viernes, 26 de enero de 2007

Una importante pregunta...

Gondim lo recuerda en uno de los últimos textos traducidos por Gabriel Ñanco, y se vuelve más relevante ahora que Bush insiste con enviar más soldados a Irak. Porque discutimos mucho sobre las posibles soluciones al conflicto del medio oriente, Condi Rice tiene múltiples reuniones con los funcionarios de países afines, todos los días explotan coches bombas y mueren decenas de personas, pero la pregunta capital debe ser respondida:

¿Y dónde estan las armas de destrucción masiva que motivaron esta guerra, Sr. Bush?

¿Y dónde estan las armas de destrucción masiva que motivaron esta guerra, Sr. Bush??????

¿Y dónde estan las armas de destrucción masiva que motivaron esta guerra, Sr. Bush?????????????

¿Qué hacemos con esta mentira? ¿Aplaudir a nuestro hermano en la fe, como hacen algunos fundamentalistas? ¿Mirar a las nubes, a nuestro dedo medio del pie? ¿A nuestras uñas de las manos? ¿La evaporamos?

Pues a esta mentira hay que repudiarla, porque el nombre de nuestro Dios no se puede tomar en vano, jamás, así sea el Presidente de la nación más poderosa del mundo, ¿No les parece? Yo, por lo menos, así lo hago.

lunes, 22 de enero de 2007

La imagen lo es todo

Un día te conviertes al cristianismo, y llegas a la iglesia, feliz y contento: el dilema cósmico ha sido resuelto para ti. ¡Dios arreglará mis problemas! ¡Soy un Hijo del Rey!

Un curso de inducción, preparación, múltiples actividades. Es la leche inicial, dicen por allí. Ya vendrá el rico churrasco, el taco mexicano espectacular. Te asignan a alguien: “Míralo y haz lo que haga: así DEBEN actuar los cristianos”

Luego de demostrar los “frutos del Espíritu”, te haces líder, discipulador, Bernabé, mentor, tutor, responsable. ¡Y te alegras mucho! “Es que debo estar por el camino correcto” dices mientras hinchas el pecho (a veces).

Tan tan tan taaaaaan… pero hay una advertencia severísima: “El maestro recibirá doble condenación”.

Y hay una condición tácita: El líder debe ser intachable.

Lo repito por si no entendiste: INTACHABLE.

I
N
T
A
C
H
A
B
L
E

Debe levitar con sus flamantes alas de ángel del tercer cielo.

Debe hacer notar su fe evangelicaloide.

Los ojos de carnero degollado al cantar alabanzas, son indispensables. Practícalo en casa.

El alcohol, prohibido. El fumar, menos aún. ¡Pecaaaaaaaaaaados!

¿Fiesta? ¡Pecadote! ¿Baile? ¡Tentación a mi carne!

¿Una copita? ¡El infierno!

¿La Biblia? A leerla todo el día DE ACUERDO AL PUNTO DE VISTA de tu pastor (o denominación)
Advertencia: porque si no lo haces de esa manera, estás en riesgo y puedes ser instrumento de Satanás.

Al llamado por Dios, casi ungido, reverendísimo, que gana un sueldo financiado por tus diezmos y que te dirá lo que TIENE que hacerse, nunca se le critica ni se le objeta, y mucho menos en público: tiene la sabiduría de Dios, lo usa y a través de su criterio –terco a veces, destructor otras – Jehová hará. Puede cometer errores y dañar tu corazón, pero como él no se equivoca, su yerro fue voluntad de Dios, y a través de él nuestro Señor quiso enseñarnos algo. Puedes estar demolido, pero, así es hermanito, Dios lo llamó y debes someterte.

No hagas nunca obstrucción ni te opongas ni te vuelvas contumaz: si lo haces, eres poco espiritual, en camino a ser gentil y publicano. ¿Qué mas pruebas que tu actitud?

