domingo, 20 de mayo de 2007

¡Ay, la vida!

¡Ay la vida! es una de las frases favoritas de un buen amigo.

Enfatiza los ayes, el dolor, quizá hasta puede ser un contraste con la muerte.

Todo pasa, todo pasa, todo pasa, y el ¡ay! permanece.

Hambre, camino tortuoso, dolor, frustración.

¡Los ayes como elementos permanentes!

Llega el dolor, se profundiza el dolor, no se va el dolor.

Mientras otros, se pasan la gran vida

y la gente aquí, allá, arriba, abajo

llora y llora, prisionera de muchas cosas insoportables.

Profunda nostalgia,

desesperanza.

Amargura.

Y uno quiere correr, correr, correr, correr, correr, correr rápido, rápido.

Y es infructuoso, no se puede escapar.

Nadie puede huir, es la naturaleza.

Y DIOS SABE ESO.

Sabe que nadie escapa, que nos tocará una vez

que querremos correr, y que será infructuoso.

Lo sabe.

Y bien.

Demasiado bien. Cristo mismo lo sintió en carne propia.

Pero Él no nos da más velocidad.

No nos evita el dolor,

no nos lo evade. No nos da la puerta de escape, el atajo, el alucinógeno.

Nos toca a todos. Lo sabe, así es el mundo, por lo menos por ahora.

Pero no deja así las cosas. No se deja llevar por la inacción.

Ni la dejadez.

Se nos acerca cuando estamos con toda la confusión encima.

Y tolera nuestros insultos.

Nuestros gritos, reclamos, vociferaciones.

(Yo, por ejemplo, harto de la sinrazón de la agonía del que era (¡Es!) mi sangre, dije

que renunciaba a Él,

que prefiero el castigo eterno a una relación con su persona

que no dudaba de su existencia, que de eso estaba seguro

pero que con alguien como Él, pues, yo paso.

Que me condene, que no me importaba

que mejor el vacío que un Dios

que en su voluntad estuviera la muerte y el dolor

que voluntariamente matase, o someta a la agonía delante de nuestros ojos

a quien amanos. ¡No! ¡Lo rechazo!

Mejor sólo, asumiendo todas sus consecuencias)

Me toleró con paciencia.

y a mi lado estuvo siempre. Y fui algo implacable.

Le dije cosas terribles.

Pero siguió allí.

Y le pedía que se vaya.

Hasta que ya no puede más. Un día, lo entendí todo.

Él jamás se iría.

Secaría mis lágrimas. ¡Lloraría a mi lado!

Y lo hizo. Allí estuvo

El día ese, al lado de los ascensores.

Y ese otro, en casa de mis padres, insoportable.

Y finalmente allí también, bajo el toldo al sur de Lima.

Donde no pude más –y mi alma corrió mucho, pero de nada sirvió-.

Y allí, estuvo Él, conmigo, con todos nosotros,

con pena, al igual que nosotros.

Pero a nuestro lado

y siempre será así.

¡En toda circunstancia! ¡Siempre!

TODAS.

Él a nuestro lado.

Él nuestro consuelo, la fortaleza

en la dureza de las circunstancias.

Siempre allí,

caminando con nosotros.

Paño y fuente de lágrimas. Conforte, compañía, esperanza.

Guía. Ánimo.

Claridad.



Alabado sea Dios por eso.

lunes, 7 de mayo de 2007

El paradigma de la autoridad (video 2)

Este es el segundo video del coloquio que les mencioné en el post anterior. Esta vez es la conversación entre todos los asistentes sobre el tema planteado en la exposición


viernes, 4 de mayo de 2007

El paradigma de la autoridad (video)

Gracias a mi amigo Jorge Chávez tenemos este video del coloquio que dirigí en el Centro de Misiología Andino Amazónica de Lima-Perú (CEMAA), el 28 de Abril del 2007. Espero que les sea de provecho a todos. Gracias también a Jaaziel por el dato del Google Videos, en donde pudo entrar toda la grabación completa.