lunes, 20 de febrero de 2006

Evangélico: ¿Estas seguro de saber quién eres?

Evangélico, ¿te has preguntado alguna vez si estas seguro de saber quién eres? Es una interrogante seria. En teoría los cristianos debemos llegar a tener el carácter de Cristo, y ello implica abandonar costumbres anómalas y controlar el indomable carácter. Es cierto eso, y miles de personas pueden dar fe de cómo sus vidas han sido transformadas para bien al seguir preceptos cristianos y al vivir según las enseñanzas de la Biblia. Drogadicciones sanadas, matrimonios restaurados, autoestimas reparadas, enfermedades físicas superadas y tantas otras cosas. Sin embargo, hay una pregunta capital: ¿Cuál es ese carácter de Cristo? ¿Es según como los evangélicos dicen? ¿Es así como dice tu pastor? Recuerda que los pastores tienen las mismas probabilidades de equivocarse que tú o yo.

¿El carácter de Cristo implica llenarse de palabras como “siervo”, “varón”, “hermano”, “alabado sea el nombre del Señor”, “oveja”, “pastor”, “la Biblia dice”, “aleluya”, “amén”, “bendecir” y muchas otras? ¿Significa vestidos largos y jamás pantalones para las mujeres, cabellos hasta la cintura, ropa formal los domingos? ¿Es ir la mayor cantidad de días posibles a la iglesia? ¿Es vivir la vida social por completo en el activismo eclesial? ¿Es centrar la esencia de la vida cristiana en la predicación del evangelio como cosa capital y hasta única? ¿Es leer la Biblia todo el día sin practicar el amor? ¿Es tratar de no involucrarse con el mundo, olvidando su responsabilidad con él? ¿Es someterse a la intransigencia de muchos pastores que piensan que pueden decidir sobre la vida de los miembros de las iglesias que dirigen? ¿Implica no tomar, no fumar, no bailar, no fiestas, no lisuras? ¿El carácter de Cristo implica ser apolítico y simplemente orar por los líderes nacionales?

Evangélico, parte del estilo de vida que sigues, ¿es la imagen de Cristo o es lo que a alguien se le ocurrió o interpretó como forma que debería tener dicha imagen? Lo digo de otra manera, ya que aprecias la Biblia: ¿Ese estilo está realmente de acuerdo con los principios bíblicos? ¿No será que algún misionero hace 80 años metió su cuchara y santificamos su punto de vista? ¿O nunca te pusiste a pensar en eso?

Por ejemplo, ¿Cómo crees que se soluciona la tensión entre 2 Corintios 6:14-15 (“No se unan en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿o qué parte el creyente con el incrédulo?) y Juan 17:15 (“No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal”)? Pero pensaremos en eso después. Mientras tanto tú, evangélico, no me acuses de tibio, de relajado, de descreído a priori. Yo también soy evangélico. 14 años yendo a la iglesia. 11 años de convertido. 9 años de trabajo en la iglesia. 2 años de estudios en un seminario. 1 año de estudios de una maestría en misiología. Después de tanto tiempo, uno observa lo bueno y lo malo, ¿y por qué molestarse si salen a flote los evidentes defectos? ¿No es así como el cambio comienza? ¿No debemos arrepentirnos de un pecado que se hace evidente para que Dios actúe? ¿No debemos actuar si parte de nuestro modus vivendi ha sido incorrecto o perjudicial?

jueves, 16 de febrero de 2006

El resucitado

La banda sonora, ruidosa y melancólica de julio, con arpas y saxofones vetustos que les hacían recordar la infancia pobre y violenta mientras completamente borrachos lloraban pensando en el desarraigo adolescente que vivieron empujados por el hambre, la pobreza, el dolor, se instalaba al frente de mi casa y se preparaba para gemir por unas horas. Yo los vi siempre, desde el inicio de mis recuerdos hasta el día que me fui, más de un cuarto de siglo después, y siempre las mismas lágrimas, los mismos saxofones y las mismas arpas, la misma bulla que no me dejaba dormir por la noche y que a la mañana siguiente dejaba la callecita de tierra llena de chapas de cerveza y de personas a las que había que levantar como a Lázaro. Una vez, en el invierno de 1994, con la callecita de tierra mojada por la garúa, fui a comprar pan y un muerto a punto de la resurrección dormía sentado junto al quiosco pero parecía haber competido en una competencia lucha en fango, y en sus sueños chacchaba palabras ininteligibles en quechua, su idioma materno, mientras yo mascullaba palabras en mi español colegial de adolescente de quinto de secundaria de escuela pública. Tocaba y tocaba la reja de la tiendecita pero nada, solo escuchaba el quechua y el nombre del pueblecito de donde eran todos dueños de las pequeñas casas de la manzana, una y otra vez, de una forma cansina pero exacerbada a la vez, sin gozo, quizá con algo de pesar. Yo me impacientaba y el muerto quiso resucitar pero en vez de eso empezaron a correr las lágrimas mientras el nombre del pueblito era reverberado como en una especie de transmigración donde a más repetición más rápidamente se llegaría al lugar elegido. Era obvio dónde él quería llegar.