Entonces se crea una imagen: El modelo de cristiano “estándar”, como la Biblia lo “dice”. Así sería Jesús. Si alguien osa decir: “Yo creo que puede haber otras maneras de ser cristiano”, entonces será vomitado de la congregación. O puesto en perfil bajo, en observación, en cuarentena. Al margen, a la Siberia, al Polo Sur. A las punas andinas. Al Sahel. A Borneo. A la República Centroafricana. Total, es poco espiritual. Se nos mandará a no contaminarnos. “ESE con esas ideas rebeldes, que vienen del diablo. ¡No te juntes con él”.

CRISTIANO ESTANDAR, COMO LO DICE LA BIBLIA. ¡Eso hay que buscar, hermanito, hermanita, siervo, varón, Hombre de Dios!

“No olvides, hay que ser de buen testimonio” “Hay que ser de bendición para los nuevos” Entonces, sigo el manual escrupulosamente. La imagen es fundamental, lo es todo.

Pero hay inconsistencias. Y un poco grandes. Como si colásemos el mosquito y tragásemos el camello.

Un camello obeso, rechoncho.

El pecado privado se puede tolerar, pero nunca el pecado público: la imagen lo es todo.

O sea, soy un discipulador que ve pornografía hasta tarde en Internet todo los días. Eso puede ser consentido porque “la gracia de Dios me perdona,” pero si se me escapan lisuras en público, eso no se perdona: tu vida espiritual deja mucho que desear. Recapacita y cuando superes ese pecado, vuelves. Sobre la pornografía… si nadie lo sabe, no pasa nada. O si lo sabe tu pastor… no pasa nada tampoco, porque tienes su cobertura.

¿Y qué es peor?

Y si luchas, y te cuesta, no se lo digas a los nuevos: serás de tropiezo. Tú debes ser intachable, no lo olvides. Dios tolera el pecado pero no el escándalo.

O sea, si un día les digo: “Tengo un problema con la pornografía, y quiero dejarlo y no puedo, por favor oren por mí”, y soy totalmente honesto, esta mal. ¡Estas hundiendo, confundiendo a los nuevos en la fe! ¡Ni se te ocurra hacer eso! ¡Abominación! ¡Si lo haces, seas anatema!

Pero si guardo la imagen, eso sí es mejor. ES BUENO. Es que ellos no entenderían – los nuevos – .

La imagen lo es todo.

Y si hablamos de enamorarse… pues: Recuerda, tiene que ser de una chica que tenga, por lo menos, tu misma madurez. Sino, será de tropiezo.

Madurez, madurez, madurez, madurez, madurez, madurez, madurez…

T R O P I E Z O

TRO – PIE – ZO

En griego: “scandalon”. Según el diccionario Vine, es cualquier cosa que suscite prejuicios, o que venga a ser un obstáculo para otros, o que les haga caer en el camino.

Debe querer servir, amar a Dios, creer DE LA MISMA FORMA que tú.

Si no cumple esos requisitos, pues lo sentimos: te quedarás esperando sentado a “la idónea que Dios tiene para ti” (pasan los 40 y nos desesperamos mucho, casi a nivel de angustia, pero Dios sabe porqué hace las cosas).

Pero la gente se enamora: el líder también. Y si la pareja es “Inmadura(o)”, será una relación vetada.

Pero la atracción… es la atracción.

Y bueno… inicias relaciones por lo bajo. Te acercas, creas lazos… pero no formalizas.

Es que no se puede, varón. Es de tropiezo. Tengo que guardar el testimonio.

Y sufro mucho…. Me gusta pero no puedo estar con el(la).

Pero besa muy bien, eso sí. Y tocar su cuerpo es increíble. Me pone a mil por hora.

Pero no puedo estar. La imagen lo es todo. ¿Cómo yo, el líder superespiritual, podría estar con ella que es inmadura? Nunca. Pero la práctica puede decir otra cosa.

Rompemos corazones. Los pulverizamos a veces. A veces, el mío propio.

Imaginemos que usar pantalones verdes es interpretado como algo malo. No es seguro, no lo dice la Biblia directamente, pero por tradición es malo que un cristiano se los ponga (idea enseñada desde el primer día).

