martes, 23 de mayo de 2006

Sacralizando los modelos eclesiales

Comunión, qué palabra ésta. Es tan importante en el contexto de la iglesia que descuidarla implica prácticamente el condenar a la gente a la apostasía. Es claro para todos que si no hay comunión, no hay crecimiento, no hay iglesia, no hay vida, no hay nada. Por ello la importancia de la iglesia no como organización eficiente e inexpugnable sino como comunidad abierta y abarcante. Como un lugar en donde exista una conglomeración de personas que apoye, que soporte, que ame, que corrija, que enseñe, que escuche, que festeje las alegrías y llore las penas, que ayude a crecer. Esta comunión brilla esplendorosa en cosas tan cotidianas como en la conversación uno a uno sentados en el pasto de un parque, en la charla telefónica, en el almuerzo de amigos, en la pequeña reunión de cumpleaños con los amigos más íntimos, en las salidas de distracción a algún lugar indeterminado, en la plática sobre Dios y sus cosas en un auto estacionado en la puerta de una casa.

¿Qué prácticas debe tener esta comunidad para incentivar, reflejar la comunión? ¿Qué debe hacer? Porque para ser sinceros, no se habla en la Biblia de cultos de adoración los domingos, de escuelas dominicales, de academia bíblica, de reuniones de grupos de crecimiento, células, grupo de jóvenes, matrimonios, retiros, encuentros, ni nada de esas cosas. Se menciona ekklesia, la comunidad, pero no se nos circunscribe a una práctica determinada, salvo la de guardar la comunión, evento directamente vinculado a la permanencia a un grupo estable y a la relación con éste.

¿Cómo debe ser la relación de un individuo con su grupo matriz? Ante esta interrogante han surgido siempre los modelos. Porque aunque quizá nunca lo pensamos, la forma en la que hacemos las cosas en la iglesia fue concebida en algún momento por alguien que las estableció, se objetivaron después, y finalmente se sacralizaron. La ropa de los religiosos, la forma de la alabanza, la estructura del culto, la supeditación de la prédica de un sermón a estrictas reglas homiléticas, la frecuencia y el modo de la Santa Cena, todo fue establecido en algún momento. Pocas cosas en tiempos bíblicos, mucho más en el transcurso de la historia. Muy adecuado y necesario todo esto, pero no deja de ser solamente un modelo. ¿Te reúnes en células para afianzar la comunión? El modelo celular está bien documentado y tiene sus variantes. Desde la distribución por grupos de edad, de género o de estado civil, como en mi iglesia, hasta los grupos de familias completas, como en Corea. Y ambas han funcionado en sus ambientes muy bien.

El problema es la sacralización del modelo. Nuestras cabezas limitadas, orgullosas y obcecadas han confundido la expresión pura y libre de la comunión con los modelos eclesiales, y eso es un gravísimo error. Supongamos una iglesia con modelo celular y una persona que, por algún tipo de escrúpulo personal, no quiere ir a las células establecidas. Inmediatamente es mal vista, es considerada anárquica, rebelde, malcriada. No importa si esta persona “revolucionaria” mantiene los vínculos de comunión espontáneos, o sea, se reúne con amigos en casa para conversar, orar, o simplemente apoyarse mutuamente, o mantiene lazos con algún cristiano de más años mediante su consejo. Nada interesa. Si no participas en la comunión mediante el modelo, estás fuera, te estás “enfriando”, tu vida espiritual es puesta en duda. Tomás de Torquemada revive y nos condena en el tribunal.

La inquisición se manifiesta en miles de formas, casi todas tan sutiles que nadie las percibe. Esta inquisición juzga a quien entiende la realidad de la iglesia de una forma distinta (en el caso del supuesto, quien comprende la lógica de los modelos y entiende a las células como uno más) y trata de hacer las cosas de un modo diferente (en este caso, no ir a las células). Esta inquisición lo aparta y lo expulsa. El que reflexiona, el que piensa un poco tomando una decisión respecto a su participación en la iglesia y no sigue a los demás como borregos es subversivo. Esta inquisición es tradicionalista, es temerosa, es letrista, es limitada en pensamiento porque no tiene la capacidad de dar el paso hacia adelante. ¿Es esta inquisición reflejo del amor de Dios? No es reflejo de este amor, sí de la limitada humanidad que cree tener siempre la razón