En eso, despertó.

Me miró, quizá se avergonzó un poco por el barro y las lágrimas, pero luego sonrió y se fue. ¿Por qué? Seguramente pensó que la transmigración esa fue real y que el barro del que estaba embadurnado era, en verdad, lodo de la plaza principal del pueblito de su infancia y no el de la callecita de tierra al lado de una acequia limeña. Eso era para él suficiente motivo para ser feliz a muchos kilómetros de la tierra originaria: fundido con ella, uno con la identidad, uno consigo mismo.

Y cierto, se fue feliz.

viernes, 10 de febrero de 2006

El hambre como premio...

Una vez más el hambre hace ganar un premio internacional de fotografía. Las imágenes aparentemente surrealistas, aparentemente de otro planeta, aparentemente de otro tiempo, que Finbarr O'Reilly, proclamado ganador del galardón Foto del Año dentro del "World Press Photo 2005 tomó, puede dejarnos sin palabras ante la abismal realidad de la desigualdad humana, y ante la idea de la inoperancia de un Dios que se fue a dar un paseo por otra dimensión, dejándonos a cargo de todo mientras regresa.

Pero el asunto es que en verdad nos ha dejado a cargo. Y no está inoperante, es consecuente con el hecho que nos ha encargado todo. Mira qué hacemos, está presente, ayuda a la gente, pero sin olvidar que nos ha delegado la administración por lo que no se entromete en la gestión de los recursos y en la forma que hacemos economía. Y la foto debe recordarnos no a Dios de brazos cruzados, sino a nosotros que somos mezquinos y egoístas, haciendo todo mal.

¿Podemos entender la trascendencia de esa afirmación? ¡Dios, dejándonos a cargo del manejo del planeta! Y nosotros, que ni siquiera hemos logrado que la alimentación básica y una vivienda digna sean un derecho de las personas por el hecho de ser seres humanos. No hablo de tener lujos, de tener auto, de lucirnos con ropa vistosa, sino simplemente de tener lo mínimo indispensable para comer y un techo donde resguardarse de la lluvia, sólo eso. Y es que la realidad es que hay pobres y gente que se muere de hambre simplemente porque queremos y no se nos da la gana de eliminar ese problema. Así de crudo. Mientras tanto, por ejemplo, el gobierno peruano le da 6 millones de dólares a Baruch Ivcher por -¡pobrecito!- indemnización por la incautación y los problemas de su canal.

Y los cristianos -que también somos responsables de la mayordomía del planeta y uso adrede una palabra de uso teológico-pensando en el cielo, en regalar biblias o en postular a la presidencia (sabiendo que no tenemos la más mínima posibilidad). ¿Qué hacemos entonces? ¿Y qué hago yo?

domingo, 5 de febrero de 2006

¿Y si la caricatura hubiera sido de Cristo pero en el s. XV?...


... seguro que mandaban al hereje a un tribunal eclesiástico y lo condenaban directamente a la hoguera. Quizá las masas indignadas hubieran quemado la casa del osado, llenado con sal los restos para declararla maldita y hasta inclusive despreciado de por vida a sus familiares directos. Eso y más, seguramente. Sin embargo, las cosas han cambiado tanto que en entornos cristianos hay pocos espacios sacros e imágenes jocosas de Cristo no nos sorprenderían en lo absoluto. De hecho nos reiríamos de ellas.