Pero es discutible en el universo eclesial porque la Biblia es ambigua. Qué difícil que es todo cuando no hay consensos.

Triple ética: uso pantalones verdes con mis amigos de la universidad, con mis compañeros de trabajo, con la gentita del colegio (porque es discutible). Pero con los chicos de mi iglesia: ¡Nunca!

Hermano, es el testimonio, pues. ¿Cómo voy a usar pantalones verdes con ellos?

¡Tienen que ser bien cristianos! ¡Aprender cómo un cristiano DEBE comportarse! ¡Y el cristiano no lleva pantalones verdes!

(O, si lo hace, debe ser bien maduro para que no caiga).

¡A la mierda con todo esto! (Uy, he pecado por escribir semejante palabrota. ¡Miserable de mí!) ¡Es insoportable! ¿Esta hipocresía toleramos?

Si, la disimulamos muy bien. Es lo políticamente correcto.

¿Hipocresía o la honestidad de un cristiano que tiene debilidades y lucha día a día, que las comparte sin hacerse el super hombre, el Sr. Pedro Pablo Juan Mateo de Tarso Fundamentalista del Siglo XXI?

Opto por la honestidad emancipadora. Me hace realmente libre: soy uno con la comunidad de pecadores que busca al Señor.

Pero por lo general no es así… es que la imagen lo es todo, hermanito.

viernes, 19 de enero de 2007

472

Al leer la Biblia percibo que de alguna manera para Dios el asunto espacial tenía cierta importancia: el ofrecimiento de la tierra prometida en un lugar específico –Canaán, desde Dan hasta Beerseba, entre la nación filistea y Galaad-; la ubicación precisa del Templo sobre el monte Moriah, una de las colinas de la vieja capital; la Palabra inspirada anhelando la tierra abandonada, como ese sublime Salmo 137 que emana añoranza y amor al lugar de dónde somos (RV60 adaptada libremente):

Junto a los ríos de Babilonia,
allí nos sentábamos, y aún llorábamos,
acordándonos de Sión.

Sobre los sauces en medio de ella
colgábamos nuestras arpas.
Y los que nos habían llevado cautivos nos pedían que cantásemos,
y los que nos habían desolado nos pedían alegría, diciendo:
Cántenos algunos de los cánticos de Sión.
¿Cómo cantaremos cántico de Jehová
en tierra de extraños?

Si me olvidase de ti, oh Jerusalén,
pierda mi diestra su destreza.
Mi lengua se pegue a mi paladar,
si de ti no me acordase;
Si no enalteciere a Jerusalén
Como preferente asunto de mi alegría.


Sí, parece que el lugar en donde uno nació o vivió importa aunque sea un poquito, es parte del móvil que nos empuja a continuar, y es aparente un aval divino al sentimiento de localía. García Márquez en “Cien años de soledad” habla de que uno se hace perteneciente a un lugar cuando comienza a enterrar a sus muertos allí. Sabato declara a Buenos Aires como su ciudad, y Sabina canta, esplendoroso, que “he llorado en Venecia, me he perdido en Manhattan, he crecido en La Habana, he sido un paria en París, México me atormenta, Buenos Aires me mata, pero siempre hay un tren que desemboca en Madrid”.

¿Y mi tren? ¿Llega a alguna parte? Sí, siempre a Lima, siempre a su garúa y su neblina, a sus playas de agua helada al sur, a su centro colonial, a su bazar suelo de libros usados, a sus mercados populares efervescentes, y a todos sus rincones, en uno de los cuales nací el invierno de 1977.

Lima ha cumplido el dieciocho de Enero 472 años de fundación española. Es la segunda ciudad del mundo en tamaño construida sobre un desierto (luego de El Cairo), tiene ocho millones de personas y es una típica ciudad latinoamericana que ha crecido exponencialmente por la migración que se dio en la segunda mitad del siglo pasado. Un río pequeño y sucio por la contaminación brutal que recibe, un tráfico brutal y ofensivo, un desarrollo sin planificación que la hace escasa de grandes vías que atraviesen la ciudad (como por ejemplo la 30 o la 40 de Madrid). Pobreza extrema en los arenales de las afueras y riqueza exultante cerca al mar, pegado al acantilado o a algunas estribaciones andinas. Contrastes, todo lleno de contrastes en esta Lima que es una y mil al mismo tiempo.

