martes, 28 de marzo de 2006

¿Y el tema religioso?

A falta de doce días para las elecciones presidenciales, el panorama electoral dentro del contexto de la segunda vuelta parece más claro, con el inminente ingreso de Ollanta Humala y la lucha entre Alan García y Lourdes Flores, con la bastante probable victoria de esta última. En esas instancias y a pesar de los últimos reportes de Apoyo y CPI, no hay certezas sobre quién gobernará el Perú por los próximos cinco años.

Como en todas las campañas presidenciales anteriores, la discusión programática ha quedado relegada por los insultos y las referencias personales. Quizá Ollanta ha sido el más atacado, aunque el resto no se ha salvado de adjetivos de grueso calibre que han tenido como triste colofón el calificativo de “hija de puta” por parte de Daniel Abugattas hacia Eliane Karp. Incendiarios candidatos han llenado de humo nuestra corta y parcial visión política aumentando la confusión del electorado que votará, otra vez, en forma incierta.

Los planes de gobierno se han olvidado y a lo más hemos llegado a discutir los “caballitos de batalla” de los candidatos, como la revisión de los contratos por parte de Humala, los seiscientos cincuenta mil puestos de trabajo al año de Lourdes, o la libre desafiliación de las AFP de García. Otros temas de fondo han sido tocados en foros especializados y las conclusiones muchas veces no han llegado al gran público que sin dudar merece conocerlas, aunque desconfíe de los planes de gobierno debido al “no shock” de Fujimori o al “no tocaré los depósitos del público” de Alan.

Algo que no he escuchado, por ejemplo, son las propuestas en el tema religioso. Como es de público conocimiento, el presente Congreso intentó sin éxito impulsar los principios de Estado Laico para el Perú. Enfatizo fuertemente que un Estado laico no significa una gobierno impulsor del ateísmo o enemigo de la fe, como sugieren algunos, sino que bajo ese concepto el Estado se compromete como institución representante de todos a respetar a todas las religiones y creencias que profesen los ciudadanos y a no identificarse ni privilegiar en ninguna forma a alguna en particular. Mientras respeten a los otros, no traten de impedir las creencias y prácticas religiosas de los demás y no realicen actos ilícitos como parte de su práctica cultual, los ciudadanos son libres de adoptar la fe que deseen.

En el Perú esto no sucede, porque aunque existe plena libertad de cultos, el Estado privilegia a una iglesia en particular: la Iglesia Católica Romana. Dada esta situación pienso que lo ideal es declarar el laicisismo del Estado Peruano y que el catolicismo, como cualquier otro grupo religioso, avance en la propagación y defensa de su fe sin apoyos gubernamentales como cualquier otro grupo, cosa que de por sí no es un problema ya que es la iglesia más grande, con más recursos y de más arraigo popular. Es importantísimo mencionar que los privilegios no deben ser para nadie, porque tampoco es un secreto que algunos pastores evangélicos estaría felices por tener parte de las ayudas que el Gobierno ofrece hoy al catolicismo.

Sin embargo, de este tema no se ha hablado. Sé que no es un tema capital en la agenda política ya que hay muchos otros asuntos de mayor importancia. Pero sería bueno conocer qué harán tanto Lourdes o Humala al respecto. ¿Dejarán todo como está? ¿Tendrá el comandante dentro de sus planes de fundación de la segunda república consideraciones sobre este punto? ¿Qué pensará Lourdes Flores como católica practicante?

lunes, 20 de marzo de 2006

¿Qué es la vida? (*)

Leonardo Boff

La convención organizada por la ONU sobre la biodiversidad biológica, que se está celebrando estos días de marzo en Curitiba, desde cierto punto de vista es tan importante o más que la de Rio de Janeiro de 1992. Entonces se trataba de ver la relación entre desarrollo y medio ambiente. Se oficializó la expresión desarrollo sostenible. Pasados más de diez años se ha constatado que el desarrollo habido se ha mostrado absolutamente insostenible porque prácticamente todos los indicadores ambientales empeoraron. Se ha comprobado que la lógica de este tipo de desarrollo lleva consigo la devastación ecológica y la creación de desigualdades sociales. Ahora la humanidad está dándose cuenta lentamente de que ese desarrollo puede amenazar la vida de Gaia y el futuro de la humanidad. Por eso el tema más urgente y fundamental es: ¿cómo garantizar y salvar la vida?