El tiempo ha pasado en occidente. El fenómeno del secularismo del que hablaba mi profesor de Religión Católica en el colegio nos ha impregnado en todos los sentidos. El desarrollo de las ciencias y la filosofìa nos ha llevado a esto y bien o mal, son los costos del progreso. Se han descubierto muchos secretos y la visión de las cosas otrora santas no es igual, definitivamente. A la vez, el tiempo no ha pasado en el Medio Oriente. El fundamentalismo religioso es profundo y si decimos algo breve del fanatismo, faltarán palabras. Por ello, todo este lío de la caricatura es el enfrentamiento de la visión del siglo XXI de occidente con la del siglo XV del Islam. Y serán irreconciliables las diferencias. Los cristianos del siglo XV viviendo hoy también hubieran quemado embajadas, peleado con la policía y hecho escándalos de proporciones. Esto es algo que tiene que quedar en nuestra cabeza antes de dar opinión.

¿Qué debe hacer la visión del siglo XXI ante el anacronismo del siglo XV? ¿Despreciarlo? ¿Responderle en sus niveles? Creo que ubicarlo en su real proporción, entendiendo el desfase temporal, siendo comprensivos con la molestia, pidiendo disculpas de ser necesario y no darle demasiada importancia. Mas de eso, no. ¿Por qué este ofendido atrasado debe ser el que impone la magnitud de la ofensa y la severidad de los castigos? ¿Quemar una embajada es el castigo? ¿Y dónde quedan los canales judiciales? Finalmente, a los árabes le faltan 500 años de avance en muchos sentidos. La lucha por la libertad (no libertinaje) de expresión fue una conquista durísima, que hoy se olvida porque la vemos como algo natural, ya dado, parte del statu quo. ¿La tuvieron ellos? No, como muchos otros elementos del contrato social que dirige nuestras vidas.

Y finalmente, ¿Qué es mas serio? ¿Unas caricaturas o hombres con bombas en el cuerpo haciéndose estallar en un restaurante o en un mercado?

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La fuente de la imagen es http://www.raton-en-la-luna.blogspot.com/2006/02/por-la-libertad-de-expresion-las.html aunque el original se aloja en http://www.brusselsjournal.com/node/698

miércoles, 1 de febrero de 2006

"El Exodo no existió", afirma el arqueólogo Israel Finkelstein (*)

Por Luisa Corradini
Para LA NACION

TEL AVIV.– Israel Finkelstein es un hombre de suerte: aunque sus trabajos de arqueología cuestionan el origen divino de los primeros libros del Antiguo Testamento, judíos y católicos acogen sus hipótesis con auténtico interés y, curiosamente, no lo estigmatizan.

Este enfant terrible de la ciencia revolucionó la nueva arqueología bíblica cuando afirmó que la saga histórica relatada en los cinco libros que conforman el Pentateuco de los cristianos y la Torá de los judíos no responde a ninguna revelación divina. Dijo que, por el contrario, esa gesta es un brillante producto de la imaginación humana y que muchos de sus episodios nunca existieron.

El Pentateuco “es una genial reconstrucción literaria y política de la génesis del pueblo judío, realizada 1500 años después de lo que siempre creímos”, sostiene Finkelstein, de 57 años, director del Instituto de Arqueología de la Universidad de Tel Aviv.

Añade que esos textos bíblicos son una compilación iniciada durante la monarquía de Josías, rey de Judá, en el siglo VII a.C. En aquel momento, ese reino israelita del Sur comenzó a surgir como potencia regional, en una época en la cual Israel (reino israelita del Norte) había caído bajo control del imperio asirio.

El principal objetivo de esa obra era crear una nación unificada, que pudiera cimentarse en una nueva religión. El proyecto, que marcó el nacimiento de la idea monoteísta, era constituir un solo pueblo judío, guiado por un solo Dios, gobernado por un solo rey, con una sola capital, Jerusalén, y un solo templo, el de Salomón. En sus trabajos, que han marcado a generaciones de la nueva escuela de la arqueología bíblica, Finkelstein establece una coherencia entre los cinco libros del Pentateuco: el Génesis, el Exodo, el Levítico, los Números y el Deuteronomio. Los siglos nos han traído esos episodios que relatan la creación del hombre, la vida del patriarca Abraham y su familia -fundadores de la nación judía-, el éxodo de Egipto, la instalación en la tierra prometida y la época de los Reyes. Según Finkelstein, esos relatos fueron embellecidos para servir al proyecto del rey Josías de reconciliar a los dos reinos israelitas (Israel y Judá) e imponerse frente a los grandes imperios regionales: Asiria, Egipto y Mesopotamia. El arqueólogo recibió a LA NACION en la Universidad de Tel Aviv.