Siempre he pensado que soy territorial en el sentido del amor: amo la casa de mis padres en la que viví 26 años, mi barrio y sus calles (entre la Javier Prado, Las Palmeras, la Vía de Evitamiento, la Separadora Industrial y la Avenida La Molina), amo mi colegio, amo la universidad en donde estudié, amo Lima, mi ciudad. Me ha encantado siempre recorrer sus calles de extremo a extremo tomando buses o simplemente caminando, indagar leyendas surgidas en las esquinas dueñas del bullicio, compenetrarme con su alma de casi cinco siglos. Estoy enamorado de sus fotos antiguas, de esas de hace cien años que muestran el enorme valle –hoy, totalmente urbanizado-, el inicial trazo de las avenidas, los primeros autos. Me duelen los registros de la guerra del Pacífico con los relatos de la destrucción de Barranco, Chorrillos y Miraflores. Me alegran y conmueven las historias coloniales de Ricardo Palma cuando la urbe de hoy era la Ciudad de los Reyes y la más rica del Nuevo Mundo, me emociona lo que podría ser el centro de la ciudad restaurado, me sorprende la avalancha migrante (mis padres son parte de ella: él, de Cajamarca y ella, de Chiclayo) que le dio una cara absolutamente nueva a la ciudad y que ha hecho que quizá cerca de la mitad de pobladores de Lima no hayan nacido aquí. Todo esto es, definitivamente, parte de mí, un gran fragmento de mi ser melancólico.

Tantas vidas, tantos lugares, tantas historias ya perdidas y otras todavía vivas: una de ellas, chiquitita, la mía.

domingo, 7 de enero de 2007

Más de economía y cristianismo...

En el Principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era caos y confusión y oscuridad encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas” (Gen 1:1-2 BJ). Tras eso, Dios hizo la naturaleza junto con el hombre material dependiente y en relación especial con ella por su condición de ser orgánico, poniéndolo a cargo de todo, según el relato, en un gran jardín con todo lo que necesitaba -estaba Eva, estaba Dios, estaban los alimentos (Gen. 1:16)-. Entonces, un vínculo fraterno se formaba con otros seres humanos –a través de la mujer-, con Dios –referido en su dialogo con Él-, consigo mismo –por su conciencia de soledad al ver a los animales-, y con la propia naturaleza. Luego vino el pecado y se trastocó todo. A la naturaleza humana le llegaron algunos regalitos.

El cosmos se transformó pero la necesidad del hombre se mantuvo inalterable. Tampoco variaron las relaciones: por ejemplo, la dependencia hombre-naturaleza se conservó. Había que comer, soportar el frío, vestirse. Para ello demandaba bienes que debían producirse (hacerlos por sí mismo o, en un inicio, recolectarlos) mediante la actividad económica, o en palabras de Marx, el trabajo. Ya Dios lo había establecido desde antes de la caída (Gen 1:15).

Aquí está la base de todo. Adán tenía hambre, y tenía que sembrar. Necesitaban pieles para vestirse, y había que ir a cazar un oso o quizá un búfalo. Si se requerían vasijas para cocinar, pues iba a su casa a hacer labor de alfarero. Hoy hacemos exactamente lo mismo con cada una de nuestras necesidades, pero nos especializamos en hacer una cosa, y luego intercambiamos eso por todo lo demás. Claro está, con el bien llamado dinero de por medio. En resumen, necesidad y bien que requiere ser producido por el hombre mediante el trabajo. Del primero depende el consumo, y del segundo, la producción en sí.