En este contexto conviene que reflexionemos brevemente sobre lo que es la vida. Las respuestas consagradas dicen que proviene de Dios o que está habitada por algo misterioso o mágico. Pero nuestra visión cambió radicalmente cuando en 1953 Crick y Watson descifraron la estructura de una molécula de ácido desoxirribonucleico (ADN) que contiene el manual de instrucciones de la creación humana. La molécula de ADN consiste en múltiples copias de una única unidad básica, el nucleótido, que se presenta bajo cuatro formas: adenina (A), timina (T), guanina (G) y citosina(C). Este alfabeto de cuatro letras se desdobla en otro alfabeto de veinte letras que son las proteínas, formando el código genético que se presenta en una estructura de doble hélice o de dos cadenas moleculares. El código genético es igual en todos los seres vivos. Watson y Crick concluyeron: «La vida no es más que una vasta gama de reacciones químicas coordinadas; el \"secreto\" de esta coordinación es un complejo y arrebatador conjunto de instrucciones inscritas químicamente en nuestro ADN». (Cf. DNA, Companhia das Letras 2005, p. 424).

Con este descubrimiento la vida fue introducida en el proceso evolutivo global. Después de la gran explosión del Big bang hace quince mil millones de años, la energía y la materia liberadas se fueron expandiendo, densificando, haciéndose más complejas y formando nuevos órdenes a medida que el proceso avanzaba. Después que se alcanzó un nivel alto de complejidad de la materia irrumpió la vida como un imperativo cósmico. La vida representa, pues, una posibilidad presente en las energías originarias y en la materia primordial. La materia no es «material» sino un campo altamente interactivo de energías. Este evento maravilloso ocurrió en un minúsculo planeta del sistema solar, la Tierra, hace 3.800 millones de años. Pero la Tierra no tiene, según el premio Nóbel de medicina Christian de Duve (1974), la exclusividad de la vida. En su libro Polvo Vital escribe: «El universo no es el cosmos inerte de los físicos con una pizca extra de vida por precaución. El universo es vida con la necesaria estructura a su alrededor. Consiste en billones de biosferas generadas y sostenidas por el resto del universo». (Objetiva 1997, p.383).

No necesitamos recurrir a un principio trascendente y externo para explicar el surgimiento de la vida. Basta que el principio de complejidad y de auto-organización de todo, el principio cosmogénico, haya estado presente en aquel puntito primordial –que primero se inflacionó y luego explotó-, creado, sí, por una Inteligencia suprema, un infinito Amor y una eterna Pasión. La vida, la mayor floración del proceso evolutivo, hoy está amenazada; de ahí la urgencia de cuidarla.


(*) http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=160

viernes, 10 de marzo de 2006

La Iglesia católica ha perdido el 10 por ciento de sus fieles en países latinoamericanos (*)

El aumento de otros grupos religiosos es una las razones por las cuales la Iglesia está perdiendo influencia, según el Celam.

En pocas ocasiones la Iglesia Católica ha advertido expresamente sobre el decrecimiento de su comunidad de fieles y la pérdida de su influencia en la sociedad en los últimos años.

Ayer, en el acto de inauguración del primer Encuentro de los Movimientos Eclesiales y las Nuevas Comunidades, que se lleva a cabo en Bogotá, jerarcas de la Iglesia tanto de Latinoamérica como del Vaticano manifestaron en Bogotá la preocupación por el incremento de otros grupos religiosos no católicos que están captando a sus fieles.

Este fenómeno, según los obispos, se suma a la “globalización de los antivalores y el desmonoramiento de costumbres y leyes”.

Por ejemplo, solo en Chile se ha perdido en la última década un 10 por ciento de los católicos, tendencia que se puede generalizar en la iglesia latinoamericana, afirmó el cardenal Francisco Javier Errázuriz, presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), organización que reúne a las conferencias episcopales de la región.“Crece el número de quienes confiesan no pertenecer a ninguna religión y la Iglesia pierde miembros e influencia en la sociedad”, dijo el alto prelado.

Una de las razones para que ocurra este fenómeno es que han crecido los grupos pentecostales (evangélicos, carismáticos, etc...) algo que “habla bien del pueblo, porque siguen invocando a Cristo, pero no habla bien de nosotros como Iglesia”. En esto, dijo, también influye que las reformas educacionales “no se basan en una antropología cristiana”.

Por su parte, monseñor Stanislaw Rylko, presidente del Consejo Pontificio para los Laicos del Vaticano, presente en Colombia, aseguró en su discurso que en “nuestro mundo proliferan falsos maestros que hacen promesas de felicidad a bajo precio”.

El jerarca agregó que “la humanidad actual desconfía de las palabras”. Antes de llegar a Bogotá, monseñor Rylko aseguró a Radio Vaticano que las comunidades de laicos puede ser “una manera de responder al fenómeno de sectas en Latinoamérica”.