-Durante más de veinte siglos, los hombres creyeron que Dios había dictado las Escrituras a un cierto número de sabios, profetas y grandes sacerdotes israelitas.

-Así es. Para las autoridades religiosas, judías y cristianas, Moisés era el autor del Pentateuco. Según el Deuteronomio, el profeta lo escribió poco antes de su muerte, en el monte Nebo. Los libros de Josué, de los Jueces y de Samuel eran archivos sagrados, obtenidos y conservados por el profeta Samuel en el santuario de Silo, y los libros de los Reyes venían de la pluma del profeta Jeremías. Así también, David era el autor de los Salmos y Salomón, el de los Proverbios y el del Cantar de los Cantares.

-Y sin embargo?

-Desde el siglo XVII, los expertos comenzaron a preguntarse quién había escrito la Biblia. Moisés fue la primera víctima de los avances de la investigación científica, que planteó cantidad de contradicciones. ¿Cómo es posible -preguntaron los especialistas- que haya sido el autor del Pentateuco cuando el Deuteronomio, el último de los cinco libros, describe el momento y las circunstancias de su propia muerte?

-Usted afirma que el Pentateuco fue escrito en una época mucho más reciente.

-La arqueología moderna nos permite asegurar que el núcleo histórico del Pentateuco y de la historia deuteronómica fue compuesto durante el siglo VII antes de Cristo. El Pentateuco fue una creación de la monarquía tardía del reino de Judá, destinada a propagar la ideología y las necesidades de ese reino. Creo que la historia deuteronómica fue compilada, durante el reino de Josías, a fin de servir de fundamento ideológico a ambiciones políticas y reformas religiosas particulares.

-Según la Biblia, primero fue el viaje del patriarca Abraham de la Mesopotamia a Canaán. El relato bíblico abunda en informaciones cronológicas precisas.

-Es verdad. La Biblia libra una cantidad de informaciones que deberían permitir saber cuándo vivieron los patriarcas. En ese relato, la historia de los comienzos de Israel se desarrolla en secuencias bien ordenadas: los Patriarcas, el Exodo, la travesía del desierto, la conquista de Canaán, el reino de los Jueces, el establecimiento de la monarquía. Haciendo cálculos, Abraham debería de haber partido hacia Canaán unos 2100 años antes de Cristo.

-¿Y no es así?

-No. En dos siglos de investigación científica, la búsqueda de los patriarcas nunca dio resultados positivos. La supuesta migración hacia el Oeste de tribus provenientes de la Mesopotamia, con destino a Canaán, se reveló ilusoria. La arqueología ha probado que en esa época no se produjo ningún movimiento masivo de población. El texto bíblico da indicios que permiten precisar el momento de la composición final del libro de los Patriarcas. Por ejemplo, la historia de los patriarcas está llena de camellos. Sin embargo, la arqueología revela que el dromedario sólo fue domesticado cuando se acababa el segundo milenio anterior a la era cristiana y que comenzó a ser utilizado como animal de carga en Medio Oriente mucho después del año 1000 a.C. La historia de José dice que la caravana de camellos transporta "goma tragacanto, bálsamo y láudano". Esa inscripción corresponde al comercio realizado por los mercaderes árabes bajo control del imperio asirio en los siglos VIII y VII a.C. Otro hecho anacrónico es la primera aparición de los filisteos en el relato, cuando Isaac encuentra a Abimelech, rey de los filisteos. Esos filisteos -grupo migratorio proveniente del mar Egeo o de Asia Menor- se establecieron en la llanura litoral de Canaán a partir de 1200 a.C. Esos y otros detalles prueban que esos textos fueron escritos entre los siglos VIII y VII a.C.

-El heroísmo de Moisés frente a la tiranía del faraón, las diez plagas de Egipto y el éxodo masivo de israelitas hacia Canaán son algunos de los episodios más dramáticos de la Biblia. ¿También eso es leyenda?