Necesidad, entonces produzco y luego consumo. ¡Fácil y elemental –y redundante-! Es la base y el motivo del estudio de las actividades económicas del hombre. Todos estamos inmersos en este proceso y por eso somos bautizados como homo economicus. La vez anterior comenté sobre la escasez surgida del desbalance que existe entre necesidades y satisfactores. Esta es una vieja idea que viene desde los economistas clásicos de del siglo XVIII, debido al concepto de los rendimientos decrecientes (dime, ¿eres más productivo en el trabajo a las 9 de la mañana, cuando entras, o a las 8 de la noche, en las horas extras? Es temprano por los rendimientos decrecientes) y por los conceptos poblacionales de un señor llamado Malthus (que decía que la cantidad de gente crece exponencialmente: 1, 2, 4, 8, 16, 32…; y la cantidad de alimentos producidos crece aritméticamente: 1, 2, 3, 4, 5, 6…). La idea es real y la sentimos todos los días: ¡No tenemos todo lo que queremos! ¡El dinero no nos alcanza! (lo mismo en niveles de país como personales).

Necesidad, producción. Adam Smith, el padre de la economía moderna, dijo una frase reveladora, escupida a mi rostro en una de las primeras lecturas de mis estudios en la universidad: “la base de la economía es la codicia”. Rápidamente vinieron a mi mente las palabras de Santiago: “Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” (Sgo. 4:2-3 RV60). El ser humano, por el conflicto cósmico a raíz del pecado, desea tener más y más y más y más y más y más y más y más y… ( a propósito y haciendo una pausa, de este concepto de la codicia viene mi desconfianza a aquellos cristianos que comienzan el ministerio en el llano, peleando allí, y comienzan a crecer, impulsados al inicio por el celo de la palabra, pero después se transforman, trabajando a nivel de su ciudad, de su país, luego de Latinoamérica, se convierten en intocables… ¡codicia!). Y va por los dos lados: como queremos más, las necesidades van para arriba. Como queremos más, la producción, igualmente, es presionada hacia arriba.

Un hacha para separar a ambas. Dije antes que por el lado de las necesidades hay algunos problemas: la definición de ellas, el establecimiento de unas “necesidades básicas como derecho humano”. Evidentemente hay más inconvenientes. Nosotros empujamos las necesidades al crecimiento. Los señores del otro lado –de la producción- juegan con nuestra codicia. La mercadotecnia nos invade y estimula el espíritu codicioso del alma humana. Nos venden el auto nuevo, la moda del verano, luego del otoño, del invierno, de la primavera y del verano otra vez, totalmente cambiada que se ve espectacular en una modelo anoréxica rubia de ojos azules a la que no nos pareceremos jamás. Viva el glamour, la comida exótica, la vida cómoda, los viajes, la coca cola más burbujeante, la nueva Pentium, el juego de sala nuevo. La liposucción. El nuevo color de cabello, la nueva cerveza, la TV plasma, el nuevo lector de DVD, el MP4, la Biblia con cobertura nueva, el nuevo CD de alabanzas. ¡Consume, consume, consume! ¡Mira esto, la novedad! ¡Necesito, necesito, necesito! ¡Más, más, más! ¡Y lo quiero todo para mi! (porque a la hora de satisfacer las necesidades, yo compito con los demás por los satisfactores limitados que existen. Por ejemplo, ¿Han ido a un cierrapuertas de un gran almacén? ¿Se compite o no?). Nosotros, hipnotizados, nos tragamos el anzuelo con caña de pescar y todo.

Entonces, a producir más. Todos a producir más (bueno, los que tienen empleo). El sistema productivo está organizado, hoy por hoy, por empresas de propiedad privada, que en teoría existen para la satisfacción de necesidades (aunque Marx no estaba de acuerdo: decía él que la producción era para el intercambio. Por ello, su análisis económico se basaba en la mercancía y sus valores de uso y de cambio). Las empresas tal como están diseñadas generan algo jugoso y atractivo: utilidades, ¡Y la codicia está allí! Hay más utilidades si produzco más, hay más utilidades si produzco mejor, hay más utilidades si vendo más, si tengo menos costos, si soy más eficiente, si trabajo más tiempo. Para ser más eficiente, yo como engranaje productivo debo hacer una maestría, luego otra, luego permanentes cursos de actualización, al mismo tiempo de llegar más temprano al trabajo y salir más tarde. A veces es necesario ir un fin de semana. (en otros países las jornadas laborales se acortan pero al mismo tiempo que de los salarios. Por ello, necesito un trabajo extra que me permita mantener mi nivel de consumo aunque implique 13 o 14 horas al día de labor). Como compito con otros productores, hay que ganarles, siempre ganarles, ¡destruirlos!, y si no puedo, ¡comprarlos! Por ello la concentración de poder económico. Unas pocas trasnacionales mueven una masa enorme de dinero y pueden decidir sobre cuestiones a nivel global.

