martes, 19 de diciembre de 2006

Pensando sobre economía y cristianismo...

Todos somos un poco psicólogos, un poco filósofos, un poco antropólogos, un poco sociólogos, un poco economistas. Lo he dicho siempre, quizá aburriendo un poco, pero esa pluralidad, esa mixtura, esa tendencia polifacética de nuestra realidad humana debe reflejarse en una opinión, en una manera de ver la vida en todos esos aspectos, en una acción que marca la bitácora. Cosmovisión le dicen unos. Cultura otros. Si se le añade el cristianismo a ese cóctel, el tema se hace más vital, porque el efecto de una relación con Dios en la vida de una persona la trastoca, la reacomoda, le cambia su nivel de referencia, su escala de medición y hace que su visión del mundo sea otra. Debería ser así.

Lástima, porque la expresión de esa visión diferente no se da en el nivel que merece o en la forma necesaria. Como diría una amiga blogger, preferimos nuestro microclima, calientito, cómodo, con demasiado anhidrido carbónico que hoy por hoy, nos asfixia sin que nos demos cuenta. Y si hablamos, pedimos que matemos a un presidente opositor a nuestro país (como sugirió Pat Robertson) o enviamos un proyecto de ley para eliminar las minifaldas en las instituciones públicas (como hizo a fines de los noventas un congresista peruano del que he olvidado el apellido).

Me encanta la economía y soy feliz por haberla estudiado. Recuerdo la primera clase que solía dar a mis alumnos en la universidad cuando enseñaba, esa donde introduces el tema, las cuestiones básicas y las ideas primigenias de la economía. Insistía, como lo recalcan los libros de texto, en los dos elementos fundamentales: Primero, las NECESIDADES; segundo, los SATISFACTORES, donde todas las necesidades de las personas son cubiertas por los satisfactores, que son bienes materiales e inmateriales. Mi necesidad es la alimentación. El satisfactor puede ser un peruano arroz con pollo con una papa a la huancaína, una pizza, una hamburguesa, un jugoso asado argentino o una arepa venezolana. Nada complicado hasta aquí, todo elemental. Como decía, todos somos un poco economistas.

Sin embargo, hay un pequeño problema: la escasez. ¿Qué implica eso? Que no tenemos los suficientes satisfactores para cubrir todas las necesidades. O sea, no hay hamburguesas o pizzas para todos. Quizá puedo plantearlo de la siguiente manera: ¿Te alcanza el dinero a fin de mes? ¿Tienes todo lo que quisieras? ¿No tienes esa computadora nueva, ese departamento con una habitación más? ¿No te alcanza para los libros que quieres tener? ¿Quieres un auto nuevo, y no tienes el dinero? Entonces experimentas la escasez. Hasta los más ricos la tienen, porque es posible que no tengan el tiempo necesario para hacer todas las cosas que desean. Más todavía, podemos decir –por facilidad matemática- que las necesidades son muy grandes, infinitas, y que los satisfactores no tanto así. El estudio de cómo hacemos para equilibrar, para "administrar" este desbalance, es la economía. Muy sencillo, ¿cierto?

Parece todo profano y nada sagrado. Sin embargo, como cristiano debo tener algunas cosas que decir (y sólo desde esta idea elemental) sobre este concepto base de esa ciencia que regala año a año premios nóbeles: el egoísmo humano, el materialismo y las infinitas necesidades. Al mismo tiempo, la definición, teniendo en cuenta el amor al prójimo y la mayordomía del hombre para con la creación de Dios, las necesidades y satisfactores fundamentales del hombre, considerando que ambos son elementos dinámicos debido a factores como el incremento de la productividad y la tecnología. ¿Alimento, vestido, vivienda, educación, agua, servicios básicos? ¿Debe ser un derecho de cada ser humano el tener acceso a un plato de comida con contenido protéico decente, a una vivienda digna? ¿Es el caviar una necesidad importante? Si estoy dentro del invernadero, esto no me importa, o asumo las distorsiones como intrínsecas dentro del mundo pecador. Si pretendo salir –o si ya estoy fuera- es relevante.

Esta interacción necesidades - satisfactores requiere un asunto que de todas formas sabemos. ¿Qué cosa es? La producción de estos satisfctores mediante la actividad económica. Hay que hacer los celulares, producir el arroz, las papas, el servicio de telefonía que permite el acceso a internet, el servicio de transporte, y el largo demás. La organización de la actividad económica se hace mediante los sistemas económicos, que organizan la forma de producción de los satisfactores, y la distribución de éstos hacia las necesidades. A través de la historia, hemos tenido el sistema primitivo de recolección, el comunismo primitivo, el esclavismo, el feudalismo, el sistema de libre mercado, el socialismo, y mezclas entre los anteriores. No podemos determinar la tendencia hacia el futuro de los sistemas, es algo difícil de predecir.

Otra vez, ¿Dónde entra la doctrina, la reflexión cristiana aquí? Obviamente no es en la creación de sistemas económicos (Dios a través de la Biblia no lo hace, asume el sistema esclavista, escribe su Ley y se encarnó en él. ¿Pedimos acaso que tengamos reyes otra vez, o esclavos, o siervos?), sino que, a mi entender, debe encaminarse a la exigencia de la justicia en los sistemas. Aquí hay mucho que decir, sobre la brecha cada vez más amplia entre ricos y pobres, sobre la pobreza en sí, sobre los temas salariales, los lobbys económicos, la privatización de bienes naturales, las patentes, la forma en que se producen los bienes y servicios (el trabajo infantil, el tema de los inmigrantes, los beneficios sociales, las externalidades), la distribución, el papel del gobierno, la creación de puestos de trabajo, etcétera.

Mucho que decir y hacer. ¿Alcanzará el tiempo? ¿La energía? ¿Nos ganará el egoísmo? ¿La velocidad de la vida?