-Según la Biblia, los descendientes del patriarca Jacob permanecieron 430 años en Egipto antes de iniciar el éxodo hacia la Tierra Prometida, guiados por Moisés, a mediados del siglo XV a.C. Otra posibilidad es que ese viaje se haya producido dos siglos después. Los textos sagrados afirman que 600.000 hebreos cruzaron el Mar Rojo y que erraron durante 40 años por el desierto antes de llegar al monte Sinaí, donde Moisés selló la alianza de su pueblo con Dios. Sin embargo, los archivos egipcios, que consignaban todos los acontecimientos administrativos del reino faraónico, no conservaron ningún rastro de una presencia judía durante más de cuatro siglos en su territorio. Tampoco existían, en esas fechas, muchos sitios mencionados en el relato. Las ciudades de Pitom y Ramsés, que habrían sido construidas por los hebreos esclavos antes de partir, no existían en el siglo XV a.C. En cuanto al Exodo, desde el punto de vista científico no resiste el análisis.

-¿Por qué?

-Porque, desde el siglo XVI a.C., Egipto había construido en toda la región una serie de fuertes militares, perfectamente administrados y equipados. Nada, desde el litoral oriental del Nilo hasta el más alejado de los pueblos de Canaán, escapaba a su control. Casi dos millones de israelitas que hubieran huido por el desierto durante 40 años tendrían que haber llamado la atención de esas tropas. Sin embargo, ni una estela de la época hace referencia a esa gente. Tampoco existieron las grandes batallas mencionadas en los textos sagrados. La orgullosa Jericó, cuyos muros se desplomaron con el sonar de las trompetas de los hebreos, era entonces un pobre caserío. Tampoco existían otros sitios célebres, como Bersheba o Edom. No había ningún rey en Edom para enfrentar a los israelitas. Esos sitios existieron, pero mucho tiempo después del Exodo, mucho después de la emergencia del reino de Judá. Ni siquiera hay rastros dejados por esa gente en su peregrinación de 40 años. Hemos sido capaces de hallar rastros de minúsculos caseríos de 40 o 50 personas. A menos que esa multitud nunca se haya detenido a dormir, comer o descansar: no existe el menor indicio de su paso por el desierto.

-En resumen, los hebreos nunca conquistaron Palestina.

-Nunca. Porque ya estaban allí. Los primeros israelitas eran pastores nómadas de Canaán que se instalaron en las regiones montañosas en el siglo XII a.C. Allí, unas 250 comunidades muy reducidas vivieron de la agricultura, aisladas unas de otras, sin administración ni organización política. Todas las excavaciones en la región exhumaron vestigios de poblados con silos para cereales, pero también de corrales rudimentarios. Esto nos lleva a pensar que esos individuos habían sido nómadas que se convirtieron en agricultores. Pero ésa fue la tercera ola de instalación sedentaria registrada en la región desde el 3500 a.C. Esos pobladores pasaban alternativamente del sedentarismo al nomadismo pastoral con mucha facilidad.

-¿Por qué?

-Ese tipo de fluctuación era muy frecuente en Medio Oriente. Los pueblos autóctonos siempre supieron operar una rápida transición de la actividad agrícola a la pastoral en función de las condiciones políticas, económicas o climáticas. En este caso, en épocas de nomadismo, esos grupos intercambiaban la carne de sus manadas por cereales con las ricas ciudades cananeas del litoral. Pero cuando éstas eran víctimas de invasiones, crisis económicas o sequías, esos pastores se veían forzados a procurarse los granos necesarios para su subsistencia y se instalaban a cultivar en las colinas. Ese proceso es el opuesto al que relata la Biblia: la emergencia de Israel fue el resultado, no la causa, del derrumbe de la cultura cananea.

-Pero entonces, si esos primeros israelitas eran también originarios de Canaán, ¿cómo identificarlos?

-Los pueblos disponen de todo tipo de medios para afirmar su etnicidad: la lengua, la religión, la indumentaria, los ritos funerarios, los tabúes alimentarios. En este caso, la cultura material no propone ningún indicio revelador en cuanto a dialectos, ritos religiosos, formas de vestirse o de enterrar a los muertos. Hay un detalle muy interesante sobre sus costumbres alimentarias: nunca, en ningún poblado israelita, fueron exhumados huesos de cerdo. En esa época, los primeros israelitas eran el único pueblo de esa región que no comía cerdo.

-¿Cuál es la razón?