Abstraídos en la competencia y en la eficiencia. Si no, quedas fuera, excluido, y serás el “lloro y el crujir de dientes”. La presión es fortísima. ¿No tiene sentido que esta sea la época de los psicólogos? Es necesario tratar la angustia causada por la posibilidad de que te boten al tacho de basura.

A este nivel, y para terminar, dejo a Ernesto Sabato (*) con algunos pensamientos de sus noventaitantos años vividos en permanente reflexión.

A cada hora el poder del mundo se concentra y se globaliza. Veinte o treinta empresas, como un salvaje animal totalitario, lo tienen en sus garras. Continentes en la miseria junto a altos niveles tecnológicos, posibilidades de vida asombrosas a la par de millones de hombres desocupados, sin hogar, sin asistencia médica, sin educación. La masificación ha hecho estragos, ya es difícil encontrar originalidad en las personas y un idéntico proceso se cumple en los pueblos, en la llamada globalización. ¡Qué horror! ¿Acaso no comprendemos que la pérdida de los rasgos nos va haciendo aptos para la clonación? La gente teme que por tomar decisiones que hagan más humana su vida, pierdan el trabajo, sean expulsados, pasen a permanecer a esas multitudes que corren acongojadas en busca de un empleo que les impida caer en la miseria, que los salve. La total asimetría en el acceso a los bienes producidos socialmente está terminando con la clase medias, y el sufrimiento de millones de seres humanos que viven en la miseria está permanentemente delante de los ojos de todos los hombres, por más esfuerzo que hagamos en cerrar los párpados. Pronto no podremos ya gozar de estudios o conciertos porque serán más apremiantes las preguntas que nos impondrá la vida respecto de nuestros valores supremos. Por la responsabilidad de ser hombres.

Esta crisis no es la crisis del sistema capitalista, como muchos imaginan: es la crisis de toda una concepción del mundo y de la vida basada en la idolatría de la técnica y en la explotación del hombre. Para la obtención del dinero, han sido válidos todos los medios. Esta búsqueda de la riqueza no ha sido llevada adelante para todos, como país, como comunidad; no se ha trabajado con un sentimiento histórico y de fidelidad a la tierra. No, desgraciadamente esto parece la estampida que sigue a un terremoto donde en medio del caos cada uno saquea lo que puede. Es innegable que esta sociedad ha crecido llevando como meta la conquista, donde tener poder significó apropiarse y la explotación llegó a todas las regiones posibles del mundo.

La economía reinante asegura que la superpoblación mundial no puede ser asimilada por la sociedad actual. Esta frase me da escalofríos: es suficiente para que los poderes maléficos justifiquen la guerra. Las guerras siempre han contado con el auspicio de grandes sectores de la población que, de alguna manera u otra, se beneficiaban de ella. Como centinela, todo hombre debe permanecer en vela. Esto nunca ha de suceder. El “sálvese quien pueda” no es sólo inmoral, sino que tampoco alcanza.

Las creencias y el pensamiento, los recursos y las invenciones fueron puestos al servicio de la conquista. Colonialismos e imperios de todos los signos, a través de luchas sangrientas, pulverizaron tradiciones enteras y profanaron valores milenarios, cosificando primero la naturaleza y luego los deseos de los seres humanos


¿Y qué de los cristianos ante esto? ¡Muchos están esperando el cielo o encerrados en sus templos! ¿No es eso inmoral?

(*) La cita de Ernesto Sabato es de su libro "La resistencia".