistí por un mes que era importantísimo que todos los miembros de la iglesia tenían que estar allí!

Juan Rebelde: Pero pastor… a la gente del barrio no le gustó nada nuestra ausencia. O sea, póngase a pensar. Esa iglesia que llena de carros toda una cuadra los domingos y los jueves, que hace bulla los miércoles en la noche y no deja dormir, que no le arregla los daños a una vecina, que no quiere venir a ayudar en algo que es por el bien de toda la comunidad. ¿Cree que con todos esos antecedentes alguna persona de aquí querrá venir a la iglesia?

Pastor Anás: Esos son criterios poco espirituales, Juan. Cuando el Espíritu Santo actúa en el corazón de una persona, nada puede evitar que esa persona llegue a la iglesia. ¡Es el espíritu trabajando! Ante esa realidad, minucias como las que mencionan no tienen importancia.

Juan Rebelde: ¿Cómo que no tienen importancia? La puerta del evangelio se les ha cerrado ¡Por nuestra culpa!

Pastor Anás: Eso no es así. Estas justificando el pecado de esa gente. Son enemigos de Dios, no lo olvides. Hay una brecha, como la que separaba al seno de Abraham del lugar de tormento. Si quieres hacer algo por ellos, no los justifiques. ¡Ora! ¡Predica!

Juan Rebelde: Ya oro por ellos, pero también me involucro con ellos. Los quiero ganar con mi vida y no con mis gritos con un megáfono.

Pastor Anás: ¿Qué insinuas?

Juan Rebelde: Nada pastor. En fin, sólo quería decirle eso y, como le decía, quizá esté totalmente equivocado.

Pastor Anás: Lo estás.

Juan Rebelde: Me tengo que ir. A propósito… no fui a la campaña del Reverendo Trinquete porque estuve sembrando hierbitas en el parque.