Sobre este tema, el cardenal Pedro Rubiano aseguró que en Colombia también se da este desgano por la Iglesia. “Está sucediendo un cambio de época y hay mucha gente que cae en un indiferentismo y en un relativismo. Hay personas que son bautizadas pero no desarrollan su fe”, advirtió el Arzobispo de Bogotá.

Para abrir el encuentro, Beniamino Stella, nuncio apostólico en el país, leyó el mensaje que envió el papa Benedicto XVI para las autoridades religiosas presentes. En este, el Pontífice estuvo en la misma línea de los obispos, debido a que manifestó que en muchos ambientes de América Latina se está promoviendo la “indiferencia religiosa”.

El encuentro, al que asisten 18 obispos de América Latina y unos 50 grupos de laicos, terminará el próximo domingo.


(*) Artículo publicado en “El Tiempo” de Colombia. http://eltiempo.terra.com.co/vidadehoy/2006-03-10/ARTICULO-WEB-_NOTA_INTERIOR-2784957.html

miércoles, 8 de marzo de 2006

Los chicos plásticos

Desde que lo conozco, alguien se quejó de la forma en que vivía su vida cristiana. Siempre inconforme, siempre infeliz. No era extraño conversar sobre lo triste y desanimado que se sentía porque no podía vivir el cristianismo de una manera digna y aceptable. No era mala persona, mas bien era uno de los más comprometidos con el trabajo en la iglesia, por encima de lo que yo fui alguna vez. Era más confiable, más experimentado, más eficiente y a mi entender más útil que yo. Me fue claro desde el inicio que él quería seguir ese pasaje de Mateo que dice “Sean ustedes perfectos, como su Padre celestial que está en los cielos es perfecto”.

Y es que la presión por la vida perfecta dentro de la iglesia puede ser asfixiante a veces, y eso que la mía no es extrema en ese sentido. A veces esa presión hace que se forme un ambiente hipócrita en donde todos se portan de forma adecuada, dicen las cosas de forma correcta –con la jerga apropiada, por supuesto-, se visten parecido -mucho recato en las mujeres, por favor- y hacen las cosas como deben hacerse -esto se agrava si la personalidad del pastor es dominante y si su mentalidad es untraconservadora-. Puede generarse un ambiente completamente artificial, parecido a un teatro donde muchos usamos tremendas máscaras, actuando de la mejor manera tratando de parecer impecables. Este medio ambiente plástico muchas veces genera la percepción –para el que lo observa desde fuera- de que los “cristianos” no tienen los problemas que tiene la gente normal, que no se puede hablar de muchas cosas ya que podría generarse un gran escándalo, o –cosa más seria- que allí está el caldo de cultivo para la intolerancia (¿Somos tolerantes acaso?), la mente cerrada (¿Somos empáticos acaso?) y el legalismo (¿No somos letristas acaso?). Claro que en casi todos los casos esto se hace con la mejor intención, pero reza el dicho –valga la redundancia- que de buenas intenciones está lleno el infierno.

Muchos de ellos en sus universidades, colegios o trabajos tienen otra personalidad. Allí afloran las lisuras, los comentarios libertinos o inician relaciones que son “prohibidas” es la iglesia. Aunque se insiste mucho en el templo sobre lo impropia de la doble vida, con frecuencia la presión a ser perfectos, esa que entristecía a mi amigo, nos hace actuar y fingir que somos las mejores personas, cuando realmente no es así, somos otros, distintos, inferiores a la expectativa que poseemos. Y eso es normal: somos imperfectos, y aunque Cristo vino y murió, seguiremos pecando. Y eso debe quedar claro: ¡No seré perfecto! Y aunque lo anhele, ¡No lo seré!, y aunque la iglesia me empuje, ¡No puedo serlo!

Entendiendo esto viviremos más tranquilos. Seremos más honestos con el Dios que ofreció la vida de su Hijo por nosotros. Seremos más honestos con nosotros mismos, y seremos más honestos con la comunidad que nos acoge.

lunes, 6 de marzo de 2006

¡Crash!, somos una mesa coja

En el principio hizo Dios los cielos y la tierra, y esta tierra estaba desordenada y vacía. Según el relato del Génesis, al sexto día la humanidad fue hecha, encarnada en Adán y Eva, a él del polvo y a ella mediante una costilla. La corporalidad de la raza humana es evidente y más aún por su origen, el polvo de la tierra, hecho que enfatiza su pertenencia al mundo material. Resalta que el propio cuerpo físico sea el único vehículo por el que podemos expresar virtudes espirituales y no algún ente intermedio que nos ayude a acercarnos a Dios.