-No lo sabemos. Quizá los protoisraelitas dejaron de comer cerdo porque sus adversarios lo hacían en profusión y ellos querían ser diferentes. El monoteísmo, los relatos del Exodo y la alianza establecida por los hebreos con Dios hicieron su aparición mucho más tarde en la historia, 500 años después. Cuando los judíos actuales observan esa prohibición, no hacen más que perpetuar la práctica más antigua de la cultura de su pueblo verificada por la arqueología.

-En el siglo X a.C. las tribus de Israel formaron una monarquía unificada -el reino de Judá- bajo la égida del rey David. David y su hijo, Salomón, servirán de modelo a las monarquías de Occidente. ¿Tampoco ellos fueron lo que siempre se creyó?

-Tampoco en este caso la arqueología ha sido capaz de encontrar pruebas del imperio que nos legó la Biblia: ni en los archivos egipcios ni en el subsuelo palestino. David, sucesor del primer rey, Saúl, probablemente existió entre 1010 y 970 a.C. Una única estela encontrada en el santuario de Tel Dan, en el norte de Palestina, menciona "la casa de David". Pero nada prueba que se haya tratado del conquistador que evocan las Escrituras, capaz de derrotar a Goliat. Es improbable que David haya sido capaz de conquistas militares a más de un día de marcha de Judá. La Jerusalén de entonces, escogida por el soberano como su capital, era un pequeño poblado, rodeado de aldeas poco habitadas. ¿Dónde el más carismático de los reyes hubiera podido reclutar los soldados y reunir el armamento necesarios para conquistar y conservar un imperio que se extendía desde el Mar Rojo, al Sur, hasta Siria, al Norte? Salomón, constructor del Templo y del palacio de Samaria, probablemente tampoco haya sido el personaje glorioso que nos legó la Biblia.

-¿Y de dónde salieron sus fabulosos establos para 400.000 caballos, cuyos vestigios sí se han encontrado?

-Fueron criaderos instalados en el Sur por el reino de Israel varios decenios más tarde. A la muerte de Salomón, alrededor del 933 a.C., las tribus del norte de Palestina se separaron del reino unificado de Judá y constituyeron el reino de Israel. Un reino que, contrariamente a lo que afirma la Biblia, se desarrolló rápido, económica y políticamente. Los textos sagrados nos describen las tribus del Norte como bandas de fracasados y pusilánimes, inclinados al pecado y a la idolatría. Sin embargo, la arqueología nos da buenas razones para creer que, de las dos entidades existentes, la meridional (Judá) fue siempre más pobre, menos poblada, más rústica y menos influyente. Hasta el día en que alcanzó una prosperidad espectacular. Esto se produjo después de la caída del reino nórdico de Israel, ocupado por el poderoso imperio asirio, que no sólo deportó hacia Babilonia a los israelitas, sino que además instaló a su propia gente en esas fértiles tierras.

-¿Fue, entonces, durante el reino de Josías en Judá cuando surgió la idea de ese texto que se transformaría en fundamento de nuestra civilización occidental y origen del monoteísmo?

-Hacia fines del siglo VII a.C. hubo en Judá un fermento espiritual sin precedente y una intensa agitación política. Una coalición heteróclita de funcionarios de la corte sería responsable de la confección de una saga épica compuesta por una colección de relatos históricos, recuerdos, leyendas, cuentos populares, anécdotas, predicciones y poemas antiguos. Esa obra maestra de la literatura -mitad composición original, mitad adaptación de versiones anteriores- pasó por ajustes y mejoras antes de servir de fundamento espiritual a los descendientes del pueblo de Judá y a innumerables comunidades en todo el mundo.

-El núcleo del Pentateuco fue concebido, entonces, quince siglos después de lo que creíamos. ¿Sólo por razones políticas? ¿Con el fin de unificar los dos reinos israelitas?

-El objetivo fue religioso. Los dirigentes de Jerusalén lanzaron un anatema contra la más mínima expresión de veneración de deidades extranjeras, acusadas de ser el origen de los infortunios que padecía el pueblo judío. Pusieron en marcha una campaña de purificación religiosa, ordenando la destrucción de los santuarios locales. A partir de ese momento, el templo que dominaba Jerusalén debía ser reconocido como único sitio de culto legítimo por el conjunto del pueblo de Israel. El monoteísmo moderno nació de esa innovación.


(*) Artículo original en http://www.lanacion.com.ar/775002