La materialidad de la condición humana (porque aunque lo deseemos, todavía no vivimos en el cielo tocando un arpa) provoca una obvia interdependencia entre los seres humanos y su habitat físico. Necesita del aire, las plantas, los animales, los minerales, el agua, la luz del sol y, por extensión, de Aquel que creó esas cosas con perfección y abundancia y les dio la capacidad de reproducirse. ¿Hay algún vínculo entre lo creado, imprescindible para nuestra vida, y nosotros como seres humanos dependientes de la creación? Indudablemente. Se lo dijo Dios a Adán cuando le encargó cuidar el huerto del Edén. Los seres humanos fuimos creados con la responsabilidad de velar por la creación realizada por el mismo Dios.

¿Es todo el velar por la creación directa de Dios? ¿O es que hay otras, de las que no se nos habla explícitamente? Existe una creación indirecta basada en el diseño del ser humano como hombre y mujer. Hemos sido capacitados para las dimensiones sociales de la existencia, para la asociación y la comunidad. En la relación de unos con otros, los seres humanos encuentran oportunidad para complementarse recíprocamente y forjar su propia creación. Definitivamente estaba dentro del plan de Dios esta capacidad de socializar y de la formación de cultura y sociedades por parte del hombre. También para esta creación indirecta, derivada, se nos ha llamado a velar. Y no hay escape de esto ya que el Señor así lo quiso desde el principio.

El hecho de convertirnos en cristianos no nos exime de la responsabilidad de velar por la creación directa –la naturaleza- y la creación indirecta –el medio social humano-. En cambio, nos debe recordar más todavía el hecho que no debemos ser indiferentes ante el entorno que nos rodea. Por lo tanto, como seguidores de Cristo tenemos entonces una triple responsabilidad muy seria: nuestra sociedad, nuestro mundo físico, y la realidad espiritual que sí conocemos bien. Este triplete es completo y funciona como las patas de una mesa triangular. Basta que falte una para que la mesa sea inútil. El que tenga oídos para oír, oiga.

Por lo tanto, el llamado de Dios hacia un cristiano debe ser en realidad para los tres elementos, aunque puede enfatizar en uno de ellos. Un pastor enfatizaría en el lado espiritual. Un laico puede enfatizar en los otros dos lados. Cumplimos la misión de Dios si nos entregamos a salvar un río, una reserva natural, a controlar el nivel de polución de nuestra ciudad, a hacer más justa una sociedad. Sin embargo la iglesia, sobre todo la evangélica, ha olvidado este mensaje y se ha concentrado solamente en la visión espiritual llegando al extremo de satanizar las otras, llamando sólo al arrepentimiento de los pecados, a la salvación del alma y a ver el futuro desde una perspectiva escatológica.

Ya lo dije en un post anterior: vivimos en cuatro paredes y la iglesia consume nuestro tiempo de tal forma que si Dios nos llamase a cumplir con el cuidado de la creación directa o indirecta, no podríamos. ¡Estaríamos muy ocupados en el activismo del templo! Debemos ser concientes del llamado global y pensar qué es lo que quiere Dios en realidad con mi relación con el entorno. Definitivamente no es vivir “encerrado” en la iglesia. Me han llamado a predicar su Palabra. Me han llamado a cuidar la sociedad. Me han llamado a cuidar el mundo ¿A qué me llama Dios específicamente? ¿A qué te llama a ti?

miércoles, 1 de marzo de 2006

El evangélico, quien vive la vida entre cuatro paredes

No, no me refiero a una cárcel. Con esto debo enfatizar previamente que no es mi intención comparar a una prisión con la iglesia. No, para nada. Me refiero a una característica importante de la vida evangélica: su activismo dentro del templo. Intenso, muchas veces atractivo, emotivo a veces, divertido otras, pero en cuatro paredes finalmente. Y si sale… es solamente para campañas evangelísticas.

Un pastor me dijo que la absorción del tiempo por parte de una iglesia y su activismo era un mito. ¿Lo es?

Si una variable es cuantificable, hay que medirla entonces. Nos olvidamos de subjetividades pues no hay nada más concreto que un número, que un ratio, que un factor. Por ello podemos preguntarnos ¿Cuánto tiempo a la semana pasa un evangélico promedio en la iglesia? ¿Podemos medir esto? Claro que sí, y haremos un modelo muy sencillo al respecto. Como todo modelo, contiene supuestos que pueden ser rebatidos, pero a mi entender son bastante razonables.

La semana tiene 168 horas, de las cuales pasamos en sueño 56 (asumiendo 8 horas). El tiempo efectivo es, entonces, 168 – 56 = 112 horas. En el trabajo pasamos 40 horas a la semana, el transportarnos hacia él serán unas 7.5 horas (1.5 * 5 días), y el período mañanero y de llegada del trabajo pueden ser unas 12.5 horas (2.5 * 5 días). Esto nos da un total de horas libres de 52 horas, que deben repartirse entre las múltiples actividades que tenemos como opción, como la familia, el deporte, la lectura, la televisión, las reuniones sociales, etcétera.

¿Qué porcentaje de esas 52 horas la pasa un evangélico en su iglesia? Imaginemos una iglesia no activa (en el sentido que no tiene actividades todos los días aunque son muchísimas las que tienen muchas cosas casi todos los días) y una persona líder que participa en dos ministerios (el que le corresponde por su edad y estado civil –adolescentes, jóvenes, jóvenes adultos, matrimonios-, y uno extra -caballeros, damas, escuela dominical, alabanza, anfitrión-). El culto son dos horas, la academia bíblica son dos horas más, la reunión o célula del ministerio principal son dos horas, la reunión secular de afianzamiento de vínculos –si eres un líder que realmente hace su trabajo- usualmente sabatina demandan dos horas adicionales, los respectivos comités de actualización y logística son 1.5 horas, el ministerio extra 2.5 horas y actividades especiales (campañas, retiros, reuniones adicionales, consejerías) 1 hora a la semana. Dentro de este tiempo se incluye la actividad previa, como preparar temas, clases o el tiempo de llegada anticipada a la iglesia. En total tenemos 13 horas a la semana dentro de actividades eclesiales.

La matemática es bastante simple. 13 horas en las actividades entre 52 horas del total de tiempo libre dan un total de 0.25 o, si prefieren leerlo así, un evangélico consume 25% de su tiempo libre dentro de la iglesia. Es una proporción mayor a la del dinero que se suele entregar: 10% del diezmo más un 5% en promedio de ofrendas de los ingresos netos (aunque algunos pastores sostienen que debería ser de los ingresos brutos). Un 10% de diferencia. Y la cifra puede aumentar si nuestro sencillo modelo es cambiado. Podemos asumir que la persona trabaja medio día del sábado (horas libres totales = 45h. Tiempo consumido = 28.9%), o todo el sábado (horas libres totales = 40h. Tiempo consumido = 32.5%). E inclusive ampliar nuestro horario de trabajo, y e indicador superaría la barrera del 35%. Pero siendo conservadores, una cifra de 25% resulta más que adecuada.

El problema es que implícitamente se sugiere que a más ratio, más santos somos. En otras palabras, mientras más involucrados estemos en actividades en la iglesia, mientras más ministerios tengamos, mientras vayamos a más reuniones de oración, a más cultos, a más congresos, nos vinculemos en lo más posible, seremos mejores cristianos. Se cree esto porque detrás de todo se piensa que, como el mundo es pecaminoso, es el dominio del diablo y va camino a la destrucción, entonces no vale la pena involucrarse en él más que lo mínimo necesario –el trabajo usualmente es este mínimo. También pueden ser los estudios- por lo que todo puede y debe realizarse dentro del templo, llenado las agendas de los feligreses de actividades (“¿Por qué hacer tesoros en la tierra si todo es corrompible? ¡Hay que hacer tesoros en el cielo!”). ¿Puede el activismo reemplazar la esencia de la vida cristiana? ¿Los retiros, las células, las comisiones, los cursos pueden ser un sucedáneo del amor al prójimo o la comunión? A mi entender, no. Pero es un grandísimo peligro tan igual como el legalismo o la falta de fe. Y un asunto adicional es que muchos pastores incentivan eso –aunque si les preguntas directamente lo negarán, aduciendo alguna excusa-, al extremo de tener en su cabeza de forma inconsciente un indicador de madurez basado en el número de actividades realizadas.

Y ojo, de esto no hay vacaciones. Frecuentemente se ofenden si osas pedirlas: Falta de fe, ingratitud al sacrificio de Cristo, función importantísima que de no hacerse trabará el avance de la obra.

Ese pastor que me dijo que la absorción del tiempo por parte de una iglesia era un mito, ¿Habrá considerado estas cifras? ¿Puede ser 25% un mito? ¿Un 30%? ¿Qué cantidad debería ser la adecuada para desmitificar de la cabeza de este pastor la absorción?